Por Luis Aneiros
En un artículo anterior afirmaba que no todos los votantes de VOX son fascistas ni nostálgicos del franquismo. Y, por supuesto, sigo pensando lo mismo. Los votos se depositan con la mano de la esperanza, porque los votos son democracia, y la democracia es buena… casi siempre. Pero este artículo no quiero dedicárselo a los votantes, sino a los simpatizantes de dicho “partido”. VOX tiene simpatizantes, afiliados, personas que no están engañadas ni influenciadas por coyunturas, sino fieles seguidores que creen a pies juntillas las verdaderas ideas que se esconden tras proclamas patrióticas de bandera de chino y pasados vergonzantes.
Estáis viejos, sois pocos y pequeños y solo tenéis el miedo como argumento. Alguna vez habéis oído que obviar la historia es repetirla, y creéis que podéis repetir la más infame historia de España a golpe de mano derecha al viento. Pero olvidáis que esta no es la España de 1939. Un golpe de estado, una guerra, un millón de muertos… una población que, a cambio de comida, estaba dispuesta a aceptar lo que fuera, porque veía que los que se resistían terminaban fusilados o desaparecidos… o tenían que huir. Un silencio no cómplice, sino víctima. Pero esa España no es esta. Esta es imperfecta, está viciada por costumbres corrompidas y dirigida por verdaderos ineptos que son incapaces de enfrentar los verdaderos problemas con valentía y compromiso con los más necesitados, pero ha avanzado. Todo lo que vosotros representáis es lo contrario a nuestras esperanzas, y vuestro empeño en retroceder tropieza con el inevitable espíritu de paz, libertad y entendimiento que sustentan los avances que, no sin dificultad, se han producido en estos cuarenta años.
Salís a la calle enfundados en vuestras insignias con un único propósito: infundir miedo. Y vaya si lo conseguís… ¿Sabéis por qué? Porque cuando os tenéis que enfrentar a las críticas solo sabéis bajar la mano que antes tenías levantada cara al sol, y golpear con ella a quién se os enfrenta. Porque no aportáis nada, sois ceros pegados unos a otros que, por muchos que seáis, vuestra suma siempre será cero. ¿Qué avances ofrecéis? ¿Qué gana con vosotros el trabajador, el abuelo, el niño, el enfermo, el parado, el joven…? ¿Cuál es vuestra contribución al bienestar de las personas? ¿La patria, la bandera, a vieja gloria, la “unidad”? España ya no es eso, queridos míos… España aspira a ser referente de libertades y avances, por mucho que anteriores gobiernos hayan hecho lo imposible por evitarlo. España reconoce derechos a quienes los necesitan, está orgullosa de ser líder mundial en solidaridad internacional, con vergonzosas excepciones en la etapa de vuestro añorado Aznar, reconoce e intenta solucionar los problemas que nuestras mujeres enfrentan solo por el hecho de ser mujeres, lucha cada día para que nuestros jóvenes demuestren su valía sin tener que exiliarse profesionalmente, luce su diversidad territorial como un valor, en lugar de vuestro miedo a la cultura y la convivencia…
No os queremos, no os necesitamos, solo sois algo con lo que hay que convivir porque no somos como vosotros, no os queremos exterminar, no sentimos la necesidad de haceros desaparecer. Sois fruto de los errores de quienes no han sabido romper con el pasado, porque el pasado ofrece cosas muy atractivas a quienes se sientan en despachos sin vocación de servicio más que para sí mismo y los de su clase. Os alimentáis del odio al progreso y de la sed de venganza. Sois obreros contra obreros, mujeres contra mujeres… y estoy seguro de que sois homosexuales contra homosexuales e inmigrantes contra inmigrantes, porque solo sabéis estar en contra, aunque sea en contra de vosotros mismos y vuestro progreso. Avanzar hacia atrás no es avanzar, sino retroceder, pero vuestra incapacidad para valorar el progreso os hace cree que retroceder ochenta años es avanzar una eternidad…
Estáis viejos, sois pocos y pequeños y solo tenéis el miedo como argumento. Alguna vez habéis oído que obviar la historia es repetirla, y creéis que podéis repetir la más infame historia de España a golpe de mano derecha al viento.
No os tememos porque ha costado mucho llegar hasta aquí y no estamos dispuestos a dejar que las ansias de un par de iluminados lo estropeen. Las mujeres de hoy no son las sumisas que vosotros deseáis para alimentar vuestra masculinidad enfermiza. Nuestras lenguas y costumbres representan libertades como pueblo que no se pueden lograr de ninguna otra manera, cultura y orgullo. Nos gusta ayudar a quienes nos necesitan y acoger a quienes sufren regímenes donde los derechos humanos son violados por sistema. Hasta vuestras madres aceptan ya que la orientación sexual no puede ser una imposición, y respetan a quienes vosotros consideráis “antinaturales”. Y lamento deciros que hace mucho tiempo ya que, para ser español de verdad, para llevar España en el corazón y sentirse orgulloso de ello, no necesitamos una religión marcándonos el paso. Sed todo lo católicos que os de la gana que, para vuestra desgracia, nosotros lo vamos a respetar. Pero no esperéis que nosotros nos sintamos representados por quienes han corrompido su teórica misión espiritual a cambio de unas prebendas muy muy terrenales…
Soy sabedor de vuestra poca afición a la lectura, así que imagino que todo lo anteriormente escrito ha sido en vano. Pero los españoles tenemos la necesidad de deciros aquello que vosotros os negáis a escuchar: estáis viejos, sois pocos y pequeños y solo tenéis el miedo como argumento.
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