La prolongación del funcionamiento del Patronato de Protección a la Mujer se debió a razones de beneficio económico para las órdenes religiosas femeninas que gestionaban estos centro.
Por Lucio Martínez Pereda | 5/07/2025
Cuando Consuelo García del Cid Guerra puso a mi disposición antes de ayer este documento procedente de su archivo personal me quede sorprendido. Habitualmente se sostiene que la institución franquista Patronato de Protección a la Mujer estuvo en funcionamiento hasta 1985. Pero esta documentación acredita su funcionamiento en 1986 en al menos dos provincias gallegas. Es lógico suponer que en esta fecha aún estaba funcionando en más provincias.
La transferencia del Patronato de Protección a la Mujer a la Xunta de Galicia se formalizó en 1983, según lo documentado en el traspaso firmado por Mariano Rajoy, entonces secretario de la Comisión Mixta prevista en el Estatuto de Autonomía. A pesar de que el cierre oficial del Patronato se sitúa en 1985, hay evidencia de que en Ourense y Pontevedra la institución represiva seguía operativa, con ingresos registrados en el primer semestre de 1986. Es muy probable que -dado el carácter descentralizado del Patronato, con Juntas Provinciales en cada capital de provincia- su funcionamiento pudiera haberse prolongado en otros territorios. No hay evidencia concluyente en las fuentes documentales que confirme un funcionamiento generalizado en 1986 más allá de las provincias gallegas mencionadas, pero la falta de transparencia histórica sobre el Patronato y su lenta disolución que incluso sobrepasó la etapa de la Transición apoyan la hipótesis de que pudo haber actividad en otras provincias.
La prolongación del funcionamiento del Patronato de Protección a la Mujer se debió a razones de beneficio económico para las órdenes religiosas femeninas que gestionaban estos centros: la gestión delegada en estas órdenes generó un amplio ámbito de beneficios directos. Las jóvenes eran obligadas a realizar trabajos no remunerados (costura, tareas domésticas, talleres), cuyos productos eran comercializados por las propias órdenes religiosas. Además, muchas eran enviadas a servir en casas o a trabajar en fábricas, y las órdenes se quedaban con una parte significativa de sus salarios. Las órdenes religiosas solicitaban y obtenían aumentos en los ingresos que recibían por cada joven internada, generando una especie de microeconomía de escala en torno al Patronato.
Ante la inminente desaparición del Patronato tras la dictadura, las órdenes consiguieron que el propio Patronato financiara la transformación de sus centros de reclusión en residencias femeninas, asegurando así la continuidad de sus actividades y beneficios en la nueva etapa democrática. Todas las peticiones económicas documentas realizadas por las órdenes religiosas a la junta del Patronato fueron aceptadas sin excepción, lo que evidencia el peso de los intereses económicos en la prolongación de la institución, incluso cuando ya era considerada un vestigio del franquismo y estaba radicalmente desfasada respecto a la nueva realidad democrática.
Esto nos da aliento a los que buscamos sin respuestas. En Galicia todo es secreto Muchísimas gracias por el artículo.