En cualquier selva del mundo, en cualquier calle

"Los cambios brutales que se avecinan no pueden llevar la marca de la violencia porque la violencia será autodestrucción irreversible, deben llevar la huella del inconformismo radical"

Francisco Javier López Martín

Le ha preguntado a mi sombra

a ver cómo ando, para reírme

mientras el llanto, con voz de templo

rompe en la sala regando el tiempo.

Silvio compuso la canción, La era está pariendo un corazón, pensando en el Ché (había muerto ejecutado en Bolivia, en la escuelita de La Higuera en 1967) y la grabó en 1968, acompañado por su guitarra, por el órgano de Leo Brower y la batería de Enrique Plá.

No está de moda pensar en aquellos jóvenes que recorrieron su mundo compartiendo los días y las noches con un pueblo que vivía con las venas abiertas, mientras los ricos patriotas crecían, los poderosos patriotas apoyaban golpes militares y las grandes corporaciones estadounidenses  (por definición sin patria, sin fronteras, por encima del bien y del mal) acaparaban y destruían sus recursos naturales, al tiempo que reclamaban el apoyo de la CIA para aplastar cualquier foco de resistencia, armada o pacífica, daba igual, a golpe de juntas militares, secuestros, desaparecidos, torturas, asesinatos, fosas por toda América Latina.

Mi sombra dice que reírse

es ver los llantos como mi llanto

y me he callado, desesperado

y escucho entonces

la tierra llora.

-Curiosamente también fue la primera canción de la llamada nueva trova que trascendió las fronteras de Cuba (cuenta el propio Silvio Rodríguez en una intervención en la Universidad de Córdoba, la Córdoba de Argentina, se entiende),

-Fusil contra fusil, la segunda canción que escribí por Ernesto Guevara, la compuse sólo unos minutos después que la primera. Y es que en La Era me faltaban el nombre y el apellido de quien me había mostrado aquella forma de entender la solidaridad.

Tal vez la versión más escuchada de La Era está pariendo un corazón sea la del año 1978 del propio Silvio, en el álbum Al final de este viaje, acompañado sólo por su guitarra, aunque he escuchado versiones magníficas de Ibrahim Ferrer junto a Omara Portuondo, la de Soledad Bravo, o los Búnkers.

Le era está pariendo un corazón

no puede más, se muere de dolor 

y hay que acudir corriendo 

pues se cae el porvenir.

En cualquier selva del mundo,

en cualquier calle.

Hoy, al cabo de más de cinco décadas, no es menos el dolor que está provocando nuestro tiempo. El planeta entero, con sus habitantes dentro, se está muriendo de dolor y, lo más triste, es que parecemos haber dado por perdida la guerra, incluso en la izquierda nos conformamos con ganar algunas batallas. El porvenir se cae en pedazos, mientras alguien desde la lejanía nos llama a correr a las selvas y los bosques que desaparecen, se inundan, o se desertizan, allí donde los indígenas son aniquilados, o condenados al exilio, la migración hacia la pobreza en la periferia de las grandes urbes, la aniquilación de su cultura basada en el respeto a la naturaleza y la preservación del medio ambiente. 

Correr a las calles donde las colas de la pobreza en busca de alimentos son cada vez más largas, donde las personas sin empleo vagan rumiando su desesperación, donde los sin techo siguen viviendo su abandono cotidiano y los jóvenes sin futuro ocupan los bancos de los parques para entretener el miedo, la desesperación acumulada, los viejos meditan en silencio y soledad su abandono y los niños ríen y juegan pese a todo, porque los niños siempre ríen y juegan, pese a todo.  

Debo dejar la casa y el sillón

la madre vive hasta que muere el sol

y hay que quemar el cielo 

si es preciso, por vivir.

Quisieron hacernos creer que la realidad virtual podía sustituir a la dura realidad, que las cosas son como son y no tienen remedio, hay que aceptarlas, es lo que hay, el lo que toca (alguien termina por decidir: es lo que yo quería) pero no, sólo es el fruto de un tremendo espejismo, un hechizo de torpes alquimistas, un engaño premeditado, una ofuscación que no podía durar por más tiempo. Es tiempo de dejar eso que han llamado la zona de confort y enfrentarnos (más bien encontrarnos) con la vida, con las personas.

-Desmiento a los que quieren estigmatizar al revolucionario como hombre violento. La violencia a ultranza no hubiera congregado tanto mundo dispar, como hace el Ché; esto sólo es posible bajo la divisa del amor (de nuevo Silvio en la Córdoba argentina).

Por cualquier hombre del mundo,

por cualquier casa.

Los cambios brutales que se avecinan no pueden llevar la marca de la violencia porque la violencia será autodestrucción irreversible, deben llevar la huella del inconformismo radical, del eclecticismo de las culturas mestizas, del combate contra los intereses mezquinos, del jugarse el pellejo por la vida de todos, por cualquier vida del mundo, por cualquier casa. 

Los valores de nuestros jóvenes de hace 50 años, los que fueron aplastados por las dictaduras y el neoliberalismo conservador y triunfante que nos ha llevado al desastre al que nos vemos abocados, deben ser los mismos valores que impregnen a nuestra juventud y a nuestra izquierda para abrazarse a la vida y salir a defenderla, la de cada ser vivo. 

Por cada persona, por cada pueblo, por cada casa. 

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