Por Sol Gómez Arteaga
Laura González-Garrido es licenciada en Biología en su ciudad natal, León, y máster en Antropología física: Evolución y Biodiversidad Humanas en Madrid (UAM, UCM y UAH). Actualmente está ultimando su tesis doctoral sobre Paleopatología dental y maxilofacial en el Área de Antropología física de la Universidad de León, con la colaboración del Instituto de Biomedicina (IBIOMED) y del Centro de Investigação em Antropologia e Saúde (CIAS) de la Universidad de Coimbra (Portugal) donde además colabora como investigadora. De forma paralela a su investigación, desde el Área de Antropología física, coopera con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) como antropóloga forense voluntaria para el norte de España, especialmente en Castilla y León.
Descríbenos en qué consiste tu trabajo como antropóloga forense en la exhumación de una fosa común de la guerra civil española y la posguerra.
El antropólogo forense debe estar en todo momento durante la intervención arqueológica y en la exhumación. Esta parte del trabajo consiste en apoyar al arqueólogo y al equipo de voluntarios en la comprensión del tipo de enterramiento, el número mínimo de personas que pudiese haber en la fosa, la disposición de los huesos y su individualización. Y, por último, si fuese necesario, el antropólogo forense debe hacer un perfil biológico rápido en campo, apenas el sexo y el grupo de edad al que pertenece. Estos perfiles se realizan si se necesitara descartar algún tipo de enterramiento, sobre todo en contextos cementeriales donde la numeración de las fosas ha cambiado a lo largo de los años o su situación es entre otros individuos que no son nuestro objetivo.
Una vez terminada la exhumación, los restos óseos se embalan de forma individual y por unidad anatómica, por ejemplo, individuo 1: brazo derecho, mano derecha, etc. Los restos óseos se llevan al laboratorio, en mi caso al que tenemos designado en el Área de Antropología física para los casos de memoria histórica. Después se realiza la limpieza de los restos óseos y su restauración. Una vez los restos están dispuestos e individualizados comienza el estudio antropológico forense que trata de estimar el perfil biológico completo: el sexo, la edad y la estatura, se toman medidas con el fin de estimar la ancestralidad, y se estudian las enfermedades o lesiones que tuvo en vida.
Por último, después de haber elaborado un perfil biológico completo, se elabora un informe forense con el fin de averiguar las causas de la muerte. No en todos los casos se puede determinar, ya que hay posibilidad de que no tengamos evidencias en el hueso, como podría ser una herida de bala en el abdomen o una enfermedad que no afecte a los huesos como un infarto o una deshidratación severa. Una vez realizado el informe forense y acotada su posible identificación, se envía una muestra dental o de hueso al laboratorio genético con el que trabaja la ARMH para su cotejo con los familiares como parte final de la identificación.
¿En qué exhumaciones (si son muchas solo las más relevantes para ti) has participado relacionadas con la memoria histórica?
Desde 2016 he participado en muchas exhumaciones sobre todo en la provincia de León, pero si me preguntas por las más relevantes, sin duda han sido aquellas donde el componente humano alcanzó un nivel insospechado para mí. Me explico. Intento estar al margen de los sentimientos de las familias para que mi trabajo sea lo más imparcial posible, no leo ningún informe de la ARMH hasta que termino el perfil biológico. Ponte en mi lugar, si estás buscando a tu abuelo y me lo cuentas con lágrimas en los ojos, yo también quiero que sea tu abuelo, pero por desgracia no siempre es así.
Hay dos casos de identificación positiva que me han marcado muchísimo. El caso de Genara Fernández, la Pasionaria de Omaña, me marcó mucho porque tenía la misma edad que yo en el momento de la exhumación cuando fue fusilada en Puente Castro. La familia me dio la llave de su féretro como gesto de agradecimiento. O el caso del Paraje “Las Linares” en Geras de Gordón, donde el hijo averiguó que pasó infinitas veces en bicicleta por la carretera en cuya curva estaba enterrado su padre Francisco Alonso. No me puedo olvidar, ya que es una de las fosa en la que estamos trabajando actualmente, de la fosa del cementerio de Villadangos, es la fosa más grande en la que he estado como responsable y en la que más he sentido la presencia de las familias.
Supongo que cuando se participa en la exhumación de una fosa de restos de personas que han fallecido por causas presuntamente violentas (los análisis de laboratorio determinarán luego si fue así o no) uno pasa por distintas etapas: la incertidumbre inicial de si se descubrirán restos, la alegría cuando aparecen los primeros hallazgos, la llegada a la fosa de familiares y de otras personas interesadas en el trabajo que se está haciendo, la información o parte diario que se da al terminar la jornada, el trabajo posterior en el laboratorio. Puedes hablarnos de las sensaciones, emociones, sentimientos que te producen cada una de estas etapas.
No es fácil explicar lo que sentimos en esas etapas, pocas veces es alegría en mi caso, pero si me pides una sensación que me parezca agradable es “identificado, ahora el siguiente”.
Lo mío es la soledad del laboratorio (aunque parezca friki). Es ahí donde consigo ver cosas que se habían pasado por alto en la exhumación o, mejor dicho, que se habían interpretado de otra manera debido a la presión del momento. Recuerdo una fosa común cerca de Ciudad Rodrigo a la que no puede asistir por causas personales y después, en el laboratorio, me encontré con cuatro esqueletos inconexos y completamente mezclados entre sí; además, en un contexto cementerial donde aparecerían también huesos infantiles y de otros adultos. A eso hay que añadir que, normalmente, tenemos fosas en las que todos son hombres y las edades suelen estar entre los 30 y los 40 años, lo que dificulta mucho la identificación. La ARMH me da todo el tiempo posible, saben que mi trabajo es lento y muy minucioso, y es así como se consiguen buenos resultados. De esa fosa salmantina recuperamos a uno de los dos hermanos que se estaban buscando, dar esa noticia no fue fácil, por qué uno y no el otro, nos preguntábamos, y es que así funcionaba el terror y no tienes explicación para la familia, desde la frustración solo intentas que lo entiendan desde el punto de vista del científico, pero hay ocasiones en los que te gustaría decir algo fuera de tono. Pero como estas, muchas historias de dolor, también de reencuentro. Cuando me preguntan: “¿Por qué haces esto?”, por amor a mi profesión y al ser humano. Me imagino que no es fácil de creer.
La exhumación del cementerio de Villadangos del Páramo que se inicia el 24 de febrero del 2022 fue un acto mediático dada la negativa inicial a exhumar y muchas trabas administrativas para empezar los trabajos. De hecho, se la ha definido como la exhumación que al final nadie pudo impedir. Según palabras del vicepresidente de la ARMH, Marco González, el hallazgo de diez restos como balance final supondrían un 10% sobre la totalidad de los que aún quedan bajo tierra. Podrías darnos alguna información del trabajo que se está llevando a cabo en el laboratorio de la Universidad de León. Hay algunas conclusiones que nos puedas facilitar.
Para mí Villadangos fue una experiencia muy potente y que nadie en la ARMH olvidará nunca. Cuando estás cerca de la fosa intentando hacer tu trabajo la energía que se siente por parte del equipo y de los familiares es demoledora, alegría por lo encontrado, pero tristeza y rabia al mismo tiempo. En un momento de la exhumación tuve que pedir que se alejaran de la fosa familiares y amigos de los desaparecidos porque no podía pensar, estaba en blanco.
En el laboratorio tenemos registrados los restos óseos pertenecientes a diez individuos. En cuatro individuos los restos están incompletos porque tenían más de medio cuerpo debajo de los nichos del cementerio moderno que no se pudieron recuperar. Y en seis individuos, el esqueleto aparece casi completo y con muchos objetos personales (botas, cinturones, un peine, un espejo, etc.), estos últimos serán los que más información aporten.
Estamos trabajando con unos listados de “sacas” elaborados por José Cabañas González con datos de las actas de defunción del Registro Civil. Las sacas son traslados de un grupo de personas desde San Marcos, que actuaba como centro de clasificación, hasta el lugar donde serían fusilados y posteriormente enterrados. Estamos intentando cerrar el cerco entre septiembre y octubre de 1936, buscando sacas de diez hombres o de combinaciones de cuatro más seis. Es un trabajo que está siendo muy difícil, se solapan las edades y tenemos pocos datos personales de su vida, además, sin partes anatómicas completas que son básicas como el cráneo o la pelvis, se está trabajando muy despacio en su identificación. Lo que sí podemos afirmar es que murieron y fueron enterrados a consecuencia de una muerte violenta y rápida, y aparecieron con los objetos cotidianos que tenían en el bolsillo en el momento de su detención.
El trabajo forense relacionado con la exhumación de fosas relativas a desapariciones forzosas parece un trabajo que aúna ciencia y justicia en pro de la verdad. ¿Qué opinas al respecto?
El Estado español debería ser quien se responsabilizara del proceso de exhumación e identificación de los desaparecidos en las fosas españolas. Además, el Estado español debería realizar una consulta abierta con los familiares y las asociaciones para la recuperación de la memoria histórica, ambas fundamentales en este proceso de recuperación y no lo digo yo, lo dice Naciones Unidas. Naciones Unidas considera que es imprescindible crear una entidad estatal con pleno apoyo institucional encargada de ocuparse de todas las cuestiones relativas a las desapariciones forzadas, incluyendo el establecimiento y la gestión de una base de datos central sobre las desapariciones y que agrupe la información generada por distintas asociaciones y grupos de investigación. Cuando todo esto se constituya en España podremos hablar de justicia en pro de la verdad en su término más amplio.
En estos momentos estás realizando tu tesis doctoral que es tu prioridad, pero ¿tienes algún proyecto relacionado con la Memoria Histórica?
Actualmente con el apoyo de la ARMH y de las familias, y con la excelente colaboración de Ana Cristina Rodríguez Guerra, historiadora de la ARMH y doctorada en el HISMECON (Equipo de Investigación de Historia y Memoria Contemporánea) de la Universidad de León, estamos elaborando un nuevo tema de investigación que nos pareció fundamental desarrollar. Este tema, que se ubica dentro de la represión franquista, es el maltrato físico y las enfermedades que se sucedían en el sistema penitenciario franquista. De esta colaboración saldrá un trabajo sobre enfermedades infecciosas en la Prisión Provincial de León, que unirá el punto de vista del historiador y el del antropólogo físico.
Siempre estoy pensando como podemos contribuir los científicos en dar un paso más para esclarecer esa etapa tan oscura de la historia contemporánea española. Espero poner un granito más de arena.
En la serie de entrevistas que hago a mujeres vinculadas por razones de parentesco o actividad con la Memoria Antifascista, hay una pregunta que siempre formulo pues me parece relevante que lo que aconteció en este país no caiga en el olvido de las generaciones venideras. La pregunta es: ¿Qué les dirían a los más jóvenes en materia de memoria histórica?
Que hablen más con sus abuelos y sus padres. Que huyan de las opiniones de las redes sociales, y que forjen la suya propia leyendo libros en papel, hay que ir a las bibliotecas para buscar la información. Una de mis frases favoritas atribuida a Cervantes es: “El que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho”. Así que a calzarse unas buenas zapatillas.
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