Las estrategias son herramientas para alcanzar objetivos políticos, pero cuando se colocan por encima de los intereses de los votantes, acaban erosionando la confianza de los electores.
Por Lucio Martínez Pereda | 25/12/2024
Junts -de la mano del PP y Vox- ha paralizado el decreto que llevaba aparejado la revalorización de las pensiones. La medida forma parte del órdago estratégico que mantiene con el gobierno Sánchez. Pero los de Puigdemont empiezan a ser conscientes de que el disgusto entre sus votantes es grande: Junts tiene un electorado muy envejecido. Según el Centre d’Estudis d’Opinió el 70% de sus votantes tienen más de 50 años, y un 38% supera los 65 años.
Las estrategias son herramientas para alcanzar objetivos políticos, pero cuando se colocan por encima de los intereses de los votantes, acaban erosionando la confianza de los electores: sienten que sus preocupaciones son ignoradas a favor de cálculos políticos que priorizan el beneficio del partido.
Hasta ahora Puigdemont -en su condición de víctima y exiliado político- contaba con un gran capital simbólico entre los votantes de la izquierda española: las peticiones democratizadoras de su partido eran apoyadas desde fuera de su espectro ideológico. Pero la votación de hace dos días -en maridaje de intereses con la ultraderecha PPVOX- están produciendo una notable merma de ese importante capital simbólico.
La lucha contra el nacionalismo españolista fue acertadamente presentada por el aparato de comunicación de Junts como un enfrentamiento contra los herederos del punitivismo franquista. Pero se ha producido una decepción cuando los votantes comprueban que los antes señalados como enemigos de los derechos y los principios democráticos se han convertido ahora -y aunque sólo sea circunstancialmente- en los nuevos compañeros de cama de Junts.
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