Manuel Martorell: “Gramsci y Borges consideraron al brigantaggio como un movimiento de resistencia popular”

Entrevistamos al periodista e historiador Manuel Martorell sobre su último libro “José Borges. El carlista catalán que murió por la independencia del sur de Italia” 

Por Angelo Nero

Manuel Martorell es historiador, periodista y escritor. Nacido en la localidad navarra de Elizondo, tras licenciarse en Ciencias de la Información en la Universidad Autónoma de Barcelona, trabajó en la Agencia EFE, en la Voz de Almería, de la que sería su redactor jefe, y en el diario El Mundo, del que sería también uno de sus fundadores. También participó en el proyecto del medio digital Cuarto Poder. Gran conocedor de Oriente Medio, ha publicado varios libros sobre los kurdos: “Los kurdos: historia de una resistencia” (1991); “Kurdistán: viaje al país prohibido” (2005),​ y “Kurdos” (2016). También ha centrado sus investigaciones en figuras relevantes de la militancia comunista en Navarra, como “Jesús Monzón, el líder comunista olvidado por la Historia” (2000), o “Pioneras” (2018). El estudio del carlismo, especialmente en el periodo de la dictadura, ha sido otro de los pilares de su trabajo, reflejado en libros como “Retorno a la lealtad. El desafío carlista al franquismo” (Actas, 2010), y “Carlos Hugo frente a Juan Carlos. La solución federal para España que Franco rechazó” (2014). En su último libro recupera la historia de un general carlista catalán en “José Borges. El carlista catalán que murió por la independencia del sur de Italia”, editado recientemente por la editorial Txalaparta, sobre el que hablamos con él.

¿Cómo llegas a la figura de José Borges, y que sorpresas te encuentras conforme vas investigando sobre su vida y sobre su particular lucha en la península itálica?

El descubrimiento de la figura del general Borges fue totalmente casual, durante un viaje a la zona de Nápoles. Paseando por la calle encontré un libro de segunda mano que se titulaba “José Borjes. Con Dio e per il Re”. La contraportada reproducía la placa colocada en el Caserío Mastrodi recordando la épica gesta de Borges y sus compañeros por el Mezzogiorno. Ese libro me descubrió también el movimiento del brigantaggio un fenómeno histórico totalmente desconocido para mí y la importancia que hoy tiene en el sur de Italia la recuperación del brigantaggio como seña de identidad meridionalista. Y, a través de Borges, también los problemas del exilio y la evolución ideológica de estos mandos carlistas, por lo general de extracción campesina pero que llegaron a tener una sólida formación cultural, política y una conciencia social, algo que no cuadra con la imagen de gentes ignorantes manipuladas por la Iglesia y los grandes terratenientes para restaurar una monarquía absolutista.

En general hay un gran desconocimiento sobre el carlismo, y sobre la evolución de sus postulados políticos, por lo que debemos poner en contexto el momento histórico también. ¿Cuál era la ideología que llevó a un puñado de carlistas a luchar contra el proyecto de unificación italiana?

Es cierto que existe ese desconocimiento, incluso entre los propios carlistas y el caso de Borges es un buen ejemplo de ello. El carlismo de Borges es un carlismo que ya ha sufrido tres derrotas político-militares, pero que ya ha mantenido alianzas con grupos republicanos, progresistas, incluso con incipientes núcleos obreros, que acepta una forma de constitucionalismo y defiende las antiguas formas de autogobierno frente al modelo de Estado nación, centralista y unitario, propugnado por el liberalismo. En el fondo, tanto en Cataluña como en el Mezzogiorno, Borges y sus compañeros defendían lo mismo: una sociedad fuertemente vinculada a formas de vida tradicional que se veía amenazada por el proyecto político y económico de una minoría burguesa que, a falta de la necesaria hegemonía social, decidió utilizar la fuerza armada para conseguir sus objetivos.

En Italia, José Borges es objeto de homenajes y de reconocimiento, mientras en su Cataluña natal es un personaje ignorado, a quién nadie reivindica. ¿A que crees que se debe esto?

Exactamente y llevan realizando esos homenajes desde hace veinte años. Creo que para entender el olvido de Borges hay que tener en cuenta varios factores. Uno de ellos es que literalmente “desaparecen” sin dejar rastro en el exilio, que ya suponía un alejamiento respecto al entorno natural, geográfico o familiar que podría haber recuperado su épica gesta. Ni siquiera las familias pudieron recuperar sus cuerpos porque o bien fueron convertidos en cenizas nada más fusilarlos o fueron enterrados en lugares desconocidos donde estaban combatiendo. Por otro lado y lamentablemente, la historiografía carlista no ha desarrollado los temas relacionados con el exilio y, finalmente, el tema del carlismo no ha estado, precisamente, entre los más políticamente correctos, y los historiadores, al menos en las últimas décadas, han preferido trabajar temas de mayor interés público, de mayor actualidad. Si en Italia se ha recuperado la aventura de Borges es precisamente porque el tema del brigantaggio se ha puesto de actualidad por el ascendente movimiento meridionalista.

El brigantaggio fue un movimiento insurreccional similar al carlismo, aunque con sus propias características, que se desarrolló en el Mezzogiorno italiano, entre 1860 y 1868, ¿Cuáles eran esas características de este movimiento político y militar, y que consecuencias tuvo su derrota?

Respecto al carlismo, el brigantaggio tiene dos características diferenciales. La primera es su mayor componente de clase, social y campesino, una revuelta de los segmentos más bajos de la sociedad rural contra los nuevos amos, los nuevos patronos, que no son otros que los burgueses locales aliados con la gran burguesía del norte. La otra gran diferencia es la ausencia de un mando político-militar, algo que existe en el carlismo y con gran fuerza, desde los comienzos. Los grupos brigantes del Mezzogiorno se ven desamparados por quienes les tenían que ayudar y dirigir, es decir por los oficiales y jefes del extinto Ejército Borbónico y por esa burguesía local que, en vez de asumir la defensa del reino al que pertenecían, se pasan, con armas y bagajes, al enemigo, al bando unionista. De esta forma, los grupos brigantes actúan de forma anárquica, sin coordinación y, lo que es peor de todo, sin un objetivo político claro. Su derrota militar irá aparejada a una brutal y sangrienta represión con graves consecuencias sociales: desplazamientos en masa, abandono económico, atraso secular y conversión del sur de Italia en una gigantesca fábrica de emigrantes.

Tanto en la lucha de los briganti como en la de los carlistas, subyace un conflicto entre la burguesía emergente y las clases populares, entre el centralismo liberal y los poderes locales. ¿Tuvieron estos movimientos paralelismos con algún otro que se diera en esa época en Europa?

El carlismo y el brigantaggio tal vez fueron los movimientos de resistencia popular con mayor fuerza en unas sociedades preindustriales que no aceptaron el modelo sociopolítico del liberalismo que hacía tabla rasa con los antiguos “usos, costumbres” y valores religiosos que para los ideólogos del liberalismo solo eran trabas, obstáculos al desarrollo. Una problemática similar apareció en otras zonas de Europa, antes y después del brigantaggio y el carlismo; uno de ellos, por ejemplo, es el movimiento jacobita de Escocia; también la resistencia de los católicos en Irlanda, los chuanes bretones y La Vendée durante la Revolución Francesa e incluso los federalistas girondinos de la Occitania que fueron aplastados por el centralismo jacobino.

Borges participó en las dos guerras carlistas, sirviendo a la causa de don Carlos de Borbón, y de su hijo Carlos Luís, en la pretensión del trono español, para, después de la segunda guerra carlista, ponerse al servicio de Francisco II de las Dos Sicilias, el último monarca de este reino, que fue depuesto por Garibaldi. ¿Tuvo el general el reconocimiento por parte de los Borbónes a los servicios prestados?

En Absoluto. Una vez fracasado su intento de unificar a los distintos grupos briganti, la figura de Borges se convirtió en algo incómodo incluso para el propio Francisco II, el monarca destronado por quien ofreció su vida; Francisco II, pese a estar exiliado en Roma, ni siquiera asistió al solemne funeral que se celebró por Borges en la conocida y turística Iglesia de Jesús. Sus hermanas, una de las cuales también vivía exiliada en Francia, pidieron al monarca destronado compensaciones económicas por la muerte de su allegado; solamente recibieron como respuesta una carta en la que le agradecían los servicios prestados a la Corona.

En la historia de Borges también se cruzan otros personajes curiosos, como Carmine Crocco, el famoso brigante de la Basilicata. ¿Quién era Crocco y que importancia tuvo en la lucha que emprendió el general carlista en el sur de Italia?

Crocco fue el jefe brigante que alcanzó mayor poder y dominio territorial, llegando a controlar casi toda la región de Basilicata con unas fuerzas que superaban los 2.000 hombres, muchos de ellos a caballo. Crocco, como muchos otros jefes brigantes, era de origen campesino y había servido en el Ejército de las Dos Sicilias, aunque después tomó partido por los “camisas rojas” de Garibaldi, cuando este líder revolucionario prometió mejoras sociales y económicas a los campesinos que después no cumpliría. Además, quienes ocuparon el nuevo poder en el sur de Italia despreciaron sus servicios, negándole incluso un indulto que también le habían prometido. Este fue el motivo por el que Crocco se “echó al monte”, encontrando pronto un gran apoyo popular. Gracias a su alianza con Borges, consiguió momentos de gran eficacia y gloria militar. Crocco suministraba los combatientes; Borges, su experiencia militar. Finalmente, los dos mandos chocaron sobre la forma de dirigir la guerra. Crocco solamente quería realizar ataques puntuales para aumentar el número de combatientes, castigar a los partidarios de la unificación y, sobre todo, repartirse el botín. Borges pretendía lograr el control de un territorio para formar un poderoso ejército que le permitiera restablecer el Reino de las Dos Sicilias. Tras la ruptura, Borges decidió regresar a Roma en un largo y peligroso trayecto donde, junto a los oficiales carlistas que le acompañaban, encontraría la muerte.

Has afirmado que Antonio Gramsci bebió de las fuentes del brigantaggio, y que incluso en su juventud apoyó a los movimientos autonomistas. ¿Se puede hablar de alguna conexión entre el pensamiento del gran pensador marxista y las ideas que movieron al general carlista a combatir por la independencia del sur de Italia?

Borges y Gramsci intervinieron en dos momentos muy distintos de la historia reciente de Italia con seis décadas de diferencia. Borges intentado ayudar a los rebeldes del sur contra el proceso unitario y Gramsci en un momento de gran efervescencia del movimiento obrero en el llamado triángulo industrial del norte –Turín, Milán, Génova-. Sin embargo, hay varios puntos comunes precisamente por la gran importancia que el fenómeno del brigantaggio tuvo para ambos. Ambos consideraron al brigantaggio como un movimiento de resistencia popular y ambos denunciaron la sangrienta campaña represiva lanzada por las fuerzas armadas de la alta burguesía norteña contra los campesinos del sur, tratados por el Gobierno de Turín de simples bandidos y criminales. Y también los dos consideraron que el carácter rebelde de los campesinos meridionales necesitaba una dirección política, una dirección que en el caso de Borges tenía una orientación legitimista y en el de Gramsci, revolucionaria y comunista.

También en tu libro descubres una sublevación carlista en 1855, en la que José Borges tuvo su protagonismo, y que pudo desencadenar la tercera guerra carlista. ¿Qué repercusiones tuvo esta sublevación, que tenía su epicentro en Pamplona?

La sublevación de 1855 es uno de los episodios más desconocidos en la historia del carlismo y, aunque fracasó en Pamplona, tuvo un importante seguimiento en Aragón, Cataluña y la zona norte de Castilla. Aún más relevante fue el clima de rebelión general que se extendió por toda la península, desde Asturias hasta Andalucía, que llevó al Gobierno de Madrid a movilizar importantes fuerzas del Ejército y a desplazar media docena de buques de guerra a las costas catalanas. Si a ello unimos que el fenómeno de los “trabucaires” catalanes o de los “bandoleros” de origen carlista a lo largo de los años 40 y la complicidad de varias guarniciones en la intentona de 1860, nos encontramos con un movimiento de resistencia popular lineal y continuo a lo largo de todo el siglo XIX en vez, como lo entendemos ahora, de dos o tres alzamientos carlistas de carácter puntual.

A día de hoy, reivindicar figuras como las de José Borges, aparte de su indudable interés histórico, ¿puede servir para rescatar parte de una ideología que tuvo tantas lecturas, y que ha llegado a nuestros días realmente como algo residual?

La historia de Borges sirve, sobre todo, para replantear la visión que tenemos del carlismo, un movimiento que ha sido tildado con demasiada facilidad y excesivo simplismo de absolutista y reaccionario, y a las masas populares que le dieron apoyo de campesinos ignorantes manipulados para restaurar el Antiguo Régimen. Más bien habría que pensar que este amplio respaldo popular se debe a la reacción, en el sentido más literal de la palabra, de amplias capas de la población ante la imposición de un Estado que desmantelaba estructuras y formas de poder más cercanas y con mayor participación de la gente. Eso es lo que representa la filosofía foral, que ya se asume en los manifiestos carlistas de mediados del siglo XIX y que luego daría pie al principio carlista de la subsidiariedad, es decir que una entidad superior no haga lo que puede hacer una inferior. Como diría un dirigente carlista: los fueros significan que nadie nos gobierne ni siquiera aunque lo haga bien.

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.