«Este nuevo esperpento de la España de charanga y pandereta nace como respuesta a la Ley de Memoria Democrática, y a los tibios intentos del gobierno de coalición, por lograr un consenso en la materia que están muy lejos de conseguir».
Por Angelo Nero
La semana pasada se presentaba la Asociación Nacional, Cultural e Histórica de Víctimas del Frente Popular, con domicilio social en A Coruña –que también es mala suerte-, y entre sus objetivos quieren que “las nuevas generaciones de españoles, intoxicadas con la memoria histórica falsa, parcial y sectaria, conozcan la verdad. Que la Guerra Civil fue inevitable. Que la buscó y promovió el Frente Popular. Que la verdadera reconciliación nacional fue promovida generosamente por el bando vencedor. Y que los herederos ideológicos de aquel Frente Popular, responsable de la contienda, están sentando la base con sus leyes sectarias y la manipulación histórica, de un nuevo enfrentamiento entre españoles”. Este nuevo esperpento de la España de charanga y pandereta nace como respuesta a la Ley de Memoria Democrática, y a los tibios intentos del gobierno de coalición, por lograr un consenso en la materia, que, todo hay que decirlo, están muy lejos de conseguir.
Hay algo de siniestro en esta iniciativa, en la que alguno de sus promotores está muy relacionado con la Fundación Francisco Franco –que todavía no entiendo cómo sigue legalizada- y la parte más casposa de la ultraderecha, que hasta se atreve a pedir “el reconocimiento singularizado para los voluntarios integrantes del CTV italiano, de la Legión Cóndor alemana, de los Viriatos portugueses y de todos aquellos otros contingentes”, por si no hubiera bastado todos los reconocimientos de los que fueron objeto estas fuerzas mercenarias y fascistas, durante el anterior régimen, cuando más bien se tendría que hacer un exhaustivo inventario de sus crímenes, que van más allá de los bombardeos de Guernika, Durango, Santander, Málaga, Tarragona, Madrid, Valencia, Barcelona… todas ellas arrasadas por las bombas alemanas e italianas.
“Es la hora de que la democracia española y las nuevas generaciones vivas que hoy disfrutan de ella conozcan la verdad de aquellos tristes sucesos. Recuperando para siempre la memoria de todos los que directamente padecieron las injusticias y violencias del Frente Popular por motivos políticos, ideológicos o de creencias religiosas”, se atreven a proclamar los promotores de esta iniciativa revisionistas, como si no hubieran tenido cuarenta años de dictadura para contar su historia, la historia de los verdugos, que incluso escribieron en la piedra de las iglesias de toda España el nombre de sus caídos.
Y después de esos cuarenta años, todavía tuvieron toda la Transición para seguir llenando de mentiras los libros de texto, y también los bancos del parlamento, con su falsa reconciliación, bendiciendo la ley de punto final, y dejando intactos todos los poderes emanados de la victoria militar de Franco: el judicial, el económico, el militar y el político, a través de la jefatura del estado, y de los propios partidos surgidos del franquismo, primero UCD y AP, después PP, y ahora VOX.
Pero el esperpento no queda aquí, ya que incluso se atreven a pedir que “las administraciones públicas faciliten las tareas de localización, y en su caso de identificación, de los desaparecidos. Como una última prueba de respeto hacia ellos.” Un insulto insoportable para las familias de los más de 120.000 desaparecidos por el régimen franquista, a los que se les arrojó a las cunetas, o al fondo del mar, y a los que el estado sigue sin atender sus reclamaciones de Verdad, Justicia y Reparación. Piden respeto para sus desaparecidos, ellos que durante tantos años nos han dicho que tenemos que dejar a nuestros muertos donde están, que no hay que remover la tierra, que no hay que abrir heridas, ellos que durante décadas han tenido todo el reconocimiento para enterrar y homenajear a los suyos, a los que se pusieron en la piel del verdugo, a los que asesinaron, violaron, robaron, como bandas criminales con uniforme, al servicio de un estado genocida.
El disparate continua, y podría hacernos gracia la farsa si esta no tuviera vocación de tragedia, porque estos nuevos revisionistas ya han encontrado eco en muchos españoles, y ahora tienen su espejo en la tercera fuerza política del parlamento estatal. Sus cachorros ya ocupan nuestras calles, atacando los lugares de la Memoria Antifascista, y cualquier propaganda de izquierdas, feminista o independentista, campando a sus anchas, ante la indiferencia de aquellos que tendrían que denunciar, perseguir y castigar sus actos antidemocráticos, colaboradores necesarios en todo caso. Solo nos queda, para detener el esperpento de la memoria de los verdugos, la unidad antifascista, y el combate en las calles, sí, pero también en las fábricas, en las universidades, y en los medios de comunicación, como este, donde no dejaremos que nos arrebaten nuestra Memoria.
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