El presidente Macron solo acepta hablar del encaje de la singularidad corsa en la Constitución Francesa, y se opone a su autonomía, y a las otras reivindicaciones históricas del pueblo corso
Por Angelo Nero
El 21 de mayo, el Tribunal Constitucional francés propinó otro duro golpe a las lenguas minoritarias que se hablan en el estado galo, que resisten desde que en 1539 se estableció oficialmente como única lengua oficial el francés, vetando la inmersión lingüística en las escuelas públicas, y anulando una ley, aprobada a principios de abril de este mismo año, con la que se intentaba proteger la diversidad idiomática -247 votos a favor y 76 en contra en la Asamblea Nacional-, y facilitar la enseñanza pública del corso, bretón, alsaciano, catalán, occitano y euskera.
El estado francés, jacobino y centralista, ignora una vez más el rico patrimonio cultural de sus lenguas nacionales, que seguirán en manos de Seaska en Iparralde, Calandreta en Occitania, Diwan en Bretaña, Bressola en catalán, Eskolim en corso, la red de escuelas inmersivas en sus respectivos idiomas, que a la semana siguiente de la sentencia del Tribunal Constitucional convocaron manifestaciones de repulsa en varios lugares del hexágono.
“Ha llegado la aberración del 2021: las lenguas regionales de Francia se están volviendo inconstitucionales. Nuestra Francia aún no se reconcilia con sus raíces y su diversidad interna ”, lamentó Jordi Vera, coordinador del movimiento político Oui au Pays Catalan. “Es un empobrecimiento terrible desde el punto de vista pedagógico para los 12.000 alumnos preocupados por el aprendizaje del catalán”, insiste Jordi Vera, que habla de un “choque increíble para nuestra generación a la que se les prohibió hablar nuestra lengua en el patio de recreo”.
Desde antes de la Revolución Francesa, la construcción nacional de este estado se basa en la hegemonía total del idioma galo, impuesto desde los distintos regímenes políticos que se han sucedido, a lo largo de su historia, en Francia. Ya en 1700 Luís XIV, el Rey Sol, prohibió el uso oficial del catalán, y poco ha cambiado la política de parís al respecto hasta la actualidad, con un presidente Macron muy beligerante con las lenguas nacionales. El parlamento francés lleva años sin ratificar la Carta Europea para las Lenguas Minoritarias.
La inmersión, es decir, la enseñanza que se realiza durante gran parte del tiempo escolar en un idioma distinto al francés, «eso es lo que hacemos desde hace 40 años, sabemos que funciona», dijo a AFP Grégoire Mazo, director de la Red Diwan que ofrece educación bilingüe bretón-francés.
A finales de 2019 la plataforma “Pour vivent nos langues”, se manifestaba en la capital francesa para denunciar un “lingüicidio”, que se extiende a las lenguas autóctonas de los Territorios de Ultramar. En su manifiesto, el movimiento en defensa de la diversidad lingüística declaraba: “A pesar del clamor mundial para que la biodiversidad natural y la biodiversidad cultural sean consideradas y preservadas, a pesar de los textos internacionales que regulan los derechos del hombre y los derechos de los pueblos, el estado francés, ajeno a las múltiples condenas de la ONU, prosigue su obra de destrucción del patrimonio milenario que son nuestras lenguas y nuestras culturas.”
El diputado bretón Paul Molac, uno de los más fervientes defensores de la inmersión lingüística declaraba: “El estado francés, muy centralizado, no da los medios a nuestras lenguas para que puedan sobrevivir, y tampoco deja a las regiones la posibilidad de hacerlo.”
Pero, sin duda, donde más rechazo social y político se ha mostrado a las nuevas ofensivas del centralismo francés, ha sido en la tierra natal de Napoleón, Córcega, donde, en las pasadas Elecciones Territoriales de junio, eligieron a 46 diputados soberanistas de un total de 63 representantes de su Asamblea Regional, que está presidida por el independentista Jean-Guy Talamoni.
En abril de 2019, cuando el presidente Macron visitó la isla, por segunda vez en su mandato, había sido declarado persona non grata, y fue recibido por un mar de banderas con la Tête de Maure, la enseña nacional corsa adoptada por Pasquali di Paoli en 1755- en balcones y comercios, en una protesta generalizada denominada “isla muerta”, y ni Talamoni ni Gilles Simeoni, el presidente regional, asistieron al acto en el que Macron intentó reunir a los alcaldes de la isla, ya que la mayoría de ellos boicotearon el acto.
El presidente Macron solo acepta hablar del encaje de la singularidad corsa en la Constitución Francesa, y se opone a su autonomía, y a las otras reivindicaciones históricas del pueblo corso, entre las que tiene un papel central la cooficialidad de la lengua, pero también la amnistía de sus presos políticos, y los límites a la compra de la segunda residencia por parte de foráneos.
La coalición de partidos soberanistas creada en 1994 por catalanes, bretones, vascos, corsos, occitanos y alsacianos, Régions et peuples solidaires (R&PS), señalo en un comunicado: “La educación inmersiva, que ya existe desde hace décadas en Francia, ¿pondría en peligro el francés, el idioma de la República? ¿Seriamente? ¿Quién puede creer esto? ¿Quién puede aceptar esto?”. Y para tratar este tema y otros que atañen a las minorías nacionales en Francia, organizan en la localidad occitana de Tolon, esta semana, su Universidad de Verano con el lema “Enfrentando crisis sistémicas: cambiando la Constitución, optando por el Federalismo.”
En la coalición R&PS están, entre otros, Esquerra Republicana de Cataluña, Euskal Herria Bai, Femu a Corsica, Union Democratica Bretonne, Partit Occitan, o el movimiento alsaciano Unser Land.
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