Por Eduardo Montagut
El primero de mayo de 1891 fue el segundo que se celebró, en un año en el que el gobierno de Cánovas del Castillo prohibió las manifestaciones públicas, teniéndose que optar por celebrar reuniones y mítines en locales cerrados. En este artículo nos acercaremos al caso malagueño desde la perspectiva socialista, como recogió el número 270 del periódico El Socialista, y que, entre otras cosas, refleja el divorcio con los anarquistas en la estrategia de lucha.
Al parecer, la comisión que se encargó de la preparación del primero de mayo en la ciudad andaluza no consiguió un local para poder celebrar el mitin deseado, pero se acordó parar el primero de mayo para demostrar a la “clase explotadora” que el proletariado estaba dispuesto a ir a la lucha para “alcanzar su emancipación”.
Al parecer, los anarquistas se habían acercado a los socialistas con antelación, porque, siempre según los segundos, habían intentado arrastrar a las organizaciones obreras hacia la huelga general, el punto de fricción entre unos y otros, habida cuenta de las reticencias que el socialismo desarrolló hacia esta estrategia de lucha, en línea con lo que se había aprobado por parte de la Segunda Internacional en el momento en el que se decidió la celebración del primero de mayo. Pero los anarquistas habían desistido al no conseguir convencer para realizar la huelga general. Los sindicalistas socialistas malagueños criticaban la forma de actuar de los anarquistas, y las dificultades que planteaban para llegar a acuerdos en la lucha.
El paro en Málaga habría sido un éxito, ya que hasta los carruajes de alquiler no se habían enganchado; solamente, en la fábrica “La Aurora” se había trabajado porque, cuando los obreros se concentraron en la puerta indecisos sobre la decisión a tomar, el dueño y la policía habían instado vivamente a que entraran; solamente las mujeres se habían mostrado reacias, frente a la mayoría de hombres que decidieron entrar en el centro de trabajo por miedo al despido. En cambio, en la fábrica “La Industria Malagueña” solamente cinco trabajadores entraron de los tres mil quinientos que tenía, por lo que tuvo que cerrarse.
Los empleados del Ayuntamiento en la reparación de las vías públicas si trabajaron. Los socialistas consideraban curioso que justo ese día se estuvo trabajando en hasta cincuenta calles, y especialmente en las más céntricas, cuando la prensa local llevaba tiempo reclamando las obras diariamente.
La celebración del primero de mayo fue recogida por la prensa. Los socialistas malagueños apreciaban la noticia aparecida en La Unión Mercantil, un periódico fundamental de la ciudad andaluza, fundado en 1886, y que duró hasta 1936. La Unión Mercantil no tuvo un ideario político muy definido. Pues bien, sus páginas elogiaron al Partido Socialista porque lo que había ocurrido era una prueba de cómo se podían ejercitar “sus derechos los hombres libres” sin perturbaciones del orden.
Las autoridades habían desplegado sus fuerzas temerosas por cualquier alteración del orden público. A las cuatro de la mañana ya estaban los agentes de vigilancia en la Aduana. Los inspectores habían recibido la orden de visitar sus respectivos distritos. El gobernador civil ordenó que se quitaran las banderas que se habían colocado en el Centro Obrero. Los dirigentes obreros protestaron, pero el gobernador civil argumentó en favor de su decisión en que se produciría una concentración en la calle para ver las banderas. Recordemos que el gobierno en Madrid había prohibido las manifestaciones públicas. Por fin, las patrullas de la Guardia Civil, a pie y a caballo, se desplegaron por todas partes.
Por su parte, las Agrupaciones de la Cala y de Jaramí realizaron reuniones públicas el 26 y el 29 de abril, y en esa zona de la provincia se paralizaron las faenas agrícolas.
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