En la capital, Astaná (o Nursultán, como se denomina, desde el año pasado, en honor a Nazarbáyev), y en Alma-Ata, el pueblo ha vuelto a salir a las calles para protestar por la subida del gas, aprobada por el gobierno de Tokaev
Por Angelo Nero
Kazajistán, pese a ser el noveno país más grande del mundo, con un tamaño equivalente a toda Europa Occidental, de ocupar un lugar central en Asia, y compartir fronteras con Rusia y China, no suele ocupar muchas portadas en nuestros medios de comunicación, tras convertirse, en diciembre de 1991, en República, una de las últimas en independizarse de la URSS. Su historia contemporánea se haya ligada a la figura de Nursultán Nazarbáyev, que ya antes de la independencia kazaja había estado en las más altas instancias del poder: en 1984 llegaba a la presidencia del Consejo de Ministros de la República Socialista Soviética de Kazajistán, y desde 1980 hasta 1991 era el primer secretario del Partido Comunista de Kazajistán. Con la proclamación de independencia de la república asiática, Nazarbáyev es nombrado presidente del Kazajistán, jefe del nuevo estado y comandante en jefe de sus fuerzas armadas, conforme al nuevo régimen fuertemente presidencialista.
Durante tres décadas, hasta su renuncia en marzo de 2019, Nazarbáyev dirigió con puño de hierro la República de Kazajistán, y todavía tras esta continuó en tutelando desde la sombra el poder, en el cargo de jefe del Consejo de Seguridad y en la dirección del partido oficialista Nur Otan (Patria Radiante), creado en torno a su figura, con el que ha ganado todas las elecciones hasta la fecha, con dudosas garantías democráticas, llegando en ocasiones a ocupar todos los escaños del parlamento, el Mazhilis, como en las elecciones de 2007.
Debido a sus grandes reservas de petróleo, gas y otros minerales, Kazajistán, ha mantenido buenas relaciones con Rusia y China, también con Irán, con quien comparte el Mar Caspio. También como uno de los países asiáticos de cultura túrquica, mantiene una estrecha relación, tanto política como económica, con Turquía. A la vez que se ha abierto a las inversiones extranjeras de EEUU, a través de las compañías petrolíferas, y de Europa Occidental, que has mirado hacia otro lado ante las denuncias de falta de democracia por parte de los opositores a Nazarbáyev.
Kasim Yomart Tokaev, fue el sucesor de Nazarbáyev en la presidencia y en la jefatura del estado, confirmado en las elecciones presidenciales de junio de 2019, que fueron denunciadas por fraudulentas por la oposición, y motivaron masivas protestas en Astana, la capital kazaja, y Alma-Ata, la ciudad más poblada y centro económico del país, lo que provocó una violenta represión por parte del régimen, con cientos de personas detenidas. En un país donde las manifestaciones anti gubernamentales no es muy habitual, parecía que algo estaba cambiando, y este martes, 4 de enero, se ha confirmado el hartazgo del pueblo kazajo.
En la capital, Astaná (o Nursultán, como se denomina, desde el año pasado, en honor a Nazarbáyev), y en Alma-Ata, el pueblo ha vuelto a salir a las calles para protestar por la subida del gas, aprobada por el gobierno de Tokaev, siguiendo el ejemplo de los habitantes de Manguistau, al oeste del país, donde prendió la llama de la protesta, que también se han extendido a las regiones vecinas de Atirau y de Kazajistán occidental.
El gobierno de Tokaev ha reaccionado con la declaración del estado de emergencia en las ciudades de Alma-Ata, Mangistau y Nursultán, tras los intentos de los manifestantes de asaltar la sede municipal de Alma-Ata, que ha sido incendiado, y el Palacio Presidencial, duramente reprimidos por las fuerzas de la policía, donde se han escuchado disparos y se ha observado una gran nube de humo saliendo del edificio. En Alma-Ata también se ha confirmado en las últimas horas que los manifestantes han ocupado el aeropuerto. Fuentes del ministerio de interior kazajo hablan de ocho policías y soldados de la Guardia Nacional muertos, de cerca de trescientos policías heridos en los enfrentamientos callejeros y una treintena de vehículos policiales incendiados, así como el bloqueo de varias carreteras y vías de tren.
Esto ya ha motivado la dimisión del primer ministro, Askar Mamin, y de su gobierno, aunque, por ahora, no parece que la medida vaya a apaciguar la protesta, que va más allá de su disconformidad con la subida del gas, y expresa una oposición decidida a acabar con el régimen de Nazarbáyev y de su heredero, Tokaev. A pesar de que el estado de emergencia, proclamado hasta el 19 de enero, restringe la libertad de circulación y reunión, y la celebración de huelgas y manifestaciones, han sido convocadas concentraciones en las principales ciudades del país.
Ya hay más de doscientos detenidos por “violar el orden público”, en un claro aviso del régimen de que no cederá ante la oposición, a la vez que Tokaev ha ordenado una regulación estatal de precios no solo del gas, si no de los alimentos básicos, y ha puesto en batería de medidas sociales, para favorecer a los grupos sociales más vulnerables, en un intento de atajar la protesta.
El presidente Tokaev ya ha pedido ayuda a Rusia para sofocar la revuelta, mientras que el ministerio de exteriores ruso ha señalado: “Seguimos de cerca los eventos en el país fraternal y vecino. Abogamos por una solución pacífica a todos los problemas, dentro del campo constitucional y mediante diálogo, y no a través de disturbios callejeros y violaciones de las leyes.”
El analista internacional Pablo González, fundador de Eulixe, apuntaba desde su cuenta de twitter: “Me sorprende la velocidad con la que Kazajistán ha pedido ayuda a sus aliados mientras Armenia no lo ha llegado a hacer a pesar de tener tropas extranjeras en su territorio. En esa comparativa se ve reflejada bastante bien la predisposición de unos y otros hacia las amenazas. Parece que es oficial, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva va a enviar fuerzas a Kazajistán para estabilizar la situación. De momento se habla de tropas rusas y bielorrusas, algunos apuntan que también armenias.”
Se el primero en comentar