El premio Nobel de la paz que se fue (ahora sí) a la guerra

El gobierno de Etiopía parece estar perdiendo no solo en el frente de batalla, si no en la guerra informativa, llegando a amenazar a las cadenas CNN y BBC, y a las agencias Reuters y Associated Press, con la retirada de acreditaciones e incluso con la expulsión del país.

Por Angelo Nero

“La imitación de los emperadores en tiempo de guerra, ha adquirido un matiz esquizofrénico muy palpable. Ha prometido unir sus fuerzas en el campo de batalla en la honorable tradición de sus gloriosos predecesores. Hubiera descartado que fuera otra bramo enfermiza en cualquier momento. Lo que sea que esto signifique, nuestras fuerzas no cejarán en su inexorable avance para poner fin al estrangulamiento sobre nuestro pueblo. Coordinaremos nuestros esfuerzos con otros grupos de ideas afines para enviar a los asesinos de nuestros niños a las cárceles a las que pertenecen”. Así de contundente era la respuesta de Getachew Reda, portavoz del Tigray People’s Liberation Front (TPLF), desde su cuenta de Twitter, al anuncio del primer ministro etíope, Abiy Ahmed, de liderar sobre el terreno a su ejército, en la “defensa de los enemigos internos y externos.

Abiy Ahmed también ha utilizado las redes sociales –la ya declarada guerra civil en este país del Cuerno de África también se juega en ellas-, en su caso desde su cuenta de Facebook, para declarar que “es hora de liderar el país a través del sacrificio, los que aspiren a ser recordados en la historia deben levantarse por su país.” El primer ministro etíope, líder del panetíope Property Party, que intentó superar (y fracasó) el federalismo democrático, intenta con este gesto cerrar cualquier paso a la negociación y enfrentar una salida militar, llamando a la movilización general, ante el avance de los rebeldes tigriños y oromos del TPLF y del OLF, junto a otros aliados de organizaciones que representan a otras etnias minoritarias (agrupados en United Front of Ethiopian Federalist and Confederalist Forces), que ya están a unos pocos centenares de kilómetros de la capital, Addis Abeba.

Hace ahora un año, publicábamos un artículo titulado “Abiy Ahmed, el premio Nobel de la paz que se fue a la guerra”, dónde recogíamos un fragmento del discurso que dio ante la academia sueca cuando fue a recoger el galardón, que premiaba sus esfuerzos por lograr la paz entre Etiopía y Eritrea: “La guerra es un compendio del infierno para todos los que participan en ella; lo sé porque estuve allí y regrese. He visto a hermanos matando a hermanos en el campo de batalla, he visto a ancianos, mujeres y niños temblando de terror bajo la lluvia mortal de las balas y proyectiles de artillería.” No había pasado ni un año cuando los ejércitos de Eritrea y Etiopía volvían a empuñar las armas, pero esta vez no para enfrentarse entre ellos, si no como aliados en la invasión de la región norteña de Tigray.

“El único obstáculo a la solución pacífica al conflicto es la obsesión de Abiy con la solución militar a lo que es esencialmente un problema político.” Reseñó Getachew Reda en otro de sus tweets. Pero no parece solo el líder etíope el que se empeña en empujar a la guerra a su pueblo. A principios de mes, en un mitin celebrado en la capital, Addis Abeba, su alcaldesa, Adanech Abebe, decía: “Marchemos al frente, debemos de tomar ahora la decisión de defender la independencia de nuestro país. Tenemos que asegurar la paz de nuestra ciudad. Tenemos que bloquear las vías de entrada y salida de las fuerzas de distracción y sofocarlos.”

El gobierno de Etiopía parece estar perdiendo no solo en el frente de batalla, si no en la guerra informativa, llegando a amenazar a las cadenas CNN y BBC, y a las agencias Reuters y Associated Press, con la retirada de acreditaciones e incluso con la expulsión del país, por informar sobre las graves violaciones de los Derechos Humanos por parte del gobierno y del ejército etíope, algo que ha sido denunciado también por la Comisión de Derechos Humanos de Etiopía, ante la oleada de arrestos masivos de tigriños tras el estado de emergencia decretado a principios de mes, y que se cuentan por miles en Addis Abeba, Kirkos y Dire Dava.

Liz Throssell, portavoz de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, también publicó un comunicado condenando las detenciones de tigriños y el estado de las cárceles y campos de concentración, con denuncias documentadas de torturas y violaciones. El mismo Secretario General de la ONU, el portugués António Guterres, mostrós su preocupación por los “informes sobre arrestos y detenciones arbitrarias que ayudan a aumentar las divisiones y el resentimiento entre los grupos étnicos.”

Mientras tanto, Estados Unidos ha desplazado fuerzas de operaciones especiales a la vecina Djibouti, en previsión de que la toma de la capital les obligue a un eventual evacuación de su personal diplomático y de los estadounidenses que todavía permanecen en el país, a los que han aconsejado que partan de inmediato, “no esperes hasta que la situación empeore para decidir irte, vete antes de que las cosas cambien», han dicho desde la Embajada, intentando que no se repita la imagen de la evacuación precipitada de Kabul.

Whasington ha pedido a las partes implicadas en el conflicto el “cese inmediato de las hostilidades sin condiciones previas, la garantía de asistencia humanitaria para salvar vidas”, a la vez que ha vuelto a reiterar sus amenazas de sanciones al régimen de Abiy si descarta la vía de la negociación y sigue cometiendo violaciones contra los Derechos Humanos. El enviado especial norteamericano para el Cuerno de África, Jeffrey Feltman, era pesimista sobre el impulso del alto el fuego que propiciaba: “Desafortunadamente, cada parte intenta lograr sus objetivos por la fuerza militar y cree que están en la cúspide de la victoria”.

En un llamamiento al espíritu del panafricanismo, Abiy Ahmed, declaró: “Esta lucha es la lucha de todos los negros. La campaña contra Etiopía es una conspiración para socavar la historia, la cultura, la identidad y la dignidad de los negros y humillarlos sometiendo su símbolo de libertad, Etiopía.” La paz parece que ya no es una opción para el primer ministro etíope, que (ahora sí) se va a la guerra.

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