Entrevista a Carlos Ríos, Coordinador Nacional de Nación Andaluza: “La situación de la clase obrera andaluza está condicionada por nuestra doble opresión como clase y como pueblo, y por nuestra condición de colonia interna del Estado español”

«Es necesario impulsar un gran Bloque Popular Andaluz Antifascista en torno a la denuncia del neofascismo como producto del españolismo, del capitalismo y del patriarcado imperantes en Andalucía»

Por Angelo Nero

Nación Andaluza nace en los años noventa, es, por tanto, una herramienta popular veterana en la lucha política desde una óptica independentista, feminista y anticapitalista. ¿Cómo han sido estos 30 años largos de vida de la organización, cuáles han sido los ejes de vuestras luchas, y qué balance hacéis del camino recorrido?

Es difícil resumir tres décadas de existencia de esta modesta organización en unas líneas.

Quizás para las lectoras que por primera vez escuchan hablar de nuestro partido podría decir que Nación Andaluza se constituyó en 1990 como un bloque compuesto de distintas fuerzas y corrientes políticas nacidas al calor del referéndum contra la OTAN y los comités unitarios que con este propósito se crearon entonces y fueron muy activos en Andalucía, del trabajo conjunto en la solidaridad internacionalista con Euskal Herria y de luchas de sindicatos de clase muy combativos como el Sindicato Unitario Andaluz de Trabajadores (ya desaparecido). Eso dio lugar a un proceso de conversaciones en torno a una idea en la que todas coincidían entonces, la necesidad de construir un proyecto colectivo de emancipación nacional y social de Andalucía y las limitaciones de construir un proyecto de este tipo dependiendo de organizaciones de ámbito estatal. Entonces vio la luz Nación Andaluza.

Con el cambio de siglo en Nación Andaluza se abre un periodo de replanteamiento y balance general de nuestra intervención política, así como de las perspectivas del combate por una Andalucía independiente y socialista. Este proceso nos lleva a perseverar en líneas de trabajo en las que ya estábamos (como el movimiento obrero y sindical) y plantearnos la necesidad de desarrollar otras como la cultural (hasta entonces prácticamente hegemonizada por el regionalismo) o la feminista.

Desde la transición y hasta su disolución, creo que en 2015, el Partido Andalucista fue aglutinador de un andalucismo con tintes socialdemócratas, cuya herencia parecen reclamar, al menos en parte, varias organizaciones políticas -Andaluces Levantaos, Por Andalucía, y Adelante Andalucía- que se presentan a las próximas elecciones. ¿Cuáles son las principales diferencias entre Nación Andaluza y estas candidaturas?

Antes de contestar a la pregunta me gustaría precisar que a nosotras hablar de andalucismo, a secas, nos parece erróneo. Desde principios de siglo XX existieron dos corrientes andalucistas, una revolucionaria y soberanista/independentista, dirigida y animada por Blas Infante, y otra reaccionaria y españolista, dirigida por José Gastalver. Es importante hacer esta precisión porque es una de las grandes mentiras que se han instalado en el relato historiográfico sobre la Andalucía previa al franquismo y que han servido para legitimar el regionalismo más conservador en el presente. Para comprender hoy lo difuso del término andalucismo hay que precisar que hasta el Partido Popular se reclama andalucista.

En cuanto a las candidaturas que nombras, todas ellas coinciden en el estatus político que desean para Andalucía: una integración en un Estado español “federal”, cada una con sus matices. En este sentido Adelante Andalucía ha utilizado muy profusamente la reivindicación de tener “voz en Madrid” para influir en las políticas del Estado en nuestra nación. Exactamente el mismo argumento que utilizaba el Partido Andalucista en la década de los 80, una formación regionalista y social-liberal que fue representante de los intereses de la pequeña burguesía urbana y muy vinculada a los negocios inmobiliarios, efectivamente ya desaparecida.

Nación Andaluza es un partido político independentista, apostamos por una República Andaluza. Pero, además, nos planteamos la necesidad de superar el capitalismo con un nuevo modo de producción, el socialismo, basado en la planificación democrática de la economía y el control obrero de la producción. Incidimos en la necesidad de una sociedad feminista y en una postura internacional antiimperialista que tiene que comenzar desde aquí, movilizándonos contra las bases militares estadounidenses y británicas en Andalucía, pero también contra las españolas, como Estado ocupante de nuestro país. Entendemos que la posición que tiene el Pueblo Trabajador Andaluz en el mundo lo obliga a ser internacionalista y comprometerse activamente con el derecho de los pueblos a decidir su futuro sin injerencias. Nación Andaluza es un partido revolucionario y somos muy conscientes de que la Revolución Andaluza no se realizará ocupando cargos institucionales, pero en el momento en el que nos encontramos entendemos que presentarnos a los comicios autonómicos y a los municipales nos ayuda a avanzar en nuestros propósitos, que van mucho más allá de ocupar espacios en las instituciones burguesas.

El Pueblo trabajador andaluz ha sido especialmente combativo ante la pérdida de derechos, el deterioro de las condiciones de trabajo, y la pérdida de empleo, que las sucesivas reformas laborales solo parecen agravar, como han demostrado, recientemente, en la huelga del metal de Cádiz. En Andalucía hay, como en el resto de naciones del estado, un sindicalismo autóctono que no parece comulgar con el pacto social que nos venden desde Madrid. ¿Que análisis hace Nación Andaluza de la situación de la clase trabajadora y de la lucha sindical que se desarrolla en Andalucía?

La situación de la clase obrera andaluza está condicionada por nuestra doble opresión como clase y como pueblo, y por nuestra condición de colonia interna del Estado español. Las condiciones materiales de existencia de la clase obrera están determinadas por un desempleo estructural (que actualmente supera casi en un 50% al del Estado español), especialmente grave en el caso de las mujeres obreras, unas tasas de temporalidad (33%) diez puntos por encima de la media estatal y una propiedad agraria que hoy está mucho más concentrada que hace un siglo.

En este contexto, es frecuente que la lucha de clases acabe expresándose como un conflicto abierto, como ocurrió en Cádiz en la lucha por el convenio, y cuando lo hace suele ser de manera desgarradora, conforme a las condiciones de existencia de la clase obrera andaluza. Pero, por todo lo dicho, estos conflictos son relativamente fáciles de cooptar por el sindicalismo del régimen (CC. OO., UGT y similares) que en tal escenario suelen posicionarse a la cabeza, tal y como ocurrió en el conflicto por el convenio en Cádiz. Esto constata que el sindicalismo del régimen y la socialdemocracia pueden aún dirigir el movimiento obrero andaluz y son al final los encargados de hacer que las aguas de la movilización obrera vuelvan a los cauces establecidos por la Constitución española.

El sindicalismo andaluz tiene valiosas referencias en el Sindicato Unitario de Andalucía o el Sindicato Andaluz de Trabajadoras que esperamos que se extiendan y profundicen sus tesis sobre el carácter de la opresión de Andalucía, que aúna la cuestión nacional y la cuestión de clase.

Unido a la lucha sindical, pero también a la política y a la lucha social, tenemos que hablar, lamentablemente, de la represión policial y judicial, que ha estado bien ilustrada en la polémica tanqueta que envió el gobierno para reprimir a los trabajadores de Cádiz, aunque este no sea un caso aislado. Desde el mundo del trabajo, desde el feminismo, desde el independentismo, ¿cómo se ha vivido esa represión que hace que recordemos los peores momentos de la transición?

Frente a la represión del Estado burgués creo que los sentimientos son universales: mucha rabia y mucha solidaridad con las compañeras que están siendo procesadas. La tanqueta por las calles de Cádiz ha sido una manifestación de cómo se las gasta la burguesía en este país. La oligarquía y sus instituciones intentan sacar a las trabajadoras de las calles, evitar disturbios, protestas…, mediante la represión, la intimidación, el miedo, la violencia policial y el acoso judicial. Todos los partidos políticos y sindicatos del régimen sirven a esa estrategia de acumulación capitalista. Está claro que a las trabajadoras solo nos queda la solidaridad de clase para hacer frente a la represión política, policial y judicial.

Como ha sucedido en otros puntos del estado, la irrupción de podemos en la vida política ha sido un motor aglutinador de diversas fuerzas de izquierda, también de la esfera soberanista, que después de un inesperado éxito inicial -aunque en Galiza, ya había alguna experiencia previa, como AGE- han sucumbido a sus propias contradicciones internas. En estas elecciones andaluzas se presentan dos listas herederas de este proyecto. ¿Cómo valoráis la corta y accidentada historia de la confluencia de Podemos e IU en Andalucía, y cual creéis que será el papel que jugaran en el panorama político andaluz en los próximos años?

Entendemos que su papel ha sido justamente el que se esperaba que fuera: el de cabalgar y encauzar el descontento social tan profundo existente en Andalucía a causa de la crisis de 2007. De hecho, su trabajo ha sido todo un éxito desde ese punto de vista.

De cara al futuro su papel no puede ser distinto del que ha sido hasta ahora: ser sostenedores del Estado español y la hegemonía burguesa sobre el Pueblo Trabajador Andaluz. No hay lugar para la ilusión ni para la esperanza ante quienes ya estuvieron gobernando la Junta con el PSOE de 2012 a 2015 y no cambiaron absolutamente nada. Podemos e IU son formaciones profundamente comprometidas con el Estado español y, por tanto, con la opresión de Andalucía.

El internacionalismo es otra de las señas de identidad de Nación Andaluza, sabemos de vuestra solidaridad con los pueblos del Sáhara y Palestina, por ejemplo. ¿Que relación tenéis con otros movimientos de liberación nacional en el mundo, y con otras organizaciones, soberanistas o no, del estado?

Efectivamente, tenemos relaciones políticas con movimientos socialistas o de liberación nacional del mundo en Venezuela, Argentina, Estados Unidos… La relación de solidaridad con Palestina, con Cuba y el Sáhara Occidental son antiguas y están muy asentadas entre el movimiento popular andaluz en general. No son una particularidad de Nación Andaluza. Por razones lógicas también tenemos una estrecha relación con movimientos de liberación nacional activos en el Estado español: Países Catalanes, Euskal Herria, Galiza o Canarias. Y por nuestra condición geográfica como nación mediterránea venimos desarrollando unas relaciones internacionales no solo con nuestras hermanas catalanas y palestinas, sino también con el Rif, con Cerdeña y con Yemen, donde el lacayo saudí del imperialismo ha desarrollado una guerra feroz contra el pueblo yemení que, afortunadamente, está perdiendo.

El conflicto ucraniano ha avivado el debate sobre el papel de la OTAN y de las bases de EEUU en el estado, a la vez que ha obligado a la izquierda a tomar partido, a veces de una forma precipitada. ¿Cual es la postura de Nación Andaluza en torno a esto, y cual es el análisis que hace de esta guerra, que los medios de comunicación masiva simplifican hasta el extremo de señalarnos el bando bueno y el bando malo?

Desde Nación Andaluza hemos denunciado este conflicto como el fruto de los deseos de la OTAN –como brazo armado de los Estados Unidos- de avanzar en Europa Oriental que ha empujado a la burguesía rusa a un conflicto en el que va a procurar empantanarla el mayor tiempo posible. Caracterizamos al gobierno de V. Zelenski como un mero protectorado de la OTAN que está sacrificando a su propio pueblo. Un régimen oligárquico que mantiene en la ilegalidad a decenas de organizaciones comunistas o simplemente disidentes en Ucrania, con una alta penetración del nazismo y otras expresiones de ultraderecha en todas sus instancias y que ha estado agrediendo militarmente al Donbass por su legítima aspiración a la independencia desde hace años.

Pero asociado también a esta ofensiva estadounidense está lo que Pedro Sánchez ya ha denominado “Flanco Sur” de la OTAN. Una conceptualización lanzada por Sánchez y que se va a oír cada vez más, pero que sin duda tiene el marchamo de Estados Unidos y el Estado francés como principales actores imperialistas en el norte de África y el Sahel. Como buen lacayo, el Estado español ya ha dado sus primeros pasos traicionando, puede que definitivamente, al Sáhara Occidental, legitimando el plan de anexión del reino de Marruecos sobre esta antiguo colonia española. Tras los saharauis, cada vez el imperialismo apunta más a otros países como Mali o República Centroafricana, donde coinciden el deseo de control geopolítico de Estados Unidos con la necesidad del Estado francés de seguir explotando los recursos del Sáhara Occidental y el Sahel (petróleo, gas, fosfatos, uranio, pesca…) y controlando las economías de la zona con el franco CFA.

En 2018, ante la entrada de VOX en el parlamento de Andalucía, Pablo Iglesias, entonces en el gobierno del estado, llamaba a la movilización y a la alerta antifascista. Sin embargo, aparte de estos gestos, parece que el conjunto de la izquierda ha cedido posiciones, y el fascismo sigue sumando apoyos, ocupando las calles y los parlamentos. ¿En que está errando la lucha antifascista para que formaciones de extrema derecha estén echando raíces en Andalucía?¿Cual es el antídoto que ofrecen, si lo tienen, formaciones como Nación Andaluza?

La ultraderecha es un producto del trabajo que los gobiernos de PSOE y PP -con sus muletas- han venido haciendo en nuestro país, además de otros factores más genéricos. Es producto de la involución política y la desmovilización que han promovido entre la clase trabajadora andaluza. También lo es de la impotencia del reformismo y el regionalismo para ofrecer perspectivas de cambio al Pueblo Trabajador Andaluz, empleados en acaparar espacios institucionales y alimentar a su abundante cohorte de liberadas. Es fruto de la renuncia por parte de la “izquierda” española y de sus sucursales en Andalucía a enfrentar al capitalismo y su disposición a gestionar la miseria que genera, desmovilizando a la población ante las promesas de cambio a través de las instituciones.

El caso del Parlamento andaluz fue el primero en el que irrumpió la ultraderecha organizada en Vox. Sin embargo, ya entonces denunciábamos que el fascismo siempre había estado ahí, esperando a ser activado por los dueños del tablero cuando fuera necesario. Basta con recordar cómo se ha generalizado la conmemoración institucional, con festejos incluidos, de la conquista de las ciudades andaluzas a manos de la corona castellana por parte de Ayuntamientos gobernados por PP o PSOE, indistintamente, y en la que la socialdemocracia tiene un papel, en el mejor de los casos, de tibia oposición, cuando no de colaboración. Una manifestación de chovinismo que refuerza el relato españolista sobre la conquista de Andalucía y, con él, legitima la explotación del Pueblo Trabajador Andaluz por parte de la burguesía. Por eso Vox propone sustituir el actual día institucional de Andalucía (el 28F) por el 2 de enero, día en que entraron las tropas castellanas en Granada y que el Ayuntamiento granadino conmemora anualmente.

Y, además, el auge de la ultraderecha responde a una realidad material. El voto a la ultraderecha ha sido muy importante en las zonas del país andaluz donde se dan cultivos bajo plástico (Almería y costa de Granada). Expresa el deseo de la patronal agraria andaluza de un modelo de relaciones laborales basado en las contrataciones en origen de trabajadores inmigrantes ante la caída de rentabilidad de sus explotaciones (atenazadas por la subida del coste de los insumos y la caída de los precios agrarios). Un modelo de explotación salvaje de la clase obrera que han desarrollado PSOE y PP con el beneplácito y las subvenciones del Estado español y la UE, en los cultivos de frutos rojos en Huelva. La clave de este modelo la describe un estudio de dos investigadoras de la Universidad Aix-En-Provence: “Las trabajadoras poseen una capacidad muy limitada para negociar sus condiciones de trabajo o reivindicar la correcta aplicación del convenio colectivo“. Y esto ocurre mientras Andalucía sufre unas tasas de paro estructural que doblan o triplican las de otras naciones del Estado o de la UE. La burguesía aspira a mantener sus tasas de ganancia con las contrataciones en origen mientras en las comarcas próximas la clase trabajadora andaluza sobrevivirá con trabajos improvisados y la lismona del Subsidio Agrario, tal y como ocurre en la circunscripción provincial de Huelva.

Tampoco podemos olvidar el carácter conciliador con la Iglesia católica, en particular, y con el confesionalismo en general de esa izquierda, que está sirviendo como espacio de articulación de la extrema derecha en torno a la renovación del discurso patriarcal y de la justificación de la explotación de la mujer por el hombre. Creemos que en Andalucía sobran visiones antropológicas y falta comprensión del sentido histórico que la Iglesia en sus múltiples expresiones ha tenido como instrumento de coerción y explotación del Pueblo Trabajador Andaluz. Baste citar que el criminal Queipo de Llano sigue enterrado en la basílica de la Macarena.

No enfrentar todos estos elementos, encogerse de hombros porque no son rentables electoralmente o quiebran ciertos discursos tradicionales -pero inoperantes- en eso que llamamos la izquierda y con ello la creencia de que la oligarquía abandonaría posiciones desde las que ha ejercido y justificado su dominio porque “eran rancias” o inoperantes es, entre otras cosas, lo que nos ha llevado hasta aquí.

Ante esta situación entendemos que es necesario impulsar un gran Bloque Popular Andaluz Antifascista en torno a la denuncia del neofascismo como producto del españolismo, del capitalismo y del patriarcado imperantes en Andalucía. Si su ofensiva va contra todas, es denunciando la propuesta ultraderechista en su globalidad como hemos de afrontarla.

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