Entrevista a raíz de la publicación del segundo libro del autor: "La fórmula del bestseller". Hablamos con él sobre corrupción, cultura en España, política y sobre los escritores favorecido por la industria cultural.
Santiago Alonso Buers es un traductor y escritor salmantino, afincado en Madrid, que acaba de publicar su segundo libro ‘La fórmula del bestseller’, una novela cuya trama se desarrolla en un contexto de corrupción vinculado a la cultura en España.Este es su segundo libro, el primero autopublicado, ¿no le ha gustado la formula editorial clásica?
Sí me gusta pero no en España. Al igual que mi anterior libro este ya estaba aceptado para publicación por los comités de varias editoriales tradicionales. La media era de nueve puntos sobre diez, con lo que superó por mucho al anterior. Lo que ocurre es que me di cuenta de que solo podía aspirar a editoriales independientes con muy poca influencia en el mercado. Las grandes editoriales de nuestro país solo están interesadas en el dinero que pueda generar el autor, no en la calidad literaria. Entonces decidí ser mi propio editor.
El libro es una mezcla entre trabajo de investigación y novela, ¿qué porcentaje tiene de cada?
La novela siempre te permite llegar a más gente que el trabajo de investigación. A diferencia del historiador o del académico, el novelista tiene más libertad. Es una forma más entretenida y menos densa de acercarte a un tema. Lo que hice fue lo que ya hicieron antes Truman Capote y los creadores del nuevo periodismo: tomar un hecho real y literalizarlo. De hecho la historia suele llegar al pueblo y divulgarse mucho mejor de manera novelesca. No sabría darle un porcentaje, pero hay bastante más de verdad que de mentira. Las licencias literarias me las tomo para completar la verdad y hacerla más disfrutable.
¿Y de realidad y ficción? ¿Tiene algo de autobiográfico su libro?
Sí, soy un autor egográfico. Hiperbólico también en cierto sentido porque trato de acanallar a mi alter ego y sacar lo peor de mí mismo, pero aunque solo sea la parte oscura, siempre sale a la luz algo de mí.
En su libro habla de la corrupción de la industria cultural, ¿es algo común?
Completamente, pero porque vivimos en una sociedad política y moralmente corrupta y el mundo de la cultura solo es una extensión más, una ramificación de todo esto. Donde hay dinero, inevitablemente hay corrupción. Solo tenemos que ver el sistema partidocrático que nos gobierna.
¿Por qué no se habla de ello como, por ejemplo, de la corrupción política?
Porque la mayoría de la gente se conforma con cobrar su sueldo y poderse dar de vez en cuando algún capricho. El estudiante de doctorado no tiene medios para denunciar nada, forma parte de un sistema corrupto y si quiere acabar trabajando en la universidad lo que le conviene es hacer la pelota a sus superiores porque son ellos quienes algún día pueden ofrecerle un contrato. A la sociedad le faltan valientes y le sobran estómagos agradecidos.
No obstante pasa lo mismo entre los que ocupan altos escalafones de la sociedad, como es el caso de importantes jueces que tampoco denuncian la intromisión del poder político en el judicial porque saben que dependen de los políticos para ostentar los mejores puestos. Y a los actores y escritores famosos que viven de las subvenciones y los saraos en que están metidos tampoco les conviene denunciar, obviamente. La gente que alcanza ciertos puestos de poder o posiciones privilegiadas tiende a querer perpetuarse en esas posiciones casi siempre.
¿Considera su libro una denuncia o es más un grito al viento, una queja en negro sobre blanco?
Es una denuncia, pero voy a aprovechar el índice de impacto de esta entrevista para ofrecer algunas propuestas (lo hago porque me suelen decir que solo sé criticar destructivamente):
1- Una ley contra la endogamia que prohíba a las universidades contratar a los estudiantes que se doctoran en sus propias aulas. Las mejores universidades de E.E.U.U tienen su prestigio por atenerse a esta ley no escrita. Con esta ley, todos los peloteros actuales – la gran mayoría – se irían a la calle.
2- Concurso nacional de oposiciones para docentes universitarios.
3- Obligación de poseer el título de doctor para impartir clases en la universidad.
4- Supresión de la financiación a la educación concertada.
5- Regulación de los sueldos de profesores y maestros a nivel nacional.
6- Abolición de los privilegios de ciertas Comunidades Autónomas en materia de Educación.
7- Despolitización de la universidad y los premios académicos.
Podría dar muchas más, pero vamos a dejarlo en siete por ser mi número de la suerte.
Si alguien tuviese interés, podría desglosar minuciosamente los motivos y la forma de llevar a cabo cada una de ellas.
La muerte de la cultura de la que habla en el libro, ¿es algo real? ¿Ya ha llegado? De no ser así, ¿cuánto tiempo nos queda?
En el caso que mejor conozco, o sea, en el literario, diré que el libro es una mercancía en extinción. La radio no desapareció con el advenimiento de la televisión ni la popularización de la narrativa acabó tampoco con la poesía. Pero es verdad que poesía se vende muy poco y la prosa o narrativa cada vez menos. Yo creo que siempre habrá bichos raros a los que les guste coleccionar libros como el que ahora colecciona monedas y sellos pero desde luego que la venta de libros como medio de vida ha terminado para más del 99% de los escritores.
En una ocasión leí en una entrevista que criticaba a uno de mis autores de cabecera, Juan José Millás, tachándolo de producto, ¿mantiene ese pensamiento?
Para ser exhaustivo, diré que a la hora de analizar una novela del autor que sea debemos de atenernos a una serie de parámetros. Por un lado hay que prestar atención a la calidad de la prosa y el valor estético resolviendo preguntas como: ¿Es capaz el escritor de levantar una realidad paralela? ¿Genera el texto alusiones a otras obras de importancia? ¿Consigue sugerir o captar el zeitgeist de su época? ¿Tiene un estilo propio marcado? ¿Tiene literariedad?¿Innova en la estructura?¿Hay extrañamiento?¿Es capaz el autor de desautomatizar las estructuras narrativas tradicionales y romper con la estructura de generaciones anteriores?
Todas estas cuestiones son de carácter estético, pero también hay personas a las que simplemente les interesa el enfoque o el tema y, como sobre gustos no hay nada escrito, esto ya es algo estrictamente personal. O sea, a usted le puede resultar interesante un libro porque se enfoca, por ejemplo, desde un punto de vista del feminismo o de ciertas minorías marginadas como la gitana. En ese caso yo no voy a discutir con usted si el libro es valioso o no, únicamente le diré que le gusta por motivos extraliterarios. A una persona le puede gustar más la pera que el plátano y a otra exactamente lo contrario; aquí tampoco podemos decir quién tiene la razón. En este caso tiene que haber libros para todos y no se puede pontificar sobre lo que es bueno y lo que no. También se considera trivial la literatura de género y a mí me gusta.
Con respecto a si Millás es un buen o un mal escritor, dejémoslo en que es cuestión de gustos. Sin embargo, es a todas luces un escritor favorecido por la industria cultural y como bien has dicho un producto, en concreto un producto de PRISA, que es un conglomerado que paga a ciertos críticos para que hagan las reseñas favorables de los autores que tienen en nómina. Y no se les ocurra discrepar y escribir mal sobre los libros de esos autores porque los chantajes son inminentes. Como estés trabajando para algún periódico estatal con jefes en las altas esferas del poder, mueven los hilos y te largan a la calle en menos de lo que canta un gallo. Al menos hicieron eso desde el franquismo, que es, aunque resulte paradójico, de donde venían Juan Luis Cebrián y los suyos. Tras Franco, Polanco. Ahora con Internet lo tienen más difícil.
¿Dónde está el futuro de la cultura?
No puedo responder a esta pregunta porque me queda demasiado grande ya que considero que la cultura engloba muchas cosas. En lo que se refiere a la literatura, creo que nuestra generación está muy influida por el cine y los videojuegos. Estos son narrativamente cada vez más sofisticados y requieren una historia. También todas las series de las plataformas streaming. Creo que ese será el futuro del escritor…
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