El x2 de los audios de WhatsApp: el tiempo como opresor de clase

Por Carmen Romero

 

Hace unas semanas perdí mi reloj. Llevaba más de cuatro años sin pasar más de un día sin él puesto en mi muñeca izquierda. Encima era de esos relojes dictadores del fitness que te cuentan los pasos que das en 24 horas. Al día siguiente de perderlo iba como pollo sin cabeza sin saber qué hora era cada diez minutos. Porque sí, los que no paramos de vivir para otros, desde que nos despertamos hasta que nos acostamos miramos el reloj cada diez minutos. Encima coincidió con esa nueva actualización de WhatsApp de reproducir los mensajes de voz al x2. Entonces me dije a mi misma: “Carmen, mientras más rápido vives, más plusvalía te extraen”. O dicho de buenas maneras por Karl Marx: “El motivo propulsor y la finalidad determinante del proceso de producción capitalista son, ante todo, obtener la mayor valorización posible del capital, es decir, hacer que rinda la mayor plusvalía posible y que, por tanto, el capitalista pueda explotar con la mayor intensidad la fuerza de trabajo”. Así que sí, el que puedas reproducir los audios de WhatsApp al x2 no es por tu mayor comodidad y confort, sino por un mayor beneficio económico. Para que vivas más rápido, produzcas más rápido y otros se hagan ricos también más rápido.

Otro ejemplo de esa inmediatez son los Instagram Stories, publicaciones bastante breves que se eliminan a las 24 horas. Breves porque su duración en pantalla es siempre limitada, podemos pasarlas a nuestro antojo y tienen una duración de entre cinco y quince segundos. Al principio todo eran críticas para Instagram. Ahora las publicaciones en post permanentes cada vez son menores y los usuarios de esta red social prefieren publicar en esas historias breves. Nos fascina lo breve. No porque como dice el dicho «lo breve si bueno dos veces bueno», sino porque dependiendo de cómo manejemos los tiempos es un reflejo de cómo el neoliberalismo, cada vez más parecido a una trituradora que a otra cosa, maneja esos tiempos.

Cuando nos confinaron el pasado año me pasó algo que nunca pensé que me pasaría. Le di valor a los atardeceres, a las formas de las nubes y a las horas de sol. Tenía tiempo de asomarme por la ventana, quedarme ahí leyendo y decir: “joder, que cielo más bonito”. El cielo, que siempre está ahí y es el mismo. Me sentí imbécil, pero también se me pasó por la cabeza cómo se deberían sentir nuestros ancestros cuando aún eran nómadas y algo tan simple como el cielo, ese que siempre está ahí, les fascinaba tanto como para inventar historias y leyendas sobre dioses y seres que podrían llegar desde tierras remotas hasta las suyas. Puede que esa fascinación por la observación del celeste fuera más por la incertidumbre y el miedo a lo desconocido que por tener tiempo, pero lo que está claro es que sin tiempo no queda momento ni si quiera para cuestionarse lo desconocido.

En el confinamiento también nos pasó a muchas eso de no saber qué hacer con tanto tiempo libre. Por una vez en mucho tiempo presenciamos en nuestras propias carnes eso de lo que disfrutan los ricos mínimo unas horas cada día: el ocio. Aunque fuera entre cuatro paredes en un piso de esos que son un robo de Idealista. Tanto rizar el rizo para que todo se resuma en que el ocio es un privilegio de clase, porque sin tiempo libre no hay ocio y la clase trabajadora en las sociedades capitalistas vamos mal de todo lo que lleve el apellido ‘libre’. En las primeras luchas de los obreros de la industria textil en las ciudades flamencas del siglo XIV, los empresarios del textil retrasaban la hora de los relojes con el fin de alargar las jornadas laborales. El tiempo burgués. Toda economía es economía de tiempo.

¿Alguna vez os habéis preguntado de donde viene la tradición de comer palomitas en el cine? El cine y el popcorn fueron de los pocos entretenimientos a los que podían acceder en su tiempo libre las personas más pobres durante la Gran Depresión tras el Crack del 29. El cine se convirtió en el ocio más económico y las palomitas en el lujo más asequible. Sobre todo cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, ya que el azúcar pasó a convertirse en un bien de lujo debido a su escasez. Es paradójico que hoy día ir al cine sea en la mayoría de ocasiones un privilegio de clase. Lo que sigue siendo igual que entonces es ese papel del cine y el ocio en general como formador ideológico. Para una familia de clase trabajadora es mucho más asequible suscribirse a Netlfix y consumir ese contenido a cualquier hora y en cualquier lugar a ir cada fin de semana a una sala de cine y pagar cuatro o cinco entradas. Y que la cartelera sea limitada. Esta nueva forma de ocio también es una forma de hegemonía cultural. Volvemos a la tesis principal del artículo: lo inmediato. Una trabajadora que vuelve a casa en el cercanías puede ver un capitulo de su serie favorita en Netflix, Prime Video o HBO en su teléfono móvil durante el camino. Además de tener en cuenta que las series y películas de estas plataformas están marcadas por un claro corte ideológico: el neoliberalismo. Ya no es solo lo que consumimos, sino cómo lo consumimos. Ya no es solo ver una película donde el soldado Ryan salva al mundo entero rodeado de cintura a hombros con la bandera de los EEUU como potencia hegemónica, sino que esa película la puedas ver en el cercanías tras ocho o hasta diez horas de jornada laboral y te lo vendan como una nueva forma de ocio, cuando la realidad es que no tenemos tiempo. No tenemos tiempo ni para escuchar un te quiero en un mensaje de WhatsApp a velocidad normal. Escuchamos un te quiero al x2, porque hasta querer, en esta era de lo inmediato, es efímero.

5 Comments

  1. Mira que esta chica tiene artículos interesantes, pero este es una estupidez tamaño familiar.
    Para las tonterías de 5 minutos mi cuñao o los mensajitos bienvenidos de ese amigo que, no obstante, habla con parsimonia y circunloquios desesperantes, no necesito velocidad normal, de hecho, ¡ojalá pudiese ponerles a 1,5 o 2x en persona!. No, tengo más cosas que hacer en mi vida: leer, tocar mi violín, jugar con mi chaval, fo***r con mi «parienta»… Si me quito de encima media hora diaria de audios y vídeos (agárrate, no te vaya a dar un parraque: ¡en Telegram además se pueden acelerar los vídeos!), bienvenida sea.

    Querida Carmen, algunos no tenemos tanto tiempo libre como parece ser que tienes tú para pasárnoslo en «el Guasas», Telegram, Instagram… Como dicen los gringos: «Get a life!». Verás que hay muchas más cosas que hacer con tu tiempo.

  2. «Escuchamos un te quiero al x2, porque hasta querer, en esta era de lo inmediato, es efímero.»

    ¿Quién te hizo tanto daño como para que pienses que por escuchar notas de voz al doble de velocidad es porque no tienes suficiente amor por quien te lo envía? Coherencia por favor

  3. Es el artículo más estúpido que he leído en toda mi vida. Como consejo, retírate del «periodismo» y comienza a hacer Stand Up Comedy, quizá ahí te tomen más en serio.

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