Durante más de una década, laboristas y conservadores miraron hacia otro lado frente a las bandas de origen pakistaní que explotaban sexualmente a adolescentes y menores inglesas.
Por Oriol Sabata | 10/01/2025
Un escándalo de redes de explotación sexual de chicas adolescentes que salió a la luz hace una década en Inglaterra ha vuelto a ser tema de actualidad después de que se esté pidiendo una nueva investigación para esclarecer responsabilidades políticas.
En el punto de mira se encuentra el ahora primer ministro laborista Keir Starmer, quien ocupó entre 2008 y 2013 el cargo como máximo responsable de la Fiscalía de la Corona, etapa en la que se produjeron los hechos delictivos. Una investigación realizada en 2022 por la académica Alexis Jay reveló que desde 1997 hasta 2013, durante un periodo de por lo menos 16 años, bandas criminales de origen pakistaní establecidas en las ciudades de Rochdale, Oldham y Rotherham, explotaron sexualmente a miles de jóvenes inglesas, entre las que se contabilizaron hasta 1.400 menores.
A pesar de que se produjeron 35 condenas durante el mandato de Starmer en la Fiscalía, los sectores críticos denuncian que el actual primer ministro hizo la vista gorda y no actuó con contundencia contra estas bandas criminales. El líder laborista ha adoptado ahora el papel de víctima, asegurando que la extrema derecha está intentando ‘reescribir la historia’ y sacar tajada de este escándalo.
Más allá de la evidente responsabilidad política de Starmer en estos delitos, la cuestión adquiere una mayor dimensión. Desde que se tiene constancia que comenzaron a operar estas bandas criminales de origen pakistaní en 1997, por el número 10 de Downing Street se han alternado conservadores y laboristas. Por ello, podemos afirmar que los sucesivos gobiernos británicos no han abordado con la firmeza que se merece este escándalo de gran magnitud, dejando desamparadas a las víctimas: miles de adolescentes, muchas de ellas menores de edad.
¿Por qué no se ha reaccionado ante unos abusos que se han extendido por más de una década?
El stablishment político inglés (y europeo) tiene un enorme complejo a la hora de abordar cuestiones relacionadas con la inmigración y el islam, hasta el punto que en este escándalo se ha dejado de lado a las víctimas y se ha optado por la prudencia y la negligencia para evitar ‘tensiones raciales’ o acusaciones de islamofobia. Estos posicionamientos no solo son lamentables sino que constituyen un delito y deben ser denunciados sin matices.
Otro elemento que hay que tener en cuenta son los cálculos electoralistas. En las últimas elecciones municipales inglesas de mayo de 2024, el voto musulmán tuvo gran fuerza en las urnas. Los grandes partidos del stablishment, que tratan de captar ese voto, evitan confrontar sobre asuntos ‘delicados’ relacionados con el islamismo radical y sus valores contrarios a la libertad y emancipación de la mujer.
Sin embargo, parece que les está saliendo el tiro por la culata: en las municipales el voto musulmán se concentró en tres candidatos independientes que por primera vez en la historia obtuvieron representación. El proceso al que estamos asistiendo es preocupante: una comunidad inmigrante con un fuerte componente religioso (a menudo reaccionario) que, lejos de asimilarse a los valores y la cultura de la sociedad de acogida, opta por perpetuar su modo de vida en barrios donde son mayoría, en comercios, en mezquitas, y ahora también en sus propias organizaciones políticas. Podemos hacernos una idea de lo que puede ocurrir si los partidos más radicales aumentan en un futuro su representación política hasta el punto de que tengan suficiente fuerza para legislar.
¿Qué hacer ante la cobardía y la complicidad de la élite política?
Es necesario un cambio de rumbo. Hay que romper con los complejos y el discurso políticamente correcto. Es hora de volver a poner en primera línea la justicia, la igualdad, la ciencia, el laicismo y el progreso. Elementos que nos permiten dejar atrás el oscurantismo y la barbarie y prosperar y avanzar como sociedad. Si no se cambia esta deriva, el descontento legítimo que se vive en el seno de la clase trabajadora inglesa y europea seguirá siendo canalizado y capitalizado por la extrema derecha, que a pesar de su discurso modulado y oportunista, sí es abiertamente racista y clasista.
Y luego está el tema de los infiltrados policiales. A ver si la gente se cree que la policía sólo se infiltra en grupos neonazis y nacionalistas periféricos. Buena parte de los tuiteros que más ruido hacen desde esa izquierda evangélica, incluso más de un periodista que escribe también en este medio, NR, son colaboradores de la policía. No seamos ingenuos y pensemos que sólo son tontos útiles al capitalismo que entorpecen el desarrollo de un partido comunista digno de tal nombre porque son muy limitados mentalmente.
El Estado burgués tiene más interés en controlar las disidencias por la izquierda que por la derecha, y colocar a individuos que dicen ser «los puros», «auténticos», soltando argumentos insostenibles, anticientíficos (ciencias como la antropolgía social y la sociología, quiero decir) como ese de que un obrero no lleva consigo toda una mochila cultural con sus propias contradicciones e incompatibilidades sino que «nacional o extranjera, la misma clase obrera» y por tanto cualquier propuesta de limitación de la inmigración es fascista es una intoxicación muy efectiva, un eficaz repelente para el que no tenga tiempo ni ganas de intentar adquirir una formación que le permita ejercer cierto pensamiento crítico por su cuenta salga huyendo de todo lo que huela a comunismo sin naftalina proveniente de un universo temporal paralelo.
Mucho ojo con esta gente. Es difícil identificarlos porque se confunden con el tonto útil, pero cuando cuando se ve que no son tontos, como dice la Biblia: «Por sus frutos los conoceréis», o más laicamente, cui bono?, ¿a quién beneficia su discurso?
—
P.D: NR debería colocar un enlace en el nombre de los autores de los artículos a todos los artículos de dicho autor. Es algo que hacen casi todos los periódicos y blogs. Y admitir los saltos de línea en los comentarios. si no, la lectura se hace muy farragosa.
Mientras haya porcentajes de inmigración de 2 cifras, y seguramente con menos también, ¿qué partido sistémico va a renunciar a esa parte del electorado? O. Sabata lo menciona en el artículo, pero lo «soluciona» con «romper con los complejos» (¿qué quiere decir e implica eso exactamente?) y «poner en primera línea la justicia, la igualdad, la ciencia…» (¿cómo, si la parte del electorado decisiva para gobernar no quiere?).
Esta democracia burguesa «que nos han dado», no «nos hemos», no puede escapar de ese voto inmigrante por su número ni puede oponerse a él desde una posición socialista o comunista porque tiene entre sus «aliados» a sus mayores enemigos: la autodenominada ‘izquierda’ ofcial (progres) y la minoritaria izquierda «evangélica» (esa que, aunque comunista, lee a Marx, Engels, Lenin, etc, desde el s. XIX -la Rusia de los 20 estaba en el XIX- y no desde el XXI, como si la palabra de aquéllos fuese revelación divina inmatizable, inactualizable y ausente de limitaciones tanto temporales como intrínsecas).
La primera, caballo de Troya del capital, ‘roSipardismo’ puro, capitalismo disfrazado de izquierdismo descafeinado, tacha de ‘xenófobo’, o directamente ‘racista’ a todo el que ose decir que habría que echar un ojo a las cifras de poblaciones extranjeras, vistas las consecuencias; la segunda, llama a los que han superado la idea (limitada, por imposibilidad de previsión fiable a siglo y medio vista y por el precario desarrollo de las ciencias, especialmente las sociales, de la época) de que los desposeídos sólo tienen consigo su fuerza de trabajo y que no acarrean, o si lo hacen no es importante, también una carga cultural condicionante que hace décadas que la antropología social ha demostrado incluso más potente que la condición socioeconómica, condicionantes culturales que tienen reflejo hasta en la neuromorfología del individuo, la cultura configura el mismísimo cerebro, y son por tanto muy difíciles o imposibles de modificar sustancialmente pasada la adolescencia, como es prácticamente imposible aprender a tocar bien un instrumento a un nivel alto o a hablar un idioma con fluidez de nativo y sin acento cuando el cerebro ya ha perdido su plasticidad infantil.
Estos predicadores marxistas, en su delirio de gloriosas épocas y épicas revolucionarias pasadas, llaman ‘rojipardo’ a todo el que entiende que ni siquiera cerebros privilegiados como los de Marx o Lenin podían prever que las migraciones iban a dejar de contarse por miles al año para contarse por millones ni que éstas iban a consistir casi totalmente en inmigrantes de regiones del mundo con «paquetes» culturales que chocarían con los europeos. Las críticas de Marx a los obreros ingleses por su rechazo a miles de obreros irlandeses, entonces tan súbditos británicos como los ingleses, misma etnia, muy similar base cultural, de asimilación total en una generación, dos como mucho por motivos obvios de etnia e idioma; o las de Lenin hacia los obreros useños por su rechazo a miles de chinos y japoneses que fueron a la construcción del ferrocarril y la minería en unos EE.UU en plena expansión, con zonas del tamaño de países europeos sin apenas habitar y con necesidad de pobladores para los territorios arrebatados a los indígenas no aguantan la comparación con el fenómeno inmigratorio actual.
Pero según estos marxistas decimonónicos, el impacto social de 50.000 irlandeses en el Londres victoriano es igual que el de un millón de indios en el actual…
La pseudoizquierda social-liberal y esa izquierda fundamentalista son el mayor lastre, una auténtica quinta columna del neoliberalismo que a la libre circulación de capitales y mercancías, no para bien de la humanidad sino para su mayor beneficio, ha añadido la libre circulación de fuerza de trabajo. Esta quinta, o quintas columnas (ambas se desprecian mutuamente) desactiva la posibilidad de que el votante de izquierdas apoye u organice un partido como el de Wagenknecht o el PCFR (no los propongo como ideales a imitar acríticamente, los tomo como ejemplos de partidos a la izquierda, generalmente, de las ‘izquierdas’ oficiales europeas que admiten que la inmigración a estos niveles es un problema).
Si se pudiesen soltar estos lastres, si un trabajador que ahora está huérfano políticamente y no vota o vota «con la pinza en la nariz» a Podemos o, a partidos insignificantes como el PCOE, PCTE y similares, no recibiera de sus camaradas «los puros» acusaciones de rojipardo o directamente de racista o neonazi, ni, lo peor, que las interiorice de manera tan alienante como el obrero de derechas que hace suyo el discurso neoliberal, cada vez que piensa que una población foránea lo bastante numerosa como para sentirse fuerte tiende a dejar de intentar asimilarse y a comportarse como colonizadora porque es un impulso instintivo, algo que nos fue útil para preservar y diseminar líneas genéticas durante milenios, que es lo que buscan todas las especies aunque sus individuos no lo sepan, y nuestros instintos, igual que nuestro metabolismo, siguen «creyendo» que estamos en el paleolítico; y también porque a nadie le gusta abandonar sus costumbres para adaptarse a unas ajenas, y esas justicia, igualdad, ciencia, y no digamos el laicismo, son un mazazo cultural insalvable para la mayoría de gente que viene de África, Asia, e incluso de América, no sólo por los condicionantes culturales sino porque además la gente que emigra es mayoritariamente la que peor educación integral ha recibido (nótese lo de ‘integral’. Los titulados suelen ser especialistas, no «gente culta»), ergo menos abierta de mente.
Bien, como decía, si desapareciese esa presión censora y autocensora la cantidad de gente que apoyaría un movimiento de izquierdas que no tenga miedo de decir que hay que seguir muy de cerca las consecuencias de la inmigración y detenerla e incluso repatriar a parte de ella si surgen conflictos graves y numerosos sería seguramente superior a la de Alemania, que es un país bastante más facha que España.
Los progres y los «teólogos» del marxismo, son el primer y mayor obstáculo que hay que superar si queremos que haya una remota posibilidad de que se empiece a escuchar de forma masiva (las RR.SS sólo las usa un tercio de la población y la mayoría para ver idioteces en Tiktok) un discurso comunista «sin complejos», sin caer en la oligofrenia pueril rojipardoanalfabeta de engendros como el «Frente Obrero», obviamente.