El genocidio armenio: asesinatos, torturas y horribles crímenes contra un pueblo indefenso

La minoría armenia en su conjunto fue declarada non grata y sujeta a deportaciones, expropiaciones, secuestros, torturas y muerte. La gran mayoría de ellos fueron expulsados de Armenia y de Anatolia y conducidos hasta el desierto sirio donde murieron de sed e inanición.

Por José Miguel Gándara / Al Descubierto

Cómo empezar a hablar de este asunto, de este crimen de lesa humanidad, de la más definitiva entre las pruebas, que señala que en la condición humana existe un ámbito de terrible oscuridad y desasosiego. Cómo relatar uno de los hechos históricos más tenebrosos que se hayan conocido, producto de un manto de irracionalidad extrema, de atavismos traspasados de crueldad y escrúpulo racial. Cómo relatar el genocidio armenio.

Hace falta todo un ejercicio de abstracción psicológica y emocional, porque a pesar de no haber estado presente, a pesar de no resultar directamente afectado, – La Torah, en uno de sus pasajes más conocidos-, nos advierte:

Lo que le ocurre a un solo ser humano, ya sea para bien, ya sea para la tortura o la muerte, nos afecta y nos atañe al resto de la humanidad

¿Quiénes eran el pueblo armenio?

Etimológicamente, la palabra «armenio» tiene su origen en el latín «Armenīus» que significa lo mismo que en el idioma castellano. Sin embargo el vocablo Armenia, que en armenio se escribe «Hayastan» ,deriva de dos nombres persas: Armanestãn y Arman.

El pueblo armenio originariamente perteneció a la región del Oriente Próximo y su lengua es el armenio, que se enraíza dentro de las lenguas denominadas indoeuropeas, siendo la lengua armenia considerada una rama independiente del resto y única en el contexto euroasiático.

Desde hace siglos, el pueblo armenio ha ocupado el territorio que se extiende desde el Cáucaso hasta la península de Anatolia.

En el año 301 d.C, Armenia se erigió en el primer país del mundo en adoptar el cristianismo como la religión oficial del estado, algo que, unido a su peculiar cultura, influida tanto por Asia como por Europa, les confirió una singularidad y una originalidad que les distinguió desde un principio de los pueblos vecinos.

Ni que decir tiene que la meseta armenia ha estado habitada desde tiempos prehistóricos y e inmemoriales. Los armenios convivieron en torno al bíblico monte Ararat, en el que según los textos judeocristianos se estableció el Arca de Noé una vez que las torrenciales lluvias del Diluvio cesaron por fin. En torno a estos elementos naturales y legendarios los armenios cimentaron sus raíces, arquetipos y mitos fundantes.

Antecedentes al genocidio armenio: las masacres hamidianas

Entre los años 1894 a 1896 se produjeron las primeras matanzas del Imperio Otomano contra la población armenia. Estas tuvieron lugar durante el gobierno de Abdul Hamid (1876-1909), que fue el último de los sultanes que gobernaron el Estado Turco. El conflicto que dio origen a estas masacres surgió en el verano de 1894 en la inhóspita región de Sasun en el sur de Armenia.

Víctimas de la masacre de armenios en Erzurum (actual Turquía), 30 de octubre de 1895

El gobierno turco buscó la primera excusa que tuvo a su alcance, en este caso la fuerte resistencia que los armenios estaban ofreciendo a la invasión kurda que habría ordenado el saqueo de todas las aldeas armenias, por muy angostas y alpinas que fueran sus ubicaciones geográficas.

A principios de 1894 se produjo una rebelión contra la creciente represión que venían sufriendo, la llamada insurrección de Sasun, un cantón que reunía a unos 100 pueblos, y estaba vinculado políticamente con el distrito de Sirt en la provincia del mismo nombre.

El 15 de agosto de ese mismo año, aproximadamente unos doscientos milicianos armenios depusieron sus armas y se rindieron ante la promesa de ser perdonados, en esta ocasión por los combatientes kurdos. Pero el resultado no pudo ser más trágico, puesto que fueron fusilados en la localidad de Semal.

Hubo más insurrecciones armenias como la de Zeitun, una zona en la que también se vieron obligados a tomar las armas con el fin de defenderse de los abusos de los que venían siendo víctimas los armenios.

El 6 de enero de 1896, un mes antes de que terminaran las hostilidades, el cónsul británico Henry Barnham elaboró un informe en el que calculaba las pérdidas otomanas en número de 5 o 10 mil bajas, mientras que entre los armenios unas 6 mil personas murieron en los combates.

Camina por las avenidas jubilosas y no permitas que los contentos vean en tus ojos aquella imagen de cadáveres y ceniza.
Dispensa al pasante, sea un buen hombre o un criminal.
Porque el dolor armenio emerge en la faz de tus ojos.
Mientras caminas a través del cruce-de-caminos del júbilo, no permitas que una mota de contento o una lágrima manchen la majestuosidad del dolor.
Porque para los derrotados las lágrimas son cobardía y para los victoriosos, la sonrisa es frívola, una arruga.
Mujer armenia, con velos oscureciéndote como la muerte.
Tú, hombre joven con angustia nativa corriendo por tu rostro, camina calle abajo sin furia ni odio y exclama: qué día brillante, que sarcástico cavador de tumbas…
qué turba, qué danzas, que alegría y cuántas fiestas por todas partes…

Adom Yarjanian, poeta armenio.

Así sucedió el genocidio armenio

Todo comenzó en el transcurso de la Primera Guerra Mundial, en el intervalo de los años 1915 a 1918. El gobierno turco, amparado en la cortina de humo y metralla que suponía la Gran Guerra, inicia la primera de las persecuciones del pueblo armenio. El día 24 de abril de 1915 las autoridades otomanas detienen a cientos de intelectuales armenios en Constantinopla, la actual Estambul. En los días siguientes la operación se extiende a otras ciudades y la cifra de detenidos asciende a entre 600 y 800.

La mayoría de los detenidos son deportados y mueren por el camino o, según algunas fuentes, son ejecutadas las personalidades más notables del pueblo armenio haciendo uso de un argumento falaz y espúreo. Según éstos, los armenios habrían sido una especie de quinta columna que contribuyó decisivamente a la victoria de los rusos en Sarikamish, en la guerra del Cáucaso (diciembre 1914 – enero 1915). Este supondría un simple prolegómeno de lo que ocurriría a lo largo de estos años.

Un grupo de intelectuales armenios encarcelados en una escuela religiosa musulmana de Sivás es asesinado en las afueras de esa ciudad. Una Corte Marcial condena a muerte en ausencia a Boghos Nubar Pasha, fundador de la UGAB. Nubar había desarrollado su carrera política en Egipto y cumplió un rol decisivo en la internacionalización de la causa armenia.

El 19 de agosto 250 armenios son masacrados por los turcos en Urfa, en un paso para desarraigados de la ciudad donde vivían sus antepasados desde antes de la era cristiana. Comienza la autodefensa organizada por la FRA, que se prolongará hasta el 23 de octubre. Ordenan la liquidación a favor del Estado de los almacenes cerrados que fueron propiedad de los armenios. El Ministerio de Guerra manda requisar el jabón de los hogares armenios así como toda la madera, carbón, metales y otros bienes familiares.

El 24 de agosto Talaat ordena transferir los colegios de la comunidad armenia al Ministerio de Educación de Turquía. Los bandidos a sueldo de los turcos asesinan al poeta Daniel Varuyan.

El genocidio silenciado, Sulim Granovsky

No contentos con esto, la minoría armenia en su conjunto fue declarada non grata y sujeta a deportaciones, expropiaciones, secuestros, torturas y muerte. La gran mayoría de ellos fueron expulsados de Armenia y de Anatolia y conducidos hasta el desierto sirio donde murieron de sed e inanición.

Los eslabones más débiles de la población fueron cruelmente violentados y despellejados para su posterior exposición pública a modo de trofeos de guerra. Los crímenes incluyeron también las quemas masivas, uso de intoxicación por sustancias psicotrópicas y venenos, ahogamientos, inoculación de enfermedades infecciosas, etc.

Por supuesto, una vez liquidados en masa, sus bienes fueron saqueados en beneficio del Imperio Otomano y de la soldadesca en general, ávida no sólo de sangre sino de todo tipo de rapiña.

En la actualidad, el gobierno de la República de Turquía nunca se atrevió a negar que las masacres contra los armenios tuvieran lugar pero paradójicamente no admite que se tratara de un «genocidio» (aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos), sino que a lo largo del tiempo lo que ha sostenido es que los asesinatos no fueron el resultado de un plan sistemático al modo de la Shoá o el Holocausto judío dispuesto por el Estado otomano de aquel momento.

Por contra, la hipótesis difundida por el «otomanismo» es que las masacres se debieron a luchas interétnicas, culturales y tribales en medio del confuso y de por sí, alterado contexto de la Primera Guerra Mundial.

En el curso del mes de junio de 1915, empeoró el terror sufrido en mayo. Numerosos armenios que habían sido detenidos y luego liberados, fueron de nuevo detenidos al mismo tiempo que otros cientos.

En el curso de las semanas siguientes, casi todos los hombres de cierta importancia fueron arrojados a la prisión, por lo menos temporalmente. Casi todos fueron torturados. El profesor Ludelyan, uno de los enseñantes del Euphrates College, a quien escondí durante algunas semanas en el granero del consulado, me contó que había sido golpeado a bastonazos por el propio gobernador de Harput.

Me describió asimismo las torturas infringidas a otros. La mayoría fueron golpeados de un modo u otro. Unos recibieron bastonazos, otros flagelados con la espalda desnuda, a otros les arrancaron las uñas, y no faltaron a quienes, como el profesor Tenekedyian, les fueron arrancados la cabellera, el bigote y la barba. A lo largo de muchas horas les dejaron sin alimentación, con los brazos atados. Todos fueron sometidos a crueles sufrimientos. Y los que fueron liberados, solo escaparon a su suerte por poco tiempo.

Informe de Leslie A. Davies, Cónsul estadounidense en Harput (Anatolia oriental 1915-1918)

Al hilo del reconocimiento o no reconocimiento, resulta cuando menos curioso el hecho de que hasta el año 2021 tan sólo una treintena de países han reconocido el genicidio armenio, algo que puede dar una idea del tremendo poder de presión mediática, geoestratégica y política que Turquía y sus aliados han ejercido en las últimas décadas para que estos terribles hechos no se admitan como un genocidio en toda regla.

Propongo al Congreso el exterminio total de los armenios del Imperio otomano; es necesario aniquilarlos. Para llevar a cabo este propósito hay que actuar, frente a todas las dificultades, absueltos de conciencia, de sentimientos de humanidad, pues la cuestión no es de conciencia ni de sentimientos humanitarios: es sólo de índole política, íntimamente vinculado con el beneficio y futuro de Turquía.

Así terminará inmediatamente la Cuestión Armenia.

El gobierno turco se liberará de la intromisión extranjera en sus asuntos internos.

El país se desembarazará de la raza armenia y así brindará un amplio campo a los turcos.

Las riquezas de los armenios pasarán a ser propiedad del gobierno turco.

Anatolia será territorio habitado exclusivamente por turcos.

Se aplastará el obstáculo más importante para el logro del ideal panturánico.

Nazim Fehti, secretario general del CUP. Declaración aprobada por unanimida

Los Jóvenes Turcos

Tras la amarga derrota en la guerra ruso-turca de 1887-1888, el Imperio Otomano se vio en la tesitura de tener que aceptar las condiciones impuestas por el conocido Tratado de San Estefanomediante el cual se concedía la independencia a países de su entorno como Rumanía, Serbia y Montenegro.

Por otra parte, Turquía quería evitar a toda costa cualquier posibilidad de que se constituyera un estado armenio, que previsiblemente sería favorable a Rusia, su gran enemigo en aquellos momentos.

Los armenios, mientras tanto, comenzaron a organizarse por toda Europa y fundaron organizaciones políticas como la Federación Revolucionaria Armenia (Dashnak), en Tiflis, en 1890; o el Partido Hunchak, en Ginebra, en 1887.

Ninguno de estos esfuerzos de organización política le sirvió demasiado al pueblo armenio en cuanto a la consecución de un estado independiente, ya que el 24 de julio de 1908 un golpe de estado comandado por la oficialidad del Tercer Ejército Otomano derrocaba al Sultán Abdul Hamid II, conocido por ser el principal responsable de las masacres hamidianas mencionadas anteriormente donde miles de armenios fueron asesinados.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, los Jóvenes turcos se decantaron por las llamadas Potencias Centrales, Alemania y el Imperio Austro-Húngaro. Esta toma de partido tiene una explicación de índole estratégica, ya que éstos estaban convencidos de la rápida victoria de tales potencias y que, por tanto, el Imperio Otomano recobraría su antiguo esplendor, un vasto territorio en el que ninguna minoría, ya fuera cristiana, ortodoxa o de cualquier otra denominación que no fuera la estrictamente islámica, no tendría lugar o cabida.

Por último y, en líneas generales, las pretensiones políticas e ideológicas de los Jovenes Turcos fueron relativamente loables y presumiblemente buenas para el conjunto del país, pero una vez ocupado el poder, se revelaron como una organización ultranacionalista, otomanista a sangre y fuego y con tintes claramente xenófobos y supremacistas.

De todo esto se podría deducir que su alianza con las potencias centrales, tanto con Austria-Hungría como con Alemania, naciones en las que ya se estaban prefigurando ciertos proto-fascismos de carácter fuertemente nacionalista, no significó en absoluto ni una sorpresa, y mucho menos una casualidad, sino más bien una causalidad histórica muy llamativa.

Mehmett Tallat Pasha reunido con las Potencias Centrales en 1917

Mehmett Talaat Pasha

Mehmett Tallat Pasha nació en Edirne, Turquía, el 1 de septiembre de 1874, fue uno de los más eminentes miembros del movimiento de los Jóvenes Turcos y uno de los principales mandatarios del Imperio Otomano entre 1913 y 1918, siendo así mismo, responsable y organizador directo del genocidio armenio.

Estos serían los eventos más importantes de su biografía, pero para un mejor conocimiento del personaje es necesario desarrollar cada uno de sus hitos biográficos y el contexto histórico en el que se produjeron.

Una vez derrocado el Sultán Hamid, se unió al Comité de Unión y Progreso (CUP) y se destacó como líder en la citada organización secreta. Su profesión, la de telegrafista, le dio la posibilidad de tener un fácil acceso a la mayor parte de los medios de comunicación de aquel momento, máxime cuando le otorgan el puesto de Jefe de Correos y Telégrafos en Salónica, Grecia, circunstancia que le colocó en el centro del huracán de la conspiración revolucionaria turca.

Tras la Revolución de los Jóvenes Turcos de 1908, Talaat llegó a ser una de las figuras políticas con más influencia y ascendencia del Imperio Otomano.

En 1909 fue nombrado Ministro del Interior y más tarde Ministro de Correos. Tres años después, en 1912 era secretario general de la CUP, que al año siguiente tomaría el poder absoluto en el Imperio Otomano con un golpe de estado y el establecimiento del llamado Triunvirato de los Jóvenes Turcos, con Talaat como Ministro del Interior, Enver Pasha como Ministro de Guerra y Jemal como Ministro de Marina.

A Djemal Bey, Delegado en Adana:

El deber de todos es efectuar en las líneas más amplias posibles la realización del noble proyecto de borrar de la existencia los elementos bien conocidos que durante siglos han sido la barrera para el progreso de la civilización del imperio.

Debemos, por tanto, asumir toda la responsabilidad, comprometiéndonos a esta acción pase lo que pase, y recordando siempre cuán grande es el sacrificio que ha hecho el Gobierno al entrar en la Guerra Mundial. Debemos trabajar para que los medios utilizados conduzcan al fin deseado.

En nuestro despacho del 18 de febrero, anunciábamos que el Djemiet ha decidido desarraigar y aniquilar a las diferentes fuerzas que durante siglos han sido un estorbo; para ello se ve obligado a recurrir a métodos muy sangrientos. Ciertamente, la contemplación de estos métodos nos horrorizó, pero Djemiet no vio otra forma de asegurar la estabilidad de su trabajo.

Ali Riza [Nota: el delegado del comité en Alepo] nos criticó duramente y nos instó a que fuéramos misericordiosos; tal simplicidad es nada menos que estupidez. Encontraremos un lugar para todos aquellos que no cooperarán con nosotros, un lugar que retorcerá sus delicadas fibras sensibles.

Una vez más, permítanme recordarles la cuestión de la propiedad dejada. Esto es muy importante. Vigilad su distribución con vigilancia; examinar siempre las cuentas y el uso que se ha hecho de los ingresos».

«Órdenes oficiales de Talaat Pasha con respecto a las masacres armenias, marzo de 1915 a enero de 1916

Ante el estallido de la Primera Guerra Mundial, Talaat se mostró partidario de concurrir a la guerra junto a las potencias aliadas, pero parece ser que la influencia que sobre él ejercía el Ministro de la Guerra Ismail Enver Pasa, cambió de opinión y finalmente el Imperio Otomano entró en la guerra al lado de Alemania.

Pero lo más destacable de su extensa biografía es que en su calidad de Ministro del Interior, Talaat se convirtió en el principal responsable de la deportación primero y, posteriores masacres después, de los armenios de todo el territorio de la actual Turquía, excepto Constantinopla y Esmirna, teniendo su física y terrible expresión en las conocidas como «caravanas de la muerte».

En 1917, Talaat fue designado como «gran visir» aunque dimitió de ese mismo nombramiento el 14 de octubre de 1918, muy poco tiempo antes de la rendición de los turcos ante los aliados y el armisticio de Mudros (armisticio alcanzado entre el imperio otomano y los aliados a finales de la Primera Guerra Mundial).

En el mes de noviembre de ese mismo año tomó la decisión de exiliarse en Alemania, país que le dio cobijo, teniendo un final muy apropiado para el carácter de sátrapa cruel que demostraría durante el genocidio armenio, ya que el 15 de marzo de 1921 y en Berlín, fue asesinado por un armenio de nombre Soghomon Tehlirian, revolucionario armenio que asesinó a Talat, el antiguo Gran Visir del Imperio Otomano. El asesinato fue parte de la operación Némesis, un plan de venganza por el Genocidio armenio, que lo consideraba el culpable y prácticamente ejecutor de la masacre sufrida por su aldea nativa.

Soghomon Tehlirian se vengó por el genocidio armenio

Hoy por hoy y, después de tantos años, Tehlirian es considerado como un héroe nacional por el pueblo armenio.

Talaat recibió sepultura en el cementerio turco de Berlín. Años más tarde sus restos fueron trasladados a Estambul e inhumados en el cementerio contiguo al Monumento de la Libertad de la capital turca.

La entrevista tuvo lugar dos días después. Sucedió que desde la última vez que visité a Talaat , me había afeitado la barba.

Apenas llegué a la presencia del fornido ministro, comenzó a hablar con su habitual tono burlón: » Ha vuelto a ser un hombre joven», dijo, «tan joven que ya no puedo ir a usted a pedirle consejos». «He afeitado mi barba porque se había puesto muy gris», repliqué, «se volvió gris por el trato que dan a los armenios»

Después de este intercambio de cumplidos, entramos en el asunto. «Le he pedido que venga hoy» , arrancó Talaat, «para que pueda explicarle nuestra posición sobre todo el tema armenio. Nuestras objeciones a los armenios se fundan en tres aspectos distintos. El primero es que se han enriquecido a costa de los turcos. El segundo es que se han propuesto imponerse a nosotros y establecer un Estado separado. En tercer lugar, han apoyado abiertamente a nuestros enemigos. Prestaron asistencia a los rusos en el Cáucaso y sus actuaciones explican en gran medida nuestro fracaso allí. Por eso hemos llegado a la irrevocable decisión de que les privaremos de todo poder antes de que acabe la guerra.

El odio entre turcos y armenios es ahora tan intenso , que hemos decidido acabar con ellos. Si no lo hacemos, prepararán su venganza

Henry Morgenthau, Embajador de los Estados Unidos, visita a Talaat Pachá (Agosto de 1915)

Operación Némesis y conclusiones

El genocidio armenio supuso la muerte de un millón y medio de personas (aunque las cifras bailan según la fuente) lo que provocó indefectiblemente una reacción política y un dolor sin precedentes hasta entonces en la historia de la humanidad.

Fue en noviembre de 1919, en el breve periodo de independencia del que disfrutaron los armenios previamente a la instauración oficial de la Unión Soviética, cuando el consejo general de la Federación Revolucionaria Armenia (FRA, es un partido político armenio fundado en Tiflis en 1890, durante el surgimiento del Movimiento de Liberación Armenia, por Kristapor Mikaelián, Stepán Zorlán y Simón Zavarián) decidió, reunido en Erevan, condenar a muerte y sin remisión alguna a los principales responsables políticos del genocidio armenio, tanto de Turquía como de Azerbaiyán.

Mapa de las deportaciones del genocidio armenio. Autor: Techso01, 1915. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0)
Mapa de las deportaciones del genocidio armenio. Autor: Techso01, 1915. Fuente: Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0)

A esta operación la bautizaron con un nombre en clave, «Némesis», en clara alusión a la diosa de la mitología griega que encarna a la venganza.

La Federación Revolucionaria Armenia confeccionó una primera lista de responsables del genocidio en la que figuraban los nombres de 650 personas, que más tarde se redujo a 41 y, finalmente a 7, los considerados como los principales ejecutores de los crímenes contra el pueblo armenio.

Armen Garo, Aaron Sachaklian y Shahan Natalí estuvieron en primera línea de esta organización encargada de localizar primero y, dar caza después, a los culpables del genocidio.

Por razones de seguridad y logística, Némesis se estableció en dos sedes distintas radicadas en Estambul y Boston respectivamente. Disponía, a su vez, de un número indeterminado de infiltrados dentro del gobierno de los Jóvenes Turcos, encargados de recabar la necesaria información con vistas a localizar lo antes posible a los genocidas.

Pero, el principal objetivo, la mayor obsesión de la operación Némesis no era otro que Mehmet Talaat Pashá, ministro del interior de Turquía que en 1915 dictó la tristemente célebre orden de deportación de los armenios, y que fue el desencadenante de los horrores del primero de los genocidios del siglo XX.

Tras varios meses de pesquisas, el estudiante armenio Soghomon Tehlerian advirtió a la organización que Talaat Pashá vivía exiliado en la ciudad de Berlín. Desde ese momento, Tehlerian lo planeó todo concienzudamente, alquilando un apartamento muy cerca de la residencia habitual de Talaat Pashá, en el barrio berlinés de Charlottemburg y, después de hacer un seguimiento durante algunos días, el 15 de marzo de 1921, ante numerosos testigos, le descerrajó un disparo en la nuca causándole la muerte.

Instantes después del atentado, el ejecutor fue inmovilizado por los transeúntes y es entonces cuando gritó:

Dejadme. Yo soy armenio, y el turco. Esto no tiene nada que ver con vosotros.

Desde que produjera el genocidio armenio los diferentes gobiernos turcos han optado por mantener la ley del silencio con respecto a éste, tan solo Mustafa Kemal Atatür se atrevió, eso sí, muy tímidamente, a tratar la cuestión armenia.

Hoy por hoy, en la Turquía de la era Erdogan, el negacionismo persiste como estrategia nacional en un país donde la libertad de prensa y de expresión no pasan por sus mejores momentos ya que ostenta junto a China, el récord de mayor número de periodistas exiliados y encarcelados. Por supuesto, los sectores más ultranacionalistas y conservadores de Turquía son los que más rechazan el reconocimiento de este horrible crimen.

Por fortuna, no es así en todas partes del mundo, y ha habido varias denuncias y reconocimientos del genocidio armenio en todo el mundo, como Francia, Canadá, España, Argentina o Turquía. En España, por ejemplo, el primer monumento en reconocimiento al genocidio armenio se instaló en el municipio valenciano de Mislata en el 2010. En Turquía puede encontrarse en la famosa Plaza Taksim, en Estambul, colocado en 1919.

Destacar que uno de los primeros países en reconocer el genocidio armenio fue Uruguay en 1965, en la conmemoración de los 50 años del terrible suceso. Detrás de él siguieron varios países, si bien, por desgracia, grandes potencias como Estados Unidos o Reino Unido no lo hicieron hasta hace bien poco (2019 y 2017 respectivamente).

Por fortuna, a través de la literatura, el cine y la televisión se puede encontrar bastante información sobre el genocidio armenio y todas las implicaciones políticas, sociales y culturales que ha tenido. Un evento que, en definitiva, como otros tantos sucesos horribles de la historia de la Humanidad, no debe caer en el olvido.

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