En defensa de Antifa

La gente que se manifiesta bajo las pancartas de Antifa está, ante todo, en contra de los fascistas y los supremacistas blancos.

Por Ron Jacobs

Desde que Donald Trump y su servil esbirro [el fiscal general] Bill Barr decidieron catalogar el movimiento Antifa como organización terrorista, está resurgiendo la antipatía hacia este fenómeno por parte de personas de todo el espectro político. La repetición de acusaciones e ideas erróneas ha vuelto a situar esta amorfa manifestación política en el punto de mira. La última vez que casi todo el mundo oyó hablar de Antifa fue cuando alguno de sus miembros impidió que una lumbrera de la alt-right* pronunciara uno de sus últimos discursos en los campus. Tras al éxito conseguido en su propósito de expulsar a los fascistas y sus aliados de las universidades, el movimiento se desvaneció en el éter donde van a parar las noticias viejas. Pero, visto que la policía estadounidense parece incapaz de dejar de asesinar negros desarmados y que Trump ha decidido volver a perseguir a los antifascistas, Antifa ha vuelto. Y su regreso ha venido acompañado de un coro de críticas.

Antifa es, una vez más, blanco del ataque de elementos de la derecha, elementos del centro y elementos de la izquierda. Los de la derecha ven al movimiento como al hombre del saco anarquista y anticapitalista. Los críticos de la izquierda lo consideran nihilista y creen que malinterpretan la definición de fascismo. Los del centro liberal/conservador lo consideran un elemento indefinible e incuantificable del entorno político que prefiere la violencia al debate y el vandalismo a las votaciones. Estas críticas tienen y no tienen razón. Precisamente por no ser un grupo organizado y carecer de otra ideología que no sea la de enfrentarse a quienes considera fascistas o muy comprensivos con el fascismo, el movimiento Antifa está expuesto a estos y otros malentendidos. No tiene portavoz ni comité alguno que le defienda y explique sus razones. Al estar definido de una manera tan laxa, está abierto a múltiples definiciones, muchas de ellas falsas.

Al ser alguien que defiende a los antifa (y que se identifica como antifascista, entre otras cosas), algunas personas me han dicho que el movimiento es un complot del gobierno, un puñado de punkis ricos a quienes encanta romper cosas, un grupo de gente que sustituye su programa político por puñetazos, y la razón por la que Donald Trump ganará la reelección. Por si fuera poco, también me han echado en cara que los antifa persiguen a personas normales al confundir el populismo de derechas con el fascismo y que, aunque Trump sea populista, no es un fascista. A lo que suelo responder que, en los años 30, muchos alemanes, italianos y españoles que apoyaban el populismo en sus respectivas naciones jamás pensaron que su respaldo a Hitler, Mussolini o Franco pudiera provocar la debacle que creó. En otras palabras, sabiendo lo que sabemos, ¿por qué esperar a que los fascistas nos muestren lo que es el verdadero fascismo si podemos detenerles antes de llegar a ese punto?

Los populistas de derechas están mucho más cerca del fascismo que de cualquier otra cosa. La historia nos enseña que muchos simpatizantes del fascismo en la Europa y los Estados Unidos de los años 30 se consideraban de ideología populista. Cuando comprendieron la naturaleza de quienes les dirigían, ya demasiado tarde para dar marcha atrás, aunque lo hubieran deseado. El fascismo es la suprema materialización del capitalismo. No se opone a ninguna manifestación de dicho sistema. El neoliberalismo es un paso más hacia la materialización del fascismo. A pesar de que la relación del trumpismo con el fascismo siga siendo objeto de debate, la realidad es que Estados Unidos es un país considerablemente más autoritario de lo que era hace cuatro años. Lo que no quiere decir que no fuera autoritario antes de la entrada de Trump en la Casa Blanca; claro que lo era. En realidad, el auge de la política que Trump representa no habría sido posible sin el historial previo a su presidencia. En todo caso, el trumpismo es único en la historia del gobierno autoritario de Estados Unidos porque gira alrededor de una sola persona, Donald Trump.

Para aquellos observadores atentos, los trumpistas han actuado siguiendo al pie de la letra los manuales fascistas clásicos. Algunos ejemplos lo demuestran:

1- Gleichshaltung: Reemplazo de los burócratas y otros funcionarios por trumpistas (o dejando vacante las plazas para que los trumpistas puedan promover políticas que favorezcan a los capitalistas).

2- Persecución a los sindicatos y a los trabajadores en general.

3- Considerar a los inmigrantes como los otros y criminalizando su existencia.

4- Creación de divisiones políticas, étnicas, raciales… ya sabéis de qué hablo…

¿Ha cometido errores el movimiento Antifa? Claro que sí. Al fin y al cabo es mediante la praxis, y no pontificando como se aprende qué funciona mejor. Prácticamente en todos los empeños humanos se aprende mucho de los errores. Qué caray, si hablamos de los movimientos de izquierdas, el que apoyaba la campaña de Sanders cometió unos cuantos. Y probablemente tuvieron consecuencias mucho mayores que los cometidos por los antifa. Pero en todo caso, al igual que la campaña de Sanders, el movimiento antifascista también tuvo su porción de éxitos. Tal vez el mayor de todos sea que las invitaciones a conferenciantes fascistas y de la alt-right a dar charlas en los campus universitarios han disminuido enormemente (incluso antes del cierre por la pandemia) a partir de la campaña de Antifa por su cancelación.

Libro de historieta sobre el movimiento Antifa (Antifacista) -autores: Gord Hill y Mark Bray.

La gente que se manifiesta bajo las pancartas de Antifa está, ante todo, en contra de los fascistas y los supremacistas blancos. Esto incluye a personas como Charles Murray y David Duke** o los manifestantes con antorchas de Charlottesville. Incluye a los Proud Boys y a los neonazis, a Donald Trump y a sus policías racistas. La triste realidad (para algunos) es que en ocasiones es necesario combatir a los fascistas si quieres combatir el fascismo. Las vigilias y las protestas pacíficas, no les obligan a retirarse. En el actual clima político, con simpatizantes del fascismo (cuando no fascistas descarados) repartidos a lo largo y ancho del gobierno nacional, de diversos gobiernos estatales y de la gran mayoría de los cuerpos policiales,  rechazar al movimiento Antifa y considerarlo criminal contribuye a que los elementos más reaccionarios del Estado consoliden su control. Es posible que a usted no le gusten sus tácticas, pero estos tipos son nuestros aliados. La idea de que puedan tener infiltrados es razonable, pero ¿quién hace más daño? ¿Un puñado de izquierdistas y anarquistas infiltrados o un puñado de liberales soltando el mismo rollo que el presidente, el Departamento de Justicia y otros políticos derechistas que pretenden reforzar el estado policial?

Notas del traductor:

1- La alt-right (derecha alternativa) es un grupo heterogéneo de ideologías de derecha y extrema derecha para quienes los conservadores son demasiado progresistas. Defienden la supremacía blanca.

2- Charles Murray es un escritor estadounidense considerado muy conservador, racista y eugenista por sus críticos. David Duke es un político estadounidense de extrema derecha, partidario de la supremacía blanca, 5º Gran Mago del Ku-Klux-Klan, negacionista del Holocausto, etc. Los Proud Boys (Chicos orgullosos) es una organización neofascista que promueve la violencia política, presente en EE.UU., Canadá, Australia y UK.

Fuente: https://www.counterpunch.org/2020/06/02/in-defense-of-antifa/

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

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