Entrevista a Lola Sánchez Caldentey: feminismo militante en esa España vaciada

Cada uno es ecologista a su manera y feminista a su manera, los han convertido en productos de consumo, y sobre todo, de autoconsumo: la gente se pone a sí misma esas etiquetas sin saber (y lo peor: ni importarle) cuáles son sus pilares teóricos y políticos. Lo que se está gestando es una sociedad perfecta donde nadie pueda encontrarse con nadie en ningún lugar común.

Por Abel Aparicio

No es habitual ver a alguien que se desplace de su Valencia natal a Cartagena y acabe viviendo en un pequeño pueblo de la comarca del Bierzo (León). Menos aún, si se permiten, pasar de ocupar un asiento en el Parlamento Europeo a trabajar en un bar a orillas del río Sil. Sin embargo, habelas, hainas. Ella es Lola Sánchez Caldentey, y hablamos con ella en su pueblo de adopción sobre política, feminismo y otras muchas cosas.

Tu militancia política empieza desde muy joven. Estabas presente en manifestaciones como NO A LA GUERRA o NUNCA MAIS y fuiste parte activa en el 15M. Llegaste a acercarte al PSOE, aunque poco tiempo. En 2014, con el nacimiento de Podemos decides sumarte a la lista que el partido presenta a las elecciones europeas y sales elegida. ¿Cómo viviste aquello?

El tiempo y el espacio permiten analizar los hechos con perspectiva, y a mí me están ayudando a entender qué fue el fenómeno Podemos y mi papel en él, mis errores y mis aciertos; pero sobre todo los posos, positivos y negativos, que me ha dejado esta etapa indescriptible de mi vida.

Mi actividad en Podemos comenzó la misma noche de su presentación. Vengo de una familia muy politizada y creo que eso me llevó a estudiar Ciencias Políticas, para intentar comprender cómo funciona el mundo y el poder; pero mi intención a la hora de lanzarme a levantar Podemos en mi ciudad no era alcanzar ningún cargo, ni interno ni público, y quien me conoce o me conoció en esa época bien lo sabe. Sólo tuve la suerte de ser invitada a un acto en Murcia con Pablo Iglesias, que me oyó contar aquella historia de los concejales y el gin-tonic, y pasé a ser ‘la chica del gin-tonic’ (cosa que me desagradaba muchísimo), y empezaron a promocionarme Iglesias, Monedero y toda la maquinaria… En realidad habían encontrado en mí a una competidora de Teresa Rodríguez, a cuya organización (anticapitalistas) no querían dar poder interno. Y yo, ignorante a las lides internas de aquellas personas que iba conociendo, no me enteraba de nada, escuchaba, aprendía, obedecía. Me sentía un cuerpo extraño entre tanta gente sabia y combativa.

Entiendo que esa historia de los concejales y la camarera condensaba a la perfección muchos de los discursos principales del 15M, y representaba con claridad a esa casta parasitaria de las instituciones mientras la juventud más preparada de la historia les servía copas tras una comida de navidad en un restaurante de lujo. Así que entre la promoción y que mucha gente se vio representada en mí, una noche la gente me mandó a Bruselas. Ese era mi sentimiento en ese momento, rodeada de todo nuestro círculo: hemos roto una puerta que parecía infranqueable, sin apenas dinero (afirmo que no había un duro por aquel entonces más allá de que pusimos cada una), sólo con nuestras manos, y yo soy una de las enviadas a franquear esa puerta. Una losa de enorme responsabilidad, como si acompañase a Frodo en su viaje a Mordor. La alegría de la gente, increíble la hazaña de un pequeño grupo de personas en una ciudad como Cartagena, mandar a una de las suyas, a una más, a una de tantas, al Parlamento Europeo.

La siguiente etapa, los cinco años en Bruselas, es un episodio que necesitaría una larga extensión, y diría que hasta un psicoanálisis de todo lo vivido a la interna de Podemos. Dentro de los partidos se hacen cosas muy feas. La crueldad, que ahora el PP ha puesto de moda hablar de ella, es una tónica general, los cuchillos siempre están volando, siempre hay una batalla interna por el poder. A veces se hace visible, pero la mayoría de las veces tiene forma de mar de fondo, a simple vista parece que no hay olas, pero en realidad hay mucha marea. Y esta experiencia ha hecho que yo hoy no sea la misma persona que llegó en 2014 a ese monstruo de institución, y a las entrañas de un partido.

Porque otra historia es la experiencia parlamentaria, el trabajo puro y duro que llevé a cabo, los lugares que visité y las personas que conocí. Hice cosas que nunca habría soñado, siempre me acompañó la sensación de ser una absoluta privilegiada, y por eso tenía que aprovechar al máximo que mi iniciativa, mis ideas, mi trabajo de hormiga, podían tener repercusión legislativa. Pensé: me han prestado un trocito de un trocito de poder, tengo que usarlo. Si lo usas bien, como decíamos en mi oficina, tienes un Ferrari Legislativo en tus manos. Y aunque esto no sea del todo cierto, si no piensas así mientras estás en el cargo, en cualquier cargo público, no mereces estar en ninguno.

Esos cinco años han sido una culminación práctica a mis estudios de politóloga, y han ahondado más aún mis sospechas, en relación a la interna de los partidos políticos y en el funcionamiento del mundo y del poder. Salgo igual de pesimista, pero con más conocimientos y con muchas vivencias que hacen mella. He visto con mis ojos la miseria humana, y no está en los campos de refugiadas sudanesas en el norte de Uganda, ni en la familia de un niño palestino asesinado por un Estado criminal, ni en las fábricas textiles del sudeste asiático; la miseria humana está en despachos enmoquetados; la otra es material, no de valores, que son los que generan el dolor en otros, lejos…

Fuiste una de las voces en contra de la Asociación Transatlántica para el comercio y la Inversión (TTIP). Aquel acuerdo, en sus orígenes, dejaba el camino libre para que las grandes multinacionales hiciesen caso o no a las leyes de los estados. Redactaste el Informe sobre derechos humanos en el sector textil. Recibiste el reconocimiento dos veces consecutivas a la Eurodiputada Justa del Año. Recibiste el premio Mujer de la década en la Vida Pública por el Women Economic Forum. ¿Echas de menos esa vida?

La verdad es que no, y a veces me pregunto de dónde sacaba tantas fuerzas, físicas y psíquicas, para llevar aquello adelante, con esos niveles de presión desde tantos ángulos, hablar en público, que siempre me ha dado terror, la locura de viajes, despertar sin recordar dónde estás, estudiar en los aviones, comer y cenar o quedarte tirada durante horas en terminales, ponerte enferma en hoteles o en encuentros de alto nivel, tener que discutir de DDHH con machistas recalcitrantes o con seudonazis mientras me pierdo encuentros familiares como el 90 cumpleaños de mi abuela, usar pastillas para dormir, preocuparme por mi apariencia, por lo que digo, por lo que no digo, por cómo lo digo… Y eso que yo nunca fui el foco de nada, ni en Podemos ni para los medios, pero sabes que con un pequeño error, huestes de todo tipo pueden enfocarte y machacarte, hoy sentirse ofendido es muy fácil.

Para mí era una vida insoportable a largo plazo, y que estaba afectando a mi salud de una forma clara y evidente. Echo de menos a algunas personas y algunos lugares, como un restaurante libanés de detrás de mi casa o el mercadillo de cosas viejas de mi barrio, pero poco más. Estoy satisfecha, hice una especie de mili civil o política en el Parlamento Europeo, pero creo que el mundo se puede y debe cambiar cambiando nosotros, desde la base, con muchas cosas pequeñas, y militando políticamente.

También está la soledad del poder, que es real, porque por mucho que repitas ‘soy de los vuestros, estoy aquí de casualidad’, el poder, aunque sea una sombra, rezuma un halo de distancia que aleja a los demás de tu parte humana. Lo que les atrae es ese halo, no tú ni lo que piensas, y mucho menos lo que sientes o lo que quieres.

Soy infinitamente más feliz ahora, y esos reconocimientos que recibí me los traigo dentro. Y además, sigo pensando que una organización de izquierda que quiera ser sana internamente y fiel a sus objetivos no debería permitir la profesionalización de los cargos públicos. La rotación es fundamental para la credibilidad del proyecto, y la credibilidad es gasolina para una militancia fuerte, que impida que la agenda política sea desviada por los intereses personales de quienes ostentan un escaño o un cargo ejecutivo. Podemos ha olvidado esta promesa y ahí están los resultados.

Alguna vez contaste que en Vistalegre I (2014) algo pasó, pero que acabó de romperse en Vistalegre II (2017). Qué queda de aquel Podemos, si es que queda algo…

Queda poco: algunas personas, el logo, y un proto-progama muy potente que nunca llegó a desarrollarse, sino que ha sido descafeinado poco a poco, en silencio, sin la opinión, a veces incluso sin el conocimiento de las bases.

Lo que me interesa de esta pregunta es qué ha dejado Podemos: un poso de incredulidad y desengaño que ha creado en las gentes que apostamos por este proyecto, pensando que sería realmente distinto a lo que conocíamos, especialmente en su gestión interna. Haber engañado así a tanta gente hará que cueste años conseguir que vuelvan a creer en algún tipo de proyecto militante de izquierda. El daño es brutal, convirtieron la crítica en deslealtad y se quedaron con soldados obedientes y complacientes. Demasiadas personas salieron espantadas, algunas lo pasaron realmente mal, y va a costar que vuelvan a confiar en ningún proyecto parecido. Y como guinda al pastel, ahora se dedican a insultar a sus ex-votantes culpándonos del crecimiento de la extrema derecha. El respeto se gana cada día, no es prestado de por vida, y mucho menos en política. Muchas personas de izquierda, sobre todo mujeres, hemos visto cómo Podemos ha abandonado, sin debate abierto, consensos básicos que nos unieron bajo sus siglas: medidas como la renta básica, la oposición a la OTAN, a las religiones en el espacio público, o el compromiso con la Agenda Feminista. Creo que usaron tanto esos eslóganes e ideas fuerza para atraernos y pensaron que no necesitábamos más, que no íbamos a ser tan críticas con nosotras mismas como con la casta a la que confrontábamos. Como líder no puedes decir ‘yo no haré esto’, luego hacerlo y esperar a que la gente siga creyendo en ti ciegamente. Parece mentira que no sepan lo exigente que es la gente con conciencia social, por eso, precisamente, tienen conciencia social.

Vemos como la presencia de Unidas Podemos en las últimas elecciones autonómicas, véase Galicia (0), Euskadi (6), Catalunya (8) y Castilla y León (1), su presencia es casi testimonial. ¿A qué se debe?, y otra pregunta dentro de esta, ¿cuál es el futuro de la izquierda a la izquierda del PSOE?

Pues parece que queda parcialmente respondido en la pregunta anterior. Y creo que si ellos mismos no son capaces de hacer un análisis realista y honesto de su situación, seguirán en vías de desaparición. Pero se aferran a argumentarios manidos y faltos de profundidad, como cuando hablan del ataque en los medios y en los juzgados. Siendo cierto que a Podemos y a sus líderes se les ha atacado de forma cruenta y sin escrúpulos, esa propaganda hace mella en algún sector de votantes, y también enardece al adversario, pero no estoy segura de que cause estragos en las personas medianamente politizadas de izquierda. Vamos, que la práctica totalidad de la sociedad de este país sabemos, porque lo hemos visto, que el sistema ha hecho todo lo posible por denostar la imagen del partido, de sus ideas y sobre todo de sus integrantes. Pero que Podemos hoy piense que muchos de mis amigos o familia, y yo misma, hemos dejado de votarles por lo que diga la tele, la radio o una columna de opinión no es un análisis honesto. La clave ha sido el propio Podemos, lo que dice, lo que hace, lo que no dice ni hace. Lo que dicen y muestran ellos mismos, no los medios. Hemos pasado del ‘empoderaos’ al ‘tránsfoba’, ‘rojipardas’, ‘no sabéis votar, aliadas de vox’ y vivas al Papa y a Biden en un parpadeo. ¿De verdad esperaban otra reacción?

El futuro a la izquierda del PSOE está en el Feminismo y también en el Ecologismo, pero el sistema ha manoseado y tergiversado con tanto éxito estos dos términos, que ahora me preguntarías: ¿qué Feminismo? ¿Y qué Ecologismo? Con ambas teorías está pasando algo similar: el sistema consigue asociar a estos conceptos prácticas radicalmente opuestas a lo que proponen. El ecologismo no es cerrar las térmicas para llenar los montes de aerogeneradores, como el Feminismo no es apoyar la prostitución o la pornografía. La Agenda del Ecologismo pasa inexorablemente por el decrecimiento, diga lo que diga el mainstream; igual que la Agenda Feminista pasa por la abolición de la explotación sexual de la mujer. Son dos formas de repensar el mundo, perfectamente complementarias y el único bastión en pie contra el capitalismo, que han sido pervertidas por los medios, por el capital, para que la opinión pública ya no sepa qué es ecologista o no, qué es feminista o no, todo puede serlo y nada lo es. Cada uno es ecologista a su manera y feminista a su manera, los han convertido en productos de consumo, y sobre todo, de autoconsumo: la gente se pone a sí misma esas etiquetas sin saber (y lo peor: ni importarle) cuáles son sus pilares teóricos y políticos. Lo que se está gestando es una sociedad perfecta donde nadie pueda encontrarse con nadie en ningún lugar común, pues no existirá si nada es estático sino fluido: no existirá el ecologismo, sino tantos como personas quieran definir sus ideas como ecologistas, aunque propongan matar cigüeñas a cañonazos. ¿Quién es quién para rebatir nada a nadie si no podemos abrazarnos a unas mínimas bases y principios teóricos, si la realidad material no cuenta para nada, si la ‘verdad’ es la percepción personal e íntima de cada uno? Si la izquierda no se abraza a lo material no se puede crear comunidad ni puntos comunes de luchas y demandas, no se puede luchar contra el sistema.

Hablemos sobre feminismo. Hay un fuerte movimiento feminista que se posiciona claramente en contra de las políticas del ministerio que dirige Irene Montero. ¿Por qué ocurre esto?

Está muy relacionado con la pregunta anterior. El Feminismo es una teoría política que lleva siglos de desarrollo y que posee su propia genealogía, su corpus teórico y su agenda política, clarísima, y razonada hasta la saciedad. El Feminismo nace del análisis de la realidad de las mujeres y su objetivo es lograr que seamos consideradas seres humanos en su totalidad. El Feminismo, por tanto, no es un eslogan ni un saco donde meter todas las demandas sociales tengan o no que ver con las mujeres, y ésta concepción errónea del Feminismo viene, precisamente, de la visión patriarcal de que las mujeres estamos aquí para cuidar y luchar por todas las causas, aunque nos sean ajenas o incluso nos perjudiquen. Es la imagen de mujer-madre, que sacrifica su propio interés en pos del bienestar de los suyos.

Éste es el falso Feminismo que se promueve desde el Ministerio, con Podemos a la cabeza. El Feminismo NO es cuidar, como dijo Pablo Echenique, y este es un pensamiento muy peligroso porque nos retrotrae a tiempos que ya teníamos superados. Entiendo lo que hacen porque no saben lo que es el Feminismo, como yo tampoco lo sabía hasta hace un par de años. Para poder decir que una es feminista, tiene que leer, comprender y asumir los postulados feministas, igual que un comunista lo será porque asuma los postulados comunistas. A nadie se le ocurriría decir ‘yo soy comunista pero me encanta el libre mercado’, en cambio, hoy vemos cómo algunos se dicen feministas mientras apoyan la prostitución de las mujeres. Esta es una perversión perfectamente dirigida por el sistema capitalista para destruir una de los pocos bastiones teóricos y prácticos que hoy le pueden hacer frente, y que triste e inexplicablemente la izquierda hoy abraza como estrategia propia. No se puede estar más ciego, pero el tiempo siempre pone a las personas y los hechos en su lugar, el día que despierten van a alucinar. Y lo digo porque yo un día también estuve ahí, ciega e imbuida por un buenismo propio de Teresa de Calcuta, y no por un ánimo de cambio, de revolución, que necesita este mundo y sobre todo las mujeres.

Y encima de todo este desaguisado, ahora lideran en nuestro país la introducción de las leyes de identidad de género, que vienen a sustituir la realidad material por una realidad sentida, vivida, íntima, de cada persona. Los resultados de legislar en base a sentimientos personales ya se ven en otros países: las mujeres se quedan sin espacios exclusivos (baños, vestuarios, deportes, cuotas laborales o en el espacio público, prisiones…) y la infancia es adoctrinada en un peligrosísimo dogma que les dice que quizás están habitando en un cuerpo que no es el suyo, que tienen un cuerpo que no se corresponde con su ‘identidad’ (¿su alma?), pero que con hormonas y cirugía pueden llegar a convertirse en seres plenos y completos. Me parece increíble que la izquierda no vea de dónde sale esta distopía y cuáles son los objetivos de todo esto: sólo hay que ver quién se lucrará al convertir a miles de menores en pacientes de por vida, de hormonas, de cirugías, de atención médica continua ante los aún desconocidos efectos a largo plazo de estas prácticas. Me indigna que gente con la mente supuestamente tan abierta al análisis crítico no sean capaces de ver el rastro del dinero de la doctrina queer.

Entiendo que el género es un constructo social que nos dice lo que le tiene que gustar a los chicos y lo que le tiene que gustar a las chicas, cómo tiene que ser un chico y cómo tiene que ser una chica. Entiendo que la lucha está en la abolición del género y no en potenciarlo, ¿esto es así?

Perfectamente explicado. Y voy a poner un ejemplo reciente para explicar de qué hablamos las feministas cuando hablamos de género, concepto que ha sido tergiversado necesariamente por el transgenerismo para intentar darle la vuelta 180 grados y convertirlo en ‘identidad’, que nadie sabe muy bien qué es.

Estas últimas Navidades, el Ministerio de Consumo, con Garzón a la cabeza, lanzaba una campaña contra el sesgo de género en los juguetes. Nos decía esta campaña lo mismo que el Feminismo lleva peleando décadas: una niña puede jugar con camiones y un niño puede jugar a las cocinitas, y eso NO convierte a la niña en marimacho ni al niño en nenaza. Bien, entendemos que el género es desigualdad en razón al sexo: hay cosas de niños y cosas de niñas, hay cosas de hombres y cosas de mujeres. El género es una cárcel invisible para todas las personas, que somos sutil y brutalmente socializadas para aprehender y reproducir los códigos de conducta acordes a nuestro sexo. El género, por tanto, es precisamente lo que hay que destruir, lo que hay que dejar de reproducir, para construir la igualdad.

En esto estábamos todas y todos de acuerdo, al menos en la izquierda, y desde luego en el Feminismo, porque este análisis es hijo suyo y uno de sus pilares teóricos. Pero de repente llega desde EEUU una ideología irracional y reaccionaria que nos acaba diciendo que si una niña juega con camiones es porque su cuerpo está equivocado y en realidad es un niño, y hay que detener su pubertad artificialmente, cambiarle el nombre, vestirlo con ropa de niño, darle testosterona, y después amputarle los pechos y hacerle cirugías para construirse un pene. Esta es la propuesta que los líderes de la izquierda abrazan abiertamente, mientras la derecha la abraza en la intimidad, porque el transgenerismo es hijo del neoliberalismo, un hijo recién nacido pero muy bien alimentado.

Quien no crea lo que digo, puede volver a escuchar el discurso del diputado de Compromís, Joan Baldoví, que sostuvo que la ley trans es urgente porque ese niño que le gusta vestirse de hada necesita sus hormonas con urgencia. ¿Se están escuchando a sí mismos? ¿De qué caverna ha salido este pensamiento?

Y no puedo desaprovechar este espacio sin enviar un aviso urgente a madres y padres, pues estos dogmas están siendo introducidos en escuelas e institutos en todo el país, donde personas sin formación en salud sexual van diciendo a vuestros hijos e hijas que se puede cambiar de sexo, que quien lo hace es el más valiente del mundo; o que si te creías lesbiana a lo mejor es que eres un hombre, y si te creías gay…es que eres una mujer. A los más pequeños, les dicen todo lo contrario que la campaña del Ministerio. En las redes sociales hay un bombardeo constante sobre este tema. En la tele, en las series, en los medios, en el mundo del espectáculo…es un no parar, hay una enorme maquinaria muy bien financiada detrás, lo increíble es que muy pocos lo vean, o quieran verlo.

En enero se anunció la presentación de Feministas al Congreso (FAC). Cuéntanos por qué nace este partido y cuáles son sus objetivos.

Ante este panorama, no queda otra que organizarse políticamente.

El Feminismo en este país es potentísimo, y se cuentan por miles las organizaciones feministas en la sociedad civil. Las demandas feministas eran hasta hace poco parcialmente escuchadas y defendidas por los partidos de la izquierda. Muchísimas feministas militaban, y algunas siguen, en estos partidos, recordando una y otra vez hacia dónde hay que ir, peleando a la interna para que la Agenda Feminista viera algún avance. Era una batalla pero había avances. Hoy no los hay, sino que asistimos a un retroceso brutal y jamás visto en los derechos de las mujeres, además, basado en ideas acientíficas, basado en grandes mentiras como que el sexo es mutable, o que no existe, o que no es binario, o que somos almas encerradas en cuerpos, o que el sexo real de una persona está en su cerebro, en ese alma.

La izquierda ha pasado de ignorar educadamente al Feminismo, y usarlo como slogan, a legislar abiertamente en contra de las mujeres. Sabemos que las feministas han estado luchando a la interna de sus partidos y que muchas los han abandonado al ver que no hay siquiera diálogo posible. Sólo plantear debate ha llevado a muchas a ser insultadas, así que no queda otra que organizarnos para canalizar políticamente nuestras legítimas demandas como seres humanos de pleno derecho y como mitad de la población que somos.

Uno de os objetivos que se marca el gobierno de coalición es la abolición de la prostitución en esta legislatura. ¿Lo veremos?

Lo que estamos viendo con esta promesa del PSOE evidencia una vez más la lucha interna de las feministas que aún quedan, por poner sobre la mesa la Agenda Feminista.

Pero vamos a ver: si los principios feministas eran asumidos como propios por los partidos de izquierda, no debería haber pelea alguna. ¿Qué está pasando entonces? Pues que el transgenerismo, la ideología queer, viene a derribar los cimientos de aquel, el conflicto es evidente, y es teórica y prácticamente imposible aunar ambas agendas, porque son radicalmente opuestas.

El PSOE dice que va a abolir la prostitución, pero se va a encontrar con la rotunda oposición del activismo queer y de los poderes económicos que hay detrás. Este partido ya abrazó este dogma irracional públicamente al sacar a Carmen Calvo del Gobierno, única ministra que se oponía a esta nueva religión de las almas sexuadas y los cuerpos equivocados. En este sentido, el PSOE tiene un problemón del que sólo las feministas que quedan dentro son conscientes.

Para finalizar, pasemos a la cotidianidad, que también es política. ¿Cómo vives y qué te está aportando el Bierzo? Siempre fue una tierra luchadora y combativa, lo vemos en la reciente marcha por la sanidad pública.

El Bierzo es un lugar maravilloso para vivir. De camino al trabajo cruzo por prados, por bosques, veo vacas paciendo, cigüeñas, a veces algún corzo, milanos…, y cuando llego a casa me esperan mis animales, mi huerta y mis árboles. Se respira aire limpio, la naturaleza lo invade todo, los pueblos son bonitos y la gente es muy amable, más que en otros lugares. Así que no necesito más, es el estilo de vida que he querido para mí desde que tengo memoria, cuando dibujaba una casita, en un prado, con un caminito y una chimenea humeante, rodeada de árboles y de perros, gatos, vacas, pájaros…, y es donde vivo ahora, y encima tengo la suerte de hacerlo junto a una persona maravillosa que se lanzó de cabeza a la idea de vivir así.

El Bierzo es un lugar espectacular en muchos sentidos, y está lleno de oportunidades, pero no de las ayudas suficientes para llevar a cabo una necesaria y beneficiosa transición económica. Conozco muchísima gente joven que no se quiere ir, gente con ideas y con muchas ganas de hacer cosas con los recursos naturales que han heredado: emprenderán en la ganadería extensiva, en la apicultura, en la viticultura, en el turismo rural, en la hostelería, en las actividades de ocio y tiempo libre, en la observación de la fauna y ecoturismo, en la atención a las personas mayores, en la restauración del patrimonio cultural y natural, en la micología, en la agricultura ecológica… pero todo lo que encuentran, o que encontramos, son dificultades. Algunas son externas, como los trámites burocráticos, la escasez de ayudas económicas o las dificultades para introducirse en el mercado; pero otras son propias del Bierzo y deberían ser abordadas para facilitar el emprendimiento de la gente joven. El principal que veo es el acceso a la tierra, hace falta una concentración parcelaria que no se ha desarrollado más que en algunos municipios, pero también es necesario que los dueños de tierras y casas que ya no usan y que en ocasiones están dejando caer, saquen a la venta esas propiedades para que alguien pueda ponerlas en valor, usarlas y cuidarlas. Hay una frase que he escuchado varias veces y que me produce terror: ‘Prefiero que se caiga a venderla’. Este modo de pensar es veneno para el Bierzo, es la forma perfecta de dejar que todo este patrimonio, agrario y étnico, y del que podríamos vivir, caiga en el olvido. Pero no todo el monte es orégano, y me encanta que, por otro lado, haya movimiento social en torno al patrimonio cultural berciano como es el colectivo El Filandón Berciano, compuesto por gente joven, algunos retornados de fuera y con una visión muy clara del valor cultural, y potencialmente económico, que tiene esta tierra, y que desde luego no pasa por que vengan enormes empresas a darnos trabajos, sino por crear esos trabajos nosotros mismos, porque esta tierra da para ello, y ese es el privilegio del Bierzo, que podría depender muy poco de los mercados mundiales donde se juega al casino con el futuro de la gente.

Pero para que todo esto ocurra hay que dejar atrás los lamentos y las comparaciones con tiempos pasados, y hablo de los tiempos de las minas, y potenciar un poco el optimismo. De nada vale ya volver una y otra vez sobre ello, porque mientras lo hacemos, el tiempo pasa sin que hagamos nada. Hay que repensar que si queremos vivir aquí, tenemos que adaptar nuestra economía a los recursos de que disponemos, que como digo no son pocos. Yo, al menos, si tuviera financiación, ya estaría desarrollando alguno de los proyectos en los que pienso, y aquí nos topamos con el gran problema del 99% de quienes quieren emprender: el señor dinero y las dificultades para conseguir dinero si no tienes dinero.

El ayuntamiento de Villamejil —en la vecina comarca de la Cepeda— puso un cartel en las entradas por carretera al municipio en el que se lee “Contra el maltrato, tolerancia cero”. Creo que ver ese mensaje cada vez que entras en tu pueblo, al menos, lo hace visible, pone el debate encima de la mesa. ¿Es más difícil denunciar estas situaciones en pequeños núcleos de población que en grandes ciudades?

Por supuesto. En las pequeñas comunidades todos se conocen y se crean más vínculos personales y hay intereses cruzados y a veces muy enrevesados, amistades y enemistades muy enquistadas, hay personas a las que se les perdona todo y otras a las que no se les perdona nada. Un pueblo pequeño se parece, en lo social, más a una estructura familiar gigante que a una comunidad. Igual que puede haber un furtivo, todos lo saben y nadie denuncia porque ¿cómo vamos a denunciar al hijo mediano de mi vecino, aquel que me presta el tractor para pasar la hierba cada junio, y que su madre se lleva tan bien con mi mujer, estamos locos? Sé que esto es una generalización muy burda, pero es real. En el pueblo hay cosas que no se denuncian, me dijeron recién llegada cuando vi el estado lamentable de muchos perros. Lo capté, cómo no. ¿Podemos pensar que es diferente cuando se trata de maltratar a una mujer? No lo creo, y estoy convencida de que las tasas de violencia machista en el medio rural es más alta que en el urbano, otra cosa son los datos. ¿Pero de verdad pensamos que alguna mujer maltratada va a ir a denunciar a su marido al guardia civil que se toma con él el vino de la tarde? Es un tema mucho más complejo que en las ciudades, y por eso necesita de un abordaje específico y muy centrado en la sociología de las pequeñas comunidades. Lo del cartel de Villamejil es un buen comienzo, porque el primer paso es visibilizar y que todo el mundo sepa de qué hablamos cuando hablamos de violencia machista, porque no todo el mundo lo tiene claro. Pero desde luego se necesita mucho, muchísimo más, empezando, y con urgencia, por las escuelas.

La Asociación de Feministas Bercianas convocó dos actos con motivo del 8M: una concentración el domingo 6 a las 12:00h en la plaza del Ayuntamiento de Ponferrada y una manifestación el martes 8 a las 12:00h con salida en la Plaza de Lazúrtegui. ¿Qué expectativas tenéis?

No me gusta hacerme expectativas a corto plazo y tan concretas, me gusta mirar más lejos, hacia delante y también hacia atrás. Y entonces lo que veo es un aumento exponencial de mujeres feministas, empezando por mí misma, que no lo era hasta hace poco tiempo.

Yo veía que existía un debate muy encendido en torno al tema trans y no lo entendía, de hecho yo apoyé sus demandas y organicé un acto en el Parlamento Europeo; así que durante el confinamiento leí, escuché, aprendí qué es el Feminismo, y como dicen todas, una vez que te pones las gafas moradas (o más bien te quitas la venda negra), tu vida cambia, y lo digo plenamente consciente del peso de estas palabras. La conciencia feminista hace que entiendas de golpe y con crudeza que has sido moldeada, que no has sido libre aunque creyeras que sí. Analizas tus decisiones pasadas con una perspectiva que nadie te había mostrado: desaparecen muchas culpas y aparecen nuevas autocríticas. Es conocerte de nuevo, y ese viaje no es fácil ni placentero, como tampoco lo es la consciencia del dolor y el sufrimiento que las mujeres han padecido a lo largo de la historia y las civilizaciones. El Feminismo es salir de Matrix, y la única parte positiva de la aparición de la ideología transgénero es el enorme número de mujeres, sobre todo jóvenes, que en todo el mundo están dejando Matrix. Y cuando toda esta moda contagiosa pase, que pasará, ahí estaremos las feministas para reconstruir la sensatez.

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.