El peligro de vivir en amarillo

Por Luis Aneiros

“Las excusas son como el culo, todo el mundo tiene uno” (Platoon)

No se puede vivir mejor tiempo en España que el actual para poder comprender hasta dónde llega la capacidad del ser humano para cometer las mayores bobadas en nombre de las más grandes metas. Libertad, Democracia, Justicia, Igualdad, Seguridad… se quedan en meros conceptos vacíos o, en el peor de los casos, en justificaciones para conseguir lo que antaño se conseguía con la fuerza de las armas y unos cuantos años de guerra. O lo que hoy se consigue también tras un golpe de Estado que instaure una dictadura y se inicie el control y la represión en la población afectada. Pero esto último, todo el mundo lo sabe, es hoy en día casi imposible en los países que forman la mal llamada zona civilizada del planeta. Cuando en un país como, por ejemplo… España (así, a bote pronto) se insinúa la posibilidad de que se haya colado un régimen totalitario tras el perfecto disfraz de una monarquía parlamentaria, no tardan en alzarse voces calificando de paranoicas esas teorías, y de frívolos a quienes las defienden, terminando por recordarnos lo que se vivió desde 1939 hasta 1975, como si toda posibilidad de dictadura fuera la que protagonizaron los sublevados militares a las órdenes del golpista Francisco Franco.

Qué duda cabe de que un régimen es aún más dictatorial y cruel cuando al férreo control político o mental de la población se le suman asesinatos legales y desapariciones cuando ni sus propias leyes amparan otro tipo de actuaciones. Pero eso no convierte a ciertas actitudes presentes en democráticas ni bienintencionadas. Es importante conocer los límites que bajo ningún concepto se pueden traspasar si se pretende gobernar de una manera realmente democrática y libre. A propósito de lo sucedido en la final de la Copa del Rey de fútbol, entre el Barcelona y el Sevilla, no puedo sacudirme, casi 20 horas después, el asombro que me produjeron las maneras en las que se procedió a realizar el control en la entrada. La primera excusa es considerar el partido de “alto riesgo”. Eso es el punto de partida inicial que otorga consentimiento para que cualquier medida posterior cobre sentido. ¿De alto riesgo un Barsa – Sevilla? ¿Cuál es la rivalidad histórica de las aficiones de esos dos equipos? ¿Qué sucesos pasados justifican el temor de algún tipo de altercado entre seguidores de dos clubes que se enfrentaron ya en 165 ocasiones sin incidentes destacables? ¿O se trata de que cualquier partido contra el Barsa es automáticamente considerado de alto riesgo?

Se confiscaron todo tipo de prendas o accesorios que llevaran, en todo o en parte, el color amarillo, por ser este el distintivo de los independentistas catalanes. Camisetas, banderas, bufandas… ¿En qué ley se apoya esa medida? ¿Qué ley justifica privarme de mi derecho a llevar la ropa del color que yo quiera? Pero… ¿y si mi intención fuera, efectivamente, reivindicar mi sentimiento independentista, donde estaría el problema? Les recuerdo a nuestros gobernantes que el independentismo es una aspiración legal y legítima en España, y como tal puede ser reivindicado sin tener que sufrir represión de ningún tipo. ¿Por qué en un partido de fútbol no se puede manifestar una opinión, una discrepancia con el poder, o una defensa de algún tipo de ideología o sentimiento, pero en otros actos sí? ¿Por qué un miembro de un partido puede aprovechar una conferencia, una rueda de prensa, una entrega de premios o cualquier otro acto público para, por ejemplo, mostrar su apoyo a Cristina Cifuentes, pero un aficionado al fútbol catalán no puede hacer lo mismo con su apoyo al independentismo? ¿Por qué yo puedo ir al teatro con una camiseta de cualquier color y con cualquier leyenda, pero al fútbol no?

Control a la entrada del Wanda Metropolitano donde confiscaban prendas de color amarillo

Excusa oficial: «para evitar cualquier episodio de violencia en un partido declarado de alto riesgo por las circunstancias concurrentes». ¿Por la pitada al himno y al rey? ¿Esas son las circunstancias recurrentes? Porque ya ha quedado meridianamente claro que no es de alto riesgo por cuestiones deportivas ni de historia común de ambos clubes. ¿Haber desprovisto a los asistentes de prendas amarillas ha impedido que dichas pitadas se produjeran exactamente igual, o posiblemente con mayor rabia aún? ¿Por qué no aclaran cuáles son las otras circunstancias que obligaron a la vergonzosa escena de ver a gente desvistiéndose en la entrada por llevar camisetas amarillas? ¿Y por qué no se puede pitar al himno ni al rey? ¿Qué ley lo prohíbe? Y, sobre todo… ¿qué sentido democrático considera necesario blindar la figura del jefe de Estado y sus símbolos? ¿Qué lo convierte en intocable e incuestionable? Leo en Público.es que: ‘la ley 19/2007 contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte, entiende por «actos o conductas violentas o que incitan a la violencia», entre otros, «la exhibición en los recintos deportivos, en sus aledaños o en los medios de transporte organizados para acudir a los mismos de pancartas, símbolos, emblemas o leyendas que, por su contenido o por las circunstancias en las que se exhiban o utilicen de alguna forma, inciten, fomenten o ayuden a la realización de comportamientos violentos o terroristas, o constituyan un acto de manifiesto desprecio a las personas participantes en el espectáculo deportivo».’ ¿Sería, por tanto, incitar a la violencia manifestar un apoyo visible al colectivo homosexual en un partido de fútbol, por si algún sector del público fuera contrario a ese derecho y se sintiera despreciado u ofendido? ¿Y si a un partido acuden personas negras, se les va a impedir el paso por si molestan a los aficionados ultras del otro equipo, racistas desde su fascismo de cabecera? Y, por cierto, ¿qué cabida tiene en esa ley la obscena exhibición constante de simbología ultra, o directamente nazi, que se produce semana tras semana en algunos campos? ¿Dónde están los controles que impiden que entren a las gradas personas portando ropas con símbolos fascistas, bengalas, o bates? ¿Qué lógica ancestral considera más peligroso a un independentista que a un descerebrado nazi?

Y una última reflexión: si la final de la Copa del Rey de Fútbol fuera entre el Barcelona y Las Palmas, ¿se les impediría el paso a los jugadores canarios y a todos sus seguidores por lucir las tradicionales equipaciones amarillas, y al día siguiente el titular de La Razón diría: “Canarias apoya sin disimulos la traición de Puigdemont al Reino de España”?

Muchas preguntas para tan poca posibilidad de respuesta que no termine demostrando que vivimos en un sistema de moderna dictadura. Ya no se entierra en zanjas a los disidentes, pero no se les permite expresarse ni desenterrar a los que sí llevan en esas zanjas ochenta años.

1 Comment

  1. muy interesante ,que gran reflexion ante, la situacion actual, lo escribe un adolecente preocupado por la evidente opresion a la libre expresion.

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