El Toro de la Vega y el placer de matar

Sorprende enormemente que en un país miembro de la UE todavía exista debate político alguno sobre si es una tradición digna de conservar una fiesta basada en el disfrute que produce la contemplación de la muerte, sangre y sufrimiento de animales. 

Por Lucio Martínez Pereda

La fiesta de Tordesillas hunde sus raíces en la brutal costumbre española de celebrar festividades de santos y vírgenes asesinando en público animales. En este caso fiestas en honor a la Virgen de la Guía y a la Virgen de la Peña.

Sorprende enormemente que en un país miembro de la UE todavía exista debate político alguno sobre si es una tradición digna de conservar una fiesta basada en el disfrute que produce la contemplación de la muerte, sangre y sufrimiento de animales. Sorprende igualmente que la iglesia española nunca se haya pronunciado sobre el hecho de que una figura fundamental para su fe religiosa como es la Virgen – simbolización de paz, amor y cuidados- sea homenajeada mediante la muerte y tortura de seres vivos.

Incluso en plena dictadura se consideró al Toro De la Vega un espectáculo que perjudicaba al régimen. En 1954 se difunden en el No-Do imágenes del espectáculo que hacen que en 1956, la Asociación contra la Crueldad en los Espectáculos y algunos medios de comunicación de la dictadura, preocupados con la imagen negativa del régimen, inicien una campaña a favor de su abolición.

En 1966, una campaña de promoción para convertir a España en país de destino turístico masivo trató de evitar la percepción de la dictadura franquista en Europa como un régimen cruel y sanguinario, y una decisión del gobierno de Francisco Franco prohibió el rejoneo del toro en campo abierto para darle muerte.

A la derecha partidaria de restaurar los elementos de violencia y muerte de este festejo habría que recordarles que Manuel Fraga como Ministro de Información dictó- para intentar neutralizar la imagen europea de la sanguinaria y brutal España-la Circular 32/1963 para suprimir todos los espectáculos «que impliquen maltrato de animales, aunque sean tradicionales»

El ancestral rito del Toro de la Vega de Tordesillas documentado desde 1453, es ahora un elemento más de la Guerra Cultural que se libra entre los partidarios de mantener antiguas costumbres violentas que celebran la dominación del hombre sobre el animal como espejo para naturalizar en el ámbito festivo el sistema de normas y códigos sociales que el poder dominante impone a los dominados, y los partidarios de extender el ámbito de los derechos y libertades al mundo de los animales como un recurso para crear sociedades donde el cuidado y protección del Otro Débil extiendan una fraternalidad contraria la organización jerarquizada y violenta de la sociedad.

En el fondo la discrepancia sobre el Toro De la Vega encierra un conflicto de mucha mayor importancia y profundidad entre los que piensan que el fuerte y poderoso tiene derecho a terminar con la vida del débil, y los que concluyen que ese argumento es la más antigua y principal fuente de legitimación para todas las injusticias.

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