Hace unos días “hablé fuertemente” en Twitter con un chico que defendía a Nicolás Maduro. Y me sentí diferente. Hace un año todavía tenía la fe que esa Revolución Bolivariana tenia vida. Ahora mismo, ya no.
Y no por el hecho que dicen las cadenas de tele, ni los diarios ni el Ibex de Ciudadanos. No por campañas mediáticas, sino por propias experiencias familiares y por el no cumplimiento de los derechos humanos. De hecho odio que Albert Rivera vaya en campaña y después no haga NADA para ayudar a los venezolanos. Bueno algo sí que hace, aprovecharse del país para su marketing, al igual que los medios. Y al final todos se critican y hacen lo mismo. Tanto Maduro como los medios y los políticos opositores de todo el mundo se aprovechan de los venezolanos de una forma u otra.
Me amarga que en los países capitalistas haya una desigualdad tremenda.
Me amarga que en Estados Unidos la gente muere en la calle por no poder pagar un hospital.
Me amarga que las dictaduras o democracias flojas de África dejen morir de hambre a la gente.
Me amarga que en Siria los derechos humanos no existan.
Me amarga que en Rusia todo sea tan “raro”.
Y como eso me amarga, también me enoja que en Venezuela la gente no tenga comida, que se mueran de hambre y que al final, muchos piensen que la alternativa es el capitalismo-consumista.
Creo, desde la lejanía que allí hay dos falsos bloques. Uno que se disfraza de socialista y otro de demócrata-progresista. Y ni uno ni el otro son lo que se describen. El primero ha hundido el país con un personalismo casi absolutista con una corrupción espectacular y haciendo deshonra al pueblo mientras mentía a las venezolanas y a las socialistas… ¿El segundo? Capitalismo salvaje conservador. Políticos a lo Menem de Argentina. Versión 2.0. Unos que quieren también su riqueza a cambio de empobrecer a la clase trabajadora y repitiendo la corrupción que ya hacían antes de la era Chavista.
El problema es que muchos siguen en eso de que Maduro es socialismo y no se puede criticar. O eso de que la gente quiere el régimen. Eso es falso. Las personas queremos tener pan. Y en Venezuela no hay. En el país hay una pobreza insostenible. Los jóvenes que pueden se van. Los no tan jóvenes igual. No hay forma de tener una vida digna. Cuando nosotros hablamos de cambio izquierdista es para hacer un mundo mas justo, igualitario y respetuoso derechos humanos. Cuando hablamos de evolución lo hacemos para decir basta a una casta dominante que nos explota a su favor. Cuando defendemos las ideas de Karl Marx, decimos eso que los obreros tenemos que luchar porque tenemos tan poco que lo único que podemos perder son las cadenas en las cuales estamos atados al sistema. Ahí en Venezuela, los ciudadanos solo tienen cadenas. Es desigual. Es injusto. Yo defendí el Chavismo. Claro. Pero llega un momento que por mucho que vayan de rojo y se llamen revolucionarios, se convierten en contrarrevolucionarios.
Me da bastante igual que se hagan llamar. Pero lo que esta claro es que ¿nosotros no tenemos que luchar contra la desigualdad, contra los esclavistas y contra los que empobrecen al pueblo?
Es lo que digo antes. Lucharemos contra los que matan a Siria, contra el capitalismo que explota, contra Donald Trump que mata, contra Pujol, Rajoy y Cifuentes que mienten y nos roban todos, contra Rivera y su farsa, contra los que hacen desparecer los derechos Humanos en Siria y contra esos que dicen ser socialistas y en realidad no lo son, como por ejemplo, Nicolás Maduro.
Acabo con una entrevista que hice hace un par de años en mi blog personal a Miguel Ángel Hernández (@UcvMiguelangel) dirigente del Partido Socialismo y Libertad, organización izquierdista antichavista.
Pregunté que opinaba del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), el Partido de Hugo Chávez:
“El Psuv es un partido de falso socialismo, fundado por Hugo Chávez, quien era oficial de las Fuerzas Armadas del país. Ese partido y su dirección no tienen nada que ver con la izquierda venezolana ni con las luchas del pueblo trabajador.”
Con este texto quiero decir que la autocrítica siempre es buena. También, tener en la cabeza que porque alguien diga muchas veces que es una cosa, puede que no lo sea, y mientras nosotros lo creemos, puede que nos engañe. Lo sé, es demasiado difícil ser de izquierdas.
No se puede ser más naive y superficial.