Por José Antonio Martín Acosta
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Escribo y callo como el amigo Blas
Callo porque si empiezo a devorar sombras
No quedará nada al cantar el gallo
Escribo sí
Pero ya jamás callo
Escribo entre los toneles de la suerte
Por si dentro escruto un cambio
En el aire del obrero
La mandíbula de serpiente nunca calla
Esa seguro
Que nunca calla
Escribo parsimonias entre desfiladeros
Me levanto cuando las náuseas son más profundas
Y afila el aliento un hambre profunda
De derechos
Esos nunca callan
Esos sí que nunca callan
Escribo desde el dictado del trabajo
Con la cintura presa entre cuatro varas
Con la espalda desafecta ya
Que el andar se me hace raro
Y eso se nota en el dolor
Que nunca calla
Ese sí que nunca calla
Sigo escribiendo por el qué dirán
Desde la frente acerada por tocar el suelo
Porque el suelo
Ese sí que nunca calla
Alzo el puño ya deshabitado de mí mismo
Rojo y fiero y pueril
Emblema de los vértigos del paro
Harto de sembrar trabajo
Y recogerlo precario
Harto de ser bueno
De sentarme a disputar el día
Y salpicar de almendros mi costado
Estoy harto
Sí harto
Y ya nunca más
Me callo.
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