El ocaso de la diplomacia en el Sáhara Occidental: ‘La historia se repite, primero como tragedia, luego como farsa’

Es el momento de reevaluar la estrategia hacia la independencia. ¿Cuál es el camino más efectivo: el armado, el diplomático, el judicial?

Por Héctor Bujari Santorum | 21/10/2024

Staffan de Mistura ha propuesto una solución para el conflicto del Sáhara Occidental que consiste en dividir el territorio: el norte para Marruecos y el sur para la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).

Esta propuesta, que revive la iniciativa planteada por James Baker en 2002, refleja las dificultades que ha enfrentado la MINURSO, convertida en un «cementerio de diplomáticos», donde muchos pasan sin dejar avances. De Mistura, consciente de su prestigio, no quería terminar su misión sin presentar una propuesta, aunque supiera que sería rechazada por ambas partes. Para él, eso era preferible a marcharse sin haber intentado nada.

De Mistura ha desenmascarado a España, Francia y a todos los que han apoyado el plan de autonomía, al señalar tajantemente que Marruecos no ha concretado su propuesta desde que la presentó hace 17 años.

El Frente Polisario, que conocía la propuesta desde el 3 de octubre, esperó a que fuera oficial para emitir un comunicado contundente de rechazo, sin concesiones.

Mientras tanto, Marruecos se mantiene firme en su negativa a ceder ni un solo centímetro del territorio que ocupa militarmente.

El Secretario General de la ONU sigue insistiendo en una «solución mutuamente aceptable», pero la realidad es que Marruecos nunca ha mostrado una verdadera disposición a negociar. Solo accederá a dialogar cuando su régimen se tambalee, y cuando lo haga, recurrirá a una retórica seductora para mantener el conflicto bajo sus propios términos.

El pueblo saharaui continúa aspirando a su liberación nacional, pero enfrenta grandes obstáculos internos. Mientras el Estado saharaui no consiga construir una economía básica de subsistencia, retener su capital humano ni garantizar una educación de calidad, seguirá atrapado en el mismo ciclo. La escasa retención de aquellas personas formadas gracias a la revolución, es un fracaso que corta las alas de la causa saharaui.

Es el momento de reevaluar la estrategia hacia la independencia. ¿Cuál es el camino más efectivo: el armado, el diplomático, el judicial? ¿Existen realmente alternativas viables a la lucha armada o estamos engañándonos caminando en círculos?

El Sáhara Occidental no necesita mediadores, necesita justicia. El pueblo saharaui debe tomar las riendas de su destino, pero tres puntos clave deben considerarse.

Primero, la idea de contar con el apoyo de potencias como Rusia, China o Irán parece una ilusión. Los estados no suministrarán armas fácilmente, especialmente cuando dependen de intermediarios privados que deben ser pagados.

Desconozco qué puede llevar a pensar que China y Rusia, que actualmente no reconocen a la RASD, vayan a suministrar armamento. Si bien mantienen una postura neutral en lo diplomático, no parece haber indicios de un apoyo decidido.

¿Cómo esperar, entonces, un respaldo desinteresado a nivel militar? Con Irán la situación es diferente, pero el argumento sigue siendo el mismo: el apoyo militar no llegará de forma gratuita.

Segundo, la idea de reconquistar el «norte» de Marruecos, mencionada por varios compatriotas, es altamente improbable.

Un Estado saharaui limitado en recursos, bloqueado por tierra de su principal aliado y con una sociedad establecida, difícilmente se arriesgaría a perder su mitad en una guerra por la otra. Por último, en una hipotética aceptación de la división, ¿de verdad creemos que Marruecos no intentaría volver a ocupar el sur? Lo más probable es que Marruecos aprovecharía la situación para lanzar ataques decisivos contra la población saharaui.

El ejército pasaría de hacer escaramuzas contra una fuerza mayor, aprovechando el factor sorpresa, a esperar una invasión estando peor pertrechado y siendo inferior numéricamente.

Finalmente, entre los jóvenes con los que he hablado, el rechazo a esta propuesta es dominante. Sin embargo, en medio de la incertidumbre, algunos están dispuestos a aceptar cualquier opción que parezca ofrecer una salida, aunque no esté claro hacia dónde los lleve.

Ahí es donde debemos centrar nuestro análisis: ¿hacia dónde nos conduce esta propuesta? Observar las posiciones de los adversarios es un indicador claro de la dirección en la que avanzan los acontecimientos.

En una carta dirigida a Steffan De Mistura, Hach Ahmed elogió su «valentía al plantear de manera clara las opciones y responsabilidades de la ONU y las partes involucradas en el conflicto del Sáhara Occidental». Subrayó que, por primera vez en tres décadas, un Enviado de la ONU había puesto a todos frente a sus responsabilidades políticas y morales. No obstante, expresó su preocupación por la posibilidad de que De Mistura limite su misión en el tiempo, lo que podría significar el fin del proceso político. Hach Ahmed reafirmó su apoyo a una solución de compromiso, respaldada por garantías internacionales, y ofreció la disposición del MSP para colaborar con él en sus esfuerzos.

Otra prueba más de las intenciones del MSP.

También cabe cuestionar a esa serie de partidos políticos españoles que insisten en hablar de una «resolución en el marco de Naciones Unidas». Esa es la retórica de los cobardes: evitar tomar una posición firme y delegar tu responsabilidad en un tercero «beatificado» para que decida por ti.

¿Cómo reaccionarán ahora? ¿Se alinearán con De Mistura o con el legítimo y único representante del pueblo saharaui, el Frente Polisario? Probablemente, el silencio sea su respuesta.

El Sáhara Occidental no se negocia, se resiste.

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