Por Domingo Sanz
Acabo de leer que España ha conseguido, por fin, derrotar a Italia en el número de infectados en un solo día.
Las informaciones que incluyen números apabullan porque dudar de lo que significan requiere tiempo. Pero esta vez, confinados como estamos, sí podemos. Además, buscamos entretenimiento.
Llevamos ya bastantes días seguidos con informes de la OMS que nos inquietan por unos números que, siempre en bruto, parecen destinados a que no parezca que España va camino, si no lo ha conseguido ya, del liderazgo mundial en víctimas de la pandemia.
Para saber en qué puesto del ranking estamos hay que convertir esos números absolutos en relativos, traduciéndolos a la realidad de cada país a partir de parámetros comunes que tengan relación con el comportamiento del virus.
Sabemos que la proximidad entre las personas facilita el contagio y también que afecta en mayor medida a las personas de más edad.
Por tanto, interesa analizar los totales de infectados y fallecidos en cada país a la luz de tres parámetros: la población, su densidad por kilómetro cuadrado y la edad media de los habitantes de cada país.
(Como es lógico, hay muchos más factores que intervienen en el avance de la pandemia, pero dependen mucho más de la realidad de cada país y, además, si los conociéramos todos el virus estaría derrotado).
Primero fue China, pero sus resultados son ínfimos comparados con los nuestros: España presentaba ayer 1.334 habitantes libres de Coronavirus por cada infectado, mientras que en China eran 17.080.
En cuanto a fallecidos, la comparativa nos hunde aún más: mientras en China han salvado la vida 425.904 personas por cada una de las que ha muerto, en España solo se salvan 20.353, veinte veces menos que en China.
Ni siquiera nos podemos consolar con que allí tienen más fácil salvarse porque, al ser el tercer país más grande del mundo en extensión, podemos pensar que tienen más sitio para mantener las distancias personales de seguridad. Nada más falso: mientras su densidad es de 145 habitantes por km cuadrado, la nuestra es solo de 92.
Por tanto, hay más “España vacía” que “China vacía” y, teniendo como tenemos una de las “mejores sanidades públicas del mundo”, parece mentira que nuestro expediente sea mucho peor que el del país donde dicen que empezó todo y desde donde nos llega ahora la noticia de que el confinamiento de Wuhan se levantará el próximo 8 de abril.
La única ventaja que sí disfruta China es la media de edad de su población: 36 años, frente los 42 de España, pero no parece suficiente para justificar unos resultados tan positivos frente a los nuestros.
Después vino Italia. Comenzaron antes que nosotros y en estos momentos tienen 59.514 infectados y 5.476 muertos. Pero la diferencia real, es decir, la proporcional a los tamaños y ratios de ambos países, no es tanta.
Por una parte, está el dato de las poblaciones. Teniendo en cuenta que la de Italia es un 29% mayor que la de España, la diferencia de infectados en términos equivalentes baja a solo un 18%.
En cambio, la diferencia relativa en fallecidos, si tuviéramos el mismo número de habitantes, sería del 33% en contra de Italia. Sin entrar en las opinables calidades de ambos sistemas sanitarios, el tiempo transcurrido, por una parte, y el periodo de latencia del virus en cada paciente, por otra, pueden explicar la mayor diferencia en fallecidos que en infectados.
En cuanto a la densidad de población, Italia se encuentra incluso en peores condiciones que China para enfrentarse a cualquier pandemia que requiera distanciar a la gente, pues soportan 201 habitantes por km cuadrado. Y España, recordemos, solo 92.
Y lo mismo pasa con la media de edad, otro factor decisivo según el desglose de las víctimas. En Italia es de 45 años, tres más que en España.
Teniendo en cuenta el impacto de los factores citados, los resultados reales de España se pueden considerar peores o, en el mejor de los casos, similares a los de Italia.
En medio del desastre de la pandemia, “vienen los días más duros” insiste Sánchez y recuerda todo el mundo, el lunes 23 por la mañana la SER casi celebraba como una victoria de España que Estados Unidos nos hubiera superado en el número total de infectados: tenían 292 más que nosotros.
Como nada mejor que los números que convienen, y no significan casi nada, para confundir con optimismo infundado, la muy experta en comunicación Angels Barceló no dijo que para que USA presentara un porcentaje similar al nuestro debería tener más de 245.000 infectados, en lugar de los 35.360 que informa la OMS. Y 3.311 muertos, en lugar de los 473 que también aparecían ayer.
Eso sí, los americanos tienen a su favor, aunque no tanto como China, una media de edad que es un 10% inferior a la nuestra: 38 años.
Regresando a España, son ya cuatro las CC.AA. que se han sumado a la petición de confinamiento de sus respectivos territorios, lo mismo que hace once días reclamó Catalunya. A los líderes de Baleares y Canarias no se les oye demasiado, pues disfrutan de aislamientos naturales que, por una vez, les benefician en protección de la salud de sus habitantes. Sus cifras de infectados y fallecidos están entre las más bajas de España, a pesar de que sus respectivas densidades de población estén muy por encima de la media estatal.
Ambos archipiélagos demuestran, como China, que cuantas más barreras, o fronteras de ocasión, se eleven, más difícil lo tiene el virus para progresar.
El Consejo de Ministros ha terminado y es evidente que no han encontrado la metáfora que necesitan para elevar “fronteras” territoriales contra el virus sin que parezca que le dan la razón a Torra, a quien Robles llamó mentiroso. Y tampoco se ha quedado corta con otros presidentes autonómicos, de quienes ayer mismo dijo que “se creen muy listos”.
Pero resulta que esa ministra está enviando al general Villarroya a las ruedas de prensa de Simón y, por mucho que incumpla las directrices expresas y públicas del presidente Sánchez, no debe resultar fácil meterla en vereda.
Y precisamente ayer, día 24, a la misma hora que Villarroya se negaba a responder a las preguntas en tromba de los periodistas sobre las residencias geriátricas en las que unos militares a sus órdenes encontraron muertos “conviviendo” con vivos, un fiscal daba todo lujo de detalles sobre dos residencias de Catalunya a las que se está investigando porque algunos residentes fallecieron por el virus, sin que ese hecho tenga nada que ver con el espectáculo macabro que el Ejército descubrió en varias residencias de otras CC.AA.
Robles, Sánchez y los demás son, una vez más, la prueba del trauma, insuperable y suicida, que envenena con una sola manera de concebir España la imaginación de cualquiera que se siente en el Consejo de Ministros. Hasta con una pandemia capaz de aplazar los Juegos Olímpicos son capaces los españolistas de seguir multiplicando el independentismo en Catalunya.
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