El mercado de segunda mano y las economías locales

Por Manuel López Arrabal

Hoy en día, reaprovechar algo que nos ofrece alguien porque no lo quiere o que incluso hemos encontrado en buen estado en la calle, tiene más que ver con la sensibilidad y el respeto hacia los recursos naturales que con la escasez de los medios económicos. Existe una filosofía que llega de Oriente y que da un sentido profundo a la reutilización de los objetos. Se trata del ideal estético japonés wabi-sabi, inspirado en las creencias budistas acerca de la impermanencia de lo existente y donde se valora lo que es imperfecto, incompleto o tiene connotaciones melancólicas por el abandono. Este ideal acepta el paso del tiempo, que las cosas son como son, admirando todo lo que es sencillo y humilde, y sin pretensiones de ninguna clase. Es solo una filosofía de vivir para Ser. Es curioso cómo podemos admirar el efecto de la erosión sobre una roca o las grietas sobre la corteza de un árbol centenario, pero en cambio, cómo nos cuesta tolerar un rayón en el coche o el parquet.

Armados con este o similar bagaje espiritual, estético y ecológico, nos podemos acercar a un mercadillo. Allí podemos encontrar los muebles que otra persona ya no necesita o no considera dignos de su hogar. Con unos cuantos ajustes y una capa de cera o laca natural, pueden quedar como nuevos. Frecuentemente, no les hará falta ni eso. En no pocas ocasiones el mueble antiguo y barato está elaborado con un material de más calidad que los relucientes y caros muebles de diseño moderno.

En los mercadillos de segunda mano no sólo hay muebles y complementos para el hogar, también se puede encontrar, por ejemplo, material informático, tecnológico o pequeños electrodomésticos a muy buen precio. La ley también ampara este tipo de comercio, pudiéndose por tanto pedir a los vendedores una garantía por escrito sobre lo comprado. Así, en caso de surgir algún problema o avería se podrá pedir su reparación. La norma legal establece un periodo de tiempo de protección de los bienes de segunda mano, incluyéndose la mano de obra, las piezas que se cambien y el desplazamiento. Ahora bien, el contenido de esta ley no es aplicable a las compraventas efectuadas entre particulares.

No obstante, en los últimos años el masivo comercio de bienes de segunda mano en el mundo se está realizando principalmente a través de internet mediante plataformas digitales muy conocidas como son, por ejemplo, Wallapop, Vibbo, eBay, Amazon, Clicfy, TodoColección y Facebook.

En cuanto a la cantidad de productos elaborados existentes en el planeta, reflexionemos con la siguiente afirmación de Shoshana Berger, de la organización WorldChanging.com: “La cultura global consumista ha producido suficientes cosas como para levantar con ellas una escalera hasta la luna”. Llegó por tanto la hora de convertirnos en recicladores, trocadores y compradores de artículos usados para evitar que el mundo se ahogue en su propia basura. Nuestras elecciones de consumo, por tanto, deberían orientarse hacia bienes duraderos, preferentemente de segunda mano, que a ser posible sean aptos para diversas funciones y susceptibles de compartir con más personas, no solo adquiriéndolos a través de la compra-venta con moneda oficial, sino también a través de otro tipo de economías sociales como son el trueque, las monedas locales o las gratiferias. Centrémonos en los dos primeros y dejaré las gratiferias (un mercado donde todos los productos y servicios que se ofrecen son gratis), para otro artículo posterior.

El sistema de intercambio conocido como trueque existe desde los orígenes de nuestra especie, mucho antes de que se inventara la moneda de cambio. Ya sea a nivel particular entre dos partes que desean intercambiar bienes o servicios de manera recíproca, o bien dentro de un mercado en el que se dan cita un grupo de personas con deseo de intercambiar, el trueque seguirá siendo una gran alternativa económica a tener en cuenta, máxime si se regula con una moneda social para dar valor a cualquier producto o servicio que luego podrá canjearse por cualquier otro en el mismo momento o con posterioridad. De este modo, por ejemplo, con motivo de la conocida crisis argentina del “corralito”, pudieron satisfacerse las necesidades básicas de millones de argentinos a través de las redes de trueque que vertiginosamente se desarrollaron en aquellos momentos, así como varias monedas sociales o locales que regularon eficazmente las transacciones de intercambio.

Las monedas locales son un gran instrumento económico para potenciar y regular las economías locales. Monedas sociales hay de varios tipos, dependiendo principalmente de las necesidades sociales que pretendan cubrir. Sin embargo, si nos fijamos solo en la paridad de cambio, las monedas sociales pueden ser complementarias o alternativas según se puedan cambiar o no por dinero de curso legal. No se trata de reproducir el concepto de la moneda capitalista, sino de recuperar el sentido original del dinero que era simplemente un patrón de intercambio, evitando el uso especulativo o acumulativo. Por todo el mundo hay diferentes experiencias: las hay que utilizan una moneda física, otras utilizan una libreta donde apuntan cada intercambio, o bien usando cuentas virtuales.

Centrándonos en las monedas complementarias, si cada municipio creara su propio Banco Local para que los ciudadanos pudieran cambiar las monedas oficiales por otras con validez exclusivamente dentro de la localidad, favorecerían enormemente a sus economías locales. Téngase en cuenta que todos los pequeños comercios, los productores locales, los artesanos y resto de profesionales que ejerzan su actividad dentro del área de influencia de una moneda local, favorecerán a sus clientes con algún descuento en los precios o cualquier otra ventaja para incentivar el uso de dicha moneda. Y aunque no hubiese ventajas económicas o de otra índole, muchos ciudadanos comprometidos y conscientes de las ventajas de apoyar a las economías locales, cambiarían gustosamente sus monedas para favorecer el desarrollo local y, por tanto, la sostenibilidad global. Las grandes superficies comerciales de empresas multinacionales, los grandes supermercados y las franquicias nacionales e internacionales, no podrían beneficiarse del uso de la moneda local. Asimismo, los Bancos Locales deberían considerarse entes públicos al servicio de la comunidad local, principalmente para el cambio de monedas, sin que pueda haber en ningún caso ánimo especulativo; ni siquiera en los casos en los pudieran conceder préstamos con moneda local (como ocurre con proyecto YAK Bank que funciona dando préstamos sin intereses en países como Suecia, Alemania, Italia, Finlandia, Dinamarca, Holanda y, en fase de desarrollo, en España).

Como todos sabemos, los pequeños comercios son especialmente valiosos para las economías locales, pues son el punto habitual de venta para muchas de las pequeñas empresas locales: productores de alimentos, artesanos, servicios de reparación, etc. Al igual que ocurre en los pequeños huertos en relación a las grandes superficies cultivables, los pequeños comercios tienden a emplear a más personas en relación a los grandes comercios. Por eso no podemos creer a los responsables de las cadenas de supermercados cuando dicen que son ellos los que «crean» empleos: es difícil que sea así desde el momento en que están forzando a que los comercios minoristas tengan que cerrar. Esta afirmación no pasa el examen de «ética empresarial» puesto que la reducción de costo, sobre todo de salarios, es crucial en las cadenas de supermercados. Perder los pequeños comercios locales es nefasto para sus dueños y para sus trabajadores, pero también lo es para los proveedores locales y para todos nosotros, ya que perdemos la posibilidad de consumir en ellos.

Los comercios locales mantienen la salud de la comunidad. El paseo diario hasta la tienda puede ser la única actividad de tipo social de los ancianos que viven solos o de las personas con ingresos limitados y sin coche. Pero puede serlo incluso para aquellos que pueden permitirse ir a comprar más lejos, porque es en la tienda del pueblo, en el pequeño supermercado, en la frutería, panadería, pescadería, droguería, ferretería…, donde las personas de la comunidad local se encuentran y se relacionan.

Según algunos estudios comparativos, en un hipermercado el 80% del dinero gastado se marcha de la economía local, beneficiándose ésta sólo del 20% restante en sueldos e impuestos locales; por el contrario, si el consumo se realiza directamente a productores locales o en pequeños comercios con proveedores locales, entonces el 80% del dinero gastado permanecerá en la economía local y se iría sólo el 20%.

1 Comment

  1. Reciclar , breparar, comerciar , nada es malo,
    lo que es malo esta ls tratados comerciales
    a medidad de las multinacionales
    ya que solo creen en beneficios y ni pagan impuestos
    Y sin duda, un estado debe ser lo mas autosuficiente posible,
    no como España sino como Francia

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