España de tragaderas infinitas

Por Manuel Tirado

España es un país donde pueden detenerte por romper una foto del Rey. España es un país donde por una simple broma en Twitter puedes tener procesos tras procesos judiciales, que dejarían perplejo al mismo Kafka. España es un país donde se rescatan bancos que se arruinan, donde se rescatan autopistas de peaje que ya no son rentables, pero donde un pequeño comerciante se arruina y arruinado se queda. España es un país de unas tragaderas de unas proporciones infinitas.

España es un país donde se le da más importancia a la supuesta rivalidad de dos políticos dentro de una formación que a los últimos datos de pobreza infantil. España es un país donde se aplica la ley mordaza a la ciudadanía, mientras la Fundación Francisco Franco premia a tres cargos políticos del PP por salvaguardar la memoria de un dictador que precisamente le daba matarile y amordazaba a la gente por decir lo que pensaba. Lo dicho, nuestras tragaderas son infinitas.

España sigue siendo un país de charanga y pandereta. Un país donde tenemos que escuchar a la ministra Fátima Báñez el despropósito de que quiere aspirar a que la jornada laboral acabe para todos y todas a las seis de la tarde. ¡Claro, señora Báñez, terminará a las seis de la tarde para aquellos que tengan un empleo! o ¿También terminarán a las seis de la tarde los que trabajan con contratos basura de una hora al día? Perdóneme que lo dude mucho. Lo dicho, España entera es un inmenso espejo cóncavo de barraca de feria que nos devuelve la imagen deformada de nosotros mismos, o mejor dicho, nuestra imagen real, la verdadera, hecha a nuestra imagen y semejanza, deforme y caricaturesca.

Hace tiempo dije que en este país se entendía mucho mejor la actualidad a través de las viñetas de los dibujantes de los periódicos que en los propios titulares de las noticias. Los verdaderos informadores y los que reflejan mejor la realidad de los asuntos de interés en nuestro país son los que dibujan caricaturas, los que deforman nuestra imagen, los que nos la devuelven como realmente somos.

Todo parece de risa. Aunque no tenga una pizca de gracia todo lo que nos está pasando. Pero ahí están nuestras tragaderas infinitas. Nuestra capacidad de engullir esa amarga píldora de realidad que día a día nos ofrece este circo de la actualidad.

Pablo le escribe a Iñigo una carta en un periódico ofreciéndole amor eterno e Iñigo le contesta en Facebook diciéndole que su amor perdurará, pero que prefiere vivir la vida a su manera, como en la canción de Sinatra. El presidente de Aragón compara a Susana Díaz con Juan Belmonte y le dice que va a ser requerida para “parar, templar y mandar” y se queda tan pancho. Mientras, Pedro Sánchez se dedica a recorrer plazas de segunda por toda España tratando de causar admiración en la militancia socialista y me da que su traje de luces ya está un poco ajado y trasnochado para la lidia. Y lo peor de todo es que mientras este circo mediático se lleva a cabo, el señor Mariano Rajoy llega ya mismo con las tijeras para recortar los 5.500 millones que Bruselas y la Troika le pide y que seguro que algunos apoyarán por el bien de España. Lo dicho, tragaderas infinitas.

¡Qué le vamos a hacer! España es un país donde interesa más que un niñato le diga a un currela por la calle “cara anchoa” y nos descojonemos cuando lo devuelve a la realidad con una hostia descomunal.

Lo cierto es que esta desidia, esta inacción, estas tragaderas infinitas nos están haciendo caer en lo más bajo. Lo mismo, como al chaval “youtuber” que le cruzaron la cara de un hostión, todavía necesitamos más “bofetadas cargadas de realidad” para parecernos menos a la historieta de un cómic (con todos mis respetos a los dibujantes de cómics), donde parecen que los protagonistas son insensibles a los golpes, en vez de parecernos a un país en el que la ciudadanía tenga sangre en las venas en lugar de horchata.

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