Entrevista a Vijay Prashad: “La fragilidad en el poder estadounidense no es lo mismo que la multipolaridad”

El intelectual indio Vijay Prashad analizó las tensiones mundiales que se desprenden de la guerra entre Rusia y Ucrania, y reflexionó sobre el rol de la izquierda en un momento crítico para el planeta.

Por Leandro Albani / La tinta

Vijay Prashad es un historiador marxista nacido en la India, en 1967. Con una vasta trayectoria académica, periodística y vinculada a movimientos sociales de todo el mundo, en la actualidad, es director ejecutivo del Instituto de Investigación Social Tricontinental, editor jefe de LeftWord Books y sus artículos son publicados en Globetrotter, Frontline y ARG Medios. Entre sus libros, se destacan Washington Bullets. Historias de la CIA, intervención y golpes de EstadoLas naciones oscuras y Una estrella roja sobre el Tercer Mundo.

En una extensa charla con La tinta, Prashad analizó a fondo la actual guerra entre Rusia y Ucrania, el rol que juega Estados Unidos, la dependencia a Washington que todavía sufre América Latina y la presencia de los movimientos sociales y la izquierda en un mundo que, según el intelectual indio, vive en una permanente fragilidad.

Para Prashad, es fundamental que los pueblos del mundo vuelvan a creer en sí mismos y busquen su propias soluciones ante los poderes controlados por, como él los describe, “los hombres de traje” y los banqueros.

—¿A quién pensás que beneficia la guerra entre Rusia y Ucrania?

He sido periodista durante unos 30 años, estuve en varios lugares en guerra y es muy difícil imaginarse que alguien, sea quien sea, se beneficie de una guerra. El motivo por el que digo esto es que, como personas empáticas, es importante que no analicemos la guerra de una forma desapasionada. No existe tal cosa como una “buena guerra” o una guerra que resulta en un beneficio para nadie. La guerra implica muchísima brutalidad, tanto para Rusia como para Ucrania, hasta después de que la lucha termine.

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—¿Qué consecuencias puede tener la guerra actual?

—El ingreso de tropas rusas a Ucrania va a empujar a un sector de ese país más a la derecha y esto tendrá implicancias a largo plazo para Europa del Este. ¿Quién se beneficia? La primera respuesta es que nadie se beneficia. La segunda respuesta es por qué hubo una guerra. Y este es un problema interesante.

Queda claro que los rusos habían logrado su principal ambición en torno a Ucrania antes de ingresar militarmente. En primer lugar, esta ambición era asegurar que Crimea sea una parte de Rusia. Esto es importante porque Crimea es un puerto naval principal de los militares rusos en invierno, ya que el Mar Negro no se congela. En segundo lugar, grandes secciones de los sectores que hablan ruso en Ucrania, como en el Donbass, se habían declarado independientes antes del ingreso de Rusia. ¿Cuál es la necesidad entonces de esta invasión de Rusia a Ucrania? Hay personas que dicen que es para construir un puente terrestre que conecte a Crimea con Rusia. ¿Era necesaria tanta lucha para generar esta conexión por tierra? ¿No hubiera sido posible hacer un acuerdo con el Estado ucraniano?


Hay quienes también plantean que era para desnazificar a Ucrania. Realmente, no se puede luchar contra el nazismo en Ucrania a menos que se derrote completamente a los ucranianos. Cualquier planificador y estratega de Rusia podía ver que esto no iba a suceder, porque (Ucrania) iba a tener el apoyo pleno de Occidente.


—¿Entonces cuáles son las razones del conflicto en Ucrania?

—Creo que esto no tiene que ver con los nazis, no tiene que ver con la conexión terrestre, esto tiene que ver con la sensación rusa de gran inseguridad luego de que Estados Unidos haya abandonado el tratado 2018-2020 de provisión de armas nucleares de rango intermedio. Cuando Estados Unidos, de manera unilateral, abandonó este tratado muy importante de control de armas, Vladimir Putin dijo varias veces que temía que los misiles de rango intermedio de Estados Unidos se colocasen en la frontera rusa. Es importante recordar que, en 2004, los Estados bálticos –Estonia, Letonia y Lituania- se unieron a la OTAN. De hecho, Estados Unidos podría tener misiles intermedios, en cualquier momento, en estos Estados. Pero incluyeron más Estados y estos ahora podrían ser invadidos por tropas rusas en cualquier momento. Estos misiles no son seguros. Los rusos han dejado claro que, cuando buscan garantías de seguridad, no van a preguntarle a Kiev, no se las van a pedir a Zelenski y tampoco a la OTAN. Querían garantías de seguridad de Estados Unidos, pero se negaron a darlas.

—¿Qué busca Rusia con este ataque a Ucrania?

El punto central es que los rusos están buscando una nueva arquitectura de seguridad con Estados Unidos y, lamentablemente, el pueblo ucraniano está pagando el precio por el rechazo de Washington a negociar la cuestión más amplia de la seguridad rusa. ¿Por qué Estados Unidos no se sienta en esta mesa de negociación? Porque, en 2018, desarrolló una doctrina estratégica, según la cual no están luchando más en la guerra internacional contra el terrorismo, sino que la tarea principal es impedir el alzamiento de Rusia y de China. Estados Unidos no está dispuesto a negociar con Rusia porque, de hecho, quieren derrotarla. Y de esto se trata la actual guerra. Así que, ¿quién se beneficia? En realidad, nadie.

—Se habla mucho de que, después de esta guerra, el mundo va a una multipolaridad inevitable. ¿Cómo ves esta hipótesis?

—No estoy tan convencido de esto. Me gustaría ver que suceda eso, pero hay una diferencia entre lo que queremos ver que suceda y si algo sucederá de manera inevitable. Solamente porque lo quiero no significa que suceda. Creo que este es un error que muchos analistas de izquierda están cometiendo. Están permitiendo que las emociones se les adelanten a los hechos.

¿Pero cuáles son los hechos? En primer lugar, Estados Unidos tiene el poder más peligroso del planeta, con 800 bases militares en todo el mundo y un billón de dólares por año en gastos militares, incluyendo los gastos nucleares. Nadie puede estar a la altura de eso. No deberíamos equivocarnos con este problema. Estados Unidos quizá no pueda gobernar un país, como Irak o Afganistán, pero puede destruirlos, puede bombardear una ciudad entera y aplastarla. Es un poder militar muy peligroso. Tanto Moscú como Beijing temían que Estados Unidos podía lanzar un ataque, porque lo ha hecho en muchos países.

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En segundo lugar, Estados Unidos mantiene un poderoso control financiero del planeta. Más de 30 países están enfrentando sus sanciones. Este poder financiero es considerable. Observemos Latinoamérica y las formas en que las personas todavía no pueden liberarse del dólar. Hugo Chávez y el proceso del ALBA habían generado la idea del Sucre: cuando los países de América Latina comercien entre sí, lo hicieran a través de una moneda digital. Pero el 90 por ciento de los líderes del continente nunca escucharon eso, es algo que quedó casi olvidado como instrumento. Porque el dólar nos ha cautivado. Sí es cierto que mucho comercio se ha alejado del dólar hacia el euro u otras monedas, pero no va a suceder de una manera muy rápida.

Este es otro problema: las instituciones de finanzas globales siguen dependiendo del dólar. Los chinos están al tanto y no intentan reemplazar al dólar, solamente quieren que haya varias monedas. No están diciendo que no se use el dólar, están diciendo que haya varias monedas y el dólar seguirá teniendo su importancia en las finanzas.

—¿Cómo ves la guerra en los planos diplomático y comunicacional?

—El poder diplomático está relacionado con el poder comunicacional. Estados Unidos y sus aliados dominan la guerra de la informativa y comunicacional. La dominan de dos formas diferentes. Por un lado, a través de los instrumentos de información. Por ejemplo, YouTube, que fácilmente censuró canales de televisión rusos. Incluso censuró a personas. Es increíble cómo compañías de satélites internacionales dejaron de permitir que la televisión rusa sea transmitida en habitaciones de hoteles. Simplemente las anularon. Por otro lado, la información que surge no solo a través del control institucional, de empresas privadas como YouTube o de satélites, sino en cuanto al contenido. Los servicios de cable, ReutersAssociated Press, todos están dominados por la perspectiva occidental. En español, dependen de CNN. Los periodistas en Argentina no necesariamente viajan a Ucrania, no tienen una oficina en Moscú, sino que dependen de la BBC, de El País, de los medios occidentales, para decir lo que está sucediendo. Y estos medios occidentales dependen de sus gobiernos. Por lo cual, en la guerra de la información, Occidente sigue siendo dominante. ¿Dónde está la perspectiva china, rusa o bolivariana? ¿Dónde están esas historias? ¿Dónde está hoy Telesur?


Esto se relaciona con el punto diplomático. ¿Por qué Chile votó con Estados Unidos en la Asamblea General de las Naciones Unidas? ¿Por qué Argentina toma las posiciones que toma? Porque las élites en Sudamérica adoptan la información que viene de Washington y ven el mundo a través de sus ojos. En Argentina, tienen una situación complicada, no es precisamente un gobierno de izquierda, pero, ¿hay una necesidad de adoptar el enfoque de Washington? Sí, porque la clase media, la burguesía y la élite ven el mundo a través de los ojos de Washington. Esto significa que el poder diplomático está con Estados Unidos en los países donde lo necesitan.


Ahora, todo esto se está resquebrajando un poco, como en Asia, en India y en Japón no queda claro, en Australia tampoco queda muy claro. Hay una fragilidad en el poder estadounidense, pero esto no es lo mismo que la multipolaridad. Quiero vivir en un mundo multipolar, pero soy suficientemente realista para entender que los hechos muestran que estamos en una era de fragilidad. No es que se cierra la puerta de la unipolaridad y se abre la otra puerta de la multipolaridad. Una puerta se cierra, otra puerta se abre y hay un desierto por el que hay que caminar sin demasiada agua en la cantimplora hasta llegar, más o menos, cerca a alguna otra puerta que no sabemos qué tendrá escrita. Tal vez sea otra forma de unipolaridad, pero todavía no lo sabemos.

—Frente a un conflicto de la magnitud de la guerra entre Rusia y Ucrania, ¿la ONU es un organismo obsoleto?

—Es un tema interesante, que debemos tratarlo de manera muy franca. Hasta, más o menos, la crisis financiera internacional de 2008, Naciones Unidas apoyaban a Estados Unidos en todo. Cuando colapsó la URSS hasta poco después de la crisis financiera internacional, Estados Unidos lograba hacer lo que quería en Naciones Unidas, porque era el poder dominante. Recuerdo cuando Boutros Ghali (ex secretario general de la ONU) estaba por ser reelecto, pero Estados Unidos dijo que no y se lo retiró. Estados Unidos utilizó a la ONU para establecer sanciones en Irak. Lo que sea que Estados Unidos quería, lograba que Naciones Unidas lo hiciera. Esto siguió así hasta la crisis financiera o quizás hasta la guerra en Libia. En 2011, Estados Unidos y Francia fueron al Consejo de Seguridad de la ONU para lograr una resolución sobre Libia, en donde todavía no había una guerra, era un conflicto civil, pero luego se convirtió en una guerra civil. En ese voto, Rusia y China no rechazaron la resolución occidental que permitió que se utilicen fuerzas armadas en Libia. Luego, la OTAN fue y destruyó el país. Tras esa guerra, Rusia y China dejaron en claro que no volverían a apoyar una guerra de ese tipo. Es el motivo por el cual Rusia y China bloquearon la resolución de la ONU para hacer lo mismo en Siria.

La ONU no es una institución por sí sola, sino que es un espejo de relaciones geopolíticas. Cuando Estados Unidos fue el principal poder mundial, de 1991 a 2011, la ONU hacía lo que Washington decía que haga. Luego de 2011, Rusia y China dijeron: “No, esperemos un minuto, ¿qué está pasando? No podemos permitir que este tipo de cosas sucedan”. Entonces la ONU entró en un período de paralización y muchas personas dijeron, en torno a la guerra en Siria, que Naciones Unidas había quedado obsoleta. Ese no es el análisis correcto. La ONU no era obsoleta. Al nivel del Consejo de Seguridad, es el reflejo de la geopolítica global. Porque ahora hay distintos poderes que están luchando no por el control, sino por definir el orden mundial. Estados Unidos ya no puede imponer su voluntad en el Consejo de Seguridad. Esto significa que la secretaría general de la ONU no puede actuar. Por eso, la secretaría general está diciendo que la actual guerra es terrible. Pero la ONU no puede hacer nada. Cualquier resolución va a ser vetada por Rusia y China, y a la inversa será vetada por Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. En el Consejo de Seguridad, los cinco miembros permanentes, tres países occidentales y dos Estados asiáticos, se equilibran entre sí para los vetos. Esta emergencia de Rusia y China ha paralizado a Estados Unidos en su dominación de la ONU. No paralizó a la ONU, no la hizo obsoleta, simplemente muestra que el mundo actual está en una competencia, sin la posibilidad, en este momento, de que nadie domine a pesar de que Estados Unidos sigue siendo el país más poderoso.

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—¿Cómo observás a la izquierda y a los movimientos sociales ante esta gran guerra?

—Si nosotros, como movimientos sociales y organizaciones políticas de la izquierda, fuéramos más poderosos, podríamos tomar posiciones que tuvieran un impacto en el mundo. Pero estamos en un largo período de reagrupación histórica. Para ser honestos, no tenemos el grado de poder que deberíamos tener. Estamos reagrupándonos, aumentando y construyendo nuestras fuerzas. Sabemos que las luchas continuarán y escalarán. Donde podamos, debemos ejercer nuestra influencia moral. Invirtamos el orden de las cosas que hemos mencionado. No tenemos poder militar, no tenemos poder financiero. Las áreas en donde debemos estar en medio de la contienda es, por un lado, la guerra de la información. En la batalla de ideas, el rol de los movimientos sociales y políticos es esencial. Por ejemplo, los movimientos sociales y políticos necesitan entenderse a sí mismos como medios de comunicación. Por lo cual, es muy importante que un sindicato esté permanentemente informando a sus miembros sobre la situación en el mundo. Lo que pasa en muchos de nuestros movimientos es porque no llevamos la batalla de ideas adentro de los propios movimientos, permitimos que nuestros miembros absorban la guerra informativa que surge de los medios occidentales. Sindicatos, organizaciones campesinas, movimientos de mujeres, LGBT+, estudiantiles, movimientos juveniles, todos debemos estar en cada momento formando a nuestros miembros, luchando primero en esta trinchera sobre la batalla de ideas.

Sobre lo que está sucediendo en Ucrania, tenemos que producir material para nuestros propios cuadros para que así puedan clarificarse, leyendo los datos de lo que está sucediendo. Cada miembro de un movimiento social y político es un canal de televisión. Entonces, ellos van a sus barrios y, en cierto sentido, llevan la batalla de ideas a la segunda trinchera, que es el campo popular. No tenemos los medios para construir una gran red de canales de televisión, pero no lo necesitamos. Para qué se necesita un satélite si tenemos el satélite más poderoso, que son los miembros de la organización.

—¿Cuáles pensás que, en esta coyuntura, son las tareas de los movimientos sociales y la izquierda?

—Siento que nuestra tarea principal es confrontar esta perspectiva que está presente en los pueblos y entre las personas para acelerar la batalla de ideas. Si aceleramos la batalla de ideas dentro de nuestros países, abrimos un frente político en torno a la posición diplomática del gobierno. Lo que es importante es que los gobiernos de Latinoamérica estén unidos hacia una política exterior no alineada. ¿Por qué un gobierno de Latinoamérica debería elegir entre China, Estados Unidos o Rusia? Deberían crear su propio programa y negarse a unirse a lo que Estados Unidos quiere. Esta lucha diplomática no puede suceder a este alto nivel si nuestros movimientos no abren la batalla de ideas e invitan a los pueblos para, de esta manera, generar presión a los gobiernos para que mantengan una postura más patriótica, en el sentido de la Patria Grande, una política exterior escrita por la Patria Grande y no por Washington. Pero no se puede tener esta influencia en los asuntos diplomáticos a menos que se hagan movimientos en la batalla de ideas.


No tenemos ejércitos, no podemos ir a luchar en una guerra contra el imperialismo, ni vos ni yo podemos construir una nueva estructura financiera en la que movamos dinero entre nosotros a gran escala, pero sí podemos tener éxito en la batalla de ideas. Porque el verdadero movimiento de la historia es con nosotros. Esto significa que tenemos parte de la verdad de nuestro lado. Tenemos que poner mucha más energía en la batalla de ideas. Primero, en nuestra trinchera, luego en la siguiente, que es el campo popular, y después ejercer presión a través del pueblo sobre quienes están gobernando los países.


—En estos tiempos, es muy difícil ver cierta esperanza hacia el futuro. ¿Cómo ves el futuro cercano o a qué te aferrás como intelectual para pensar un planeta más justo?

Hay un marxista libanés, Mahdi Amel, asesinado en 1997, que solía decir que, siempre y cuando estés luchando, nunca vas a estar derrotado. Me gusta esta frase, pero no es suficiente. Lo que sabemos es que “los hombres de traje” no pueden resolver los problemas de los pueblos. No pueden resolver los problemas del clima, los problemas sociales, como el hambre y la educación. Además, están desperdiciando dinero en armas nucleares y en ejércitos. Sabemos que ya sea en Buenos Aires, en Beirut o en Calcuta, que es mi ciudad, o donde fuera en el planeta, hay personas pasando hambre. Casi tres mil millones de personas están pasando hambre y ninguno de los hombres de traje tiene idea de cómo hacer para alimentarlos. Están comprometidos con una forma de agricultura y producción de animales que está destruyendo el planeta. Si se le pregunta a alguno de los líderes mundiales si saben qué hace falta para que cada persona en el planeta pueda comer pollo una vez al día, no lo saben. Hay campesinos en Brasil que cultivan soja para alimentar pollos para que otros puedan comer una o dos veces al día. Esto es una locura. La mayoría de las personas come carne dos o tres veces a la semana desde hace ya cien años. Tal vez no es el caso de Argentina, donde comer carne es parte de su identidad. Pero en la mayor parte del mundo, las personas comen carne dos o tres veces por semana. Ahora queremos comer tres veces al día y eso está destruyendo el planeta. Se están construyendo fábricas de animales que crean patógenos como el COVID-19. Los hombres de traje no tienen ninguna idea de cómo resolver esto.

En este sentido, en la batalla de ideas, tenemos que decir que sabemos cómo resolver algunos de estos temas. No es necesario que siempre los critiquemos a ellos. Tenemos que pensar cómo imaginamos nuestras soluciones. Tenemos que lograr que los propios pueblos tengan fe en sí mismos. Tenemos que ir a las trincheras a decir que podemos solucionar los problemas. Hemos pasado demasiado tiempo en campañas contra el neoliberalismo y contra el capitalismo, pero, ¿a favor de qué estamos? Nos ha dado vergüenza decir a favor de qué estamos. Yo soy socialista y no quiero que los hombres de traje y los banqueros me digan cómo vivir. Pero no decimos en lo que creemos. Quiero más, no solo estar resistiendo, porque no es suficiente.

Me resulta extraño que Argentina, una sociedad tan rica, con una población tan educada, con tantos recursos naturales y tanta tierra apta para la agricultura, no pueda salir de las garras del FMI. Tienen toda esa tierra agrícola increíble para importar alimentos, pero, ¿qué está pasando en el país? Y no pongo las culpas en las personas comunes y corrientes, pero hay que decir que no fue suficiente con sacarse de encima a todos esos presidentes en 2001. También podemos decir que Mauricio Macri arruinó todo, aunque estoy diciendo otra cosa: ¿cuál es el proyecto positivo? ¿Cómo pueden las personas de Argentina imaginar el uso de sus recursos, de su inteligencia, en una sociedad altamente educada? ¿Cómo se puede seguir luchando contra el FMI durante tantos años? Esto no debería verse como algo normal. Necesitamos creer que podemos ganar. Necesitamos creer que no hace falta ser dependientes de créditos desde afuera, porque primero hay que construir la propia casa. Entiendo que hubo un tiempo, durante el kirchnerismo, en que Argentina saldó sus deudas con el FMI, en gran medida, y que Macri tomó este préstamo ridículamente alto. Aún así, ¿cuál es el proyecto? Me acuerdo ir de Rosario a Buenos Aires y ver la tierra, y pensar que es un país increíblemente bello. Pero es necesario que haya un click, que las personas empiecen a confiar en sus capacidades.

¿Qué es lo que podemos esperar? Estamos vivos y somos personas con ideas. Espero que la izquierda ya no esté a la defensiva y asustada de salir a decir qué es en lo que creemos. Queremos terminar con el hambre, con el analfabetismo, no queremos que los banqueros dominen nuestras vidas. Queremos que las personas disfruten el ocio, que puedan caminar por la calles sin tener miedo a nada, que tengan tiempo libre. Queremos que los hombres y las mujeres, de manera conjunta, se hagan cargo de las tareas del hogar. Queremos todo esto y, para eso, necesitamos ser osados. Eso es lo que hace falta.

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