En la Guatemala de la corrupción y la pobreza gana el voto nulo

el porcentaje del voto nulo, que alcanzó el 17% de los sufragios -cuatro veces más que en 2019-, esto es, en cifras, que 954.666 votantes optaron por esta forma de protesta

Por Angelo Nero

Sandra Torres disputará la presidencia de Guatemala con Bernardo Arévalo, el candidato sorpresa”, portada del diario El País.. En otro periódico madrileño, El Mundo, un titular similar, “Sandra Torres gana las elecciones de Guatemala, con la sorpresiva irrupción del socialdemócrata Bernardo Arévalo de León”. ElDiario.es también destaca, “La izquierda da la sorpresa en Guatemala y se mete en la segunda vuelta de las presidenciales”. Similares portadas que ocultan que, en realidad, de ninguno de los 27 candidatos a la presidencia del país centroamericano, supero el porcentaje del voto nulo, que alcanzó el 17% de los sufragios -cuatro veces más que en 2019-, esto es, en cifras, que 954.666 votantes optaron por esta forma de protesta, mientras que 384.330, el 7% de los electores, se decidieron por el voto en blando, algo digno de análisis, ya que las papeletas válidas fueron poco más de cuatro millones.

Las razones son varias, en primer lugar, varias de las candidaturas presidenciales fueron anuladas por el Tribunal Supremo Electoral, entre ellas la del populista Carlos Pineda, que lideraba los sondeos previos a la campaña, la del derechista Roberto Arzú, y la de la líder del Movimiento de Liberación de los Pueblos, la maya Thelma Cabrera, que hizo un llamamiento expreso al voto nulo como protesta por su eliminación de la carrera a la presidencia. Pero también pesa el insoportable indice de pobreza, que no deja de crecer con cada nuevo inquilino de la Casa Crema, como se conoce a la residencia presidencial desde 1943, una pobreza que alcanza el 60%, y que entre la población indígena, unos seis millones y medio, -Guatemala tiene 17 millones de habitantes- alcanza el 80%. La tercera de las razones para este voto de protesta, unido a casi un 40% de abstención, es la poca confianza que ofrece la clase política guatemalteca, donde la corrupción alcanza a la mayoría de los partidos y donde el transfugismo está tan normalizado que más del 75% de los candidatos que se presentaban en estas elecciones generales, se habían presentado antes por otras formaciones.

Este domingo, 25 de junio, se han celebrado unas elecciones en las que se elegían, ademas de la presidencia y la vicepresidencia del país, a los diputados que ocuparan los 160 escaños del Congreso, además de los 20 que les corresponden en el Parlamento Centroamericano, así como la renovación de 340 corporaciones municipales.

La elección que despertaba más interés era la que debe relevar, por no poder optar a la reeleción, al presidente Alejandro Giammattei, de la derechista Vamos por una Guatemala Diferente (Vamos), que ha dirigido un gobierno salpicado por la corrupción y la persecución de los funcionarios de justicia y de los periodistas críticos con su gestión, muchos de los cuales se han visto obligados a abandonar el país, tras recibir amenazas de muerte y persecuciones judiciales. Con la desigualdad social, la corrupción y la pobreza como señas de identidad, Giammattei llega al fin de su mandato con más del 75% de desaprobación.

Tal como apuntaban los pronósticos, en primer lugar en la elección presidencial ha quedado la candidata del mayor partido político del país, la Unión Nacional de la Esperanza (UNE), un partido de origen socialdemócrata, y afiliado a la Internacional Socialista, pero claramente girado a la derecha. Sandra Torres gana esta primera vuelta, como ya lo hiciera en 2019 contra Giammattei, aunque con un porcentaje mucho más bajo, un 15% frente a un 25%, y es la tercera vez que se presenta a la lucha por la presidencia. Su ambición por llegar la Casa Crema es tal que para poder postularse como candidata se divorció del ex-presidente Álvaro Colom, que gobernó entre 2008 y 2012, también por la UNE, ya que la ley guatemalteca no permite competir por el cargo a familiares directos.

Sandra Torres está obligada a medirse en segunda vuelta con la sorpresa de los comicios, un candidato al que todos los sondeos le daban el octavo puesto, Bernardo Arévalo, líder del socialdemócrata Movimiento Semilla, que ha logrado el 12%. “Nosotros nunca creímos en las encuestas porque contrastaban con lo que veíamos y sentíamos en las calles y en las redes sociales, de manera que sabíamos que no eran fidedignas, pero no sabíamos el alcance que tenía el apoyo que nos daba la población”, declaró Arévalo, tras conocer el escrutinio de las urnas, que ha destacado como objetivo “sacar al país del pantano de la corrupción”, aunque esta es una promesa que también ha hecho la candidata de UNE. Ambos pertenecen a la clase política que ha dirigido el país en las últimas décadas. Bernardo Arévalo es hijo del presidente Juan José Arévalo (1945-1951),

El tercer lugar en la pugna presidencial ha sido para el candidato oficialista Manuel Conde, de la formación conservadora Vamos, que ha conseguido un exiguo 7,8%. Conde fue anteriormente candidato presidencial por Cambio Nacional, en 2003, y por la Unión Democrática, en 2007, toda una muestra de que las siglas importan poco en Guatemala, para perpetuarse en la vida política. Un porcentaje similar fue el conseguido por Armando Castillo, del derechista Visión con Valores (VIVA), al que todas las encuestas daban como seguro en la segunda plaza y, por lo tanto, con posibilidades de disputar la segunda vuelta.

Por debajo del 7% quedaron Edmond Mulet, de la formación Cabal, una escisión del Partido Humanista -del que fue uno de sus fundadores-, y Zury Ríos, del conservador Valor, hija del dictador Efraín Ríos Mont, condenado a 80 años por crímenes contra la humanidad, a la que las encuestas también señalaban como posible competidora de una segunda vuelta.

Los sondeos fallaron, pero la corrupción y la pobreza continúan, como continua la violencia, que ha marcado la jornada electoral con numerosos incidentes, que se han agravado al conocer los resultados, entre denuncias de irregularidades en la votación.

En cuanto a las elecciones legislativas, celebradas conjuntamente, arrojan una cámara fragmentada, en la que el oficialista Vamos ha resultado la formación ganadora, consiguiendo 40 de los 160 escaños de la cámara, con un incremento de 23 diputados, respecto a 2019, y un 11% de porcentaje electoral. La UNE, de la favorita en la carrera presidencial Sandra Torres, sin embargo, ha experimentado un fuerte retroceso en relación a los anteriores comicios, logrando tan solo 27 asientos, y perdiendo 25, con un porcentaje del 9,6%, lo que de llegar a la presidencia se traduciría en una cámara que no estaría, precisamente, a su favor.

La revelación en las presidenciales, el Movimiento Semilla, es la tercera fuerza del parlamento guatemalteco, y el que mayor subida electoral ha tenido, consiguiendo 17 escaños nuevos, hasta un total de 24 diputados, lo que lo conforma como un grupo lo suficientemente importante como para lograr acuerdos, en el caso de que Bernardo Arévalo llegara a ocupar la Casa Crema.

También tiene un buen resultado el que fuera Jefe de Gabinete de la Secretaría General de las Naciones Unidas, Edmond Mulet, que se presentaba por primera vez con su formación Cabal -aunque ya fue diputado con el Partido Nacional Renovador, del que fue fundador, y con la Unión del Centro Nacional- y que logra 18 escaños.

Experimenta asimismo una fuerte subida el Partido Unionista-Valor, fundado por expresidente y cinco veces alcalde de la Ciudad de Guatemala, Álvaro Arzú Irigoyen, que pasa de uno a 13 diputados, y que en la actualidad lidera Zury Ríos, hija del genocida Ríos Mont.

Completa este atomizado parlamento, los nueve escaños del derechista Visión con Valores, los seis del populista Todos, y los cuatro del progresista Voluntad, Oportunidad y Solidaridad.

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.