El trato tendencioso hacia el sufrimiento humano es inhumano: todas las víctimas son víctimas

PP y VOX Consideran que hay unos españoles que son víctimas del terrorismo, mientras que hay otras personas de España que merecían sus torturas y sus asesinatos por ser rojas, por ser comunistas o por no aceptar de buen grado el régimen fascista de Franco

Por Isabel Ginés y Carlos Gonga

Hace no demasiados días, Mertxe Aizpurua, quien fue periodista del periódico Egin y es portavoz del Grupo EH Bildu, trasladó en el Congreso de los Diputados su dolor y su pesar a las víctimas de ETA. Con su breve intervención dio lugar a un paso trascendental hacia la concordia, hacia el perdón y el reconocimiento.

Nadie hasta ese momento había pedido desde una tribuna, fuese de EH Bildu o de otro partido vasco, este reconocimiento a la memoria y el respeto a las víctimas de ETA. No quedó ahí la reivindicación: Cuca Gamarra, portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados, pidió, además, un minuto de silencio por Miguel Ángel Blanco.

Al minuto de silencio en memoria de este concejal por el PP asesinado por ETA en 1997 se sumaron todos los partidos, destacando a EH Bildu y PNV. Se unieron a estos sesenta segundos de condolencia porque la moralidad dicta que hay que honrar a las víctimas que sufrieron la barbarie de ETA y respetar su memoria.

Multitud de personas ha valorado este caso como positivo, especialmente Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio Ordóñez, concejal del PP asesinado por ETA. Todas y todos quienes convivimos en España deberíamos valorar este paso tan importante. Es un avance hacia la concordia, hacia la convivencia, hacia la paz. Los errores no se pueden enmendar porque las personas fueron asesinadas pero sí es posible dignificar a las víctimas, mostrarles apoyo políticamente.

Pero ¿qué pasaría si se pide un minuto de silencio por todas esas víctimas de la represión franquista y en la Transición? ¿Qué pasaría si el PSOE o el PNV pidieran un minuto de silencio por todas las personas asesinadas en la represión franquista y durante la Transición? Seguramente el PP y Vox se levantaría del hemiciclo y saldrían del Congreso de los Diputados. Tal vez no serían tan políticamente respetuosos, dentro de la falta de respeto que supondría hacerlo: quizá abuchearían o protagonizarían alguna de los berrinches infantiloides que suelen tener cuando las víctimas no son las del grupo terrorista nacionalista vasco.

El motivo es tan simple como que el PP y Vox consideran que hay víctimas de primera categoría y víctimas de segunda. Consideran que hay unos españoles que son víctimas del terrorismo, mientras que hay otras personas de España que merecían sus torturas y sus asesinatos por ser rojas, por ser comunistas o por no aceptar de buen grado el régimen fascista de Franco. PP y Vox no harían el minuto de silencio porque para ellas y ellos hay víctimas de primera, que merecen toda su atención, y víctimas de segunda, que no solo merecen su menosprecio sino también su desprecio.

No olvidemos que los medios se refieren muchas veces a Manuel Fraga como “Fraga, el del PP”. Fraga fue ministro de Franco. Fraga fue ministro de un régimen que firmaba la sentencia de muerte de personas por su ideología, era franquista y cofundó el PP. Asimismo, muchos políticos del PP eran franquistas, por lo que para ellos las de la represión franquista no eran víctimas sino desechos humanos, vidas de las que se prescindía o a las que se reprimía por no tener utilidad en un régimen de ideales contrarios.

PP y Vox no consideran a las personas que sufrieron o perdieron la vida a manos de franquistas y extrema derecha como víctimas. Un partido que pretende gobernar un país en democracia en un futuro no puede utilizar a las víctimas que le interesan políticamente y marginar a las demás. En España hay que reparar a todas las víctimas indiscriminadamente, hay que dignificar a todas las víctimas y hay que apoyar y ayudar a todas las personas que han sufrido en sus familias la barbarie de ETA, la barbarie de la represión franquista y la barbarie de la Transición, en las que han perdido a seres queridos. Los valores de respeto de la dignidad humana, la libertad, la igualdad, la no discriminación y el respeto de los derechos humanos deben estar presentes en la democracia española de forma práctica y no solo escrita en tratados internacionales.

La violencia lo es en cualquier lugar. Una persona asesinada por una organización terrorista tiene el mismo valor que otra asesinada por su ideología. No se puede poner graduación a ser víctima, determinar quién es víctima de primera y quién de segunda: eso es un despropósito político y una indecencia humana. No basta con ser humanos, también hay que demostrarlo; y más cuando alguien se dedica a la política.

Alberto Núñez Feijóo, actual presidente del PP, afirmó en julio que cuando esté en el poder derogará la Ley de Memoria Democrática. La inmensa mayoría de víctimas de la represión franquista —hubo personas que sufrieron la represión y personas a quienes la represión arrebató la vida, cuyas familias también son víctimas por derecho— están en contra de esta derogación porque a ellas nunca se les ha tenido en cuenta. Hasta hace relativamente poco tiempo nunca han sido reparadas, nunca han importado. Siempre han sido un cero a la izquierda. Pero hasta Consuelo Ordóñez, hermana de Gregorio Ordóñez, concejal del PP asesinado por ETA, ha cargado contra Feijóo y contra el PP diciendo que es inmoral lo que pretenden hacer. Literalmente dice “Las víctimas del franquismo están peor que nosotros” porque sabe que la nueva Ley de la Memoria Democrática va a llevar a la población española a la concordia, a la convivencia, a la reparación y a la dignidad.

Se trata de una ley muy importante, pues es muy, muy necesaria para quienes son capaces de valorar la necesidad de los derechos humanos. No lo es para el PP porque les resulta más cómodo considerar a unas víctimas de primera, otorgándoles todos sus derechos como tales, y considerar a otras víctimas de menor valor, negándoles sus derechos fundamentales, instando a su vez a sus votantes a actuar de la misma manera ilícita.

Vayamos a ese imaginario momento del que hablábamos en el que se pidiera un minuto de silencio para las personas víctimas de la represión franquista y de la Transición: veríais la que se liaba en ese Congreso.

El silencio es doloroso. Cuando una persona es abocada al silencio ella misma es consciente de que aquello que pueda decir le puede conllevar una serie de consecuencias de gravedad. Muchas mujeres han llorado a su marido, a su hijo o a su hermana en silencio. Cuando les preguntaban por ellos o por ellas han mostrado un doloroso silencio porque no podían decir “Han matado a mi hijo por ser maquis”, “Han matado a mi hija por ser comunista” ni “Están torturando a mi marido porque no encuentran a mi hijo”. Tenían que callarse.

Lo que quiere ahora la extrema derecha y la derecha más reaccionaria, la que es partidaria de mantener los valores políticos y sociales tradicionales y se opone a reformas que representan un cambio para la sociedad española, es que esta gente siga acallada. En España no “hubo una guerra civil”, hubo un golpe de Estado por parte del genocida Francisco Franco que provocó una guerra y décadas de represión, de asesinatos, de torturas y de vejaciones. Se vejaron los derechos humanos en España durante 40 años. Aquí hay miles de personas que llevan décadas buscando a familiares desaparecidos, con el doloroso silencio de tener que callar para que no se lleven a tu hijo o a tu hija por delante, para que no te violen o para no morirte de hambre. Décadas de no mencionar al ser amado y asesinado, de hacer como que no existe porque lo contrario traía consecuencias. Un silencio desgarrador que se clava en el alma es el de no poder hablar del ser amado porque el siguiente en ser represaliado puedes ser tú.

Quieren que sigan acalladas, que sigan viviendo su vida reprimidas y sin pedir un reconocimiento social y moral; que sigan sin ser dignificadas las víctimas, sin ser reparadas sus familias. Quieren que las de la represión franquista y las de la Transición sigan siendo víctimas de segunda. Eso es lo que busca un partido político que tiene en los pilares que lo sustentan a gente que proviene del franquismo; un partido que no quiere que EH Bildu, PNV y todos los demás partidos permitan que caminemos hacia la convivencia, hacia la paz. El PP, ese partido que cuando las generaciones futuras recuerden la barbarie de los asesinos y de las asesinas de ETA durante 42 años, que jamás debieron atentar, se niega a que recuerden que tampoco debió ocurrir el golpe de Estado o el asesinato de decenas de miles de personas en la represión franquista. En este aspecto es un claro ejemplo de retroceso social que no representa a una sociedad democrática.

Las futuras generaciones deben recordar que el pasado pasó, valga la redundancia, y deben entender cómo pasó, qué hechos dieron lugar a cada situación. Y deben hacerlo por su bien común, para comprender su sociedad y construir su futuro con mayor fundamento. Deben recordar la barbarie de la represión franquista, la de la Transición y la de ETA, así como las acciones del GAL, el terrorismo de Estado, que se intentan hacer olvidar. Todas las personas que murieron o fueron heridas por la crueldad inhumana son víctimas, nos guste o no, y deben ser recordadas con humanidad, con respeto y con dignidad.

Vemos habitualmente a partidos políticos con “es que solo recuerdan el pasado”, “es que solo se fijan en el pasado”: si matan a tu padre o a tu madre y le tiran a una fosa —que solo tienes localizada en el mejor de los casos—, y tienes un mínimo de decencia y de dignidad, quieres darle la sepultura que tú consideras que debe tener o que la persona te dijo que le gustaría tener, no dejarle enterrado o enterrada como y donde lo hizo su verdugo. Eso, en primera instancia. A ello le sigue qué quieres saber quién fue, quién le mandó detener, quién se inventó un acusación falsa, quién le juzgó y le condenó, quién le mató: quién no te permitió seguir disfrutando de la presencia de esa persona en tu vida, quién decidió acabar con la suya. Quieres señalar esa fosa y decir “Aquí están mi familiar. Sáquenle, que le quiero enterrar donde yo considero, no donde el verdugo le asesinó simplemente por su ideología, por no ser fascista, por buscar una España libre”. No es necesario que se comparta esa postura pero de entenderla, de empatizar con las víctimas, nace la concordia. De ser intransigente con ella y de negarla, de negar sus derechos fundamentales a determinadas personas, nacen las patrañas con las que el franquismo alimentaba a la población y que siguen dando de comer a los adeptos de la ultraderecha y de la derecha reaccionaria.

Tanta obstinación con que recordamos el pasado: ETA entregó las armas, ETA se disolvió. Pero siguen mencionando a ETA. Siempre tienen a ETA en la boca. La tienen más incluso que los propios familiares que perdieron por estos asesinos y estas asesinas a un familiar. Están obsesionados con ETA, la nombran casi todos los días. Que si ETA tal, que si ETA cual. ETA, ETA, ETA. ETA se disolvió. Quien menciona la represión franquista según el PP o la extrema derecha “está recordando el pasado”, “son incapaces de mirar hacia el futuro”. Pero cuando el PP o la ultraderecha mencionan a ETA, que entregó las armas en 2011, según ellas o ellos no es recordar el pasado. Porque, claro, “hace solo 11 años que abandonó la lucha armada”: excusas baratas que denotan su doble vertiente de la solidaridad, su sentido hipócrita de la condolencia y eso en política sale caro; porque el objetivo de la política somos las personas y ese trato tendencioso hacia el sufrimiento humano es inhumano.

Debemos hacer un ejercicio de memoria, de conciencia, para ver realmente lo que pasa en la actualidad. En España ha habido muchos conflictos que han acabado con las vidas de muchos y muchas inocentes, conflictos que se deben recordar y víctimas que se deben dignificar. Tengamos eso presente si queremos que nuestra convivencia sea armoniosa, en paz y con entendimiento. Tengamos también presente que no hay víctimas de primera y víctimas de segunda, que una ideología o una procedencia no hace a una víctima menos víctima, como tampoco lo hace la ideología de una determinada colectividad que decide, a posteriori, utilizar a determinadas víctimas como pretexto para conseguir fines políticos.

Todas las víctimas son víctimas por igual y sus familiares albergan el dolor asociado a su sufrimiento o a su pérdida. Muchos familiares también arrastran un silencio postergado en el tiempo, un miedo a sufrir represalias por levantar su voz, comprensible, ya que esto mismo se criminalizó durante décadas de franquismo. No dejemos de lado nuestra hipótesis —para muchos y muchas, quimera— en que el PNV, EH Bildu o el PSOE habrían pedido un minuto de silencio para las personas represaliadas por el franquismo: ¿Qué habría pasado? Habríamos visto las pataletas del PP y de la extrema derecha o cómo salían del hemiciclo porque son parte del problema de esta España, son la parte que no quiere una convivencia en paz, que se pida perdón públicamente ni que se repare a todas las víctimas.

Seguimos en un punto desde el que necesitamos avanzar todas juntas y todos juntos para reparar a las miles de víctimas del Estado español, no hay otra solución que equiparar a todas las víctimas y dignificarlas a todas por igual. No hay que utilizar a las víctimas políticamente sino como seres humanos, como personas cuyos familiares llevan consigo un dolor del que nunca se recuperan totalmente pero que sobreviven a él luchando por los derechos fundamentales, los propios y los comunes. Cada vez que una persona asesina y no es juzgada o no pide perdón hay que señalarla. A quienes reparan e intentan que avancemos como sociedad hay que agradecerles su esfuerzo, aunque cueste. No podemos seguir permitiendo que políticos intransigentes hagan de la nuestra una España rota en la que sus habitantes se señalan socialmente y gradúan a las víctimas.

Hay gente que no quiere la paz y la convivencia en España. Son quienes afirman que quieren incapacitar o derogar la Ley de la Memoria Democrática, una ley que concede derechos fundamentales a las víctimas de la represión franquista —porque las familias de las víctimas son víctimas—, porque les molesta que esta ley provoque que levanten su voz y clamen justicia aquellas personas a las que intentaron silenciar aquellos que compartían ideología con el exministro fascista que fundó su partido. Les jode que sigan hablando, que sigan defendiendo sus derechos, que continúen defendiendo a su familiar asesinado porque ya no están de rodillas. Siguen defendiendo a su familia y eso es lo que les jode, que no han logrado silenciarles ni que olviden su dolor.

Por eso mismo hay que recordar que en España no hay víctimas de primera y de segunda. Como dijo Consuelo Ordóñez en su momento: “No entiendo a los representantes de las víctimas que van a esta foto, a los que aplauden a un PP que dice que va a derogar esta ley”. Que no se utilice a las víctimas del terrorismo para la foto política sino para garantizar su reparación y preservar su dignidad. “Las víctimas del franquismo están peor que nosotros”, añadió, reiteramos. Con esto queda todo dicho: busquemos una España donde se pida perdón, se repare y se dignifique a las víctimas. No pongamos grados de intensidad a las víctimas. Y, sobre todo, valoremos el paso adelante que ha dado EH Bildu y cómo se levantaron todas y todos, sumándose al minuto de silencio por Miguel Ángel Blanco. Esa es la España que empieza a reconocer los errores y que quiere dignificar a las víctimas, queda mucho camino por recorrer pero busquemos que toda víctima asesinada sea reparada.

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