Por Fernando Salgado
Puro placer es el título de uno de los libros más celebrados de un escritor que ostenta el honorífico título de Embajador literario de la marihuana. Su presencia era habitual en las veladas psicodélicas de Ámsterdam alimentadas con mescalina y LSD. En su expediente figura la participación entusiasta en la distribución de semillas de marihuana desde el cielo de Holanda, usando para ello globos de juguete. Se llama Simon Vinkenoog, y además de poeta fue editor.
Annie M.G. Schmidt es una poeta y dramaturga, autora de numerosos libros de literatura infantil, cuyos trabajos popularizó la radio y la televisión. Cuando entendió que había llegado el momento de convertirse en polvo de estrellas le fue aplicada la eutanasia, tal como había solicitado.
El activismo cultural llenó las horas de Hans van Mierlo cuando puso fin a su larga carrera política. Este periodista, fundador de Demócratas 66, fue ministro de Asuntos Exteriores, Defensa y Estado. Europeísta convencido y defensor de los derechos humanos, la matanza de más de 8.000 musulmanes en Sbrenica fue el peor momento de su trayectoria porque los cascos azules holandeses de la ONU, que deberían evitar el genocidio, estaban a su mando. Tres veces se casó y tuvo tantas esposas como hijos.
Periodista también, además de escritor y poeta, Simon Carmiggelt trabajó para el Het Parool (La Contraseña) un periódico de la resistencia contra la invasión nazi. Su hermano Jan murió en un campo de concentración y la vida le dio la oportunidad de expresar sus reflexiones durante varios años en televisión, una actividad que le ayudó a sobrellevar el impacto del trauma.
“Yo soy la Segunda Guerra mundial”, anunció un día el poeta y dramaturgo Harry Mulisch. Su madre era judía y ambos esquivaron los campos de concentración porque su padre colaboraba con los nazis.
Un libro de contenido sexual explícito causó un escándalo mayúsculo en la década de los sesenta. Es obra de Jan Cremer, que además de escritor también fue pintor y fotógrafo. No menos revuelo creaban las apariciones de Robert Jasper Grootveld a media noche de los sábados bailando en torno a una estatua en la nube de humo se su cigarro. “A las masas le lavaron el cerebro para convertirlas en una manada de consumidores adictos” proclamaba este grafitero y provocador militante del teatro callejero y de la subcultura.
Controversia también creó en el año 1939 una creación del pintor expresionista Karel Appel. ‘Niños haciendo preguntas’ es su título y representa a un grupo de chavales abandonados tras la Segunda Guerra Mundial. Fue tal la polémica que el mural, instalado en el Ayuntamiento de Ámsterdam, estuvo tapado durante más de una década. Su autor puso tierra de por medio: Brasil, Italia, México, Francia y Yugoslavia fueron sus escalas, además de Estados Unidos.
Varias decenas de miles de vecinos salieron a la calle para aplaudir al paso del carruaje en el que Johnny Jordan recorrió la ciudad con su esposa para celebrar un aniversario de la boda. Su música, al estilo de la chanson francesa, lo convirtió en el genuino representante de Ámsterdam. Siendo niño perdió un ojo en una pelea, era homosexual y en su historial figura un intento de suicidio.
Músico, pintor, actor y poeta era Herman Brood. Lo sorprendieron metiéndose heroína o speed en los baños de un centro de educación secundaria poco antes de protagonizar un concierto. Durante un tiempo mantuvo una relación con Nina Hagen, una berlinesa que fusionaba el punki con la ópera, y se quitó de en medio tirándose desde lo alto de un edificio. Sigue siendo la estrella más rutilante del rock and roll de su país.
Freddy Heineken heredó de su abuelo una fábrica de cerveza, que es todo un emblema de Holanda. Fue capaz de mantener la trayectoria ascendente marcada por sus antecesores y amasar una enorme fortuna, de la que tuvo que retirar 35 millones de florines (15 millones de euros) en el año 1983 para pagar a sus secuestradores y recuperar la libertad. Este suceso se convirtió en el guión de varias películas. Anthony Hopkins es el protagonista de una.
El hijo de una mujer que además de ayudar a su marido en la tienda de frutas y verduras se llamaba Johan Cruyff, un futbolista que figura entre los mejores de la historia de este deporte y fue el líder del Ajax, un equipo con estética rockera. No necesitó dejar de fumar para conseguirlo, y cuando el corazón le dio un aviso se pasó al chupa-chup. Antes había tenido un hijo en su etapa en el Barcelona F.C., al que llamó Jordi en pleno franquismo. Hacía todo lo que le pedían y nada que le ordenasen.
Desde un rincón en el ángulo inferior izquierdo del mural que se encuentra en el pasillo central del Museo de Ámsterdam, Ana Frank sonríe.
Son los componentes de la Guardia Cívica, famosos habitantes de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX. La figura situada en el centro es Mokum y representa a esta cosmopolita urbe. Con un tatuaje de Rembrandt en el pecho y fumando un porro.
Entre Kalverstraat y Nieuwezjds está situado uno de los numerosos edificios del casco histórico de la ciudad. Era un convento hasta que en 1581 fue reconvertido en el orfanato municipal, bajo cuyo techo convivieron alrededor de un millar de niños y jóvenes. Desde el año 1975 es el Museo de Ámsterdam.
Un paseo por sus salas y pasillos nos conduce hasta la recta final del siglo XII, cuando un grupo de granjeros y pescadores llegaron hasta este enclave remontando el río Amstel hasta llegar a su desembocadura. Para hacer habitable un terreno pantanoso afrontaron el intrépido reto de ganar espacio al mar.
Un millón de estacas de madera, de entre siete y treinta metros de altura, tuvieron que enterrar en el suelo para construir diques y presas. Todos los brazos eran pocos: hombres y mujeres trabajaron durante años, ayudados por animales de carga. Hay pinturas que reflejan el descomunal esfuerzo realizado, pero la prueba más tangible es un zapato recuperado entre el fango. En el corazón de la ciudad, en la Plaza de Dam, desemboca el primero. Y llamaron Amstel-Dam (dique de Amstel) al poblado.
La ubicación estratégica, en la ruta comercial entre el sur de Europa y los países bañados por el Mar Báltico y el Mar del Norte impulsó la actividad pesquera y comercial, impulsando la empresa de seguir avanzando en la conquista del suelo. La red de canales permitió cuadriplicar la superficie del territorio. La Compañía Holandesa de las Indias Orientales se estableció en Ámsterdam y comenzó a llegar el clavo, la pimienta, la canela y la nuez moscada, entre otras especias. La colonización del sur de África, Ceylán e Indonesia le permitió importar azúcar, tabaco o cacao. La materia prima se procesaba en los molinos de viento, que se convirtieron en un elemento consustancial con el paisaje.
Y en los albores del siglo XVII comenzó la construcción de tres vías que iban a convertirse en las arterias de la ciudad: Harengracht (Canal de los Caballeros), Keizergracht (del Emperador) y Prinsengracht (del Príncipe) y rodeándolos, por el exterior, el Buitensingel se convirtió en una fortificación. Ámsterdam se convirtió en una red formada por noventa islas, un centenar de canales y varios cientos de puentes.
Los cargueros arribaban al puerto y los estibadores depositaban la carga en gabarras que bogaban por las vías de agua, en cuyo recorrido estaban instalados miles de almacenes de varios pisos, provistos de grúas que servían para subir y bajar los sacos con las especias, cajas y baúles.
Desde una pared del Museo nos observa, de medio lado, un melenudo llamado René Decartes el día 22 de julio del año 2012. Su figura había estado muy presente en los últimos meses de Sara Salgado como alumna de Segundo de Bachillerado del Instituto Castro Alobre de Vilagarcía de Arousa. La imagen del cuadro es la misma que observó tantas veces en su libro de texto. Loli Quinteiro le hace una foto al lado de un filósofo que apostó por la luz de la ciencia y el conocimiento contra las tinieblas del fanatismo, por lo que fue perseguido tanto en Francia como en Holanda y Suecia, donde murió, posiblemente envenenado y, presuntamente, por un cura.
Deambulando por las calles del antiguo barrio judío de Vlooienburg nos habíamos encontrado, días atrás, con un conjunto formado por un icosaedro y una estatua, la de Baruch Spinoza (o Bento, porque era de origen portugués). Judío expulsado de España por los Reyes Católicos y discípulo de Descartes, renegó de la ortodoxia. “Expulsamos, execramos y maldecimos a Baruch Spinoza”, figura escrito en el Libro de Actas de la Nación tras el proceso al que fue sometido. Pero ni esta medida ni la promesa de impartir clase en la Universidad de Heidelberg le hicieron desistir de sus principios, que aplicó a rajatabla hasta sus últimos días.
El recorrido por el Museo de Ámsterdam nos lleva ahora de la época más floreciente a unos tiempos en los que las guerras contra Inglaterra, Prusia y Francia, unidas al bloqueo económico, provocan una etapa de decadencia que logra superar lentamente al retomar el comercio con varios países asiáticos. Un nuevo canal comunica el Puerto con el Mar del Norte y se construyen varios barrios en las zonas exteriores de la ciudad.
Los Países Bajos no se vieron implicados en la Primera Guerra Mundial pero sufrieron la depresión económica posterior, y en la Segunda trató de impedir la invasión por la Alemania nazi. Era una tarea imposible. Ámsterdam fue liberada el día 8 de mayo de 1945. “Algún día esta horrible guerra habrá terminado, algún día volveremos a ser personas y no judíos”, había dejado escrito Ana Frank en un diario elaborado en un edificio situado en los número 263-267 de la calle Prinsengracht.
Cuando concluyó la guerra y comenzó la recuperación de Europa. Cientos de miles de emigrantes, procedentes de los cinco continentes, convirtieron a Ámsterdam en el destino donde poner en marcha sus proyectos de vida. Volaron hasta Schipphol, un aeropuerto situado entre tres y cinco metros por debajo del nivel del mar. Y es así, esta ciudad acabó convirtiéndose en un caleidoscopio de razas y nacionalidades.
Entre las paredes del Museo se escucha el latido de la ciudad. La vida cotidiana de la Burgerweeshuis (el orfanato) se refleja en el colegio, los comedores, las cocinas las habitaciones y un establo. Jurriaan Polo conduce virtualmente las visitas de miles de niños y jóvenes, que también tienen la oportunidad de conocer a Muus el Ratón, Tsjip el pollo y a la rata Rekel entre otros personajes.
También están en su campo de visión una réplica del Café ’tManje, un pub situado en el Barrio Rojo al que acudían prostitutas, proxenetas, y marineros, un vehículo ecológico fabricado en la década de los sesenta del siglo XX o tres urnas de cristal. Una contiene un librito de papel de fumar y un canuto de hachís, otra una raya de cocaína y un tubo para esnifarla y la tercera, heroína y una jeringuilla.
Aldert Mantje pintó a Hitler poniendo en marcha una lavadora. Es el autor de una amplia obra. Pintor, fotógrafo, grabador, acuarelista y retratista, domina numerosas técnicas. Henk Schiffmacher, conocido también como Hanky Panky, es un tatuador que se define como un experto en el campo de la decoración personal. Son los autores del mural instalado en el pasillo central del Museo. Se titula ‘Los espíritus libres de Ámsterdam’.
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