«Los seres que manejan las sombras de la cueva saben muy bien que sin pasado no se puede construir futuro, por eso retuercen la historia a su antojo, para mostrarnos aquello que sirva como cimentación ideológica de las necesidades actuales, sea cierto o no».
Por Juan Teixeira
El mito de la caverna de Platón es quizás la alegoría más famosa de la historia de la filosofía, y una figura esencial para comprender la manera de pensar de Occidente. Se trata de una explicación sencilla de cómo percibimos el mundo real y de cómo creamos en nuestras mentes otra realidad paralela basándonos en nuestras vivencias, creencias e ilusiones. Es decir, habla de la relación entre lo físico y el mundo de las ideas, y de cómo vivimos en algún misterioso lugar entre ellas.
Dicho mito presenta a unos hombres que han pasado toda su existencia encadenados dentro de una cueva, de modo que tan solo pueden ver la pared que tienen delante. Nunca han podido salir, ni tampoco mirar hacia atrás para saber qué los retiene o qué hay. Lo único que pueden observar son sombras de objetos que se proyectan en la pared de la cueva. Obviamente, el mundo real para ellos son esas sombras, puesto que no conocen nada más. No son conscientes de que dichas sombras son proyectadas por otros hombres que los tienen retenidos allí para su propio beneficio. Y, por supuesto, tampoco son conscientes de la existencia misma del mundo exterior. Pues bien, a pesar de la lejanía temporal con Platón, este mito continúa siendo perfectamente aplicable hoy en día.
El mito de la caverna nacional
Nos guste o no, todos somos o hemos sido de algún modo ese hombre encadenado en la cueva. Lo triste es que muchos se han acomodado/resignado y ya ni se plantean salir, o tan siquiera intentar mirar hacia atrás. Otros sufren un síndrome de Estocolmo cavernario tan profundo que defienden con ahínco a las sombras proyectadas en la pared, escupiendo en la cara de aquellos hombres que se planteen cualquier otra alternativa que no sea una mancha gris en dos dimensiones delante de ellos. Son los unga-unga, acérrimos defensores de la realidad simplificada y la «comodidad» de la cueva.
En la caverna nacional actual, los unga-unga también crean su propia realidad en base al control total por parte de esos misteriosos y poderosos seres del flujo de información. Al igual que los hombres que describía Platón, tan solo acceden a una mínima parte de la realidad, a partir de la cual crean su propio Universo. Y esa mínima parte de la realidad que pueden conocer es seleccionada y moldeada según los intereses de los hombres que están tras el muro.
En este micromundo cavernario todo funciona bien. O al menos todo lo bien que puede funcionar para quien no conoce otra cosa. Los portadores de objetos se encargan de que los esclavos no conozcan nada más, e incluso se las apañan para buscar culpables externos que amenazan con romper la pacífica y cómoda convivencia de la cueva. De este modo, en Españunga-unga la culpa de todos los males habidos y por haber la tienen los comunistas, los maricones, los negros, los independentistas, los anarquistas, los moros y, en general, cualquier persona que no crea en las sombras, que ponga en tela de juicio la existencia misma de las cadenas o que asegure que existe un mundo exterior.
Pero, ¿cómo pudieron llegar a pensar de tal modo esos pobres individuos? Pues como bien explica Platón, debido a las estratagemas de esos misteriosos personajes que portan los objetos que son proyectados en la pared.
Estos poderosos seres gestionan los flujos de poder que los regula entre ellos organizados a través de una poderosa secta denominada IBEX-35, desde la cual controlan todo aquello que sucede en la cueva. Nada se escapa a su control. Y si algo se escapa, lo neutralizan utilizando a alguno de sus numerosos vasallos: políticos, periodistas, jueces, agentes de la ley… los tentáculos de aquellos que se reúnen en torno al IBEX-35 llegan a todos los sectores de la sociedad. Ningún profesional de estos ámbitos clave que ose contradecir lo que ellos deciden puede continuar su labor en Españunga-unga. Estará condenado al destierro o a vagar eternamente por el limbo antiespañolista. Por algo son los representantes en la caverna nacional de la gran secta neoliberal que controla casi toda la red de cuevas mundial…
Los creadores de sombras saben que tienen en sus manos un artefacto de incalculable valor para moldear las mentes de sus esclavos, y lo utilizan con habilidad. Tal y como explicaba Platón, la caverna es la prisión de la apariencia, de lo estrictamente sensible, de reflejos e imágenes que no son más que una mínima representación de la realidad. Y quien decide qué sombras proyectar es quien maneja la realidad creada en la mente de los esclavos.
La salida parece lejana
Platón utilizó en su momento esta alegoría para explicar además la importancia de la existencia de un maestro o filósofo que guíe a las personas hacia el conocimiento a través de la educación, con la intención de liberarlas de las ataduras de la realidad de la caverna. Aunque también avisa de que la gente llega a sentirse cómoda en su ignorancia y puede oponerse violentamente a quien intente cambiar la situación. Algo similar estamos viviendo.
El maestro o guía espiritual de las últimas generaciones ha sido el propio sistema económico y social (es decir, la propia cueva) adoptando diversas formas, como una especie de deidad omnipresente. Además de una educación orientada a crear futuros trabajadores obedientes y eficientes, los cerebros de estas últimas generaciones han sido moldeados por toda una cultura de consumo: las series y películas, el arte, la moda, los libros, la publicidad… el bombardeo psicológico no cesa nunca, hasta crear al perfecto ciudadano neoliberal-cavernario. Y por supuesto, todo producto cultural o informativo que se salga de estos moldes, estará condenado al fracaso profesional y posterior escarnio público.
Otra de las herramientas útiles para evitar que los unga-unga puedan cambiar su modo de pensar son las cadenas, situadas de tal modo que les impiden mirar hacia atrás para ser conscientes de la artimaña de la que son presos. La traducción al mundo actual de esas cadenas de las que hablaba Platón son varias, y una de ellas es el revisionismo histórico. Los seres que manejan las sombras de la cueva saben muy bien que sin pasado no se puede construir futuro, por eso retuercen la historia a su antojo, para mostrarnos aquello que sirva como cimentación ideológica de las necesidades actuales, sea cierto o no.
Los unga-unga actuales han sido moldeados a la perfección durante décadas para vivir en la cueva. Y por eso no quieren ni pueden pensar en la posibilidad de que exista algo ahí fuera mejor que sus amadas sombras. De ahí que defiendan su madriguera con tanto entusiasmo. Creen que todo aquello que provenga del extraño exterior les va a hacer daño o va a acabar con el orden establecido en la cueva, aunque ellos mismos sean los principales beneficiados de que así fuese.
Pero no todo está perdido. Puede que el cambio climático inunde la cueva y les obligue a salir. Puede que el combustible que proporciona energía a la hoguera que genera las sombras se agote. O puede que los antiguos habitantes de la cueva les muestren el camino de salida a través de nuevas ideas, información y pensamiento crítico. Quien sabe. Estaremos atentos.
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