Escribir en bragas no mola: el cuento del freelance

Por Carmen Romero

Cuando estudiaba la ESO y tenía que decidir qué estudiar, al pensar en el periodismo me imaginaba en una redacción, con un horario de 7 a 15, contestando al teléfono y sacando exclusivas a contratiempo como Toni Alcántara, el mayor de los Alcántara en Cuéntame como paso. Tremenda ingenua. Ahora soy periodista y paso las noches escribiendo en bragas y camiseta ancha en una habitación con muebles baratos de Ikea, un vinilo de rocanrol o rap clásico de fondo, la mesa llena de libretas con tachones y latas de Red Bull.

“Pues qué bien”, pensará alguno al leer esto. Estaría bien si se pudiera vivir de ello. Si eso que te decían en el instituto y después en la universidad de que ser tu propia jefa te garantiza un buen futuro, fuera cierto. No engañéis a los chavales de esa forma, bros, que si fuera cierto no os pasaríais horas metidos en un instituto aguantando a adolescentes con las hormonas de un toro de lidia en primavera. Seríais vuestros propios jefes y no funcionarios. Pero bueno, la democracia liberal te permite un montón de libertades, entre ellas decir este tipo de tonterías.

Siendo honestos, eso del perfil del freelance es pura retórica neoliberal. Tras el término existe un abismo de pérdida de derechos laborales. Sin un contrato y un convenio colectivo, díganme dónde acuden cuando tienen un problema. No hay posibilidad de organización, sino que encima tienes que competir con otros compañeros periodistas para ver quién se queda con la columna de anticapitalismo en tu periódico de izquierdas de confianza. Competir para terminar escribiendo sobre anticapitalismo. Las paradojas de la sociedad posmoderna.

Lo de escribir en bragas y ser tu propia jefa está bonito cuando tus padres tienen pasta suficiente como para mantenerte hasta que consigas un buen hueco en el panorama. Cuando escribes en bragas pero en una habitación propia que puedes pagar sin compartir piso. Con tachones en libretas, pero porque no te gusta lo que has escrito, no porque te das latigazos a ti misma por vivir eternamente con la sensación de tener que hacerlo mejor, midiendo todo para que te sigan llamando, a pesar de que esa precariedad te consume como persona. El futuro está tan solo a una calada y el presente se deja consumir por nada. Somos Carne picá, que diría el Tote King apretando los dientes sobre la caja y el bombo.

La organización, las huelgas y los sindicatos en ese mundo al que al trabajador le dicen que abandone y se meta a ser freelance, el emprendimiento y el individualismo más absurdo han cambiado por algo que se llama coaching. El coach es una especie de pastor evangelista dedicado a los negocios y eso que llaman autoayuda. Un vende humos que utiliza el termino entrepreneurship de forma no irónica. Un charlatán de manual que te dice que te tiene que gustar tu trabajo y que estar triste lo puedes cambiar con frases chorras de las que comparte tu tía la cincuentona que está hasta los ovarios de todo en los hilos de WhatsApp. Un coach ese ese tipo de come orejas que da charlas TED y de las que la gente sale acelerada como si se hubiera puesto hasta las cejas de farlopa. Queridos y queridas, la única charla TED que nos hace falta es una que explique la inutilidad de las charlas TED.

¿A qué viene todo este rollo que acabas de soltar, Carmen? Viene a que yo estaba bien tranquila leyendo correos cuando vi que me llegó uno en el que se me adjuntaba información sobre la Escuela de Periodismo de El País. En el mail te explican cómo inscribirte en el máster. Te lo pintan muy bonito, incluso te ofrecen prácticas remuneradas en los medios del grupo PRISA y destacan que la mayoría se quedan trabajando en el medio. Sí, como lo oyen, prácticas remuneradas. El truco está en que el máster cuesta 13.300 euros. Ya me jodería pagar 13 mil euros y que ni me enchufen ni me paguen las prácticas.

Como lo oyen, si puedes pagar un máster de 13 mil euros y haces bien el juego del peloteo en dos años puedes estar trabajando. Las que no podemos, nos tenemos que conformar con escribir en bragas en una habitación de alquiler barata, vender nuestros artículos a precios de risa y buscar otro trabajo además de escribir para poder vivir dignamente. Así que no cuenten milongas. Sin tener dinero escribir en bragas, camiseta ancha y calcetines por las rodillas no mola. Por muy erótico y alternativo que suene. Ser tu propia jefa, menos.

2 Comments

  1. No se explicarte mis sentimientos después de leer tu artículo, los jóvenes sois el mejor patrimonio que ha tenido este país en siglos, estáis sobradamente preparados y el sistema aprovechándose de ello y no vosotros de vuestro esfuerzo…quizás falta mucha rebeldía y concienciación en esas generaciones. Un besote de un abuelo en precario.

  2. Felicidades por el artículo .Es de agradecer en estos tiempos de gurús que venden humo y libros que culpan a las personas del fracaso del capitalismo, que saca pecho pretendiendo ser «la mejor opción de todas» las posibles.
    Un placer leerlo.

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