Desde el inicio de la crisis financiera ningún gobierno ha conseguido completar la legislatura, celebrándose seis elecciones en una docena de años.
Por Nestor Prieto / Descifrando la guerra
En Grecia desde hace tiempo los pasos de cebra se han desdibujado en carreteras agrietadas y las plantas crecen caprichosas entre adoquines y aceras. Fueron las primeras manifestaciones de una durísima crisis económica que aún colea y, con total seguridad, serán las últimas en irse.
Aunque la recesión comenzó a nivel global en 2008, en el país heleno llevaba décadas gestándose una recesión que alcanzaría dimensiones ecuménicas. El Ejecutivo griego había falseado sus cuentas para ocultar el estado de las finanzas y el agujero fiscal de sus arcas, como afirmó la Comisión Europea en un crudo informe a principios de 2010: “las estadísticas fiscales” estaban “sujetas a presiones políticas y de ciclos electorales”. Pero para cuando las autoridades comunitarias se dieron cuenta, la situación ya era irreversible.
La economía griega, inflada sobre el papel, afrontaba la crisis financiera global con un severo déficit en las cuentas públicas. Las abultadas tasas de desempleo, el descrédito del bipartidismo -el conservador Nueva Democracia (Νέα Δημοκρατία) y el socialdemócrata PASOK (ΠΑΣΟΚ)-, los casos de corrupción y las consecuencias socioeconómicas de la recesión posibilitaron, gobierno de concentración nacional mediante, la llegada por primera vez en la historia de la UE de un partido de “izquierda radical” al poder.
El triunfo de Syriza en enero de 2015 era consecuencia lógica de una crisis múltiple que generó un descontento social que la formación supo canalizar. Pero mucho ha transcurrido desde esa noche electoral hasta la actualidad: las durísimas negociaciones con el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional acabaron sin acuerdo, siendo sometido a referéndum el memorándum propuesto por FMI y BCE con una amplia victoria del “NO” (61,3%) que pedía Syriza.
Pero Bruselas no movió ficha y endureció aún más sus condiciones poniendo al joven gobierno de Tsipras en la tesitura de aceptar un memorándum más severo o convertirse en un paria económico fuera de la UE y sin financiación internacional. «Seguir con vida o el suicidio» dijo el entonces primer ministro, Alexis Tsipras, defendiendo ese segundo memorándum. La aprobación del paquete de medidas precisó de un extenuante debate parlamentario que fracturó a Syriza -con más de 40 diputados en rebelión y el popular ministro Finanzas, Varoufakis, abandonando la formación- y que solo pudo salir adelante gracias al apoyo de Nueva Democracia (ND) y PASOK.
Sin mayoría y con el país al borde del abismo, Tsipras convocó elecciones anticipadas tan solo ocho meses después de llegar al poder, en septiembre de 2015. El resultado le permitió reeditar una frágil mayoría gracias a las alianzas con otras fuerzas centristas. Pero para entonces el fenómeno Syriza ya había comenzado a desinflarse; conforme avanzaba la implantación del programa de ajustes crecía el rechazo a Tsipras, que en las elecciones europeas del 26 de mayo del 2019 cosechó una sonora derrota obteniendo un 23,75% de los votos, 12 puntos menos que en las últimas legislativas y casi 10 puntos por debajo de ND, que recuperó la primera posición. Tsipras convocó elecciones anticipadas a escasos cinco meses de acabar su mandato. En la cita Syriza consiguió mejorar su desempeño, escalando hasta el 31,5% del voto, pero lejos de los conservadores de ND encabezados por Kyriakos Mitsotakis, quienes privilegiados por el supermayoritario sistema electoral alcanzaron una cómoda mayoría absoluta.
La tambaleante economía y el puzzle político heleno
Desde el inicio de la crisis financiera ningún gobierno ha conseguido completar la legislatura, celebrándose seis elecciones en una docena de años. El gabinete de Mitsotakis podría ser el primer en hacerlo, y aunque las elecciones generales no están previstas hasta verano del 2023, el riesgo de adelanto electoral es real. Pese a que desde ND afirman que agotarán su mandato, las cada vez más sombrías previsiones económicas preocupan en las filas conservadoras. El escenario que se vislumbra invita, en opinión de algunos sectores del partido, a medirse ahora en las urnas antes de que la situación socioeconómica previsiblemente empeore.
El país creció discreto por debajo del 2% en 2018 y 2019. Y en abril de este año el gobierno saldó, tras una década de pagos, su deuda con el FMI, lo que en palabras del primer ministro suponía el “fin de una era” para Grecia. Pero la mejora en los indicadores macroeconómicos no ha tenido una traducción en la sociedad helena. El PIB per cápita (20.276 $) es ahora una tercera parte menor de lo que lo era antes del inicio de la crisis.
La frágil economía griega, que aún sufre las secuelas de 2008, afronta sin apenas músculo financiero las consecuencias de la crisis derivada de la COVID-19 y el impacto de la guerra en Ucrania. Los indicadores preocupan, en 2020 la economía se contrajo un 9% y el turismo, motor económico del país, quedó casi a cero.
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Este año la inflación alcanzó en junio un 12,1%, la cifra más alta desde 1993 y un 40% por encima de la media de la Eurozona. La electricidad, por su parte, se encareció en los últimos doce meses en un 70,4%.
Además, Atenas encabeza el ranking europeo en desempleo juvenil y deuda pública, que roza la exorbitante cifra del 200% del PIB. Ocupa también el puesto 26 de 27 en poder adquisitivo de los ciudadanos y tiene el segundo precio de gasolina más caro de la UE. El sistema público de salud, mermado tras años de recortes, quedó completamente superado durante la pandemia de la COVID-19 con más de 30.000 muertes que sitúan a Grecia como el país de Europa occidental -empatado con Italia- con más muertes por millón de habitantes.
La tendencia inflacionaria, una movilización social creciente y las previsiones de un invierno “caliente” empujan a ND a hacer cálculos sobre la viabilidad de adelantar las elecciones y evitar someterse al escrutinio de las urnas el próximo año en un escenario sustancialmente peor.
En este contexto, y de forma paralela a las broncas sesiones de la Cámara de los Helenos, todos los partidos políticos engrasan su maquinaria electoral para anticiparse a cualquier escenario. La siempre agitada política griega ha entrado en una suerte de precampaña electoral.
Estas últimas semanas los tres grandes partidos, Nea Demokratia, Syriza y PASOK-KINAL, celebraron sus congresos, casi coincidentes en el tiempo, en un ambiente electoral donde encumbraron a sus respectivos líderes con grandes baños de masas y discursos afilados. Pero más allá de soflamas y consignas, los documentos aprobados permiten entrever la estrategia política adoptada por cada fuerza en un momento de máxima tensión para el país.
Syriza consuma su moderación y apuesta por un “gobierno progresista”
Syriza consagró a Tsipras en el poder, ratificándolo como presidente de la formación y candidato por séptima vez a las elecciones generales. La formación constató también una nueva estrategia llamando a la conformación de un “gobierno progresista”. Constatación de un viraje político progresivo que destierra cualquier atisbo del populismo inclusivo que les permitió ganar en 2015 para abrazar posiciones “progresistas”.
La nueva retórica de Syriza suena bien en la familia socialdemócrata europea, presente con honores en el Congreso con el primer ministro portugués, Antonio Costa, y el expremier macedonio Zoran Zaev, de la Unión Socialdemócrata de Macedonia (y homólogo de Tsipras en la firma del Tratado de Prespa que desbloqueó el proceso de entrada de Macedonia del Norte en instituciones como la UE y la OTAN). Tsipras ha compartido ya varios foros con Costa y Pedro Sánchez, no solo como una muestra de moderación ideológica, sino también para lanzar un mensaje de “Estado”, rechazando las acusaciones que señalan a la formación como “ingobernable” y reivindicándose como partido con alianzas en Europa.
La consumada apuesta por la moderación generó tensiones en el cónclave. Un nutrido sector autodenominado ομπρέλα (paraguas), encabezado por el exministro de Finanzas Euclid Tsakalotos, criticó el giro y se presentó como la “oposición interna de izquierdas”.
Los cambios también se dejaron sentir en la estructura orgánica, apostando por un partido de “masas y participativo”. Dentro de esta lógica Syriza, un mes después del congreso, celebró primarias para la elección de la presidencia y de los miembros del Comité Central mediante un sistema de votación abierto a toda la ciudadanía mayor de 15 años. Una apuesta política para movilizar al entorno más inmediato de la formación y sacar músculo ante los adversarios políticos. El único requisito para participar era inscribirse en el partido, un trámite que multiplicó el censo de la formación de 60.000 miembros a 172.000, convirtiéndose en palabras del propio Tsipras en “el partido más grande de toda Grecia”. Estos datos contrastan con los 30.000 afiliados de los que disponía Syriza en el momento de la derrota electoral de 2019.
Era la primera vez que Syriza aplicaba el formato de elección primaria y la apuesta fue exitosa, obteniendo más de 150.000 votos que ratificaron lo esperable, Tsipras dirigirá la formación con un órgano directivo donde dispondrá de una holgada mayoría. El sector crítico obtuvo un 25% de votos.
El partido calificó el congreso como el hito que activaba “la cuenta regresiva para la caída del gobierno más corrupto y fallido”. Syriza busca una confrontación directa con Mitsotakis que polarice el escenario y los sitúe como única alternativa de gobierno. Esta idea ya había quedado puesta de manifiesto con la infructuosa moción de censura planteada por Syriza en enero de este año. Una iniciativa perdida de antemano por la mayoría absoluta de ND, pero que sirvió a Tsipras para ganar visibilidad y ratificarse como “única opción viable frente a la derecha”.
Mitsotakis en la encrucijada
Nea Democratia celebró su congreso un mes después de que lo hiciese Syriza. Antes realizó varias preconferencias temáticas solapadas en el tiempo con el cónclave de Tsipras con el fin de restar visibilidad mediática de su principal oponente.
Mitsotakis fue reelegido por aclamación y aspirará a revalidar su puesto de primer ministro. Pero los conservadores saben que, no solo compiten contra el resto de fuerzas políticas, sino fundamentalmente contra la economía. El moderado optimismo con el que esperaban llegar al final de la legislatura se vio ensombrecido por la COVID-19 primero y la guerra ruso-ucraniana después.
En este marco Mitsotakis ha alterado su agenda legislativa neoliberal y lanzado guiños como la subida del salario mínimo y la activación de medidas sociales para “minimizar el impacto de la guerra y la pandemia”. ND mira al centro sabedor de que en el imaginario colectivo aún perduran los durísimos recortes que aplicó durante la crisis financiera.
“Es algo que vengo diciendo desde hace años, que las elecciones se ganan en el centro y sí, el país hay que gobernarlo desde el centro” afirmó el primer ministro en el congreso. Allí consideró que muchas de las políticas gubernamentales “definitivamente tienen un signo progresista”. En esa pretendida autoubicación en el centro del espectro político ND se contrapuso a las fuerzas de extrema derecha -Amanecer Dorado primero y Solución Griega ahora- definiéndose como un partido amplio y moderado.
Ciertamente ND ha contenido su programa electoral, eminentemente liberal, forzado por la coyuntura socioeconómica. El ejecutivo de Mistosakis ha realizado rebajas generalizadas de impuestos, pero también ha gravado los beneficios de las eléctricas, subvencionado bienes básicos e incluso ha subido dos veces el salario mínimo en lo que va de año. «Los salarios siguen siendo muy bajos en nuestro país. Las heridas de diez años de crisis financiera no han sanado. Y ahora el estallido global de la inflación está afectando a los desempleados y a los mal pagados más que a nadie», dijo en un mensaje televisado. El salario mínimo se sitúa ahora en 713€, aún por debajo de los 751€ que se cobraran antes del estallido de la crisis.
En su esfuerzo por rejuvenecer la imagen del partido, los conservadores cargan con dureza contra Tsipras, al que siguen calificando como “un riesgo para el país”. También han buscado neutralizar las acusaciones de ser un partido anquilosado e inmovilista, señalando a Syriza de padecer esos males. “Es como si no hubieran aprendido nada de nada, dicen las mismas cosas, con las mismas caras, con el mismo lenguaje que usaban en el 2012” dijo el líder de la formación.
El “renacer” socialdemócrata
La socialdemocracia griega parece cerrar el círculo. En una votación, coincidente en días con el congreso de ND, más de 170.000 personas aprobaron volver a usar las históricas siglas de PASOK y su logo, un sol sobre fondo verde. Se ponía fin así a un singular proceso de refundación iniciado hace más de siete años, cuando el histórico Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK), partido de gobierno durante dos décadas, tocó suelo en las elecciones de 2015 con un pírrico 4,68% del voto. Dos años después de la debacle, la entonces lideresa, Fofi Gennimata, impulsó una coalición con otros sectores de centro izquierda que bautizó como “Movimiento para el Cambio” (KINAL en griego), siglas con las que concurrirían a las siguientes elecciones y que hoy han pasado a un segundo plano.
La nueva denominación oficial del partido, PASOK-KINAL, “combina lo antiguo con lo nuevo” afirmaron fuentes de la dirección. Una profunda renovación de la cúpula y un nuevo liderazgo, el de Nikos Androulakis, parece ser considerado suficiente por una cúpula que ya no reniega del cuestionado pasado del PASOK, parte junto con ND del otrora imparable bipartidismo heleno que gobernó ininterrumpidamente Grecia, concentrando más del 80% del voto, hasta la irrupción de Syriza.
Para ampliar: El retorno de la socialdemocracia griega
Los socialdemócratas, en el poder al inicio de la crisis, aplicaron severas políticas de ajuste y tras la repetición electoral del 2012 facilitaron un gobierno de concentración nacional liderado por el conservador Samaras. Tras un año de apoyo desde fuera del ejecutivo, el PASOK pasó a asumir funciones de gobierno hasta la cita electoral de 2015. Fue entonces cuando se consumó el derrumbe, quedando como séptima opción política por debajo del 5% del voto. La corrupción, las impopulares medidas económicas y el apoyo del gobierno de concentración nacional consolidaron a Syriza como oposición y posibilitaron la migración masiva de voto socialdemócrata a Tsipras. El propio Androulakis dice encarnar la regeneración del partido al haber llegado a la cúspide derrotando para ello al exprimer ministro Yorgos Papandreou, apellido que engloba a una dinastía política que lo fue todo en el PASOK y en la política nacional.
Ahora la formación parece vivir un momento dulce al dejar atrás el abismo y rondar el 15% según las encuestas. Es ahora cuando quieren recuperar “lo mejor de la identidad histórica del PASOK” bajo la batuta de una nueva generación de cuadros cuya edad media se sitúa en los 40 años. La formación busca recuperar votantes perdidos y, aunque la marca histórica funciona bien entre el electorado más veterano, los jóvenes no sienten esa identificación partidista. Para paliarlo, el partido ha desarrollado una original y agresiva política en redes sociales con la que esperan llegar a la hastiada juventud griega.
No obstante, PASOK-KINAL tiene la difícil tarea de no ser eclipsado por la polarización Syriza-ND, que amenaza con dejar en segundo plano al tercero en discordia mientras los dos grandes partidos pugnan por el liderazgo.
La reelección de Mitsotakis o el “gobierno progresista”: cuestión de leyes electorales… y cálculos políticos.
La gran baza de Tsipras para volver al poder pasa por el efímero cambio que experimentará el sistema electoral griego en las próximas elecciones. En esa cita electoral entrará en vigor, por primera y última vez, una reforma legislativa aprobada en 2016 por la cual se elimina la cuota de 50 diputados a la fuerza más votada, pasando a repartirse de manera proporcional dichos escaños. La norma, adoptada mientras Syriza estaba en el poder, acababa con el llamado “sistema proporcional reforzado” que otorgaba un suculento premio a la primera fuerza política en aras de favorecer la gobernabilidad. Pero la Constitución griega prohíbe que este tipo de normas se apliquen en la legislatura inmediatamente posterior a su aprobación, por lo que en las elecciones de 2019 Nea Democratia obtuvo los últimos 50 diputados de prima antes de que entrase en vigor la norma.
Paradójicamente la ley que regirá las próximas elecciones ya ha sido sustituida por el parlamento. ND aprobó en la actual legislatura una versión suavizada del “sistema proporcional reforzado”; una ley que no se aplicará hasta dentro de dos elecciones.
La mayor proporcionalidad de estos comicios favorece la tesis del “gobierno progresista” de Syriza. Pues, aunque ninguna encuesta pone a Tsipras en primera posición, la desaparición de la prima al ganador mejorará los escaños de la formación aunque siguiese siendo segunda fuerza; del mismo modo que castigará a Nea Democratia que, aunque permaneciese como primera fuerza, necesitaría un irreal 50% de los votos para revalidar su mayoría absoluta.
Así las cosas, los partidos minoritarios pasarán a ser claves a la hora de configurar mayorías legislativas. El “amplio gobierno progresista” de Syriza apela directamente a dos de ellos: PASOK-KINAL y MeDA25, el movimiento fundado por el exministro de finanzas Yanis Varoufakis.
Las encuestas y los cálculos políticos no despejan el horizonte. Todos los estudios demoscópicos ponen a ND en primera posición en una horquilla del 33-36%, insuficiente para gobernar en solitario. Por detrás Syriza supera tímidamente el 25% del voto. PASOK-KINAL permanece estancado desde hace meses en el 15%. El histórico KKE (Partido Comunista de Grecia) se mueve entre el 5% y 6%. La formación ultraderechista “Solución Griega” no llega al 5% y los de Varoufakis bordean el 3%.
Estos números anticipan una difícil formación de gobierno. ND por si sola no suma, y Syriza necesitaría del apoyo de PASOK y MeDa25 para rozar la mayoría absoluta, pero ninguna de las dos formaciones ha garantizado su apoyo. Mitsotakis ha buscado cortejar a los socialdemócratas de Androulakis con varios guiños parlamentarios que han sido bien recibidos por el PASOK en su estrategia por mantener un perfil propio y presentarse como una fuerza “progresista pero con sentido de Estado”, un discurso que rechaza por el momento la coalición con Tsipras. PASOK-KINAL, que aspira a recuperar su posición de hegemón de la izquierda, ve con reticencias ser socio menor de una coalición capitaneada por Syriza; su posición será clave para formar gobierno y por el momento tanto la opción de apoyar a ND como de ser parte de un “gobierno progresista” están sobre la mesa.
Por su parte, MeDa25 podría caer por debajo del 3% del voto, cifra donde se ubica la barrera electoral y que, de no alcanzarse, impide entrar en el reparto de diputados. Todas las encuestas coinciden en que unos miles de votos podrían marcar la diferencia.
Las otras dos fuerzas con representación no parecen opciones factibles para resolver el entuerto. El KKE, mayor Partido Comunista de Europa occidental junto con el luso, refrendó sus tesis políticas en el XXI Congreso de la formación de junio de 2021. Los comunistas helenos representan la línea más reacia a la participación institucional de todo el espectro de la izquierda europea; de hecho, definieron a Syriza “como valioso pilar de la estrategia burguesa”. Por lo que se antoja impensable su presencia en el gobierno y realmente complicado que facilitasen la formación del Ejecutivo.
Por su parte, Solución Griega no parece un aliado fiable para ND. El partido es miembro del grupo parlamentario europeo ECR junto a Vox (España) y Ley y Justicia (Polonia). Catapultó sus expectativas electorales tras el hundimiento de Amanecer Dorado. El nacionalismo exacerbado es la columna vertebral de la formación, que promete desde construir un muro con Turquía hasta expulsar a todos los migrantes del país. En Grecia, la alargada sombra de los neonazis de Amanecer Dorado hace que, por el momento, el “cordón sanitario” a la extrema derecha sea un mantra repetido por la propia derecha.
Con más dudas que certezas se entra en el último año de legislatura con un inflamado panorama político. En los resultados electorales no solo influirán las previsiones económicas y las posibles alianzas partidarias; la aún notable presión migratoria o las tensiones con Turquía, en máximos desde hace décadas, serán factores a tener en cuenta para poder descifrar el futuro de Grecia.
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