Elige posmodernismo

Por Daniel Seixo


«El problema de la gente como él es que piensa que puede mandar a paseo a la gente como yo. Como si yo no fuera nadie. Todos esos seres amenazados que claman por algo de atención y de reconocimiento: no comprenden el tipo de mundo en el que vivimos ahora.«

Escoria, Irvine Welsh

«El objetivo ya no es para el «cambio» o para el «progreso» o para la «revolución», sino simplemente para escapar, para vivir en el perímetro más alejado de un mundo que podría haber sido.«

Hunter S. Thompson

«La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas.«

Karl Marx

Nunca antes el posmodernismo había estado tan en boca de todos. Las fábricas se han vaciado, ya casi nadie se digna a tomar la última ronda antes de irse para casa con los sus decadentes compañeros del trabajo y  las tabernas de siempre se han convertido en limpias y exclusivas cafeterías en las que un café puede costar lo mismo que una suave borrachera con las añoradas pesetas, mientras a ninguno de sus camareros parece importarle un pimiento tus problemas con el jefe o que la chica que te gusta ahora solo crea en las relaciones abiertas. Nos consumimos contemplando series de Netflix que nos alertan sobre las consecuencias de la deshumanización, tragándonos insulsos y delirantes debates políticos los sábados por la noche o incluso leyendo viejas distopías que hace tiempo habríamos comprobado se han tornado en realidad con solo asomar nuestro cansado culo por la puerta.

Somos una generación sin grandes guerras, ni proyectos revolucionarios, ya no sangran las playas para combatir las locuras del totalitarismo fascista, ni se escuchan ecos de revuelta en las grandes avenidas de las capitales europeas. Vivimos en el supuesto fin de la historia y algo en nuestro interior nos dice que no pertenecemos a los vencedores de la misma.

El gran muro ideológico se derrumbó con el silencio del consumismo más feroz y eso nos hizo anhelar un futuro sencillo y digno, pero las cosas no fueron tal y como imaginábamos. Libre de la otra cara del espejo, desatado ante la derrota del eterno «enemigo», el capitalismo Occidental pudo desatar sin límites aparentes la locura de la explotación material e ideológica contra la que desde el inicio era su verdadera en este delirante juego: la clase trabajadora.

Durante décadas toda una retahíla de mensajes audiovisuales y pseudointelectuales de todo tipo nos han hecho creer que la clase social era historia, un componente anacrónico de un sistema social extinto, vencido y desarmado por la gloria del liberalismo occidental ¿No había acaso logrado el nuevo imperio multiplicar y desarrollar nuestro consumo? ¿No era cierto que hoy un obrero podía elegir entre una amplía gama de productor perecederos e innecesarios de todo tipo?

La sociedad del todo a cien llegó para quedarse y con ella crecimos muchos de los que hoy vemos crecer a una nueva generación «posmo», toda una generación de individuos incapaz de comprometerse con nada, incapaz de arriesgarse por nada. El colectivo ha dado paso a una sucesión de modas individuales que han convertido al ciudadano en un mero pelele del capitalismo.

Relaciones sociales, ideológicas o laborales se basan hoy en una ficticia movilidad puntualmente aderezada con una falsa sensación de fugaz libertad capaz de vendernos la precariedad imperante como una nueva forma de modernidad. No estamos inventando nada, simplemente ponemos nuevos nombres a viejas desgracias sociales.

Niños desheredados de la clase obrera recogiendo alimentos de la basura, consumiendo drogas baratas, haciendo botellón en las aceras o compartiendo pisos patera con decenas de compañeros. Nesting, sinkies, coliving…, toda una sucesión de términos para engatusar y alienar a una generación de jóvenes que ha llegado a ver en su precariedad una mera tendencia, algo cool.  Obtusas cabezas absorbidas por el sistema, incapaces de ver violencia en sus condiciones materiales pero que sin embargo no dudan ni un instante en condenar cualquier amago de revolución social callejera.

Que hoy toda una generación se muestre incapaz de desarrollar un proyecto de vida sólido no es nada que se deba celebrar, sino que supone una clara muestra de un sistema que ha llevado nuestra alienación personal y colectiva a un nuevo estadio con consecuencias difícilmente imaginables.

Relaciones rápidas, trabajos precarios e individuos guiados por modas y tendencias. La desideologización y la falsa bandera de la libertad individual como forma de combatir al sistema. Hoy el individuo se muestra claramente incapaz de romper con el capitalismo incluso cuando logra identificar a este como depredador y negativo para su existencia. Ya no existe espacio en la crítica «posmo» para la alternativa, para el rupturismo dibujado en proyectos sociales que requieran compromiso y sacrificio para cambiar las cosas más allá de una firma en una plataforma electrónica o las movilizaciones puntuales por algún tema concreto que de vez en cuando intenta rentabilizar la «nueva izquierda».

La falsa rebeldía de nuestro tiempo supone simplemente una tendencia más para el «posmo» y un negocio que explotar para el sistema capitalista. Hemos entrado de lleno en el último estadio del capitalismo, ese en el que el sistema se camufla como crítica al mismo, rebeldía y sumisión son prácticamente indiscernibles para toda una generación poco acostumbrada al anticapitalismo o a sistemas sociales realmente alternativos. Individuos lobotomizados incapaces de preocuparse por algo más que su culo, totalmente incapaces ya de cimentar la resistencia desde el colectivo.

Resulta necesario reflexionar como clase social acerca de las necesidades sociales básicas que permitan desarrollar un proyecto vital al conjunto de trabajadores, necesitamos recuperar urgentemente el sentido de lo público y exigir una mayor incidencia del fruto de nuestro trabajo en nuestras condiciones materiales. Nadie pretende eliminar las luchas propias de mujeres, colectivos LGTBI o antiraciastas -por poner algunos ejemplos- nadie pretende imponer la clase social como única variante en la lucha social.

Pero sinceramente, si tras todo lo que pasa ahí fuera, piensas que tu género, orientación sexual o raza va a condicionar más profundamente tu desarrollo vital que tu clase social, es que no has entendido nada.


«Lo que antes era un proyecto para “toda la vida” hoy se ha convertido en un atributo del momento. Una vez diseñado, el futuro ya no es “para siempre”, sino que necesita ser montado y desmontado continuamente. Cada una de estas dos operaciones, aparentemente contradictorias, tiene una importancia equiparable y tiende a ser absorbente por igual.«

Zygmunt Bauman

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