En el lado izquierdo de la historia

La izquierda debe estar firmemente comprometida en la lucha contra la ultraderecha, enfrentándola en todos los frentes. Ni un paso atrás, jamás.

Por Isabel Ginés | 10/06/2024

En los últimos años, hemos sido testigos del rápido avance de la derecha y la ultraderecha en diversos escenarios políticos a nivel mundial. Este fenómeno, lejos de ser una sorpresa, ha sido advertido por muchos expertos y muchas expertas que señalan una tendencia creciente hacia políticas más conservadoras y autoritarias. En este contexto, resulta más urgente que nunca que la izquierda se muestre unida.

La fragmentación dentro de la izquierda, caracterizada por rencillas, críticas destructivas y comentarios desafortunados o pocas políticas efectivas, solo ha servido para debilitar su posición frente a un adversario común que avanza con paso firme. Las disputas internas y la falta de una estrategia conjunta han llevado a problemas y debacles electorales, facilitando el camino a aquellos que promueven la deshumanización del adversario, de la política. Su arma es atacar y dañar. Mentir, manipular y faltar al respeto.

La izquierda debe trabajar unida. Debe ahora más que nunca unidas defender la libertad y la diversidad contra el fascismo. Esto no significa la desaparición de las diferentes opiniones, ni de opciones, sino la construcción de un frente unido capaz de hacer frente al avance de la ultraderecha. Solo a través de la unidad y la cooperación será posible contrarrestar eficazmente las políticas regresivas y proteger los derechos y libertades que tanto han costado conseguir.

La izquierda debe aprender a priorizar los objetivos compartidos y enfocarse en lo que une a sus diferentes corrientes: la lucha por la justicia social, la igualdad, los derechos humanos… entre otros.

El resurgimiento de la ultraderecha en diversas partes del mundo plantea serias amenazas para la integridad y el funcionamiento de las democracias.

La ultraderecha busca el debilitamiento de las instituciones democráticas, como el poder judicial y los medios de comunicación. Estos ataques buscan desestabilizar los mecanismos de supervisión y equilibrio de poder, permitiendo que el autoritarismo y la corrupción se arraiguen. Al socavar estas instituciones, se compromete la capacidad del sistema democrático para funcionar de manera justa y equitativa.

En este contexto, la censura de los medios de comunicación se ha convertido en una herramienta habitual de la ultraderecha. Utilizan su poder y influencia para difamar y desacreditar a periodistas y medios críticos, etiquetándolos como «fake news» o acusándolos de estar controlados por intereses políticos opuestos. Además, fabrican y difunden mentiras sobre oponentes políticos y grupos vulnerables, generan desconfianza en las instituciones mintiendo sobre su función. Incluso llegan al extremo de difamar a la mujer del presidente con acusaciones en base a injurias y mentiras. Acosar a Irene Montero o Pablo iglesias. Insultar políticos homosexuales.

También es terrible que siempre se metan con los menores extranjeros no acompañados (MENAS), con los inmigrantes que buscan un futuro mejor, y que señalen a aquellos que consideran débiles. Señalan que cobran pagas y difunden bulos para que si tu pasas hambre no señales el problema, tengas a alguien con una diana. Fomentan el odio a gente que solo busca ganarse el pan para los suyos. Es nauseabundo ver las mentiras que dicen para culpar inmigrantes.

También han aumentado las agresiones a la comunidad LGTBIQ+, y el señalamiento por su identidad o su orientación sexual es alarmante. En lugar de promover el respeto y la aceptación, se fomenta un clima de hostilidad y miedo. Este incremento de la violencia es alarmante, las agresiones, insultos y vejaciones han aumentado considerablemente. No hay semana sin una agresión por la identidad u orientación. Tienen muchos miedos y es normal, pero nos tiene a su lado y estaremos a su lado defendiendo sus derechos. Eso es unión: frente su odio, nuestra unión.

Se permiten manifestaciones nazis y se intenta silenciar la memoria histórica. Estos actos no son meras opiniones o expresiones de libertad; son ataques directos a los fundamentos de nuestra convivencia. La memoria histórica es crucial para entender nuestro pasado y evitar repetir los errores más oscuros. Intentar borrarla es una forma de legitimar la intolerancia y el odio que esos regímenes representaron.

Este grupo de personas señala a otros para que sus secuaces los ataquen, criminalicen, insulten y, si pueden, agredan o hasta hieran de muerte. Viven alimentando el odio, y su agenda está clara: dividir y destruir el tejido social. Atacan a los más vulnerables porque son fáciles de culpar.

La violencia y el odio no deben tener cabida en nuestra sociedad.

Los movimientos de ultraderecha incitan a la violencia contra oponentes políticos y minorías, desestabilizando la sociedad y creando un entorno inseguro y hostil. La violencia política socava la base misma de la democracia, que se basa en el debate pacífico y la resolución de conflictos a través de procesos democráticos. Lo hemos visto en los ataques y acoso a Irene Montero y Pablo iglesias, la mujer del presidente, a periodistas o personas activistas. Esto debe tener consecuencias: no se puede acosar a una mujer y hombre por ser de izquierdas. Acosar a sus hijos y salir impune. El caso deleznable de Monica Oltra.

Y ya lo hemos visto claramente en el pasado.

El fascismo se debe combatir. Se le debe plantar cara.

La ultraderecha ha dejado una marca indeleble en la historia política mundial, caracterizada por sus intentos de socavar la democracia y propiciar golpes de estado en nombre de sus agendas autoritarias. Desde el siglo XX hasta nuestros días, hemos sido testigos de los peligros que representa este movimiento para la estabilidad y los valores democráticos.

En la Europa del siglo XX, el ascenso del fascismo y el nazismo dejó una huella de destrucción y sufrimiento en el continente. Liderados por figuras como Adolf Hitler en Alemania y Benito Mussolini en Italia, estos regímenes autoritarios suprimieron las libertades civiles, persiguieron a minorías étnicas y políticas, y desmantelaron las instituciones democráticas. El uso de la propaganda, la represión y la violencia política fueron herramientas comunes en su búsqueda del poder absoluto.

Y no debemos irnos tan lejos aquí en España estuvo el genocida Francisco Franco.

La dictadura del genocida Francisco Franco dejó una profunda herida en España, marcada por asesinatos, censura y una brutal supresión de las libertades. Durante casi cuarenta años, el régimen franquista perpetró un reinado de terror que ejecutó a miles de opositores, instauró una censura implacable y aniquiló los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Los asesinatos fueron una herramienta central del régimen para silenciar a quienes se oponían al dictador. Miles de personas fueron detenidas, torturadas y ejecutadas en fusilamientos sumarios, sin juicios justos. Estas víctimas, muchas de las cuales permanecen en fosas comunes sin identificar, representan la brutalidad de un régimen que no dudó en utilizar la violencia extrema para mantener su poder.

La censura bajo Franco fue total. Los medios de comunicación, las expresiones artísticas y la educación estuvieron estrictamente controlados por el Estado. Las voces disidentes fueron silenciadas, y la propaganda del régimen se encargó de moldear una realidad ficticia en la que no había espacio para la crítica ni el pensamiento libre.

La falta de libertades fue otra de las características más devastadoras del franquismo. Los derechos civiles y políticos fueron suprimidos, y cualquier forma de oposición era castigada severamente. La libertad de reunión, de expresión y de asociación eran inexistentes, y los ciudadanos vivían bajo una constante vigilancia y temor a ser denunciados. Este ambiente represivo creó una sociedad paralizada por el miedo y la desconfianza, afectando profundamente las relaciones sociales y políticas.

La historia nos enseña que la ultraderecha representa una amenaza constante para la democracia y los valores democráticos.

La izquierda debe estar firmemente comprometida en la lucha contra la ultraderecha, enfrentándola en todos los frentes. Ni un paso atrás, jamás.

Las calles deben ser nuestras, y lo serán. Nos tendrán enfrente siempre, luchando por todas las personas vulnerables y por todos los colectivos. Por nosotras. Por los que ya no están o por las que ya no están. Hay quienes llevamos años combatiéndolos y seguiremos haciéndolo sin descanso. Los colectivos amenazados y señalados por estos ultraderechistas no cederemos ni un ápice de terreno.

Se les combate con discurso y acción, tomando las calles, manifestándonos y plantándoles cara. En esta España cabemos todos, algo que ellos odian porque quieren el país solo para ellos, relegando a los demás. Quieren censura de medios, una España exclusiva para unos cuantos, y promueven la violencia.

En una democracia, es deplorable y patético que su gente grite injurias a un presidente o exhiba símbolos fascistas bajo el pretexto de rezar un rosario. Estas personas están consumidas por el odio; no son buenas personas. Una persona buena no ataca al otro, una persona buena jamás es fascista. Una buena persona no será jamás una persona fascista.

Y que no olviden que nos tendrán enfrente siempre, combatiéndolos en todos los frentes, defendiendo una España diversa y justa, donde todos tengan cabida.

Es crucial denunciar sus injurias y su acoso, así como cualquier acto de violencia. La izquierda debe tomar las calles y manifestarse, no permitiendo que la ultraderecha domine el espacio público. Los medios de comunicación deben ser responsables y no dar voz a los fascistas. En las redes sociales, debemos ser estratégicos, utilizando más el bloqueo para evitar que el lodazal de insultos se propague sin control. Y debemos no pedir perdón o ceder, a la mínima se denuncia, que en los tribunales den la cara que ocultan tras una foto cualquiera en una red. No cedemos.

Nos tendrán enfrente, que no lo olviden. Muchos murieron en su día por tener un país libre; muchos aún yacen en cunetas por querer una país diverso y justo. Su legado es nuestro ejemplo, su lucha es nuestra lucha. Fueron asesinados injustamente en paredones, cárceles y lugares recónditos porque soñaban con un país donde todos tuvieran cabida.

Ellos murieron con el puño en alto, y nosotros somos sus herederos. Que su sacrificio no sea en vano. Que la llama de su valentía y su justicia arda y transforme todo, que cunda su ejemplo y arda todo, el cambio es necesario y la lucha un deber.

Además, no olvidemos, la izquierda política debe enfocarse en ofrecer soluciones reales a los problemas que afectan a la ciudadanía. Es necesario abordar el precio de la vivienda, defender los derechos básicos, y enfrentar las colas del hambre. También debemos centrarnos en el empleo y otros desafíos cruciales para los jóvenes, como el acceso a la educación y la salud mental. Deben pensar en soluciones porque hablar sabemos todos pero solucionar es la clave para avance la izquierda y no gane el populismo o el fascismo.

El desengaño de la política parte también de no pensar en el otro. No queremos más soluciones de discurso, los queremos en nuestro día a día.

Hoy no hemos salido victoriosos, y la situación no es favorable. Sin embargo, la izquierda debe permanecer unida y firme. Debemos estar unidos en las calles y en cada lucha por los derechos humanos, los derechos civiles, la memoria histórica, los derechos de las personas LGTBIQ+, la igualdad de género, y la protección de los migrantes. No podemos dar un paso atrás; siempre debemos enfrentarlos y combatir el fascismo, manteniéndolo lejos de nuestros barrios y comunidades.

Queremos un frente que promueva una democracia plena, donde todos tengamos cabida. El fascismo representa odio, rencor y crueldad, perpetrado por personas que se esconden en el anonimato o dando la cara en forma de políticos que solo buscan el odio y debilitar la democracia. Ellos desearían a los zurdos fuera de su España, a zurdos en cunetas y nosotros tenemos el ejemplo de quien nunca se doblego. Seguimos aquí y seguiremos, sus ataques es el impulso del cambio y la lucha que hacemos, haremos y somos la llama que hará arder todo. Ellos buscan eliminar los derechos de las mujeres, las libertades de las personas LGTBIQ+, la diversidad cultural y la justicia social. Nosotros, en cambio, estamos y estaremos en el lado correcto de la historia. En el lado izquierdo de la historia. Luchando, plantando cara y defendiendo un país libre.

Hoy, más que nunca, la izquierda debe estar unida. Debemos ser una fuerza cohesionada que no retrocede ante la adversidad, sino que avanza. Nuestros ancestros dieron su vida por esto, nosotros no nos asustamos, ellos no lo hicieron, nosotros como ellos: luchamos. Ellos dieron la vida y nosotros estaremos a la altura.

La historia nos juzgará por nuestra lucha y nuestra resistencia, y debemos asegurarnos de estar del lado de la justicia y la igualdad. Solo así podremos construir una sociedad donde todos tengan cabida y donde el fascismo no encuentre espacio para sembrar su odio.

Ellos tendrán su odio, nosotros nuestra unión. Ellos estarán en la calle y nosotros enfrente. Ellos desde una tribuna tiran serpientes y nosotros soluciones.

La izquierda no es solo una ideología es una forma de ser.

La izquierda no es solo una ideología; es una forma de ser y de entender el mundo. Es el compromiso con la justicia, la igualdad y la resistencia. Es el trabajo constante y la lucha incansable por un futuro mejor para todos.

Ser de izquierda significa creer en la justicia, en los derechos humanos, una España donde cabemos todos, el inmigrante o menas no es el enemigo, donde cada individuo tiene acceso a las mismas oportunidades y derechos. Es luchar contra las desigualdades económicas, sociales y culturales, y trabajar para que nadie quede atrás. La izquierda es la voz de los oprimidos, de los que han sido silenciados y marginados.

La resistencia es una característica básica de la izquierda. Es la capacidad de enfrentarse a la injusticia, al autoritarismo y a la opresión. Es mantener la esperanza y la determinación, incluso en los momentos más oscuros. La izquierda ha sido históricamente la fuerza que se levanta contra el fascismo, que defiende los derechos humanos y que lucha por la libertad.

La izquierda es más que una ideología política. Es una forma de vida que encarna la justicia, la igualdad, la resistencia, el trabajo y la lucha por un mundo mejor. Es la promesa de que, juntos, podemos construir una sociedad donde todos tengan un lugar y nadie sea olvidado.

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