En la Pública, para no morir

En lugar de lanzar un eslogan de falso contenido, habría que concentrarse y esforzarse en la formación de los/as profesiones de la pública en todas las técnicas, en la creación de unidades multidisciplinares, en el establecimiento de controles que garanticen de forma eficaz el derecho a elegir y decidir de las mujeres.

Por José Antonio Bosch | ACAI

Hace unos días, tras el debate parlamentario de la reforma de la Ley del aborto, escuché el eslogan de “aborto legal, seguro, y en la pública, para no morir”. Mi primera reacción fue no fiarme de mi oído, ya soy talludito y a veces me engañan mis sentidos, pero, cuando revisé el Diario de Sesiones, comprobé que la cita era literal. Fue la Ministra de Igualdad quién al cerrar el debate lanzaba su proclama, aunque posteriormente la he escuchado en diferentes foros.

Inicialmente, aunque tengo que reconocer que cada día me cuesta más, siempre parto de la presunción de la buena fe de los demás, por lo que en esta ocasión, buscando explicaciones a semejante eslogan, valoré la posibilidad de que fuese un guiño al pasado, que se llevaban al Parlamento proclamas feministas de finales de los 70 y principios de los 80, aunque no veía mucho sentido al anacronismo y, realmente, puesto a recordar los eslóganes del siglo pasado, me parecen más vigentes el de “asaltar los cielos” o “cuanto más hago el amor, más ganas tengo de hacer la revolución” o “no os fieis de Dios que Franco está en el cielo” que  tanto me gustaba. 

No, realmente no entendía bien el mensaje, salvo que fuese referido a aquella época en la que la mujer española abortaba en lugares clandestinos, se iba a Portugal o, si contaba con recursos suficientes, volaba a Londres para abortar. Pero claro, ¿Qué sentido tiene lanzar un mensaje con más de cuarenta años de retraso? Por lógica tuve que desechar mi primera impresión y tratar de encontrar otras razones para justificar semejante consigna, dado que, en España, en la de hoy, en la de los casi últimos cuarenta años, como bien reflejan las estadísticas del Ministerio de Sanidad, el aborto es legal y la prestación pública del aborto se ha venido garantizando a través de una extensa red de clínicas acreditadas para la interrupción del embarazo en las que no sólo no se mueren las mujeres abortando, sino que se atienden a más de cinco mil mujeres al año procedentes de los países de nuestro entorno dado el prestigio internacional de nuestros centros.

Pues si no era un grito retro tendría que ser un mensaje lanzado fruto de la ignorancia, del desconocimiento de una realidad sanitaria, la española, que en las interrupciones de embarazo tiene unos índices mínimos de complicaciones muy por debajo de los índices considerados como aceptables por la OMS. Pero me cuesta aceptar que una ministra sea ignorante y, menos aún, que la de Igualdad pueda desconocer que en España abortan aproximadamente cien mil mujeres al año y el nivel de incidencias es tan bajo que ni tan siquiera figura en las estadísticas del Ministerio de Sanidad.

La verdad es que el eslogan, esa fórmula breve y original para hacer propaganda, tenía poco  complicado, su traducción es clara “hay que legalizar el aborto y llevarlo a la sanidad pública porque las mujeres mueren abortando” y esto es, sencillamente, falso. Soy de los que defiende el derecho de cualquier persona (incluidos los ministros y ministras) a expresarse con toda libertad. A manifestar la creencia, opinión o anhelo que le venga en gana o se le ocurra, pero me produce cierta repugnancia que, para justificar posiciones, por muy dignas que estas sean, se falte a la verdad.

Probablemente, los/as responsables de la campaña “para no morir” desconozcan (lo digo desde mi buenismo) que han conseguido generar alarma entre las mujeres que acuden a los centros acreditados; que han logrado que, cuando llegan a las clínicas, muchas mujeres manifiesten frases tales como “anda, si está limpio” o “pero si hay un quirófano”, porque el mensaje que les llega desde quienes se han empeñado en desprestigiar a las clínicas, algunas de las cuales mucho antes que el Estado español ya garantizaban el derecho de las mujeres a decidir, es de desprecio a unos/as profesionales y a unos centros sanitarios que no merecen semejante campaña. Se está generando una alarma absolutamente injustificada y que provoca inseguridad en un colectivo al que, curiosamente, se dice defender.

La verdad es que, puestos a lanzar eslogan se me ocurren varios, por ejemplo, “aborto en la pública, tú decides, instrumental o farmacológico”. Sería un mensaje muy actual y una preocupación digna y propia de un ministerio, dado que hoy, en España, hay Comunidades Autónomas donde algunas mujeres si quieren escoger el método para abortar tienen que pagarlo de su bolsillo, porque en la sanidad pública les dicen que la prestación sí está asegurada, pero “sin caprichos”. O podíamos proclamar aquello de “mi cuerpo es mío y yo decido” para concienciar a las mujeres que no tienen por qué soportar que, en la sanidad pública Balear, por ejemplo, le impongan el método farmacológico sin opción alguna a decidir.

Mentir no es una opción digna y difamar menos. Es perfectamente lícito pretender y defender que las interrupciones de embarazo se realicen en la pública, pero en lugar de desprestigiar y despreciar a las clínicas que han servido de garantía efectiva para la implementación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en España en momentos en los que incluso el Estado “miraba para otra parte”, en lugar de lanzar un eslogan de falso contenido, habría que concentrarse y esforzarse en la formación de los/as profesiones de la pública en todas las técnicas, en la creación de unidades multidisciplinares, en el establecimiento de controles que garanticen de forma eficaz el derecho a elegir y decidir de las mujeres y algún que otro aspecto donde nuestros hospitales públicos muestran carencias escandalosas. 

No quiero ni pensar que detrás de las voces del desprestigio, de forma consciente o inconsciente, se encuentren los impulsos e intereses de las todopoderosas industrias farmacológicas. Si faltar a la verdad es malo, peor aún resulta cuando se hace persiguiendo una finalidad lucrativa. En fin, esto es lo que tienen los eslóganes, por muy estúpidos que sean, con un poquito de ingenio, siempre suelen sonar bien y si no recuerden aquello de “la chispa de la vida”.

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