Entrevistamos al Centro Social La Ingobernable: «Los centros autogestionados ofrecen un espacio donde recuperar la capacidad de control sobre la propia vida»

Por Daniel Seixo

Resulta curioso que las dos grandes batallas por la izquierda de la alcaldía de Manuela Carmena se hayan librado e dos escenarios tan distantes, pero a la vez tan próximos, como el intento de aprobación del mega proyecto urbanístico de la «Operación Chamartín» y las amenazas de desalojo del Centro Social Autogestionado «La Ingobiernable». El desarrollo del espacio común se ha convertido en nuestros días en una de las grandes batallas sociales a librar con carácter de urgencia, en medio de una nueva y planeada subida generalizada del precio de la vivienda y con los desahucios todavía como una amenazante realidad constante en muchos de nuestros barrios, la okupación y la organización colectiva del espacio sin interferencia institucional, supone a todas luces un modelo de desarrollo urbano que amenaza directamente a muchos de los intereses capitalistas en la planificación de nuestras ciudades. Es precisamente por eso por lo que decidí entrevistar a «La Ingobernable», para poder ofreceros una visión diferente de nuestra organización territorial como sociedad, para poner cara a un proyecto social en las antípodas de los pelotazos urbanísticos de la capital.

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¿Cómo nace La Ingobernable?

La Ingobernable nace por un grupo de personas que, después de la manifestación de «Madrid no se vende» en mayo de 2017, deciden recuperar un espacio público que la anterior alcaldesa Ana Botella había cedido a un amigo de la familia Aznar para hacer un museo. Este edificio se pone al servicio de la ciudad para la realización de actividades políticas, culturales, deportivas y lúdicas sin coste económico, con un modelo de toma de decisiones horizontal y desde una perspectiva feminista.

¿Suponen espacios como el suyo un pulso entre lo privado y lo público?

Desde luego. El edificio es de propiedad pública, pero a su vez está en un enclave totalmente orientado al consumo, fundamentalmente por parte de los turistas. El que en el Barrio de las Letras surja un espacio de estas características en el que el modelo de gestión es comunal supone una ruptura con el entorno que lo rodea.

Nuestra experiencia nos ha mostrado que no va a ser un partido, de ningún signo político, quien nos proteja, sino que tiene que ser la propia gente quien dote de legitimidad al espacio, lo llene de vida y lo defienda llegado el momento

¿Qué colectivos han participado en este proyecto?

¡Sería larguísimo dar una lista completa! Si alguien la quiere, puede encontrarla en nuestra web. Básicamente podría decirse que hay colectivos que han nacido gracias a disponer de un espacio (como serían nuestros grupos de teatro o de yoga, el hacklab o el grupo de nuevas masculinidades) y que hay otros movimientos que existen de forma autónoma pero que utilizan las instalaciones para desarrollar su actividad o para relacionarse entre sí (colectivos relacionados con el ecologismo, el feminismo, el antifascismo)… También hay grupos que no desarrollan una actividad constante por disponer de sus propios espacios, pero que utilizan el edificio puntualmente para eventos: talleres, charlas…

¿Qué actividades se llevaban a cabo en el CSO?

Charlas políticas, asambleas para la organización interna de muchos tipos de grupos activistas, asambleas de reflexión y debate en torno a ciertos temas, cine, deporte, arte, idiomas, conciertos… hay de todo y muy variado, y desde que entramos en «alerta roja» nos hemos esforzado por fomentar que suba el nivel de actividad, porque creemos que eso favorece la defensa del espacio. Con lo que no es «se llevaban a cabo», todo esto y más sigue ocurriendo.

¿Tiene importancia la existencia de centros autogestionados para una ciudad como Madrid?

Los centros autogestionados ofrecen un espacio donde recuperar la capacidad de control sobre la propia vida, al margen del poder de acción individual como consumidora o como votante. Son espacios en los que se subvierten las lógicas que operan en todo el resto de la ciudad y se experimenta con otras formas de relacionarse, con otros supuestos de base.

José Luis Martínez Almeida ha declarado recientemente que «Pondrán en marcha todos los trámites para que el colectivo deje de usurpar un edificio que pagamos todos los madrileños con nuestros impuestos»  ¿Cómo se preparan para resistir a un gobierno de Partido Popular / Ciudadanos y con una clara influencia de Vox en el consistorio?

Siempre hemos mantenido eso de «Gobierne quien gobierne, la Ingo se defiende». Nuestra experiencia nos ha mostrado que no va a ser un partido, de ningún signo político, quien nos proteja, sino que tiene que ser la propia gente quien dote de legitimidad al espacio, lo llene de vida y lo defienda llegado el momento.

¿Cómo ha sido el trato con los medios de comunicación todo este tiempo?

Hemos recibido bastante atención de los medios para el tipo de proyecto que somos, y creemos que eso es positivo porque ayuda a normalizar los centros sociales autogestionados y visibilizar su función social. La Ingobernable ha aparecido en cadenas como la BBC o La Sexta y en bastantes de los periódicos más conocidos con tirada nacional. Hace poco el equipo de Carne Cruda hizo un programa especial desde la azotea del edificio. Además, por alguna razón, posicionarse a favor o en contra de La Ingobernable se convirtió en uno de los «puntos calientes» de la pasada campaña electoral. Dependiendo del signo esta atención ha sido positiva o negativa, por supuesto, pero pocos medios se han mantenido al margen.

Los espacios autogestionados funcionan con unas lógicas diferentes que son difícilmente «homologables» o encasillables en trámites burocráticos, y eso dificulta su reconocimiento y comprensión por las instituciones

¿Supuso realmente el período de Manuela Carmena al frente del ayuntamiento un respiro para iniciativas como la vuestra o pese a las acusaciones de la derecha no se puede hablar de un verdadero apoyo por parte de uno de los llamados ayuntamientos del cambio?

No agotaron las posibilidades que tenían para desalojarnos (cabría especular con el por qué) pero tampoco utilizaron las herramientas a disposición para blindar legalmente el proyecto. Teníamos un plan de usos consensuado con la AAVV y el AMPA del barrio, que en principio aceptaron; después dieron un giro inesperado de último momento, cuando ya estaban prácticamente agotados los plazos para actuar antes de las elecciones. Con lo que invertimos mucho tiempo y energía en un proceso bastante confuso y frustrante.

¿Quiénes han supuesto sus principales apoyos?

Recibimos un gran apoyo por parte de movimientos feministas, ecologistas, relacionados con la migración, con el antifascismo… porque forman parte del proyecto.

¿Consideran que existe cierto miedo a que la gente se autoorganice en espacios independientes de las instituciones?

Los espacios autogestionados funcionan con unas lógicas diferentes que son difícilmente «homologables» o encasillables en trámites burocráticos, y eso dificulta su reconocimiento y comprensión por las instituciones. También hay gente en las instituciones que los comprende perfectamente pero que no tiene poder para favorecerlos.

¿Cómo ha sido la actitud de la vecindad con el centro en todo este tiempo?

Hay una parte que se ha involucrado en el centro y ya forma parte de él, y hay otra parte a la que aún le intimidan este tipo de espacios. Esta primavera estuvimos colaborando con la AAVV del barrio y con el AMPA de un colegio cercano y acordamos un plan de usos conjunto para el edificio, que al final no pudo salir adelante por el Ayuntamiento.

La Ingobernable nace por un grupo de personas que, después de la manifestación de «Madrid no se vende», deciden recuperar un espacio público que Ana Botella había cedido a un amigo de la familia Aznar

¿Qué puede llegar a propiciar que en un estado con claros problemas estructurales en materia de vivienda, la okupación parezca producir más hastío en parte de la ciudadanía que la especulación inmobiliaria?

La propaganda mediática y política claramente trata de favorecer este tipo de visión individualista, intentando que prioricemos el defender nuestra parcela de propiedad, por pequeña que sea, en vez de cuestionar las estructuras mayores en las que se inserta.

¿Qué supone para ustedes el movimiento Okupa?

Es un movimiento del que claramente formamos parte, que se encuentra en constante evolución y que irá adquiriendo un nuevo papel conforme avance el debate social en cuanto a la propiedad y las distintas formas de gestión colectiva de los recursos.

¿Intuyen que le puede deparar el futuro al colectivo?

Creemos que, independientemente de lo que pase con este gobierno, lo que ha sucedido en estos dos años es irreversible, que hay ciertas cosas que ya han quedado fijadas en el panorama político de la ciudad y que los proyectos y relaciones que se han forjado en este espacio constituyen una riqueza inmaterial que no puede desalojarse.

¿Qué conclusiones sacarían de esta experiencia colectiva?

Que un tejido social aparentemente aletargado guarda en realidad el germen de una gran cantidad de proyectos transformadores que solo necesitan una infraestructura en la que poder desarrollarse: cuando la gente se siente empoderada y dispone de un mínimo de recursos (como es un espacio físico, en este caso) no necesita la tutela de las instituciones para generar riqueza social.

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