Pepe Sedano Moreno es un investigador que ha dedicado más de media vida al estudio de la deportación almeriense, andaluza y española a los campos nazis. Fruto de ese arduo y prolijo trabajo en la sombra y en silencio ha publicado un sinfín de historias, algunas con corpus de artículo, otras que ya engrosan la historiografía española sobre este tema del cual Pepe es pionero en Andalucía.
Por Fran Martín
¿Cómo empezó tu interés por este tema? ¿Y qué fases podemos destacar en la obra de Pepe Sedano?
Desde que tenía 10 años. Un tío mío era barbero y recibía a diario el periódico del ABC. En aquel tiempo comenzó a editar una especie de fascículos sobre la II Guerra Mundial en color. Como a todo niño me gustaba ver los aviones, los barcos, tanques… etc. Le dije que me guardara todos los que salieran y… así fue. Hoy puedo presumir que tengo aquellos fascículos originales y, además, encuadernados, en mi humilde biblioteca.
Aquel interés por la II GM fue creciendo y tebeo de hazañas bélicas que caía en mis manos era “devorado” ávidamente. Igual pasaba con mi padre. Éste era un lector empedernido. Siempre estaba leyendo en casa novelas, tanto del far west como de hazañas bélicas. Cuando él se iba al trabajo yo me ponía a leer la novela de turno que se había dejado en casa. Sobre todo las bélicas donde la narración trataba diferentes frentes, tanto en Europa como en el Pacífico, de esta Segunda Guerra Mundial.
Así las cosas mi interés creció y creció y llegado el momento de estudiar en el Instituto de Bachillerato este tema, y conociendo mis compañeros cómo me desenvolvía yo en el tema de esa guerra mundial, le dijeron a la profesora de Historia que yo me la sabía muy bien, que ese día diera yo la clase a mis propios compañeros. Ella, sin rechistar, accedió y… se ve que no hice tan mal cuando toda la clase me aplaudió al finalizar, incluida la profesora.
Conforme creía, leía cada vez más sobre la guerra en general. Iba guardando recortes de prensa de alguna noticia relacionada con el tema y aquella primera carpeta se fue incrementando de tal modo que fue necesario abrir más de una y de dos. Así, con el tiempo, me hice de un corpus de hemeroteca importante. Otras informaciones que aparecían en revistas también las guardaba como es natural.
Fue ya trabajando en el Ayuntamiento de Berja (Almería) –lugar donde he desarrollado toda mi vida laboral, con la excepción de cortos períodos de tiempo haciendo otras cosas-, cuando el Alcalde me pasó una carta en la que la Amical de Mauthausen (asociación que engloba a antiguos deportados a campos nazis, a familiares, a herederos, a poderdantes o a causahabientes, con sede en Barcelona) donde aparecían cinco personas, nacidas en Berja y muertas en el campo de concentración de Mauthausen, en Austria, al objeto de que el Ayuntamiento se pusiese en contacto con los familiares de estas personas para que, a su vez, se pusiesen en contacto con un gabinete de abogados franceses al objeto de reclamar indemnizaciones de guerra.
Ese momento en el que leo la carta fue como una explosión en mi cerebro ¡¡Muertos de Berja en un campo de concentración nazi!! Nunca me hubiera imaginado que los hubiera. A partir de ese momento, abril de 1981, mi vida gira en torno a ellos. A los españoles deportados a campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial donde, paradójicamente, fueron a parar sin haber entrado España en esa guerra. Alrededor de 8.000 llegaron a ese campo, cuando lo liberaron solo quedaban sobre 2.500, los demás habían muerto.
Pero no solo fue al campo de Mauthausen donde llegaron españoles. También lo hicieron en el de Dachau, Sachsenhausen, Neuengamme, Buchenwald, Flosenburg, Ravensbrück (este campo era de mujeres y en él estuvieron 55 españolas. Todas sobrevivieron), todos ellos en Alemania. Alguno fue a parar a Auschwitz I y a Auschwitz II-Birkenau y es posible aunque no se sabe con certeza que algún otro hubiera estado en Treblinka (Polonia).
A raíz de la creación del Centro Virgitano de Estudios Históricos del Ayuntamiento de Berja, del que me honro ser miembro fundador y en el que desempeñé la labor de Secretario Delegado del mismo durante cerca de 10 años, fue cuando empecé a escribir artículos diversos sobre éste y otros temas. Mis artículos eran relativamente extensos, de alrededor de 60 páginas A4, por lo que el editor me indicaba que metiese la tijera por donde menos daño hiciera. Una vez y otra con lo mismo, llegó un momento que me dije que algún día podría publicar mis artículos completos y, además, con formato de libro y… ese momento llegó.
“El Infierno y sus puertas: Mauthausen, Treblinka, Sachsenhausen, Ravensbrück. Mis conversaciones con Amadeo Sinca y con Dante Alighieri” es tu primer libro publicado en 2017, rescata el drama de los campos de concentración y exterminio nazis durante la II Guerra Mundial. ¿Cómo llega a ti la historia de Amadeo Sinca, y qué te impulsa a contarla, y a documentarla? ¿Qué otros testimonios del averno nazi quedan recogidos en un libro tan original como este?
Como decía anteriormente, cuando me entero por esa carta que había habido muertos de Berja, me dieron, a través de la Amical de Mauthausen a la que pedí ayuda, las direcciones de varios deportados a ese campo austríaco, entre ellas estaba Amadeo Sinca Vendrell, que residía en Toulouse (Francia), Manuel Canga Fernández que residía en Mendoza (Argentina), Santiago Raga que residía en Ajaccio (Córcega. Francia), Antonio Muñoz Zamora, que residía en Almería… y otros.
Desde el mismo momento de recibir esa carta de la Amical, en la que también me indicaba que Amadeo había publicado un libro (el primero que se había editado, en 1946, que trataba el tema de la deportado de los españoles a Mauthausen), les escribí a cada uno al tiempo que pedía a la Amical que me remitiese un ejemplar del libro de Sinca Vendrell que lleva por título “Lo que Dante no pudo imaginar. Españoles en Mauthausen-Gusen”.
Las cartas empezaron a llegar a sus destinos y poco a poco fui recibiendo respuestas, unas más afortunadas que otras (porque algunos de ellos no querían volver a recordar aquel infierno por el que habían pasado. Yo les comprendí, naturalmente), unas más explícitas y extensas que otras. Otro, en cambio, me adjuntó fotocopias de todo lo que le había sucedido y que había sido publicado por la prensa escrita en el lugar donde residía, otra me escribió una extensa carta de seis páginas donde me contaba su experiencia en el campo de mujeres que aludía anteriormente.
Amadeo Sinca Vendrell, que había sido oficial de la República durante la guerra de España (1936-1939), fue el primero en contestar con una extensísima carta donde se maravillaba que un profesor de EGB (lo soy aunque no he ejercido nunca por propia decisión) se dedicara a estudiar la deportación española en general y la almeriense en particular. La relación epistolar mantenida con Amadeo Sinca llegó a más de cuatro años. Cuatro años en los que era raro que en un mes no recibiera dos o tres cartas. A mí no me daba tiempo a contestarle y llegó un momento en que no tenía nada que decirle porque ya se le había dicho todo lo que yo sabía. Al mes siguiente de la última carta recibida no me había llegado ninguna más, ni al otro, ni al otro… Supuse que había muerto porque el hombre ya era bastante mayor. De esta manera, tanto por el libro que había escrito como todo lo que me dijo por carta durante más de cuatro años llegó a mí su historia que, desde luego, más bien parece un argumento cinematográfico.
Su historia se contó en un libro, mi primer libro, porque a través de Facebook conocí –primero virtualmente, más tarde personalmente-, a una gallega de adopción María Torres Celada, que reside en Vigo (Pontevedra).
Hablamos sobre mi tema de estudio y le dije que tenía un artículo escrito sobre Amadeo. Me dijo que se lo remitiese que lo publicaría en su blogs. Si era muy largo entonces lo dividiría en partes y los iría publicando. Cuando lo recibió y le dije que tenía más me dijo: “No te voy a publicar ni una palabra. Quien va a publicarlo eres tú. Dime que sí”… La verdad es que supe decirle que no (yo siempre había rehuido escribir nada sobre este u otro tema porque siempre, los expertos –pensaba yo-, me dirían que “zapatero a tus zapatos”, así es que por aquello “del qué dirán” toda la documentación que yo había ido juntando y generando durante más de 30 años, estaba guardado en carpetas esperando que algún día se abrieran. Al aceptar el encargo de María me entró un no sé qué por el cuerpo que me generó un estado de intranquilidad e impaciencia. Me dije ¡Pepe, esto hay que acabarlo, y pronto! Y así escribí mi primer libro, en dos meses y medio, casi a destajo por querer quitarme de encima esa especie de espada de Damocles que pendía sobre mí.
Me fui a Vigo con un amigo para hablar del que iba a ser mi primer libro con María Torres y mi sorpresa fue que había concertado una cena en la que además de María, su marido, mi amigo y yo, también iba a estar Carlos Hernández de Miguel y su esposa (por aquel tiempo residía en la isla de Arousa). Le expliqué lo que estaba haciendo con el libro y Carlos me dijo que se me había ido la cabeza. Era un formato muy arriesgado aunque le pareció una idea maravillosa. El libro se publicó (se está agotando la 4ª edición) en 2017, con el prólogo de María Torres, con la introducción de Carlos Hernández de Miguel (donde escribió: “…no estaba ante una locura sino ante una excéntrica genialidad”) y con el epílogo de José Leonardo Ruiz Sánchez, Catedrático titular del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla.
Las respuestas que recibí en su momento de todas las cartas que envié a ex deportados que residían en distintas partes del mundo, como he dicho, algunas fueron muy extensas. Esas son las que seleccioné para que formasen parte de mi libro. Así, en el “Infierno de Mauthausen”, es Amadeo Sinca Vendrell, deportado a ese campo y superviviente, quien nos cuenta qué pasaba tras las puertas de ese Infierno. Otra puerta que se abre para conocer un nuevo Infierno es la del campo de Sachsenhausen, y lo hacemos de la mano de otro superviviente Joan Mestre Rebull. La puerta del campo de mujeres de Ravensbrück nos la abre Mercedes Núñez Targa, una luchadora en España primero y, más tarde, en la Resistencia francesa. La última puerta que se nos abre en el libro es la de Treblinka, y lo hacemos de la mano de Manuel García Ribes, otro superviviente “huido” de ese campo, y lo entrecomillo porque su historia no es muy creíble aunque no hay documentación alguna que asevere o desmienta que esa historia es real pero…él me remitió lo que se publicó en su momento sobre su historia y yo no puedo decir que no es cierto aunque, por lo que a mí respecta, lo tenga en “cuarentena”.
Esos testimonios son los que conforman el corpus del libro. El formato atrevido –según Carlos Hernández-, es porque es una conversación a tres bandas. Por un lado Amadeo Sinca, por otro Dante Alighieri y el tercero que soy yo. Hay preguntas y respuestas por parte y parte sobre cada uno de los testimonios de las cuatro personas aludidas además de otra documentación paralela relacionada con el tema de la deportación en general y de la española en particular. El libro se ha presentado, entre otras localidades, en Madrid, Vigo (Pontevedra), Almería, Linares (Jaén), Rota (Cádiz), Bielsa (Huesca), Adra (Almería), Villamayor de Gállego (Zaragoza), Santa Eugenia de Berga (Barcelona), Calamocha (Teruel), Xátiva (Valencia)… y en Berja (Almería), claro, esa fue su primera presentación.
Nos consta que has publicado el primer libro en España sobre la masacre de Oradour-sur-Glane, “Sin misericordia con José Serrano. Sangre en Oradour-sur-Glane, dolor en Purchena”, nos sitúa en el contexto del desembarco de Normandía durante la II Guerra Mundial. ¿Qué ocurrió en aquel pueblo francés en 1944?
Efectivamente, ese libro fue el primero que se publicó en España sobre esta masacre ocurrida el día 10 de junio de 1944, cuatro días después del Día D. El segundo se publicó al año siguiente del mío y lo hizo David Ferrer Revull, profesor de Historia en un IES de Sabadell. Mientras yo me ceñí a escribir sobre uno de los 21 españoles que residían en ese pequeño pueblo francés, cercano a la ciudad de Limoges, él lo hace sobre todos los españoles que allí murieron.
El protagonista de mi libro es un almeriense de la localidad de Purchena. Hizo la guerra española y pasó la frontera francesa como lo hicieron otros quinientos mil españoles. Él trabajaba para la Organización Todt haciendo la base de submarinos alemanes en Brest, en la Bretaña francesa en el 643 GTE (Grupo de Trabajadores Extranjeros). No eran deportados, no eran prisioneros, eran algo así como “esclavos a trabajos forzados” con determinadas prerrogativas. Incluso podía desplazarse a su lugar de residencia durante determinados días. José Serrano Robles, de Purchena, había casado con una murciana, María Pardo, y tuvieron tres hijos: Armonía, con 3 años, y los gemelos, Paquito y Asther, con 11 meses. Los cinco murieron aquel aciago día 10 de junio de 1944.
Cuatro días antes había tenido lugar, en las playas de Normandía, el desembarco aliado para la reconquista de Francia y, de esta manera, ir recuperando territorios y acercándose a Berlín por el oeste, mientras los rusos lo hacían por el este. El alto mando alemán había pensado (le habían hecho pensar los aliados) que el desembarco tendría lugar por la costa más cercana entre Inglaterra y Francia, o sea, por Calais; nunca por la parte más ancha del canal de la Mancha como así fue. Desde ese momento, el alto estado mayor alemán da órdenes a todas las unidades teutonas asentadas en el sur de Francia que inicien su desplazamiento hacia el norte con objeto de ayudar a las tropas asentadas en el Muro del Atlántico que estaban repeliendo la invasión. Una de las unidades alemanas que se encontraba en el sur francés era la 2ª División Panzer de las Waffen SS, la denominada “Das Reich”.
Ésta inicia el desplazamiento hacia el norte y los Regimientos que la componían marchan por rutas diferentes al objeto de encontrarse en un punto determinado del norte en unos días. Uno de sus Regimientos, el denominado “Der Führer”, sufre un atentado por maquis de la Resistencia de Oradour-sur-Glane, asesinando a cuatro oficiales y secuestrando a un comandante.
Un capitán de una compañía de uno de los batallones que componían el Regimiento recibe órdenes de dar un escarmiento en el primer pueblo que se encuentren. El capitán Dickmann entra, el día 9, en Tulle y asesina a los varones del pueblo. El día 10 hace lo propio en Oradour. Rodea a todo el pueblo (paradójicamente los soldados que lo hacen son franceses voluntarios de Alsacia que se habían enrolado en las SS), a las mujeres, niños, ancianos los meten dentro de la iglesia de Oradour y le prenden fuego con lanzallamas y por las ventanas les arrojan bombas, disparando sobre aquellos que intentaron salir por alguna de ellas. A los hombres los llevan a varios cobertizos y allí mismo los fusilan. El protagonista de mi libro tuvo la mala suerte de llegar con permiso, desde Brest a Oradour, ese mismo día. Le prohibieron la entrada y le dijeron los soldados franceses lo que iban a hacer. José Serrano prefirió morir y a sabiendas lo que le harían penetró en el claro del bosque y fue ametrallado por los soldados que rodeaban el pueblo. Lo mismo le pasó a su mujer e hijos pero en la iglesia. Fueron 642 habitantes los que sufrieron la muerte aquel funesto día. De los 642, 21 eran españoles. Nunca se había hablado en nuestro país sobre este tema –que yo sepa-, ahora un poco más pero, de todas maneras, siempre es insuficiente.
Al finalizar la guerra, en los juicios que hicieron a los que cometieron esta atrocidad, fue tenido en cuenta que eran franceses y tanto unos como otros quedaron impunes. Había que dar buena imagen, tanto en Francia como en Alemania, para que no volvieran a surgir sombras que reabrieran más heridas de las que ya tenían todos, y no solamente por esta acción tan vil como innoble sino por la vecindad de futuro entre ambas naciones.
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