Enric Marco: un impostor quijotesco

Durante años, sostuvo que había luchado contra el franquismo, que había estado detenido en un campo de concentración alemán y que era sobreviviente de las barbaries del nazismo. Todo era una gran mentira

Por Lucas Gatica / La tinta

Todo empezó con su fecha de nacimiento: 12 de abril de 1921. Pero él se las arregló para que el mundo pensase que había nacido el 14 de abril, 10 años exactos antes de la proclamación de la Segunda República española, cosa que no se cansaba de repetir. Así, desde el día de su nacimiento, su vida fue un mito, una impostura.

Fue una figura emblemática de la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos de Cataluña, secretario del populoso sindicato CNT a fines de 1970 y máxima autoridad de la Amical de Mauthausen, la asociación de víctimas del nazismo más importante de España. Todo esto siempre sostenido por la mentira y la fábula. Nunca fue deportado, jamás pisó un campo de concentración alemán, así como tampoco fue un férreo opositor del franquismo.

De una vitalidad sorprendente, hoy sigue vivo con sus 100 años a cuestas, de los cuales buena parte los pasó engañando a políticos, periodistas y ciudadanos, dando conferencias y viajando para relatar en propia voz las atrocidades de la dictadura de Francisco Franco y los campos de concentración nazis.

Fingió todo eso, publicó libros y dirigió instituciones en nombre de los muertos y sobrevivientes españoles de la pesadilla del franquismo. Se inventó una vida que no tuvo.

Este desenmascaramiento que conmocionó a Europa y el mundo fue tomado por el escritor Javier Cercas para acercarse al personaje de Marco en una novela de no ficción titulada El impostor. La novela no defiende ni justifica el caso de Marco. Su intención está más cerca de intentar un entendimiento; es un libro nacido de la necesidad de enfrentarse con el espejo.

Las peripecias de Enric Marco llegaron a hacer llorar a las y los diputados españoles que, en 2005, antes de que se conociera la verdad, lo escucharon en el pleno del Congreso durante unas jornadas parlamentarias. También recibió la Creu de Sant Jordi, uno de los mayores reconocimientos que otorga la Generalitat catalana, pero tuvo que devolverla.


Si los negacionistas cargan con que el holocausto y la barbarie nazi no existieron, Marco hace todo lo contrario. Pero es un impostor de todas maneras, un impostor que afirma ser uno de los sobrevivientes. Su mentira alimentó y le hizo juego, justamente, al frente negacionista.


¿Existen las mentiras honorables, buenas? ¿Son todas las mentiras iguales? ¿Hay mentiras beneficiosas para nuestras sociedades? Esas son algunas de las preguntas a las que se acerca la novela de Cercas, exponiendo a contraluz la vida de este mecánico automotriz jubilado.

En una época donde lo falso aparece como real, donde las fake news son constantes, la novela se adentra en el caso Marco, pero no queriendo saber si Marco mintió o no -eso ya está claro-, sino saber el por qué. El protagonista dice que no mintió, dice que todo lo hizo porque así su “labor divulgativa era más eficaz”. Se achacó la tarea de informar y mantener viva la memoria de lo que hicieron los fascismos en Europa. Dice que quería educar y concienciar a la población de la magnitud del horror de Adolf Hitler.

El rocambolesco cuento de Marco empieza con la derrota de la República Democrática Española a manos de las fuerzas franquistas en la Guerra Civil. Él afirma que había luchado valientemente por la libertad en el bando republicano. Esto no se puede confirmar ni refutar, porque la gran mayoría de los veteranos de guerra ya están muertos.

Con la Segunda Guerra Mundial en marcha, se encaramó con un grupo de trabajadores voluntarios a Alemania. No fue deportado por sus ideales, sino que se anotó en el plan del franquismo como trabajador para Alemania, creyendo que ese iba a ser el bando ganador y, de paso, podía traerse un dinero del norte de Europa. En esa experiencia como trabajador español enviado a Alemania, estuvo preso en un penal alemán, pero nunca en un campo de concentración. De allí, sacó todo su material imaginativo para luego inventarse la historia que lo llevó a la fama.

Fue el historiador Benito Bermejo, interesado en los deportados españoles, quien descubrió la farsa. Marco afirmaba que había sido encarcelado en Flossenbuerg, un destino inusual para un deportado español. Bermejo leyó su vida, la versión de que había sido un anarquista obligado a huir a Francia desde Barcelona, encarcelado en Alemania, etc.; pero algo en el relato de Marco no le cerraba. Las lagunas en la historia y la parquedad en el trato que tuvo Marco para con Bermejo inclinaron la balanza hacia la necesidad de una investigación seria. Y ahí se destapó la verdad.

Un hombre que se inventó una vida heroica y que logró mantenerla durante casi 30 años, ocupando lugares de poder y privilegio. Esa es la historia real de Marco. El impostor pone el dedo en el ojo de las mentiras colectivas y la necesidad de sentirnos admirados que todos tenemos.

Si Don Quijote mintió para convertirse en el héroe de sus fantasías, Enric Marco se inventó un artefacto narrativo para ser el héroe de un país que empezaba a transitar los caminos de la memoria histórica.

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