El relato “esperanzador” de Yolanda Díaz

 

Iglesias reconocía por la radio hace meses que la política no es el poder fáctico de la sociedad, palabras que tuvieron que ser sepultadas porque la “no-candidatura” de Yolanda Díaz se basa en la posibilidad de enfrentarse a dichos poderes.

Por Manuel Pérez

Con la música de Silvio Rodríguez aun resonando en mi cabeza, empiezo a escribir estas líneas. Uno mira hacia atrás y recuerda que la primera colaboración con este medio fue en la misma línea. Por aquel entonces, la “esperanza” de la izquierda era Alberto Garzón –actual ministro del camuflaje– quien abogaba por una coalición con Podemos. Aquellas líneas contestaban al famoso libro que publicó en Península donde se justificaba comunista.

Contrariándome –algo común en mí–, voté en las primarias del IU a favor de dicha coalición. Sin caer en engaños, una parte de mí quería confirmar que asaltar los cielos –por traer ese mensaje de la coalición- era posible, y que el momento histórico exigía ese voto. Los Chikos del Maíz bromeaban con la pérdida de votos de su abandono de la música, esos votos se fueron por una unión que no terminó de sentar bien.

Luego, Podemos tendría su propia batalla interna donde dos de sus primeras espadas se medirían en un Vista Alegre que no conviene olvidar –si olvidamos solo tenemos lo que nos cuentan–. La “izquierda acumulada” entraba en el congreso y soñaba con adelantar a un PSOE debilitado. Reconozco que tuve fe en el poder político.

Cuando la izquierda debió despertar, escribí otro artículo para un colectivo del PCE con mi amigo @Gibilloarrate. Rápidamente, la intrépida guardia de las Juventudes Comunistas nos contestó señalando la importancia de la acumulación de fuerzas. Los motivos que nos llevaron a juntar nuestras plumas, fueron las andanzas de una juguetona Carmena  que traicionaba la coalición madrileña echando de la concejalía de Hacienda a Sánchez Mato.

Algo que este PCE no puede negar, es su capacidad de resistencia a la humillación y su obligación para con el país. Quizá –aunque hasta a ellos les cueste reconocerlo en público– son el partido de izquierdas con más sentido de país que puede haber.

La simpatía del débil por el fuerte es natural, pues el débil, proyectándose en el fuerte, adquiere una fuerza imaginaria. La simpatía del fuerte hacia el débil, en tanto que operación inversa, es contraria a la naturaleza. Simone Weil

Las aventuras de Carmena no pasaron desapercibidas para  Errejón que había sido delegado de la cúpula de Podemos. A aquella derrota hubo que sumarle otra más, la entrada de Echenique en la cúpula de Podemos. Pese a todo –y todos–, Podemos seguía teniendo una voz reseñable y podría condicionar el gobierno futuro del país. Más País tomaba forma y Pablo Iglesias apretaba a un PSOE necesitado.

Las calles venían calladas desde los ayuntamientos del cambio. Madrid se enamoró de Carmena y entendió que el liberalismo puede entrar por la izquierda. Hay quienes piensan que el movimiento ecologista es de izquierdas, pero solo sabemos que es ecologista. No olvidemos, que ni el liberalismo puede negar el cambio climático.

Entre posibilidad y necesidad el PCE aceptó todo lo aceptable. Aceptó su minoría. Aceptó la caída del trabajo garantizado como medida estrella. Aceptó el morado por encima del rojo. Por aceptar, aceptó que no hay una única clase obrera –como nos señalaba su secretario general en el mitin del centenario-. Pero ese aceptar sigue presente y sigue aceptando que su “mayor activo” –en palabras de Antonio Maestre– hable de Biden sin miedo a despeinarse, frente a toda la militancia. ¿Silvio no se preguntó qué hacía allí?

Seguramente, esta breve cronología de la izquierda española pueda ser más detallada y mejor explicada. Seguramente, haya mil explicaciones para cada una de las cosas que el PCE ha soportado y sigue soportando. Seguramente, se puede justificar con lo posible, por enésima vez, la necesidad de la gran coalición de izquierdas. Lo que no puede volver a decirse es que la esperanza del PCE es la esperanza de la izquierda. En una muerte a fascículos, los militantes del partido, pese al desencanto, siguen trabajando en las calles –algo de lo que el primer Podemos se percató rápidamente–. Ciertos comunistas han hecho suyo el pragmatismo con el que la socialdemocracia traiciona, una y otra vez, al comunismo.

Pablo Iglesias reconocía por la radio hace meses, que la política no es el poder fáctico de la sociedad. Dicho poder es mayor que el que ellos creían antes de entrar en el gobierno. Estas palabras fueron dichas por un Vicepresidente. Tuvieron que ser sepultadas porque la “no-candidatura” de Yolanda Díaz, se basa en la posibilidad de enfrentarse a dichos poderes. Es decir, quien fuera vicepresidente negaba la posibilidad de lo que hoy se nos dice que es lo único posible.

Mi Twitter se aceleró al cuestionar el apoyo del PCE a esa posibilidad. Claro que el argumento pragmático lo tengo perdido, y que lo posible dentro de la izquierda es Yolanda Díaz. Probablemente sea la mejor candidata para esa coalición de moda. Lo que yo cuestionaba, era el apoyo del comunismo a esa izquierda. Señalaba la enésima humillación recibida por la “pluralidad insurgente”, queriendo hablar de la necesidad de reinventarse del partido.

Algo elogiable de Yolanda es que consigue que Maestre y Bernabé vuelven a estar de acuerdo.  Yo, sin embargo, espero un algo –como señalaba @Cdprocer al hacerme retuit- que no sea el progreso de UP y se separe del FO.

Una última reflexión –sin citar a Camus, lo prometo-: Vendrán, nunca se llamarán comunistas y te dirán que tú tampoco lo eres. Ellos dirán que no entiendes, dirán que no sabes. Dirán que es la batalla cultural, que luchan contra la “demonización” del comunismo. Te dirán que eres el demonio, que ellos hacen lo posible. Y no sabrás quién eres, aunque sabrás que no eres ellos.

Pero tú me faltas,

Hace tantos días

Que quiero y no puedo

Tener alegrías

Silvio Rodríguez

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