Esclavos del franquismo en Navarra, (Valle del Roncal) 1939-1941

Desde el año 2004, todos los meses de Junio, se recuerda en el alto de Igal junto al monumento levantado en recuerdo de esas personas, la tiranía de un régimen que hizo de la violencia y el abuso las mejores señas de su identidad.

Llegaron prisioneros de todo el estado. En Igal malvivieron en barracones desde donde todas las mañanas partían para realizar agotadoras jornadas de trabajo. Vivían hacinados, malnutridos y a pesar de sufrir innumerables enfermedades seguían siendo forzados a trabajar.

Por Iosu Urrutia

Finalizada la guerra del 36, el valle del Roncal, situado en el noreste de Navarra, junto al Pirineo, empezó a recibir a los primeros prisioneros, que los fascistas utilizarían para construir una carretera que uniría los pueblos de Igal (Valle de Salazar) y Bidangotze (Valle del Roncal). Estos valles navarros no fueron ajenos a la contienda. Aunque la guerra no llego hasta sus pueblos, sí que algunos de sus habitantes participaron en ella.

El viaje al Pirineo navarro, largo, atravesando lejanos valles y puertos de montaña, es algo que se ha quedado grabado en la memoria de muchos de los prisioneros que fueron trasladados hasta allí para construir esta carretera.

Adenso Dapena, gallego que había cruzado el Pirineo huyendo de la guerra, describe así el viaje que en octubre de 1939 hizo a Roncal desde el Hospital Militar de Pamplona, en el que estuvo unos días ingresado tras pasar por los campos de concentración de San Pedro de Cardeña y Miranda de Ebro:

«Al día siguiente nos mandaron para los batallones a los que estábamos destinados. Creo que el Batallón de Trabajadores era el 27, valle del Roncal, el último pueblo fronterizo con Francia, en donde se hacían unos senderos por la montaña. Desde el inmediato hasta el mismo pueblo fuimos a pie, la frase más impresionante que he oído fue preguntarle un niño a su madre si nosotros éramos “los rojos”, a lo que le contestó la madre que sí, y él dijo: “pues no tienen cuernos ni cola”».

Llegaron prisioneros de todo el estado. En Igal malvivieron en barracones desde donde todas las mañanas partían para realizar agotadoras jornadas de trabajo. Vivían hacinados, malnutridos y a pesar de sufrir innumerables enfermedades seguían siendo forzados a trabajar.

Estaban lejos de sus casas, lejos de sus amigos, de sus familias, para quienes era difícil comunicarse con ellos y más difícil todavía poder ir a visitarlos. Sin embargo, algunas veces lo intentaron, como Basilia Miguel, que desde su pueblo natal en la provincia de Burgos, Castrogeriz, acudió con su hija Mari Luz recién nacida a visitar a su marido Pedro Andrés. Basi todavía se acuerda de lo largo del viaje, siete transbordos, además de la inseguridad de viajar a visitar a un castigado. Pero a pesar de la distancia, lo tenía claro: « mi corazón me lo pedía (…). Tuve valor y se portó la gente: “¿Dónde vas con esta niña?” ¡Porque era preciosa, eh! La llevaba yo con un abrigo de piqué blanca, blanca. Y me decían: “¡Ay que niña más hermosa! ¿Dónde vas con ella?” Digo: “a ver a su padre que está, que lo tienen preso por ahí” les dije, “en Bidangotze”».

Muchas personas que habitan estos valles en los últimos decenios, no han sido conscientes de que la carretera que une los dos valles y que tantas veces han atravesado fue realizada después de la guerra y con mano de obra gratuita y en condiciones de esclavitud, hasta que personas del valle sensibilizadas con la memoria histórica y el apoyo de historiadores sacaron a la luz lo ocurrido.

Desde el año 2004, todos los meses de Junio, se recuerda en el alto de Igal junto al monumento levantado en recuerdo de esas personas, la tiranía de un régimen que hizo de la violencia y el abuso las mejores señas de su identidad.

«Antiguos prisioneros republicanos vuelven a la vía que picaron en el Roncal. Unas 500 personas asisten en Bidangotze a una ceremonia para recordar la historia (…). La carretera que va a Igal se construyó mediante trabajos forzados entre 1939 y 1941. Lágrimas en los ojos pero orgullo en la mirada. Así recibieron ayer un homenaje, en el alto de Bidangotze, alrededor de trece antiguos prisioneros del franquismo».

Textos como éste y similares se podían leer en la prensa el día 20 de junio de 2004, en referencia al homenaje celebrado en Bidangotze a los prisioneros que construyeron la carretera. Ese día Vicente Lacasia volvió de nuevo a su Burgui natal tras largos años de exilio y descubrió la escultura dedicada a quienes, como él, fueron esclavos del franquismo. Algunos recordaron los momentos más duros, y otros, sin embargo, se sirvieron del humor y la ironía para contarnos su experiencia; algunos en euskera, y otros en castellano; algunos no paraban de hablar, y otros, prefirieron mantenerse en silencio o dejaron a sus familiares que hablaran por ellos; algunos improvisaron, otros leyeron un escrito preparado para la ocasión y Txomin cantó, acompañado por sus hijas, un viejo tango al que los prisioneros le cambiaron la letra en el valle del Roncal.

Cada uno como quiso, todos nos transportaron a su experiencia de hace más de 65 años, a los momentos en que abrieron la caja de la carretera. Resultaba emocionante verlos allí, con entereza, volviendo a aquellas amplias montañas que habían sido su cárcel. Después del acto todas las personas interesadas se desplazan a Bidangotze donde en el frontón se realiza una comida popular y se sigue recordando y cantando durante la sobremesa.

Fernando Badiola y Edurne Beaumont en el año 2006 publicaron con la editorial Txalaparta un libro titulado “Esclavos del franquismo en el Pirineo” donde podemos profundizar en el relato de lo que en estos hermosos parajes de la geografía Navarra aconteció.

El año pasado fallecían las dos últimas personas que sobrevivieron aquel tormento. Permanecieron en silencio durante más de cuarenta años y, en cuanto pudieron hablar, se convirtieron en infatigables defensores de la memoria histórica antes de que sus voces se apagaran para siempre. La de Vicente Lacasia Ayerra a sus 99 años, en Maule en el mes de febrero, y al mes siguiente en Bilbao, la de Luis Ortiz Alfau con 102 años, dos de los últimos luchadores republicanos esclavos del franquismo. Sus testimonios han sido fundamentales para dar a conocer la verdad y dar luz a sus valores, al pasado oculto de su historia, la misma que la de miles de prisioneros del régimen fascista. Han participado en encuentros, colaborado con escritores, historiadores y periodistas llevando su realidad a cuantos foros han sido llamados.

De su Bilbao natal, Luis Ortiz, y de Maule, a donde se exilió el burguiarra Vicente Lacasia, acudían cada año en el mes de junio a Navarra al homenaje tributado por Memoriaren Bideak en el alto de Igal (Roncal), junto a la carretera abierta entre 1939 y 1941 por más de 2.400 prisioneros antifascistas, los antiguos esclavos del franquismo. “Sentían y sabían que tenían el deber de colaborar y difundir su memoria porque eran los últimos de una realidad desconocida”, recuerda Fernando Mendiola, del colectivo. En el caso de Luis Ortiz, añade, “entendía que era su misión en los últimos años de su vida y quería morir con las botas puestas, lo que le llevaba a implicarse en muchas cosas”.

Luis Ortiz Alfau había nacido en Bilbao el 13 de octubre de 1916 y pasó desde muy joven por distintos frentes de guerra: Gernika, Elgeta, Huesca, Miranda de Ebro; fue prisionero en el campo de concentración de Gurs (Francia) y cautivo en Bidangotze en el Batallón de Trabajadores nº 38 de la carretera de Vidángoz.

Vicente Lacasia nació en Burgui (el 19 julio de 1919) y partió dos veces hacia el exilio. La primera a Francia para pasar a Cataluña y defender la II República. La segunda, para su exilio definitivo en Maule (Zuberoa). Realizó trabajos forzados en las islas Canarias y Marruecos en el Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores (Penados) nº 91, en libertad condicional.

Ambos de familias republicanas, encontraban un significado en el alto de Igal. Luis Ortiz había estado prisionero allí y tenía emotivos recuerdos de aquellos duros años, siempre menos duros para él que no fue prisionero de pico y pala. Sus conocimientos contables y de mecanografía le libraron del trabajo penoso, pero no de vivir en condiciones infrahumanas. Nombraba agradecido a la gente de Roncal, de aquel tiempo, y a Juantxo Garzía de Azilu, del colectivo, siempre en su recuerdo.

Para Vicente Lacasia, el sitio era volver a su pueblo y tener en el valle el reconocimiento que no había tenido nunca. Los dos veteranos desgranaban cada año sus recuerdos en esta cita a la que llegaban con la implicación de familiares y amigos. Vicente, con su hijo José Luis desde Maule, y Luis con sus amigos, Valentín Zabala y Mila Mendizabal. (El padre de Valentín, Marcelino, y Gabriel, tío de Mila, fueron también prisioneros en Bidangotze). Allí sentían el calor de otros represaliados en el ámbito de la memoria histórica y desde el año 2004 en el que Vicente descubrió el monolito, rompían el silencio entre familiares de prisioneros de distintas procedencias, como Valencia, Asturias, Catalunya o Bizkaia.

Cada mes de junio emitía Vicente con un hilo de voz sus sólidas convicciones republicanas del hombre que nunca perdió su confianza en la humanidad y en la democracia, a pesar del sufrimiento al que le sometieron los vencedores y el desprecio y humillación de sus propios vecinos. “La vuelta a su pueblo después de la guerra fue muy dura, se exilió a Maule y dijo que no volvería a Burgui mientras durara el régimen franquista y nunca regresó”, recuerda Ana Barrena, de Memoriaren Bideak.

Gran conocedor de cómo era Burgui durante la República, su colaboración fue fundamental en la obra del historiador y profesor Emilio Majuelo sobre el dirigente sindical Ricardo Zabalza, así como en el conocimiento de los campos de trabajo.

La mente clara y la memoria privilegiada de Luis Ortiz tejían otros relatos que describía con todo lujo de detalles y fechas, incluso con humor, y una vitalidad extraordinaria del hombre que hasta el final de sus días ha sido voluntario activo en el Banco de Alimentos de Bizkaia. Premio René Cassin de Derechos Humanos 2016 (concedido por el Gobierno Vasco), declaró ante la jueza María Servini de Cubría, en la querella vasco-argentina y colaboró con Josu Chueca, Ander Izagirre, Jordi Évole…

Lacasia y Ortiz, dos personas de buen corazón, republicano. Fuente fundamental de información de la Guerra Civil y sus terribles consecuencias que les marcaron y unieron para siempre. Goian Bego!

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