El globalismo antiglobalista conspira desde México

La ultraderecha internacional se reunió en México con el único objetivo de forzar su propia sobrevivencia luego de una seguidilla de derrotas electorales.

Por Gonzalo Fiore Viani / La tinta

El pasado fin de semana, se llevó a cabo, en el hotel Westin, de Santa Fe -una zona de alto poder adquisitivo dentro de la ciudad de México-, una cumbre de la ultraderecha global. Durante el viernes y el sábado, la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés) acogió a dirigentes y militantes de todo ese sector del arco político a nivel mundial.

La CPAC es un foro internacional que reúne a políticos de la extrema derecha. Entre los más notables, se encuentran el inefable Steve Bannon, famoso por haber sido uno de los principales asesores de Donald Trump y cercano a Jair Bolsonaro, y el hijo de quien pronto será expresidente de Brasil, Eduardo. El encuentro fue convocado por el actor mexicano Eduardo Verástegui, que, a su vez, es colaborador del exmandatario estadounidense y un ferviente activista ultraderechista. En el evento, dijeron presentes, aunque en modalidad virtual, el presidente de los españoles VOX, Santiago Abascal; el candidato perdedor de las últimas elecciones chilenas, José Antonio Kast; el diputado argentino, Javier Milei, de La Libertad Avanza; el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, y el senador estadounidense por el Estado de Texas, Ted Cruz, entre otros y otras.

La CPAC existe desde 1974. Desde ese entonces, se dedica a nuclear a dirigentes políticos del mundo ultraconservador, además de activistas, organizaciones y militantes. Verástegui es un personaje conocido en México por su actividad artística, pero, sobre todo, por su activismo en favor de los movimientos de extrema derecha. Fue asesor de Trump entre 2017 y 2021, en lo que respecta a iniciativas dirigidas a la comunidad hispana.

El actor convocó al encuentro asegurando sus intenciones de frenar lo que para él es “la expansión del socialismo en América Latina”, representado por las “dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua”, sumado al “avance socialista en Argentina y la violencia desatada en Chile y Colombia”. Más allá de lo poco serio de estas afirmaciones -los mayores periodos de violencia ya sea política o causada por organizaciones criminales tanto en Chile como en Colombia no se dieron bajo gobiernos de izquierda precisamente-, se trata de un discurso que hace mella en los dirigentes de la extrema derecha internacional.


Uno de los personajes que llamó la atención con su presencia fue el expresidente de Polonia y Premio Nobel de la Paz, Lech Walesa, de 79 años. Reconocido anticomunista, Walesa llegó a la presidencia de su país tras la caída de la Cortina de Hierro y la desintegración de la Unión Soviética (URSS). Sin embargo, siempre mantuvo un discurso “democrático” -dentro de los cánones del ultracapitalismo-, más cercano a dirigentes neoliberales, como Ronald Reagan, que poco se condice con el de sus nuevos amigos.


Cabe decir que Steve Bannon asistió de manera presencial a la cumbre en México, mientras se encuentra apelando una sentencia judicial a cuatro meses de prisión por desacato al Congreso de Estados Unidos, tras haberse negado a declarar durante las audiencias celebradas para investigar lo sucedido durante el 6 de enero de 2021, cuando se produjo el asalto el Capitolio por parte de seguidores de Turmp. No es el único que enfrenta una situación judicial complicada. El mismo destino puede correr tanto Eduardo Bolsonaro como su padre una vez que dejen el Palacio del Planalto y se abran investigaciones por casos que van desde la corrupción a la violencia institucionalizada.

Por su parte, el actual presidente de México, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO), aseguró: “Si vienen todos esos personajes, tienen todas las libertades que se garantizan en México para reunirse, para manifestarse, para expresarse”. AMLO, lejos de mostrarse preocupado por la cumbre, afirmó: “No nos perjudica en nada, yo diría que al contrario, nos ayuda en este plan que tenemos de ir informando, orientando de cómo piensan los conservadores, de cómo son racistas, de cómo son clasistas, de cómo discriminan, de cómo son muy corruptos, de cómo no tienen escrúpulos de ninguna índole, de cómo son muy partidarios de la violencia”.

No deja de ser curioso que, a comienzos de la semana pasada, cuando Trump lanzó su candidatura de cara a los comicios presidenciales estadounidenses de 2024, se refirió a AMLO como “un amigo” que es “un gran caballero” y que le “cae bien”, ya que “aunque es socialista (…), no lo convierte en una mala persona, pero en este país sí tenemos unas personas verdaderamente malas”. AMLO respondió, en tono jocoso, a su ex homólogo: “Es buena persona y lo respeto, aunque es capitalista”.

La reunión de la CPAC se da en un contexto donde este sector político radicalizado no se encuentra, precisamente, en su mejor momento. En Brasil, Bolsonaro fue derrotado por nada más ni nada menos que Lula da Silva, mientras que, en Estados Unidos, no se produjo la “marea roja” que esperaban los republicanos. No solo eso, sino que los candidatos apoyados por Trump cosecharon resultados magros en líneas generales, resultando triunfadores dirigentes conservadores más bien ligados al establishment tradicional del Partido Republicano y refractarios al trumpismo.

No obstante, es cierto que tanto los movimientos liderados por Bolsonaro como por Trump distan aún de considerarse terminados. Por un lado, el brasileño alcanzó casi siete millones de votos más en los últimos comicios que cuando fue electo presidente en 2018. De la misma manera, el magnate estadounidense puede considerarse con posibilidades frente a una carrera presidencial llena de incertidumbre a causa de la extremadamente polarizada situación política actual en su país.

En México, todo indica que el candidato elegido por AMLO, el canciller Marcelo Ebrad, se convertirá en el próximo presidente, mientras que, en Chile, el mandato de Gabriel Boric recién comienza y la figura de Javier Milei parece haberse estancado en la Argentina a causa de errores no forzados y declaraciones, cuanto menos, desafortunadas, que alienaron a gran parte de su misma base electoral. Posturas radicalizadas de extrema derecha como la de estos personajes solo logran tener inserción real en tanto y en cuanto la política tradicional no logre solucionar los problemas de los y las ciudadanas, y de la economía de sus respectivos países.

Estos sectores solo pueden apelar al “cuanto peor, mejor” si quieren tener posibilidades de hacerse con el poder dentro de sus propios territorios. Un escenario internacional tan complejo e imprevisible como el actual les da cierto aire y esperanzas de que algo así no es tan imposible. Por lo pronto, la extrema derecha, que se ufana de sostener una postura “anti- globalista”, contraria a los supuestos intereses de las élites internacionales, se organiza de una forma bastante global. Y, más allá de las particularidades propias de cada uno, las formas de actuar de cara a sus electorados son prácticamente las mismas, salidas del manual escrito por Steve Bannon hace ya mucho tiempo.

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