¿Es sencillo amar?

Puertos33

En un debate que no interesa, llegamos a la pregunta ¿Es sencillo el amor? Estas cuatro palabras no parecen tan complejas como, en realidad, lo son. Queriendo continuar aquel debate y, con la intención de expresar mi opinión —Ojalá tengáis algo que decir al respecto— hago este texto.

La pregunta puede estar mal planteada, porque cualquier afirmación o negación sobre un sentimiento puede no trascender a más, por ejemplo: si, es sencillo el amor o no, no lo es… no dicen nada, no aportan valor a la respuesta y la duda sigue en el aire. Para poder explicarme necesito modificar la pregunta, dándola más significado y llenándola de contexto —cambiare el sentimiento con, lo que de verdad interesa, que es la acción— Así, la pregunta sería ¿Es sencillo amar?

La diferencia añadida, cambiar «el amor» por «amar», nos da la posibilidad del debate. No, amar no es sencillo —aunque también aquí la respuesta es tramposa—. Cuando respondemos con la negativa nos referimos a la práctica de amar, a ejercer esa capacidad. Eric Frömm, quien trato el amor en su libro El arte de amar y, en un segundo plano, en El miedo a la libertad, nos presenta el amar de dos maneras distintas:

  1. La parte teórica, de la cual escribe cerca de tres cuartas partes del primer libro que cito. Una parte que nos habla de un amor sencillo y comprensible, a veces, perverso pero que se entiende, un amor sentido —descrito—.
  2. La parte práctica, de la cual en las escasas treinta o cuarenta hojas que presenta, no deja de decirnos que sólo puede invitarnos a practicar el amar, es decir, que se le presenta mucho más compleja. —si nos fijamos la primera pregunta queda contestada en la primera parte del libro del psicoanalista-marxista y la segunda pregunta, que yo he formulado aquí, se responde en la segunda parte—.

El debate no puede ir sobre si el amor es bueno o malo, sobre si es sano o enfermizo, tiene que centrarse en si es sencillo o no. Esto quiere decir, en si es “realizable” o no lo es ¿Por qué no puede hablarse de si es bueno o no? Esta nueva pregunta nos permite explicar porque amar es complejo —llena al segundo punto de significado—. Al hablar sobre lo bueno o lo malo, dejamos el mundo estético y nos adentramos en el de la ética ¿Qué pueden aportar las leyes, racionales, del hombre al sentir? Esta pregunta se la hizo el filósofo danés Soren Kierkegaard; él separaba al hombre en tres categorías distintas:

  1. El hombre estético: Movido por las pasiones y los sentimientos, cuyo comportamiento no puede ser entendido por la ética y que, por lo tanto, no responde a la misma. La idea de este comportamiento puede leerse en In vino veritas En diario de un seductor entre otros.
  2. El hombre ético: El hombre que todos conocemos, del cual no voy a decir nada.
  3. El hombre religioso: Empujado por un orden superior —tampoco nos interesa aquí—.

El propio filosofo llevaría su vida regido por el primer estadio hasta que descubrió que tenía que servir a lo divino, rompió con todo lo que lo ataba, aunque no por ello se liberó. Este hombre estético está más cerca de una práctica correcta, que el ético. El primero es libre de actuar, no responde a nadie, no necesita ser aprobado —sin ser egoísta, como podría ser una crítica infantil del mismo, pues el propio Kierkegaard se encarga de presentar al individuo como individuo y especie a la vez— Lo estético permite darle al amor la dimensión que hoy se quiere dar con lo “libre”. Sin embargo, cuando hablamos de amor libre, nos referimos a un amor donde los marcos “éticos” del mismo son distintos, donde las reglas cambian. Lo estético rompe con esas reglas —más acá de la ética—. Kollontái cuando crítica al feminismo —Mujeres y lucha de clases–burgués en este campo, ya lo avisa: “El feminismo no ataca a la moral burguesa, ataca al comportamiento dentro de la misma” —No se puede obviar que, probablemente, el concepto de relación que tenemos nosotros es una relación conducida, por la cultura dominante— también dice, líneas después “El amor libro sólo será posible si se acaba con la moral que nos domina”. Evidentemente, el filósofo danés no pretendía entrar en esta lucha, pero si dejaba la puerta abierta a la misma.

La cuestión inicial ya ha sido respondida, el amor es sencillo pues sólo puede sentirse. Sin embargo, lo complejo viene cuando queremos ejercer ese amor que sentimos, cuando queremos “disfrutarlo” —claramente hablo durante todo el texto de un amor “erótico”, al prójimo— No pretendo entrar en porque se ama a alguien o no. La cosa es: si aceptamos la noción estética, aceptamos el amor intenso, pero sin mandamientos. Aceptamos, la fuerza del sentir y apartamos la razón —que supone un freno para la plenitud del hombre—. ¿Es menos bello este amor? Si aceptamos la cultura, la educación sufrida durante nuestro desarrollo; sí.

Para amar bien —amar en libertad que diría Frömm— hay que amar la libertad del objeto —libertad que sólo es una posibilidad, que no puede ser expresable— esto es, acabar con las nociones, enfermizas, de posesión, que no significa no depender del objeto. Significa, sentir lo máximo por lo que es; acabar con la idealización del objeto para abrazar al objeto libre —eres mío en tanto eres tú, libre— Kierkegaard diría “te quiero cuando vuelas libre, paloma. Encerrada no serías tú”. Lo bello del sentir existe en lo bello del ser, en el respeto de la posibilidad de libertad.

No se puede entender el texto como un ataque a lo romántico, una aniquilación con lo “monógamo” pues no puede ser juzgado. El texto defiende el no estar atado, esto es: superar el pensamiento que se tiene sobre amar. El amar no puede ser pensado, es sentido. Como mucho, se puede describir, pero eso no lo enmarca bajo ninguna ley. La revolución en el amor, es la revolución en el individuo, aceptar que el sentir no puede ser moral. Es decir, volver al vacío que hemos llenado con lo social, con la ética que todo quiere cubrir.

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