Por Alberto Vila
La estupefacción es un estado frecuente en estos tiempos. La ciudadanía viene escuchando una cosa y la contraria al mismo tiempo. El discurso claro es una excepción cada vez más extraña. La ambigüedad es lo normal. Cuando no la mentira o la negación de la evidencia. Conferencias de Prensa que no lo son. Leyes que sólo se dictan para reforzar la situación. No para hacer mejor la convivencia.
A cada contribuyente de este país se le exigió el esfuerzo de corregir desviaciones de las que no había sido ni remotamente responsable. Los pensionistas soportaron el peso de una carga social derivada de la irresponsabilidad de los gestores públicos. Los pensionistas han estado manteniendo a sus hijos y nietos con generosidad. La corrupción y la incompetencia negligente en el desempeño de la función pública parecen no ser pasibles de esa carga. Las decisiones judiciales no son más que el reflejo de un estado de cosas que se hunde en los tiempos oscuros. La gente honesta se encuentra en un estado de indefensión rayano en lo trágico. Los personajes del Poder y de la Política siguen creyéndose con el derecho de mantener esa carga sobre ellos.
El funcionariado también viene soportando los desmanes de una ristra de gestores que, en el mejor de los casos, termina en prisión por poco tiempo. Pero el dinero no regresa. En tanto los personajes persisten en mantener altos cargos de dudosa idoneidad más allá de las inevitables dotes de algarada y pandilleo. Revisen el grado de relación de muchos de ellos con sus colegas en el Poder Económico. Los asalariados han aportado a la salida de la crisis un esfuerzo desproporcionado a los exiguos resultados obtenidos. La reforma laboral no se concibió como una herramienta eficiente para dinamizar el mercado de trabajo. Esa norma sólo ha sido un “histórico ajuste de cuentas” de las patronales. Mientras la tibieza sindical ha terminado de desacreditar los escasos restos de su dignidad. Si nos detenemos a pensar de qué se trata. Si aguardamos un segundo. Si miramos en derredor. Entonces tal vez veamos que se trata de la relación que se ha venido dando entre el “Poder” y la “Política”.
El Poder. En términos muy sencillos. Sería un atributo de la Autoridad. Esta. Como se comprenderá fácilmente. Sólo puede residir en el territorio de la legalidad y de la legitimidad. Debe ser funcional a la democracia. Ello, supone que se aplica cuando sea necesario evitar las desviaciones que corrompen el sistema. Cualquier persona física o jurídica que quisiera ejercerla desde fuera de esos límites debería tener la respuesta de las instituciones que la democracia le ha conferido a la Política. Pero cuando escuchamos que un buen abogado conoce la ley, mientras que los mejores abogados conocen a los jueces, es que tenemos todo claro. No sólo hay que ser, sino parecer. Ello supone que toda sospecha de corrupción deslegitima a sus portadores. Quedan fuera del juego. Un imputado no puede atribuirse autoridad alguna. De hacerlo. Todo el sistema quedaría bajo sospecha. No solamente es una cuestión de Ética personal y pública. Es que no puede hablarse de democracia si se desmantela el sistema de garantías que controlen y penalicen los abusos. Los excesos. La desmesura del Poder. Que de eso hablamos. Resulta inquietante que un Consejo General del Poder Judicial con los mandatos vencidos se tome la libertad de nombrar jueces de un signo afín con las minorías resultantes de las elecciones.
En la España de la Política los ciudadanos tienen un rol tal que, sin ellos, no tendría sentido. En la España del Poder los ciudadanos son la materia prima necesaria para sostenerlo. Si pudiesen prescindirían aún más de nosotros. Pero, alguien tiene que trabajar. Es aquí en donde se confunden Poder y Política. Esta última se concibe como el medio para obtener el bienestar general. Para lograr que la convivencia sea apta. Que el esfuerzo de las personas se canalice hacia recompensas justas y equitativas. En cambio, el uso del Poder con fines espúreos sólo termina corrompiéndolo todo. Los comisionistas. Los lobistas. Las puertas giratorias. Todos son grados de corrupción en las cadenas de favores.
La finalidad de la Política se constituye en resolver las tensiones que se derivan de la interacción de los intereses de este país llamado España. Pues bien. La Política con sentido de Estado ha estado ausente en prácticamente todos los escenarios en donde debió haber cumplido su labor. Desde el caso catalán hasta la defensa de la división de poderes en democracia. Desde el más alto nivel hasta los más bajos peldaños, se ve a la corrupción como algo inevitable. Esta habitando bajo su influencia. Es decir. Aquel influjo que somete la Política al Poder de la Corrupción. Esa es la verdadera pugna que estamos presenciando. Lo curioso es que las personas de uno u otro modo lo están advirtiendo. El conjunto ciudadano desea que se recupere la situación de que la Política vuelva a tener bajo control al Poder.
Las sucesivas cumbres que se vienen desarrollando en todos los lugares del planeta son escenarios de construcción del Poder. La corrupción los habita. Desde el Clima hasta los cultivos de lo que se habla es de especulación y beneficios. Bajo términos economicistas se agazapa la acumulación desmedida de recursos. Poca Política. En nuestro país se están vislumbrando épocas en las que este conflicto se agudizará. Pero algunas cosas parecen estar cambiando.
La Política está pensada para servir al interés general. De otro modo se deslegitima. Se vuelve un eufemismo de la plutocracia. Es necesario poner orden en este desconcierto. En este “cambalache” en el que no robar parece ser de tontos. En el que a cualquier impresentable se le confieren atributos para ocuparse de responsabilidades en las que, a todas luces, demostrará su incompetencia. Aspiraban a gobernar con un 30% del voto del padrón. No se puede resumir la Política como un medio para lograr el Poder. Por eso sugerían que no había solución. La hay. Con dificultades. Pero hay caminos. Deberemos recorrerlos. Regresar a la Política de los ciudadanos. Mantener bajo control al Poder.
En nuestras manos está el acabar con la arrogancia torpe de los necios. Con el voto siempre podremos recuperar el equilibrio. Que no os desalienten. Seguirán en la procura de la decepción. De que no hay caminos hacia un mundo mejor. De la abstención. De entregar la voluntad.
De nosotros depende que no lo consigan. Créanlo.
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