El pueblo contra el proletariado

“Aunque la palabra chav resulta intraducible a otras lenguas, cualquier recién llegado a Reino Unido intuirá de inmediato que ese concepto tan recurrente en los medios de comunicación locales no significa nada bueno. El chav es una persona de clase baja y a menudo joven, adepta a la ropa deportiva de marca (real o de imitación). Un ser vulgar y rayano en el comportamiento antisocial, según los diccionarios ingleses que han incorporado el nuevo e informal vocablo. Los seguidores españoles de la serie humorística de la BBC Little Britain pueden identificarlo en el personaje de Vicky Pollard, madre soltera adolescente que viste un horrendo chándal rosa, roba chucherías en el supermercado y busca nuevos embarazos para seguir cobrando el cheque de ayuda social. El periodista y escritor Owen Jones (Sheffield, 1984) es probablemente uno de los pocos televidentes que no le ríen las gracias, porque ve en esa Vicky el estereotipo al que ha sido reducida la clase trabajadora por parte de una élite política y periodística: una especie irresponsable, indeseable y parásita en la que nadie se reconoce.

La pobreza y el paro ya no son percibidos como problemas sociales, sino en relación con los defectos individuales: si la gente es pobre, es porque es vaga. ¿Para qué tener entonces un Estado del Bienestar?”, plantea Jones en el libro Chavs: La Demonización de la Clase Obrera (Capitán Swing Libros) que ha provocado muchos oleajes en el Reino Unido y lo ha convertido en un referente de la nueva izquierda britànica”. Patricia Tubella, “El pueblo contra el proletariado”, El País.


Por Susana Gómez Nuño

De este fragmente del artículo de Patricia Tubella, publicado en El País, podemos deducir que las élites políticas han creado un estereotipo definido por el término chav, representado por la protagosnista de la serie a la que hace referencia la autora del texto. Está claro que nos encontramos ante un caso de etiquetaje negativo relacionado con las clases sociales, del que solo parece darse cuenta el Sr. Owen Jones. La clase trabajadora ha sido reducida a esa etiqueta que, muy ufanamente, le asignan las élites.

Desde una perspectiva sociológica, podemos relacionar este fragmento con el concepto de estratitificación social. Las personas que viven en sociedad asumen su rol, que viene establecido por la posición jerárquica que ocupan en la sociedad, es decir, su clase social. Este hecho es explicable no solo mediante los factores económicos, y por los valores o ideologías de los colectivos, sino que en realidad son un cúmulo de causas,  que  intentaremos encontrar en la teoría de la estratificación social de Weber, la cual se contrapone a la de Marx.

Mientras este último reduce el conflicto entre poseedores y no poseedores, Weber alude a la división de poder y establece tres elementos clave: clase, status y partidos. El poder económico depende de la clase social, definida a su vez por los ingresos obtenidos, el poder social está relacionado con el status y los partidos determinan el poder ideológico, que podrían imponer a otros colectivos. Estos tres elementos interaccionarían entre ellos y nos proporcionarían una respuesta comprensible a los problemas derivados  de la estratificación social y los sistemas de poder implicados.

Son las situaciones inesperadas las que favorecen la aparición del pensamiento reflexivo, mientras que las situaciones de rutina se naturalizan y no se cuestionan.

Durante el proceso de socialización, los individuos interiorizan los elementos culturales que conforman su medio, consiguiendo, así, la adaptación al entorno social. Esta interiorización implica que no seamos conscientes del control social al que estamos sometidos. Debemos recordar que son las situaciones inesperadas las que favorecen la aparición del pensamiento reflexivo, mientras que las situaciones de rutina se naturalizan y no se cuestionan.

Los individuos que no se encuentran enmarcados en unas normas establecidas se consideran «desviados sociales». Para entender la desviación social, podemos referirnos a la teoría del etiquetaje, la cual defiende la importancia de saber quienes son los que cuelgan la etiqueta de «desviados», a quien se la cuelgan y los motivos que tienen para hacerlo.  En definitiva, las etiquetas nos dirán más de los etiquetadores que de los etiquetados. Por otro lado, la veracidad y autenticidad de esa etiqueta dependerá del poder del etiquetador, que será quien decida qué es normal y qué no, así como de imponer esa norma al resto de la sociedad, lo cual nos llevará a una paradoja, puesto que lo que crea marginación promoverá también la cohesión del grupo «normal».

El motivo del etiquetaje negativo al que se ve sometida la clase trabajadora es el descrédito, así como mantenerla bajo control para perpetuar el estilo de vida de los más favorecidos.

En el texto de Tubella, queda claro quienes son los etiquetadores: la élite política y periodística; los etiquetados: la clase trabajadora, la etiqueta, muy dura, por cierto, y reza así: «una especie irresponsable, indeseable y parásita en la que nadie se reconoce.», y los motivos, en mi opinión: desacreditar a la clase social trabajadora y mantenerla bajo control para perpetuar el estilo de vida de los más favorecidos. Parece claro que estas etiquetas definidas por la maquinaria del poder establecido intentan favorecer e imponer ciertas conductas y actitudes que adjudican, sin ningún tipo de pudor, a la clase social trabajadora –»madre soltera adolescente que viste un horrendo chándal rosa, roba chucherías en el supermercado y busca nuevos embarazos para seguir cobrando el cheque de ayuda social» / «si la gente es pobre es porque es vaga»– en un intento de naturalizar y normalizar esas acciones y atribuirlas a esa clase social en concreto. Es por eso, que en el segundo parágrafo, se dice que el paro y la pobreza ya no son percibidos como problemas sociales. Las élites, mediante el etiquetaje, han naturalizado una serie de problemas y los ha convertido en «defectos individuales», que han hecho extensibles a la totalidad de la clase trabajadora.

Problemas como el paro o la pobreza intentan ocultarse tras ciertas conductas individuales que, en este caso, las élites pretenden generalizar y naturalizar.

Teniendo en cuenta que el objetivo de la sociología es ver más allá de lo que nos dicen las fuentes oficiales, creo que Patricia Tubella y Owen Jones realizan un interesante ejercicio social mediante la mirada desenmascaradora de la sociología en el que dan visibilidad a problemas como el paro o la pobreza que intentan ocultarse tras ciertas conductas individuales que, en este caso, las élites pretenden generalizar y naturalizar, y que forman parte de un control social del que, por norma habitual, no somos conscientes. En definitiva, ambos autores ponen de manifiesto un proceso de desreificación, que deja visibles los artificios del poder y del control social al que la clase trabajadora, en este caso concreto, se ve sometida.

1 Comment

  1. Quieren (y lo consiguen) normalizar la pobreza.Pero que nadie se sienta obrero (en los anuncios de televisión todo el mundo trabaja en una oficina, desayuna la familia a la vez, cuando lo hacen ya es de día. En los telediarios, que no informativos, todo el mundo se va de vacaciones en semana santa, o a esquiar…).
    Cuando digo quieren, me refiero a quién cojones mande.
    El caso es que la gente asume cosas inadmisibles como normales. Como decía Julio Anguita, «¡los escándalos de cada día caen sobre una conciencia encallecida, estamos acostumbrados a que roben!» (se refería a algunos políticos).

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