Entrevista a Ruth Sanz: “Quien promueve el olvido es porque no quiere aceptar sus culpas y responsabilidades”

Es innegable que el trabajo que se ha hecho desde ciertos sectores para favorecer el olvido está dando sus frutos en las generaciones más jóvenes.

Por Sol Gómez Arteaga

Ruth Sanz Sabido, natural de Huelva, es profesora de Comunicación y Desigualdades Sociales y Directora del Centre for Research on Communities and Cultures en Canterbury Christ Church University (Reino Unido). Dentro de un amplio currículum profesional ha publicado capítulos y artículos en revistas científicas, y co-edita la colección ‘Protest, Media and Culture´ (Rowman & Littlefield). Su investigación se centra principalmente en el discurso de los medios, memoria histórica, guerras y conflictos, violencia contra la mujer y movimientos sociales.

En materia de Memoria Histórica publica en 2016 el libro titulado Memories of the Spanish Civil War: Conflict and Community in Rural Spain, basado en un estudio etnográfico de la memoria realizado en el pueblo de su familia materna, Arroyomolinos de León (Huelva), que da lugar a que, por primera vez, se desarrolle un debate local sobre la memoria. A partir del mismo la Junta de Andalucía comienza a investigar la localización de una fosa común con 18 personas del pueblo que fueron fusiladas en el cementerio del vecino pueblo de Cala.

Recorre varias localidades españolas, conociendo y entrevistando a víctimas, familiares y activistas. Siguiendo el mismo principio seguido en el libro de dar voz a las personas que han sido silenciadas, produce el documental Herencias del 36 (2019) y un archivo de testimonios con el mismo nombre, cuyo objetivo es dar a conocer esas voces y facilitar el debate en torno a la memoria a través de visionados del documental y festivales de cine sobre derechos humanos.

Ha realizado un proyecto llamado ‘Recordando lo que no hemos vivido: postmemoria de la violencia de Franco’ (2018), en el que analiza las actitudes, conocimientos y percepciones de personas nacidas después de la muerte de Franco en relación a la Segunda República, la guerra civil y la dictadura.

Con Kasia Lech, compañera de la misma Universidad, desarrolló un espacio que invitaba a sus visitantes a dejar recuerdos de su infancia y a responder a los recuerdos que otros participantes habían ido dejando. El proyecto, llamado ‘Infancia Trasnacional’ (2018), recopiló experiencias recordadas por participantes que venían de diferentes países, sobre todo de la UE. El objetivo era cuestionar las percepciones que había en el Reino Unido en torno a la migración después del referéndum del Brexit.

Háblanos de tu libro Memories of the Spanish Civil War: Conflict and Community in Rural Spain y de la repercusión que tuvo su publicación.

El libro se publicó el 18 de julio de 2016, coincidiendo con el 80 aniversario del golpe de estado que acabó derivando en guerra. Es un estudio etnográfico en el que tuve la inmensa suerte de poder hablar con vecinos del pueblo que habían vivido durante la guerra y la posguerra. No es un libro de Historia, sino un libro de historias. No trata sobre las batallas en el frente, o sobre la política a nivel nacional, sino que ofrece un relato basado en las experiencias de quienes vivieron el día a día. A través de esos testimonios, se pone de manifiesto que el discurso oficial de la guerra no se corresponde necesariamente con lo que se vivió en muchos lugares. Por ejemplo, una de las frases más repetidas cuando pedía que me hablaran de aquella época, era la clarificación de que en Arroyomolinos de León no hubo guerra. Lo que se instaló, con la llegada de las tropas al pueblo a finales de agosto del 36, fue la represión fascista. El discurso general de la guerra tiende a esconder realidades como esta. Para muchos españoles la represión no empezó en 1939, sino en 1936. Otro mito que se ha pretendido defender es que este fue un conflicto entre hermanos, lo cual implicaría un conflicto igualitario en cuestión de recursos y en el reparto de la culpa. Se suele olvidar que la guerra se desarrolló porque Franco organizó un golpe de estado contra un gobierno legítimo y democrático, y porque se encontró con una resistencia que no esperaba. El cúmulo de mitos promovidos por el discurso oficial de la guerra ayuda a fomentar la institucionalización del olvido.

El libro argumenta que no puede haber un discurso monolítico sobre la guerra. Es cierto que hay características comunes, pero cada localidad tuvo sus condiciones específicas. Por ejemplo, en Arroyo los golpistas asesinaron a unas 40 personas, mientras que la izquierda no mató a nadie. En este caso, todos los asesinados fueron hombres. Hubo un grupo de mujeres que fueron sentenciadas a muerte. El hijo de una de esas mujeres me explicó que incluso habían abierto sus tumbas, pero que al final decidieron no asesinarlas porque todas tenían hijos. Otros vecinos me contaron que el motivo de perdonarlas fue que una de ellas estaba emparentada con una familia conectada con las autoridades. En definitiva, en este pueblo se tomó la decisión de no matar a ninguna mujer, cosa que, como sabemos, no se observó en otros lugares.

La publicación del libro contribuyó en parte a que algunas familias del pueblo se unieran y se movilizaran, y que la administración local se moviera para exhumar una fosa, la de los 18 de Cala. Eran 18 hombres a los que encerraron en la ermita y metieron en un camión a la mañana siguiente. Los fusilaron en el cementerio del pueblo vecino, algo que se hacía para sembrar más confusión e incertidumbre. En realidad, algunas familias no habían dejado de moverse a título individual, incluyendo la familia del mejor amigo de mi abuelo. Otras familias tienen a sus seres queridos en otras localidades de Sevilla y en otros lugares, y también se habían movido mucho. Sin embargo, no existía un movimiento local organizado, y fue tremendamente interesante y emocionante ver cómo por primera vez las familias se reunían para hablar de este tema en lugares públicos del pueblo. El Ayuntamiento empezó a organizar Jornadas de Memoria Histórica, y presentaron la solicitud a la Junta de Andalucía para localizar la fosa de Cala. A día de hoy la fosa no se ha encontrado aún, ya que hicieron falta más recursos y luego hubo un cambio de gobierno en la Junta.

En el documental Herencias del 36 recorres distintas localidades de España, entre ellas Valderas, mi pueblo, entrevistando a víctimas, familiares, activistas, investigadores. ¿Qué supuso para ti ese viaje emocional por la historia más traumática y reciente de nuestro país?

Fue una experiencia catártica. Sabía que no iba a ser fácil. Ya había realizado la investigación en Arroyomolinos de León, que ya de por sí fue muy dura. Este fue un viaje muy intenso en el que tuve la oportunidad de hablar con muchas personas que abordaban el tema desde perspectivas diferentes y desde lugares diferentes. Cada conversación era una confirmación más de todo el dolor que sigue recorriendo nuestras venas: las de los supervivientes, las los familiares, las de personas que están plenamente comprometidas, y creo que nuestra sociedad en general sigue teniendo un asunto pendiente. Este conflicto sigue definiendo parte de nuestra identidad como país. Pude comprobar cómo las sensibilidades siguen estando a flor de piel, también entre personas que se definen del otro bando.

Fuera de las entrevistas que habíamos preparado, nos vimos en muchas situaciones inesperadas que también revelaban estas tensiones. Recuerdo, por ejemplo, mientras estábamos en Madrid, durante la típica conversación que surge en un taxi, mencioné que estábamos allí para hacer un documental sobre la memoria. El taxista prácticamente me disparó un ‘¿la memoria de quién?’. La persona que me acompañaba era de habla inglesa y captó enseguida que el nivel de tensión dentro del taxi se había disparado repentinamente. También hubo casos en los que personas que pasaban por allí y veían lo que estábamos haciendo compartían comentarios con nosotros. Es algo que se quiere esconder, pero es indudable que es algo que sigue estando muy presente, y no hay que buscar mucho para que surjan opiniones, testimonios y comentarios de todo tipo.

¿Qué opinan del documental Herencias del 36 en otros lugares fuera de España donde se ha visionado? En calidad de profesora en la Universidad de Canterbury ¿qué percepción y opinión tiene el alumnado en relación a las dificultades que todavía existen en España para exhumar fosas, juzgar los crímenes del franquismo o el silencio que gira en torno a la Guerra Civil de nuestro país?

Conozco el caso del Reino Unido, donde he mostrado el documental. El público suele mostrar interés en la situación actual y hacen preguntas sobre lo que está pasando en cada momento. Las reacciones suelen ser de sorpresa e incomprensión. En los visionados de mi documental en Inglaterra, he visto a muchas personas llevarse las manos a la cabeza.

Nuestro alumnado en Inglaterra no está al corriente del tema de la memoria histórica en España. La memoria en el Reino Unido está principalmente unida a las guerras mundiales, y luego también a ciertos eventos más específicos. Suelen ser personas más mayores, que por diferentes motivos saben sobre nuestra historia, las que muestran más interés y conocimientos. Por ejemplo, hay personas que han hablado conmigo para decirme que su abuelo estuvo en las Brigadas Internacionales, o que de alguna manera están relacionadas con algún exiliado.

En tus trabajos e investigaciones tratas también el tema de la mujer. En relación a la Mujer y la Memoria, ¿qué papel crees que ha ocupado ésta durante la guerra civil y el franquismo?

Si tenemos en cuenta los avances que tuvimos durante la Segunda República, es evidente que la represión franquista acabó con todo lo que se había conseguido. La mujer tuvo que volver a encerrarse en casa y toda posibilidad de seguir avanzando en materia de igualdad desapareció. Las mujeres que fueron condenadas en Arroyo tenían en común una cosa: sabían leer y expresaban sus ideas. Aunque en su caso acabaron salvando la vida, el escarnio público lo tuvieron asegurado. Los testimonios sobre sus experiencias son tremendos. Las violencias que se ejercen sobre la mujer son muchas y variadas, y en situaciones de conflicto y represión siempre son, junto con los niños, las peor paradas. La hija de una de las mujeres que fueron condenadas a muerte en el pueblo de mi familia, me contó cómo su madre nunca superó lo que le hicieron en la cárcel, hasta el punto de que se negaba a darle el pecho y tuvieron que buscar a otra mujer para que la alimentara. ‘¿Qué le harían?’, me preguntaba ella entre lágrimas, casi ochenta años más tarde. Las secuelas, tanto para las víctimas directas y sus familias, como para la sociedad en general, perduran en el tiempo y en muchos casos los traumas se convierten en generacionales.

En tu proyecto “Recordando lo que no hemos vivido: postmemoria de la violencia Franco”, analizas las percepciones de personas jóvenes, nacidas después del 75 que se produce la muerte de Franco, en relación a los períodos de la Segunda República, guerra civil y dictadura. ¿Podrías compartir para NR los datos que te devuelve ese interesante trabajo?

Este proyecto fue inspirado por algunas de las personas que conocí durante el viaje del que hemos hablado antes. Eran personas jóvenes y muy comprometidas y concienciadas, muy informadas y con las ideas muy claras en cuanto a nuestra historia y sus consecuencias. Sin embargo, me quedaba la impresión de que sólo estaba conociendo a las excepciones, y quise explorarlo más. Los resultados, desafortunadamente, me dieron la razón. Reuní a varios grupos de jóvenes en varias localidades españolas y les pasé un cuestionario para ver el nivel de conocimientos que tenían sobre la Segunda República, la guerra civil, la dictadura y la transición. Luego, vimos el documental Herencias del 36, que está basado en una selección de los testimonios que recopilé durante el proyecto del que hemos hablado antes. El debate que tuvimos después de cada visionado, y los resultados de un segundo cuestionario, mostraron que efectivamente, estos jóvenes, en su mayoría, no sabían mucho sobre este período, ni eran conscientes de los asuntos que quedan por resolver. Por ejemplo, me preocupó ver que creían que el primer gobierno democrático en España se estableció después de Franco. No sabían que ya habíamos tenido una etapa democrática en los años 30, ni los avances que ya habíamos conseguido durante esa época. Tampoco saben datos tan cruciales como que, según la ONU, somos el segundo país, después de Camboya, con mayor número de desaparecidos en un conflicto. Desde luego, es innegable que el trabajo que se ha hecho desde ciertos sectores para favorecer el olvido está dando sus frutos en las generaciones más jóvenes.

¿Qué crees que debería pasar para que se diera un avance en materia de Memoria Histórica en nuestro país?

Necesitamos mucha más información y visibilidad, incluyendo la educación en los colegios e institutos, y los medios de comunicación. Es difícil, porque todos los mecanismos oficiales, incluso los que en principio parecen ser más favorables, simplemente no lo permiten o lo dificultan. Es necesario que haya un reconocimiento oficial real, que verdaderamente ponga en valor los principios de memoria, justicia y reparación que necesitamos. Lo necesitan las familias que siguen sufriendo, y lo necesitamos como sociedad.

-¿Qué mensaje le darías a tu hija cuando crezca en materia de memoria histórica?

Espero poder transmitirle la importancia de saber de dónde venimos, porque somos la suma de todo lo que nos ha traído a este momento, y eso incluye a los que estuvieron antes que nosotros, las decisiones que tomaron, sus acciones y sus aprendizajes. Es muy importante aprender de lo que pasaron ellos para no volver a cometer los mismos errores, y para poder avanzar construyendo sociedades más sanas. La memoria y la responsabilidad van de la mano: quien promueve el olvido es porque no quiere aceptar sus culpas y responsabilidades, y eso no puede ser.

Pese a que sabemos la importancia de conocer el pasado para que la historia no se vuelva a repetir, desde hace unas semanas asistimos, atónitos, impotentes, a una nueva guerra. ¿Crees que ésta es inherente al género humano? Como profesora de Comunicación y Desigualdades Sociales, ¿ves alguna solución al conflicto? ¿Qué mensaje darías a los que ostentan el poder para resolver este conflicto?

Estamos viendo cómo los intereses políticos y económicos, las luchas de poder, en definitiva, acaban prevaleciendo sobre la seguridad y el bienestar de los ciudadanos. La sensación que queda es que verdaderamente parece que no hemos aprendido nada. Por eso, exactamente por eso, es tan importante trabajar siempre sobre la memoria y lo que ella nos aporta. Precisamente, creo que les diría que no olviden de dónde venimos, y todo lo que hemos construido sobre las experiencias pasadas. Espero que los respectivos gobiernos sepan recordar un pasado que no nos queda muy lejano, lo que aprendimos de ello, y espero que esto ayude de alguna manera a que el conflicto no vaya a más y a encontrar una solución que evite más pérdidas y más dolor.

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