no puedo dejar de acusar a Juan Carlos I de ser un envenenador de la política, por activa y muy activa, y a Felipe VI, de momento solo por pasiva, pues desde el 9 de mayo de 2022 y gracias a Carmen Calvo sabemos que también quiere seguir disfrutando del derecho a cometer delitos
Por Domingo Sanz
Me refiero al “poder” político, aunque algún día deberán estudiarse los números de poderes como el judicial o el económico.
También confieso que no he analizado la composición de los poderes políticos de otros países, como podrían ser Francia, Reino Unido, Suecia o Alemania, por citar dos monarquías y dos repúblicas, pero parto de que la democracia perfecta no existe y, por tanto, puestos a calcular puede que en esos países cada gramo de poder contenga el doble o la mitad de los kilos de veneno que llenan el del Reino de España.
Lo que sí me ha guiado en esta investigación tan envenenada es la respuesta de Lord Acton al obispo Creighton cuando dejó escrito aquello de que “todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Y más cuando compruebo que esa era la penúltima frase de un párrafo que incluía otras cuatro, de las cuales la primera decía lo siguiente:
“No puedo aceptar su doctrina de que no debemos juzgar al Papa o al Rey como al resto de los hombres con la presunción favorable de que no hicieron ningún mal”.
Por tanto, y aunque lo de hoy no va de reyes en particular, no puedo dejar de acusar a Juan Carlos I de ser un envenenador de la política, por activa y muy activa, y a Felipe VI, de momento solo por pasiva, pues desde el 9 de mayo de 2022 y gracias a Carmen Calvo sabemos que también quiere seguir disfrutando del derecho a cometer delitos contra el que aquel Lord, muy católico y liberal, reaccionaba frente a un obispo inglés a finales del siglo XIX.
Ahora toca un paréntesis discreto para reírme a carcajada limpia de los liberales no republicanos españoles, sean o no católicos, o incluso obispos.
Pero acudamos a la hoja de cálculo, que es a lo que hemos venido.
Parece evidente que el poder político no se puede medir en gramos, pero sí el veneno. En cambio, ambos “productos” comparten el parámetro “días”, bien por los que estás en el poder o por los que estás envenenado. Pero he elegido lo de los 22 kilos, 22,1 en realidad, porque me ha parecido más fácil de imaginar.
Y como está muy visto lo de la “corrupción” también he elegido “veneno”. No quiero perder la esperanza de que algún día se lo piensen… quienes no tienen miedo cuando votan a partidos llenos de corruptos y condenados por eso.
Resumiendo, he considerado dos criterios de cálculo, comenzando siempre a contar el tiempo hacia atrás desde hoy, 8 de junio de 2023 y finalizando el 1 de abril de 1939, una fecha que no necesita explicaciones.
Por una parte, a cada día de poder político gobernante mediante dictadura le he aplicado un envenenamiento “absoluto” (Lord Acton), pues las personas que eligieron esa manera de ganarse la vida podrían haberse dedicado a otras cosas. Si todas hubieran sido decentes seguro que Franco se habría muerto mucho antes, casi al principio y solo.
Por otra parte, a cada día transcurrido desde el 20N de 1975, fecha también suficientemente conocida y que inauguró un periodo que prefiero denominar de “monarquía con urnas”, he decidido aplicarle un 50% de envenenamiento de los políticos que participan del poder, y creo que no se me puede acusar de tacaño.
Para defender ese 50% de veneno sería suficiente con argumentar que a ningún político franquista se le inhabilitó legalmente para seguir en política institucional, pero creo que estoy siendo demasiado generoso, pues habría que añadir “detalles” como el de una Ley de Secretos del Estado que fue aprobada durante la dictadura y que no solo sigue vigente, sino que este Gobierno Progresista la utiliza hasta para ocultar las encuestas que Adolfo Suárez encargó antes de que se votara la Constitución de 1978 y cuyos resultados certificaban que la sociedad española quería una República. Insisto, solo es un “detalle” más. Pero desde aquello de “la ley a la ley” ha habido muchos envenenamientos masivos, como el que desde el poder se dedicó a destruir millones de memorias.
Voy, como decía, a la pantalla calculadora y el resultado que aparece es el del título: cada gramo de poder en el Reino de España contiene 22 kilos de veneno acumulado (22,1 en realidad), aunque si usted lo calcula incluyendo los años bisiestos, detalle que se me ha olvidado, desde el día aquel del “cautivo y desarmado el ejército rojo” le saldrán algunos gramos más.
Terminaré con dos detalles optimistas y una posibilidad.
El primero es constatar que el poder no está envenenado por igual en todos sus niveles. Requeriría cálculos muy complejos, pero de lo que no cabe duda es que el poder que más envenena a quien lo toca, o incluso a quien solo aspira a tocarlo, es el que reside en el Palacio de la Moncloa, no tan lejos del de la Zarzuela, que no puedo olvidar a Lord Acton. En cambio, el hecho de que 43 pueblos se hayan quedado sin candidatos en las municipales del 28 de mayo es una prueba de que en los niveles más cercanos a las personas hay poderes que son como las ONG’s más limpias, o más todavía. Aunque también puede ocurrir que estén vacíos.
El segundo es que, mientras no volvamos a caer en un nuevo régimen de veneno absoluto, el tiempo corre a favor del saneamiento: según mis cálculos, cada día que pasa nuestros políticos, sin darse cuenta, se van liberando de un 0,005% de ese veneno que tanto les engaña en el poder.
Por tanto, a este ritmo de “monarquía con urnas” tardaremos unos 20.000 días en limpiar de veneno el 100% del poder que invade el Reino de España. Poco más de medio siglo. Demasiado tiempo.
¿Qué tal un acuerdo para reducir de golpe, al 25% por ejemplo, el veneno del poder en España? Que no lo podamos seguir llamando “Reino” será lo de menos.
Se el primero en comentar