El rey salvado en HBO, su cómplice Letizia y la sociedad reinada

Pudiendo el rey cometer cualquier delito desde que en 1978 se aprobó la Constitución, tal como ha demostrado el fiscal Luzón, ¿a qué viene que tantos conocedores de sus fechorías se dedicaran a ocultarlas?

Por Domingo Sanz

Por si Ella se ofende, nos defenderemos con la misma RAE que nos ofendió a nosotros cuando descubrimos que “inviolable” sí aparece, pero “violable” no, aunque de estos seamos todos menos El.

Conste, pues, que la primera definición de “cómplice” en la RAE se refiere al “que manifiesta o siente solidaridad o camaradería”, cualidades que, a priori, no deben molestar.

Por ejemplo, se dice que las parejas funcionan bien cuando hay complicidad entre ambos, y en ese momento no estamos pensando que se dediquen al crimen organizado. No obstante, esa posibilidad también existe: las otras dos acepciones de “cómplice” que contempla la RAE se refieren a la participación o cooperación en la comisión de delitos.

La serie de HBO insiste en la estrategia del “régimen del 78” de “hacer leña del árbol caído”, o “matar al padre”, que dirían otros, aunque muchos se tienen que conformar con desearlo mientras él sigue molestando cada vez que demuestra que respira. No obstante, conviene leer la última entrega de Ekaizer titulada “’Salvar al rey’: sigue la operación mediática de encubrimiento” para saber que la sangre no llegará al río.

En cambio, este humilde “rey salvado…” se refiere a un presente rabioso y muchos más peligroso, el de Felipe VI haciendo de rey en periodo de consolidación, o de descomposición.

Tal como nos cuenta HBO, pero usted ya sabía, para salvar durante décadas a Juan Carlos I de sus “comportamientos” (el término elegido por Mercedes Milá en su Tik Tok promocional), quienes supieron de ellos, que fueron muchos más de los que aparecen, impidieron conscientemente la intervención de una justicia cuya primera obligación, en cualquier país decente, es investigar por igual a todas las personas, que después ya decidirá si juzgar y condenar o pedirle que de la vuelta al ruedo tras haber “matado” a ese toro que somos todos nosotros.

Es lo que me viene a la imaginación pensando en el último acto salvador, ese de marzo de este mismo año protagonizado por el fiscal Luzón, quien detalló los delitos, pero archivó el expediente para salvarlo una vez más de la “justicia”. Entre comillas porque es española y, por tanto, distinta. Perdón, quería decir “diferente”, como siempre.

En este momento me sorprende también una contradicción flagrante, en la que no había reparado hasta la fecha.

Pudiendo el rey cometer cualquier delito desde que en 1978 se aprobó la Constitución, tal como ha demostrado el fiscal Luzón, ¿a qué viene que tantos conocedores de sus fechorías se dedicaran a ocultarlas?

Inolvidable fue, en este sentido, la confesión de Iñaki Gabilondo en agosto de 2020: “Todo esto ha abierto un capítulo de vergüenza que ha degradado a mi generación públicamente” declaró el periodista.

Al margen de arrepentimientos tardíos que no mueven molino ni sirven para que el rey pague por los delitos cometidos, lo ocurrido nos permite concluir que los poderes y poderosos que salvaron al rey sabían que la sociedad española de los años 80 y 90 era más exigente que la actual en valores éticos, y no hubiera soportado al rey de conocer sus “comportamientos”.

El porqué de esta degradación social requiere un análisis particular, pero eso será otro día.

Por tanto, es legítimo que nos formulemos la siguiente pregunta: ¿soportaría la sociedad española actual saber que Felipe VI podría estar llevando una vida similar a la de su padre?

Desde luego, los partidos que la representan tras ganar las elecciones podrían soportarlo, pues han rechazado reformar el privilegio de la inviolabilidad que es condición sine qua non para cometer cualquier delito sin miedo a la ley que rige para el resto de titulares de un DNI del Reino de España.

Ante tamaña complicidad de la peor especie, según la RAE, entre políticos y monarca, solo pueden ocurrir dos cosas: que la propia sociedad reaccione y ejerza su derecho de petición de reforma ante los poderes que mantiene con sus impuestos, o que no lo haga, y se conforme con votar a partidos que nunca incluirán el no a la inviolabilidad impune en sus programas porque, en la práctica, se convierte en una coartada al más alto nivel para avalar sus propios delitos, aunque si a ellos les pillan podrían cruzarse con jueces que se atrevan.

Y, de repente, Letizia ha cumplido 50 años, y no todas las personas se atreverían a vivir en la indefensión de compartir tiempos e intimidades con un mortal de la misma especia pero que, haga lo que haga, ningún juez osaría tocarle una pestaña.

La asturiana podría decidir la clase de “cómplice” de su marido que quiere ser. Conocimos el 9 de mayo pasado la negativa de Él a renunciar al privilegio personal del 56.3 constitucional y, por tanto, la pelota está en el tejado de Ella, pues hoy mismo puede decirle que, o renuncia a la inviolabilidad para sentirte igual de segura que él a su lado, o lo deja plantado en su palacio.

Él seguirá siendo rey, aunque quizás por poco tiempo, pero Ella conquistará el trono de Reina de la Igualdad y la Justicia.

Toca elegir entre dignidad social o teatro.

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