Entrevista a Beatriz García Prieto: “Se debe prestar especial atención a las mujeres que lucharon por la libertad y la democracia durante la guerra y que sufrieron una represión específica a lo largo de la dictadura”

«Respecto a la justicia y la reparación, considero que el fomento de la investigación es vital a la hora de completar el censo de víctimas y el mapa de fosas del territorio nacional»

Por Sol Gómez Arteaga

Beatriz García Prieto es doctora en Historia, profesora ayudante del Área Historia Contemporánea en la Universidad de León y secretaria de Memoria Democrática de la ejecutiva del PSOE de Castilla y León.

A lo largo de su carrera ha dedicado gran parte de sus líneas de investigación al estudio de la mujer contemporánea durante la primera mitad del siglo XX. Sus trabajos han quedado plasmados tanto en ponencias en congresos nacionales e internacionales como en publicaciones en revistas científicas y libros monográficos: “Mujeres adelantadas a su tiempo: las leonesas en la residencia de señoritas”, (1915-1936), “La prensa franquista leonesa y la imposición del modelo de mujer nacionalcatólico. El ejemplo del Proa y El Diario de León (1936-1945)”. “Mujer, deporte y educación física en León durante el primer franquismo”. “18 milicianas, guerrilleras y mujeres de rojo: tres modalidades de lucha y resistencia frente a los sublevados. El ejemplo de León”. “Mujeres “castas y puras”: la represión ideológica, moral y de conducta sobre las mujeres durante el fraquismo. El ejemplo leonés”. “La contribución de la Junta de Ampliación de Estudios a la formación de la mujer: el ejemplo de las pensionadas leonesas”. “Mujeres de rojo leonesas: represión, estrategias de supervivencia y resistencia civil”. “Represión franquista y recuperación de la memoria en león”. “La represión económica franquista sobre las mujeres leonesas: depuración, sanciones e incautación de bienes. La represión franquista sobre las mujeres leonesas (1936-1950)”.

El día 8 de mayo, coincidiendo con el día internacional de la mujer, defendió su tesis doctoral titulada Cambios y pervivencias de los derechos y libertades de las mujeres durante la II República, la Guerra Civil y el primer franquismo. La provincia de León (1931-1945)”, con la que obtuvo una calificación de sobresaliente cum laude.

Integrada en el equipo de investigación de Historia y Memoria contemporánea de la Universidad de León (HISMECON) lleva años participado en numerosos cursos que organiza la Universidad relativos a Memoria Histórica y este año lo hará en el XI Encuentro Internacional de Investigadores del Franquismo que tendrá lugar en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de León los días 16, 17 y 18 de noviembre, en el que también colabora la red de archivos de CCOO a través de la Fundación Jesús Pereda.

Gran parte de tus estudios de investigación y, en especial, tu tesis doctoral, hablan de los derechos que alcanzó la mujer durante la instauración de la II República en España, pero también de las trabas que encontró en el camino. Háblanos de ello.

La II República supuso un avance en el camino hacia la igualdad de género y en lo relativo a la construcción de la ciudadanía femenina y la integración de las mujeres como sujetos activos en la vida pública y política. Todo ello gracias a la legislación aprobada durante el bienio progresista que, aunque todavía no era suficiente para alcanzar la plena igualdad de género, sí posibilitó la transformación de ciertos comportamientos sociales, así como la configuración de una «identidad común femenina», que permitía a las mujeres plantear demandas colectivas para la consecución de nuevos derechos. No obstante, debemos tener en cuenta, por un lado, que el nivel cultural, laboral y político de la mayoría de las españolas y su concienciación de género no eran tan elevadas para que estas iniciasen reivindicaciones en un sentido igualitario; y, por otro lado, que el feminismo español no contaba con la suficiente fuerza para exigir reformas de calado.

Una situación indicativa de la debilidad femenina en el seno de una sociedad dominada por los hombres, los cuales no tenían la intención de reducir su poder para igualarse a las mujeres ni de dejar de gozar de sus privilegios.

Una gran parte de la sociedad no se mostró dispuesta a colaborar en el triunfo de las medidas igualitarias, pero los gobiernos republicanos –sobre todo durante el bienio negro– tampoco pusieron demasiado entusiasmo en fomentar el cambio cultural. Incluso los partidos más progresistas, mostraron escaso interés en lograr ese avance, más allá de lo estrictamente político. Por otro lado, debemos tener en cuenta las contradicciones ideológicas de los diferentes partidos políticos protagonistas del periodo republicano en relación con la igualdad entre hombres y mujeres; tanto entre las derechas como en las izquierdas. En este sentido, resulta importante señalar que el discurso republicano más clásico y hegemónico se oponía a la aprobación de ciertos derechos para las mujeres, sobre todo aquellos que las otorgasen una mayor autonomía en el espacio público y político. Una posición que justificaban mediante la tradicional vinculación entre las mujeres y la Iglesia católica; aunque tenía sus raíces en la ancestral misoginia patriarcal que situaba a las mujeres en un lugar secundario y subordinado.

Además de estos conflictos políticos internos, las reformas igualitarias aprobadas durante la II República también contaron con obstáculos internacionales para entrar en funcionamiento. En este sentido, resulta necesario recordar que la década de los treinta no fue la más propicia para las reivindicaciones feministas a nivel global debido al auge de los fascismos –con su marcada misoginia y su posición contraria al feminismo– y el culto a la feminidad tradicional en países como la Italia, Alemania o la URSS.

Por último, debemos tener muy presente la brevedad del régimen republicano y, dentro de este último, la reducida extensión de los gobiernos progresistas. Estas circunstancias, unidas a las incertidumbres y convulsiones propias de la época, constituyeron un marco nada propicio para la materialización en leyes de muchos de los principios expresados en la carta magna de 1931. En definitiva, el período republicano resultó ser demasiado corto para transformar los cimientos básicos de la sociedad española y, especialmente, en lo que atañía a las relaciones de género y a las funciones que las mujeres estaban autorizadas a desempeñar siguiendo los planteamientos conservadores.

A pesar de esta situación de incertidumbre, a la hora de hacer balance sobre la consecución de libertades por parte de las mujeres durante la II República, podemos afirmar que este periodo fue positivo. Las féminas alcanzaron derechos y cotas de presencia y participación en la vida social y política no logradas hasta entonces. Hecho que demuestra que la equiparación legal entre hombres y mujeres era el primer paso hacia la igualdad de género ya que creaba unas condiciones que hacían más factible la liberación femenina en diferentes ámbitos. Desde nuestra mentalidad actual, no podemos criticar que no se cumpliesen todos los objetivos igualitarios de la Constitución de 1931 y valoramos positivamente la oportunidad que dio el régimen republicano a las mujeres para vivir como ciudadanas de pleno derecho y para forjar una identidad colectiva femenina que les permitiese reivindicar su papel como sujetos históricos autónomos.

El retroceso brutal que supuso el golpe de estado y sus consecuencias se impusieron en la sociedad española durante años. Descríbenos cómo fue la represión de la mujer en el franquismo en la doble vertiente económica e ideológica, de moral o conducta-.

La represión económica ejercida contra las mujeres ligadas a la II República tuvo, al menos, tres modalidades: la depuración laboral y la creación de dificultades para encontrar un empleo; la incautación de bienes como forma de extinguir supuestas «responsabilidades civiles» por delitos cometidos contra el nuevo régimen; o la obligatoriedad de hacer efectivas unas cantidades de dinero a modo de suscripciones patrióticas.

Los franquistas, a través de estas reprochables tácticas, consiguieron, por un lado, financiar la guerra y la estructura del Nuevo Estado, además de compensar a sus afines con numerosos beneficios económicos. Y, por otro lado, sumieron a la población vinculada al ideal republicano en una profunda decadencia económica, para dificultar o imposibilitar su supervivencia y anular su influencia social, condenándolos a la estigmatización y la exclusión social. Con este procedimiento pretendieron demostrar que la oposición al régimen franquista iba vinculada a una marginación absoluta. En este sentido, podemos afirmar que la represión económica se convirtió en una valiosa arma de disuasión e intimidación empleada para frenar cualquier muestra de desafección.

Respecto a la represión de la conducta femenina, en primer lugar, debemos señalar que para el franquismo la salvaguardia de la moral pública fue un aspecto fundamental. Por este motivo, la dictadura configuró unas normas de comportamiento colectivo y un sistema de vigilancia de la moralidad pública para asegurarse de que las reglas se cumpliesen, sobre todo por parte de las mujeres.

La focalización en el colectivo femenino de esta política oficial de «higiene moral» se debió al esquema mental predominante en la época –claramente influenciadas por la religión católica– según el cual las mujeres eran vistas como seres potencialmente inmorales porque sobre ellas se proyectaba el deseo masculino y como una auténtica personificación del pecado. Sobre las mujeres se ejerció un fuerte control con el propósito de orientarlas hacia las buenas costumbres y alejarlas de la promiscuidad.

En esta tarea de “enderezamiento” del colectivo femenino, también se emplearon métodos represivos entre los que se encontraron la intimidación, las coacciones, el aislamiento o incluso la fuerza. Castigos que solían ser públicos, persiguiendo el objetivo de que en la sociedad se asentase el permanente temor a infringir el código moral impuesto y que este cumpliese con su función coercitiva.

Uno de los “delitos morales” más penalizados fue el de escándalo público, en el que incurrirían «los que de cualquier modo ofendan al pudor o a las buenas costumbres con hechos de grave escándalo o trascendencia». Como se puede observar, esta definición abre el campo a muchas acciones que podrían ser consideradas delictivas, aunque todas ellas tendrían una cuestión en común: que la conducta individual reprochable –sobre todo la femenina– se proyectase públicamente con «consecuencias no ya poco edificantes para la moral colectiva, sino perniciosas».

El comportamiento escandaloso, generalmente, fue asociado a la convivencia extramatrimonial (amancebamiento o el concubinato), al nacimiento de hijos ilegítimos y al abandono de mujeres –entendido este como ausencia de vínculos entre parejas que han mantenido algún tipo de relación afectivo sexual– sin llegar a la circunstancia extrema de quedar embarazada la mujer.

El otro delito más recurrente fue el de prostitución clandestina; una “actividad” que experimentó un crecimiento en los primeros años de franquismo. Un aumento que, en un porcentaje elevado, está relacionado con los efectos de la guerra, sobre todo, con el desamparo de centenares de mujeres viudas y niñas huérfanas, lastradas por la detención, desaparición, condena o huida de los hombres de la casa.

En este sentido, se puede afirmar que la prostitución fue un elemento añadido de la violencia económica del régimen en la desarticulación de la resistencia a través de la marginalización económica. Sin duda, existió una íntima relación entre la política vengativa de los ganadores de la guerra y la desprotección de miles de mujeres y niñas empobrecidas y abandonadas. La gran mayoría de ellas ligadas al bando republicano, no pocas de las cuales se vieron obligadas a optar por la prostitución.

Entre la multitud de mujeres que han sido objeto de tu estudio y mirada (milicianas, intelectuales, guerrilleras, republicanas) qué mujer que haya llamado tu atención destacarías.

Entre las milicianas me sorprendió el caso de varias mujeres leonesas que fueron acusadas por los sublevados de asesinar a tres enfermeras astorganas en octubre de 1937, coincidiendo con la toma de la posición de Somiedo por parte de los republicanos. Este caso refleja la capacidad propagandística del régimen que creó todo un mito en torno a este supuesto hecho, definiendo como mártires a las maragatas y como mujeres diabólicas a las milicianas. Con ello pretendían subir a los altares a las primeras –y nunca mejor dicho ya que han sido beatificadas recientemente por la Iglesia– y condenar a las segundas, primero a la represión y después al olvido a las supuestas culpables de las ejecuciones extrajudiciales.

Entre las guerrilleras, el primer nombre que se me pasa por la cabeza es el de Francisca Nieto Blanco, alias «Paquina». Una joven perteneciente a una familia relativamente conservadora de la clase media de la capital berciana que se había mantenido al margen de la política a lo largo de su vida, hasta 1935 año en que se enamoró y se casó con Vicente Campillo Ovalle, uno de los principales líderes sindicales de El Bierzo en aquella época.

Al iniciarse el conflicto bélico, Vicente, consciente de que Ponferrada caería pronto en manos sublevadas y de que su vida corría peligro, decidió partir hacia el frente para, al menos, poder luchar por la causa democrática. De forma paralela, Paquina fue detenida y trasladada a prisión, como decenas de mujeres cuyos maridos habían huido a Asturias. En marzo de 1937 Vicente fue asesinado. A partir de ese momento, las autoridades perdieron interés en Francisca ya que el objetivo de su encierro era que su esposo se entregase a las autoridades, algo que no había sido necesario. Por esta causa, desde la Dirección General de Prisiones ordenaron la puesta en libertad vigilada de la joven viuda. Lejos de caer en el desconsuelo y la rendición, Paquina decidió abrir en Ponferrada una tienda de comestibles para asegurar su sustento y el de su hijo. Sin embargo, este comercio se convirtió en un centro fundamental para los huidos de la zona, haciendo las veces de Estafeta Central de la Federación de Guerrillas León-Galicia, ya que canalizaba todas las comunicaciones entre los diferentes grupos guerrilleros. Su papel fue tan relevante que la Federación decidió designar a Francisca Nieto como jefa de una de las cuatro secciones en que se dividía su Servicio de Información Republicano, conocido también como «Milicias Pasivas».

Esta implicación de Paquina al servicio de la guerrilla fue fundamental, pero también muy arriesgada para ella, puesto que al peligro que suponía ser enlace se unía su condición de viuda de rojo. A pesar de su acción disimulada, Francisca Nieto acabó siendo detenida y conducida a León para ser sometida a consejo de guerra, en el que fue condenada a tres años de prisión, pena que cumplió íntegramente. Tras obtener la libertad en 1948, viéndose absolutamente controlada y vigilada en Ponferrada, consiguió exiliarse en Argentina donde fue bien acogida y pudo ganarse la vida dignamente.

En cuanto a las mujeres políticas republicanas, sin duda, la que más me ha llamado la atención fuer Francisca Bohigas Gavilanes, la primera diputada por la provincia de León y la única en hacerlo en las Cortes republicanas representando a una coalición derechista. Una mujer que había estado en la progresista Residencia de Señoritas, que había tenido una beca para ampliar su formación en el extranjero, que había logrado una plaza en la inspección de primera enseñanza cuando aún era un cuerpo muy masculinizado, que había dado el primer mitin protagonizado por una mujer en León, que había fundado un partido exclusivamente femenino como era Acción Femenina Leonesa para movilizar y educar políticamente a las mujeres. Estas últimas hazañas durante la II República. Al iniciarse la guerra civil fue depurada en el ámbito laboral por ambos bandos, no obstante, al finalizar el conflicto la dictadura se “reconcilió” con Bohigas y la permitió, no solo mantener su puesto de trabajo como inspectora, sino también ir ascendiendo profesionalmente. Además, el régimen permitió a Bohigas incluir en sus discursos y publicaciones mensajes trasgresores que chocaban ccon el modelo de mujer nacionalcatólico. De hecho, ella misma vivió en contra de lo que el franquismo deseaba para las mujeres, ya que nunca se casó, ni tuvo hijos y fue una mujer independiente a nivel económico y con una gran participación en la esfera pública.

Qué papel crees que jugó en la represión de la mujer la prensa como el diario de León o el Proa, de los que haces un estudio pormenorizado.

En primer lugar, es necesario señalar que la prensa fue un instrumento de socialización con enorme capacidad de influencia en la sociedad de masas de la primera mitad del siglo XX, como medio productor, trasmisor y reproductor de cultura y como herramienta impositora de normas sociales. Unas pautas que a posteriori serían interiorizadas y reproducidas por las receptoras de dichos mensajes, asumiendo determinados modelos de género y condicionando su interacción social.

En este sentido, el Diario de León durante la etapa republicana se dedicó a criticar las medidas secularizadoras y liberalizadoras del matrimonio y la vida privada; la escuela coeducativa y laica; las modas «extranjerizantes» femeninas; o los comportamientos demasiado vanguardistas de las mujeres más avanzadas. Con estas buscaban que sus lectoras se apartasen de esa legislación progresista y de ciertas conductas tachadas de “modernas” en sentido peyorativo.

Tras el inicio de la guerra civil, la retórica propagandística de los rebeldes se propuso sustituir el marco de convivencia constitucional mediante la manipulación deliberada del lenguaje y el control selectivo de la información en un sistema de férrea censura ya que eran conscientes de que su éxito dependía «en gran medida de la consolidación de una estructura mental receptiva con la reiteración de eslogan, lemas y estereotipos capaces de suscitar la simpatía emocional en los lectores. Una estrategia que se mantuvo una vez que los rebeldes obtuvieron la victoria militar. En este sentido debemos recalcar que el franquismo empleó un periodismo, técnica y políticamente, al servicio absoluto de sus propios intereses autoritarios; siguiendo en todo momento –al menos entre 1936 y 1945– el esquema propagandístico de los regímenes fascistas en Italia y Alemania.

Obviamente, la imposición del modelo nacionalcatólico femenino y el encuadramiento de las mujeres en la organización dirigida por Pilar Primo de Rivera estuvieron dentro de los intereses del régimen, de ahí que utilizasen los periódicos leoneses, el católico Diario de León y el falangista PROA para conseguir estos propósitos. Además de otros que tenían como último fin el sometimiento absoluto de las mujeres en general y la estigmatización de todas aquellas que no actuasen guiándose por los principios y normas franquistas.

Dentro de tu cargo de Secretaria de Memoria Histórica del PSOE, ¿qué necesidades ves en materia de Memoria Antifascista? ¿En qué líneas se está trabajando dentro del partido? Considero que se debe apoyar la investigación de los hechos relativos al golpe de estado, la guerra civil y la dictadura franquista ya que la base de toda recuperación de la memoria democrática y antifascista reside en el conocimiento de la verdad histórica. A través de esta base teórica, podrán llevarse a cabo de forma más eficaz las tareas de justicia y reparación para las víctimas, así como aquellas que buscan garantizar la no repetición de hechos reprobables de nuestro pasado como pueden ser el golpe de estado de 1936 contra la democracia de la II República, el establecimiento de la dictadura de Franco o el ejercicio de formas de represión por dicho régimen que supusieron graves violaciones contra los derechos humanos.

Respecto a la justicia y la reparación, considero que el fomento de la investigación es vital a la hora de completar el censo de víctimas y el mapa de fosas del territorio nacional ya que son necesarios para la exhumación de las víctimas que aún quedan en nuestro subsuelo y su posterior identificación mediante las pruebas de ADN. También creo que los nuevos estudios permitirán la configuración de un inventario de lugares de memoria en España, así como la protección, difusión, interpretación y promoción ciudadana de estos espacios que tendrán una función conmemorativa y didáctica. Por otro lado, se podrá aportar cifras más reales y no solo aproximaciones sobre el número de condenas y sanciones emitidas durante la guerra civil y la dictadura por los órganos de la justicia franquista por razones políticas, ideológicas, de conciencia o creencia religiosa o de orientación e identidad sexual.

En las políticas de memoria también es necesario introducir nuevas categorías de víctimas no tenidas suficientemente en cuenta a la hora de reparar los daños causados por la dictadura. Por ejemplo, se debe prestar especial atención a las mujeres que lucharon por la libertad y la democracia durante la guerra y que sufrieron una represión específica a lo largo de la dictadura cuyas motivaciones y formas estuvieron estrechamente relacionadas con su género. También se tiene que trabajar para lograr el reconocimiento y la reparación de los bebés robados, es decir, de las niñas y niños sustraídos y adoptados sin el legítimo y libre consentimiento de sus progenitores como consecuencia de la Guerra y la Dictadura. Del mismo modo, se han de reconocer y reparar a las víctimas obligadas a realizar trabajos forzados durante el conflicto bélico y el régimen de Franco o a aquellas que tuvieron que lanzarse al exilio por razones políticas, ideológicas o de creencia.

Dentro del ámbito de reparación a las víctimas también debe de estar presente la eliminación de todo símbolo o elemento considerado contrario a la memoria democrática por su exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar y de la Dictadura. Supresión justificada debido a la incompatibilidad de la democracia española con el mantenimiento de homenajes a un régimen autoritario y a sus protagonistas. En algunos casos, como en el del Valle de los Caídos, la supresión no es la opción elegida, pero sí su resignificación. En vez de ser un lugar de homenaje al propio Franco y a la dictadura, puede convertirse en un espacio de memoria en el que se explique nuestra historia reciente de la forma más objetiva posible, valorando las luchas a favor de la democracia y en contra del fascismo y buscando el respeto de los principios del Derecho Internacional como son los de verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición, así como el fomento de los valores democráticos de concordia, convivencia, pluralismo político, defensa de los derechos humanos o la cultura de paz.

Por último y quizá más importante, yo creo que debemos hacer un gran esfuerzo por difundir los resultados de las investigaciones científicas a la sociedad a través de actividades museísticas, archivísticas, científicas, pedagógicas y cuantas sean necesarias para proporcionar el conocimiento de nuestra historia reciente a la población española. Quizá las medidas pedagógicas y asociadas a la educación sean las más relevantes, de ahí que sea fundamental actualizar los contenidos curriculares para Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato; así como la inclusión de formaciones, actualización científica, didáctica y pedagógica en relación con el tratamiento escolar de la memoria democrática en los planes de formación inicial.

En todas estas líneas y probablemente en más que me he dejado en el tintero está trabajando el PSOE. De hecho, casi todos los puntos que he señalado están en la propuesta de Ley de Memoria Democrática que ya fue aprobada en Consejo de Ministros el pasado año y que esperamos que pronto pueda tener el suficiente apoyo en las sedes parlamentarias,.

De tu participación en el XI Encuentro Internacional de Investigadores del Franquismo que este año además supone la conmemoración de los 30 años de Encuentros (Barcelona, 1992-León 2022) que se celebrará los días 16, 17 y 18 de noviembre, ¿podrías anticiparnos a grandes rasgos en qué va a consistir tu participación en el mismo?

Para el área de Historia Contemporánea de la Universidad León, a la que pertenezco, es un auténtico honor poder organizar –junto a la Fundación Jesús Pereda– este prestigioso Encuentro en el que, además, tengo la suerte de encargarme de la Secretaría Técnica del Encuentro. Por lo que he podido participado en la elección de mesas de debate y de mesas redondas, en la selección de aquellas personas que coordinarían estas mesas o ejercerían como ponentes, así como en la recepción de las propuestas de comunicación destinadas a cada uno de los talleres de trabajo. Ya anticipo que tenemos más de 150 propuestas de comunicación, lo que nos invita a ser optimistas y a aventurarnos a decir que el Encuentro será muy potente.

Además de encargarme de la Secretaría Técnica, coordino junto a la Dra. Paca Moya una mesa titulada “Mujeres bajo la dictadura franquista: entre la represión, la resistencia y la connivencia” en la que buscaremos que se preste atención a las tipologías represivas empleadas por la dictadura contra las mujeres ligadas por lazos ideológicos y sociológicos al bando republicano o que habían traspasado los «límites de género» durante el periodo democrático; pero también a la resistencia femenina a la dictadura, a través del uso de estrategias de supervivencia o de la participación en organizaciones clandestinas o en la guerrilla antifranquista. Por último, creemos conveniente que las mujeres que apoyaron la sublevación militar y la imposición de la dictadura deben tener cabida en esta mesa, especialmente aquellas que se implicaron en la vida pública, que tomaron vías trasgresoras para escapar del encorsetado esquema de género franquista o que trataron de introducir en este último principios más aperturistas que propiciaron la modernización del modelo nacionalcatólico.

Parece cada vez más claro que hay una línea de retroceso por parte de ciertos sectores en materia de mujer y en materia de memoria que evoca mucho al pasado, que parece poner en peligro muchos de los avances conseguidos. ¿Qué les dirías a las generaciones más jóvenes en materia de mujer? ¿Y en materia de memoria, que les dirías?

En primer lugar, les aconsejaría que no se fiasen de todo lo que aparece en las redes sociales e, incluso, en algunos medios de comunicación; que contrastasen toda la información que reciben y que la observasen con espíritu crítico. La sociedad en general necesita reflexionar y darse cuenta de que quien escribe o dice (u oculta) algo lo hace con un interés determinado, por tanto, debemos tener en cuenta esta cuestión a la hora de valorar objetivamente aquello que esta persona expresa. Por otro lado, les diría que tengan en cuenta que no todo en la vida es negro o blanco y que existe toda una gama de grises; que no debemos dejarnos engañar por mitos e ideas preconcebidas, sino por aquello que nosotros mismos hayamos podido contrastar. Quizá sea demasiado idealista al dar estas recomendaciones ya que, en un mundo en que casi todo se puede conseguir con un “click” el hecho de tener que “gastar tiempo” en la reflexión y esforzarse mentalmente despierta cierto rechazo.

Al igual que se empieza a ver como poco efectiva la lucha por los derechos y libertades que aún quedan por conquistar o en mayor medida por conservar. En general, pensamos que esos derechos siempre van a acompañarnos, sin embargo, y como bien se señala en la pregunta, algunos de los avances conseguidos están en peligro. A las generaciones jóvenes les recomendaría que conociesen nuestra historia para saber el esfuerzo que supuso la conquista de cada uno de los derechos de los que hoy en día disfrutamos – en especial las mujeres– para que los valorasen y los defendiesen frente aquellos que buscan la involución de nuestro país a través de la anulación de legislación progresista o de la redacción de leyes conservadoras. Hechos que no son tan lejanos. La II República supuso un periodo de conquista de derechos, los cuales en su mayor parte fueron perdidos durante la dictadura. No podemos dejar que de nuevo vivamos un proceso regresivo, aunque este sea de mucho menor calado. En esa línea iría mi consejo respecto a la recuperación de la memoria democrática; como dice el refrán “quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”.

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