El inviolable en un homenaje a las víctimas del COVID 19

uno de los grandes interrogantes que planean sobre la sociedad española es definir exactamente quien es el inviolable a la hora de considerarlo una persona, como usted y como yo

Por Domingo Sanz

Hoy tercer homenaje de Estado a las víctimas del Covid 19, pero lo que yo recuerdo es la foto del inviolable aquel 6 de julio de 2020 con La Vanguardia titulando que “Los Reyes presiden el funeral por las víctimas del coronavirus en la catedral de la Almudena”. Estaba con su mujer Leticia y sus dos hijas.

Demostrando mucho más respeto por el pueblo español que el inviolable, ni el presidente Sánchez ni el vice Iglesias acudieron a una ceremonia que solo podía concernir a los católicos, por mucha piedad para con el prójimo que aparenten los obispos. Por ejemplo, cuando inmatriculaban sin miramientos o cuando siguen poniendo todas las trabas posibles a las investigaciones por pederastia dentro de la Iglesia.

El inviolable “representa al Estado español”, según la Constitución y, ante el drama de una pandemia, el “Estado” lo son, más que nunca, las personas que lo habitan y que son las que van muriendo, tanto si creen como si no, pues el Covid nunca matará a instituciones, en tanto que tales, como las que residen en La Moncloa o La Zarzuela.

Diez días después, el 16 de julio, se celebraría el primer homenaje de Estado, pero el inviolable no intentó que los obispos retrasaran su acto en la Almudena, cosa que hubiera conseguido condicionando su presencia. Pero si quien pudo elegir lo correcto no lo hizo, solo podemos concluir que eligió que sucediera lo que prefería que ocurriera.

Llegados a este punto, alguien saldrá en defensa del inviolable reclamando su derecho a acudir personalmente a actos religiosos, pero tanto la interpretación realizada por los poderes del Estado sobre el alcance del artículo 56.3 de la Constitución, como una indiscreción de la ex Carmen Calvo, le niegan ese derecho.

El problema es que el inviolable, aunque parezca lo contrario, no disfruta de derechos de ninguna clase, pues en la sociedad que vivimos el reconocimiento de cualquier derecho a favor de alguien está condicionado a la obligación de ejercerlo respondiendo ante la justicia, cosa que no se da en el caso del inviolable actual, tal como ha quedado demostrado por el rechazo de los tribunales españoles a tramitar las denuncias presentadas contra el inviolable anterior, su padre para más señas.

Por su parte, el día 9 de mayo la ex vicepresidenta del Gobierno realizó las siguientes declaraciones, recogidas por “El País”: “Yo lo plantee (“eliminar la inviolabilidad del rey que le exime de responsabilidades penales”), se barajó, se puso sobre la mesa y no se vio la oportunidad en ese momento, ni por parte del presidente del Gobierno, ni por parte del PP, ni por parte de la Casa Real”.

Al margen de la maldad de Calvo contra Sánchez (“ni por parte del presidente del Gobierno”), es importante destacar que el inviolable sigue siéndolo por voluntad propia pues, al igual que con el funeral de los obispos, si él hubiera dicho “suprimamos mi inviolabilidad”, nadie se habría opuesto.

Por tanto, uno de los grandes interrogantes que planean sobre la sociedad española es definir exactamente quien es el inviolable a la hora de considerarlo una persona, como usted y como yo.

Manteniéndose el inviolable al margen de lo previsto en el artículo 14 de la Constitución, el que consagra “la igualdad de todos ante la ley”, pues no existe ley en España que se atreva a igualarle, nos encontramos con el artículo 65, que sí concede al inviolable el derecho a distribuir libremente el dinero que recibe de los impuestos “para el sostenimiento de su Familia y Casa”, así como el de “nombrar y relevar libremente a los miembros civiles y militares de su Casa”.

Esto significa que el inviolable anterior sí podría reclamar al inviolable actual, incluso ante los tribunales y por considerarla injusta, la supresión de la asignación económica anual que venía recibiendo hasta marzo de 2020, pues en el mundo particular de los inviolables puede que exista una justicia específica para resolver sus conflictos.

Desde esta perspectiva, no sería de extrañar que el inviolable anterior decidiera trasladar su residencia a Abu Dabi para evitar, por ejemplo, momentos de violencia paterno filial que hubieran podido trascender en medio de un Covid 19 que mataba a miles de “violables” cada semana, y sigue la RAE sin incluir en su diccionario la palabra imprescindible para que la de “inviolable” tenga sentido.

Sumidos en la confusión, es probable que lo único en lo que cualquier otra persona se parezca al inviolable de turno sea en esos momentos donde las necesidades fisiológicas nos obligan a descargar excrementos, pero nunca en sentido figurado, pues el inviolable se podrá “cagar en nuestra santa madre” y ningún juez atenderá nuestro derecho a sentirnos personalmente ofendidos, pero dios nos libre de emplear nuestro derecho a la libertad de expresión para pagar al inviolable con la misma moneda.

Amenazados siempre por un inviolable y gobernados por sucesivas oleadas de cobardes que se benefician indirectamente de la impunidad de que disfruta el inviolable, no se les ocurre pensar que una de las peores vergüenzas que sufrimos desde la Constitución de 1978 quedaría inmediatamente resuelta encargando al CIS una encuesta grande y valiente que preguntara a la gente si está de acuerdo con una ley que permite robar o matar a un inviolable sin consecuencias penales.

 

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